y ahora es vinagre lo que era antes vino.
Su familia que recta caminaba
tras de sus huellas, ha cambiado tanto,
que el de delante al de detrás empuja;
y pronto podrá verse la cosecha
de tan mal fruto, cuando la cizaña
lamente que le cierren el granero
Bien sé que quien leyese hoja por hoja
nuestro Ebro, un pasaje aún hallaría
donde leyese: "Soy el que fui siempre."
Pero no de Casal ni de Acquasparta,
de donde tales vienen a la regla,
que uno la huye y otro la endurece.
Yo soy el alma de Buenaventura
de Bagnoregio, que en los altos cargos
los errados afanes puse aparte.
Aquí están Agustín e Iluminado,
los primeros descalzos pobrecillos
con el cordón amigos del Señor.
Está con ellos Hugo de San Víctor,
y Pedro Mangiadore y Pedro Hispano,
que con sus doce libros resplandece;
el profeta Natán, y el arzobispo
Crisóstomo y Anselmo, y el Donato
que puso mano en el arte primera.
Está Rabano aquí, y luce a mi lado
el abad de Calabria Joaquín
dotado del espíritu profético.
A celebrar a paladín tan grande
me movió la inflamada cortesía
de fray Tomás y su agudo discurso;
y conmigo movió a quien me acompaña.»
Imagine quien quiera comprender
lo que yo vi —y que la imagen retenga
mientras lo digo, como firme roca—
quince estrellas que en zonas diferentes
el cielo encienden con tanta viveza
que cualquier densidad del aire vencen;
imagine aquel carro a quien el seno
basta de nuestro cielo noche y día
y al dar vuelta el timón no se nos marcha;
imagine la boca de aquel cuerno
que al extremo del eje se origina,
al que da vueltas la primera esfera,
haciéndose dos signos en el cielo,
como hiciera la hija del rey Minos
sintiendo el frío hielo de la muerte;
y uno poner sus rayos en el otro,
y dar vueltas los dos de tal manera
que uno fuera detrás y otro delante;
y tendrá casi sombra de la cierta
constelación y de la doble danza
que giraba en el punto en que me hallaba:
pues tan distante está de nuestros usos,
cuanto está del fluir del río Chiana
del cielo más veloz el movimiento.
Allí cantaron no a Pean ni a Baco,
a tres personas de naturaleza
divina, y una de ellas con la Humana.
Las vueltas y el cantar se terminaron;
y atentas nos miraron esas luces,
alegres de pasar a otro cuidado.
Rompió el silencio de concordes númenes
luego la luz que la admirable vida
del pobrecillo del Señor narrara,
dijo: «Cuando trillada está una paja,
cuando su grano ha sido ya guardado,
a trillar otra un dulce amor me invita.
Crees que en el pecho del que la costilla
se sacó para hacer la hermosa boca
y un paladar al mundo tan costoso,
y en aquel que, pasado por la lanza
antes y luego tanto satisfizo,
que venció la balanza de la culpa,
cuanto al género humano se permite
tener de luz, del todo fue infundido
por el Poder que hiciera a uno y a otro;
por eso miras a lo que antes dije,
cuando conté que no tuvo segundo
quien en la quinta luz está escondido.
Abre los ojos a lo que respondo,
y verás lo que crees y lo que digo
como el centro y el círculo en lo cierto.
Lo que no muere y lo que morirá
no es más que un resplandor de aquella idea
que hace nacer, amando, nuestro Sir;
que aquella viva luz que se desprende
del astro del que no se desaúna,
ni del amor que tres hace con ellos,
por su bondad su iluminar transmite,
como un espejo, a nueve subcriaturas,
conservándose en uno eternamente.
De aquí desciende a la última potencia
bajando de acto en acto, hasta tal punto,
que no hace más que contingencias breves;
y entiendo que son estas contingencias
las cosas engendradas, que produce
con simiente o sin ella el cielo móvil.
No es siempre igual la cera y quien la imprime;
y por ello allá abajo más o menos
se traslucen los signos ideales.
Por lo que ocurre que de un mismo árbol,
salgan frutos mejores o peores;
y nacéis con distinta inteligencia.
si perfecta la cera se encontrase,
e igual el cielo en su virtud suprema,
la luz del sello toda brillaría;
mas la natura siempre es imperfecta,
obrando de igual modo que el artista
que sabe el arte mas su mano tiembla.
Y si el ardiente amor la clara vista
del supremo poder dispone y sella,
toda la perfección aquí se adquiere.
Tal fue creada ya la tierra digna
de toda perfección animalesca;
y la Virgen preñada de este modo;
de tal forma yo apruebo lo que opinas,
pues la humana natura nunca fue
ni será como en esas dos personas.
Ahora si no siguiese mis razones,
"¿pues cómo aquél no tuvo par alguno?"
me dirían entonces tus palabras.
Mas porque veas claro lo confuso,
piensa quién era y la razón que tuvo,
al pedir cuando "pide" le dijeron.
No te he hablado de forma que aún ignores
que rey fue, y que pidió sabiduría
a fin de ser un rey capacitado;
no por saber el número en que fuesen
arriba los motores, si necesse
con contingentes hacen un necesse;
no si est dare primum motum esse,
o si de un semicírculo se hacen
triángulos que un recto no tuviesen.
Y así, si lo que dije y esto adviertes,
es real prudencia aquel saber sin par
donde la flecha de mi hablar clavaba;
y si al "surgió" la vista clara tiendes,
la verás sólo a reyes referida,
que muchos hay, y pocos son los buenos.
Con esta distinción oye mis dichos;
y así casan con eso que supones
de nuestro Gozo y del padre primero.
Plomo a tus pies te sea este consejo,
para que andes despacio, como el hombre
cansado, al sí y al no de lo que ignoras:
pues es de los idiotas el más torpe,
el que sin distinguir niega o afirma
en el uno o el otro de los casos;
puesto que encuentra que ocurre a menudo
que sea falsa la opinión ligera,
y la pasión ofusca el intelecto.
Más que en vano se aparta de la orilla,
porque no vuelve como se ha marchado,
el que sin redes la verdad buscase.
Y de esto son al mundo claras muestras
Parménides, Meliso, Briso, y muchos,
que caminaban sin saber adónde;
Y Arrio y Sabelio y todos esos necios,
que deforman, igual que las espadas,
la recta imagen de las Escrituras.
No se aventure el hombre demasiado
en juzgar, como aquel que aprecia el trigo
sembrado antes de que haya madurado;
que las zarzas he visto en el invierno
cuán ásperas, cuán rígidas mostrarse;
y engalanarse luego con las rosas;
y vi derecha ya y veloz la nave
correr el mar en todo su camino,
y perecer cuando llegaba a puerto.
No crean seor Martino y Doña Berta,
viendo robar a uno y dar a otro,
verlos igual en el juicio divino;
que uno puede caer y otro subir.»
Del centro al borde, y desde el borde al centro
se mueve el agua en un redondo vaso,
según se le golpea dentro o fuera:
de igual manera sucedió en mi mente
esto que digo, al callarse de pronto
el alma gloriosa de Tomás,
por la gran semejanza que nacía
de sus palabras con las de Beatriz,
a quien hablar, después de aquél, le plugo:
«Le es necesario a éste, y no lo dice,
ni con la voz ni aun con el pensamiento,
indagar la raíz de otra certeza.
Decidle si la luz con que se adorna
vuestra sustancia, durará en vosotros
igual que ahora se halla, eternamente;
y si es así, decidle cómo, luego
de que seáis de nuevo hechos visibles,
podréis estar sin que la vista os dañe.»
Cual, por más grande júbilo empujados,
a veces los que danzan en la rueda
alzan la voz con gestos de alegría,
de igual manera, a aquel devoto ruego
las santas ruedas mostraron más gozo
en sus giros y notas admirables.
Quien se lamenta de que aquí se muera
para vivir arriba, es que no ha visto
el refrigerio de la eterna lluvia.
Que al uno y dos y tres que siempre vive
y reina siempre en tres y en dos y en uno,
nunca abarcado y abarcando todo,
tres veces le cantaba cada una
de esas almas con una melodía,
justo precio de mérito cualquiera.
Y escuché dentro de la luz más santa
del menor círculo una voz modesta,
quizá cual la del Ángel a María,
responder: «Cuanto más dure la dicha
del paraíso, tanto nuestro amor
ha de esplender en tomo a estos vestidos.
De nuestro ardor la claridad procede;
por la visión ardemos, y esa es tanta,
cuanta gracia a su mérito se otorga.
Cuando la carne gloriosa y santa
vuelva a vestirnos, estando completas
nuestras personas, aún serán más gratas;
pues se acrecentará lo que nos dona
de luz gratuitamente el bien supremo,
y es una luz que verlo nos permite;
por lo que la visión más se acrecienta,
crece el ardor que en ella se ha encendido,
y crece el rayo que procede de éste.
Pero como el carbón que da una llama,
y sobrepasa a aquella por su brillo,
de forma que es visible su apariencia;
así este resplandor que nos circunda
vencerá la apariencia de la carne
que aún está recubierta por la tierra;
y no podrá cegarnos luz tan grande:
porque ha de resistir nuestro organismo
a todo aquello que cause deleite.»
Tan acordes y prontos parecieron
diciendo «Amén» el uno y otro coro,
cual si sus cuerpos muertos añoraran:
y no sólo por ellos, por sus madres,
por sus padres y seres más queridos,
y que fuesen también eternas llamas.
De claridad pareja entorno entonces,
nació un fulgor encima del que estaba,
igual que un horizonte se ilumina.
Y como a la caída de la noche
nuevos fulgores surgen en el cielo,
ciertos e inciertos ante nuestra vista,
me pareció que en círculo dispuestas
unas nuevas sustancias contemplaba
por fuera de las dos circunferencias.
¡Oh resplandor veraz del Santo Espíritu!
¡qué incandescente apareció de pronto
a mis ojos que no lo soportaron!
Mas Beatriz tan sonriente y bella
se me mostró, que entre aquellas visiones
que no recuerdo tengo que dejarla.
Recobraron mis ojos la potencia
de levantarse; y nos vi trasladados
solos mi dama y yo a gloria más alta.
Bien advertí que estaba más arriba,
por el ígneo esplendor de aquella estrella,
mucho más rojo de lo acostumbrado.
De todo corazón, con la palabra
común, hícele a Dios un holocausto,
como a la nueva gracia convenía.
Y apagado en mi pecho aún no se hallaba
del sacrificio el fuego, cuando supe
que era mi ofrenda fausta y recibida;
que con tan grande brillo y tanto fuego
un resplandor salía de sus rayos
que dije: «¡Oh Helios, cómo los adornas!»
Cual con mayores y menores luces
blanquea la Galaxia entre los polos
del mundo, y a los sabios pone en duda;
así formados hacían los rayos
en el profundo Marte el santo signo
que del círculo forman los cuadrantes.
Aquí vence al ingenio la memoria;
que aquella Cruz resplandecía a Cristo,
y no encuentro un ejemplo digno de ello;
mas quien toma su cruz y a Cristo sigue,
podrá excusarme de eso que no cuento
viendo en aquel albor radiar a Cristo.
De un lado al otro y desde arriba a abajo
se movían las luces y brillaban
aún más al encontrarse y separarse:
así aquí vemos, rectos o torcidos,
lentos o raudos renovar su aspecto
los corpusculos, cortos y más largos,
moviéndose en el rayo que atraviesa
la sombra a veces que, por protegerse,
dispone el hombre con ingenio y arte.
Y cual arpa y laúd, con tantas cuerdas
afinadas, resuenan dulcemente
aun para quien las notas no distingue,
tal de las luzes que allí aparecieron
a aquella cruz un canto se adhería,
que arrebatóme, aun no entendiendo el himno.
Bien me di cuenta que era de altas loas,
pues llegaba hasta mi «Resurgi» y «Vinci»
como a aquel que no entiende, pero escucha.
Y me sentía tan enamorado,
que hasta ese entonces no hubo cosa alguna
que me atrapase en tan dulces cadenas.
Tal vez son muy atrevidas mis palabras,
al posponer el gozo de los ojos,
que si los miro, cesan mis deseos;
mas el que sepa que los cielos vivos
más altos más acrecen la belleza,
y que yo aún no me había vuelto a aquéllos,
podrá excusarme de lo que me acuso
por excusarme, y saber que no miento:
que aquí el santo placer no está excluido,
pues más sincero se hace mientra sube.
La buena voluntad donde se licúa