que nadie baja sin subir de nuevo;
quien te negase el vino de su bota
para tu sed, más libre no sería
que el agua de correr hacia los mares.
Quieres saber qué flores engalanan
esta guirnalda con que se embellece
la hermosa dama que al cielo te empuja.
Yo fui cordero del rebaño santo
que conduce Domingo por la senda
que hace avanzar a quien no se extravía.
Este que a mi derecha está más cerca
fue mi hermano y maestro, él es Alberto
de Colonia, y yo soy Tomás de Aquino.
Y si quieres saber de los demás
sigue con tu mirada mis palabras
dando la vuelta en este santo círculo.
Sale aquel resplandor de la sonrisa
de Graziano, que al uno y otro fuero
dio su ayuda, ganando el paraíso.
Quien cerca de él adorna nuestro coro
fue el Pedro que al igual que aquella viuda,
su tesoro ofreció a la Santa Iglesia.
La quinta luz, de todas la más bella,
respira tanto amor, que todo el mundo
saber aquí desea sus noticias;
dentro está la alta mente, en la que tanto
saber latió, que si lo cierto es cierto,
a tanto ver no surgió aún un segundo.
Ve la luz de aquel cirio, junto a ella
que aun en carne mortal por dentro supo
la angélica natura y sus oficios.
En la luz pequeñita está riendo
el abogado de tiempos cristianos
cuyos latines a Agustín sirvieron.
Ahora si el ojo de la mente llevas
de luz en luz tras de mis alabanzas,
ya de la octava te encuentras sediento.
Viendo todos los bienes dentro goza
el alma santa que el mundo falaz
de manifiesto pone a quien le escucha:
el cuerpo del que fue arrojada yace
allá abajo en Cieldauro; y a esta calma
vino desde el martirio y el destierro
ve más allá las llamas del espíritu
de Isidoro, de Beda y de Ricardo,
que en su contemplación fue más que un hombre.
Esa de la cual pasa a mí tu vista,
es la luz de un espíritu que tarde
meditando, pensaba que moría:
esa es la luz eterna de Sigiero
que, enseñando en el barrio de la Paja,
silogismo verdades envidiadas.»
En fin, lo mismo que un reloj que llama
cuando la esposa del Señor despierta
a que cante maitines a su amado,
que una pieza a la otra empuja y urge,
tintineando con tan dulces notas,
que el alma bien dispuesta de amor llenan;
así vi yo la rueda gloriosa
moverse, voz a voz dando respuesta
tan suave y templada, que tan sólo
se escucha donde el gozo se eterniza.
¡Oh cuán vano el afán de los mortales,
qué mezquinos son esos silogismos
que las alas te arrastran por el suelo!
Tras de los aforismos o los Iura
iban unos, o tras del sacerdocio
o del mandar por fuerza o por sofismas.
tras negocios civiles o robando,
o envueltos en el gozo de la carne
se fatigaban, o en la vida ociosa,
cuando, de todas estas cosas libre,
con Beatriz por el cielo caminaba
de forma tan gloriosa recibido.
Después que cada uno volvió al punto
del círculo en el que antes se encontraba,
se detuvo, cual vela en candelero.
Y yo escuché dentro de esa lumbrera
que antes me había hablado, sonriendo,
palabras que le daban aún más lustre:
«Igual que yo con sus rayos me enciendo,
así, mirando en esa luz eterna,
adivino el porqué de lo que piensas.
Tú dudas y deseas que te aclare
con un lenguaje claro y manifiesto,
para entender aquello que te digo,
donde antes dije: «Por donde se avanza»,
o donde dije: «No nació un segundo»;
y es necesario distinguir en esto.
La Providencia que gobierna el mundo
de modo que derrota a cualquier mente
creada, antes que llegue a ver el fondo,
para que caminase a su deleite
la esposa de quien quiso desposarla
con su bendita sangre a grandes voces,
sintiéndose más fiel y más segura,
dos príncipes mandó para ayudarla,
y en una cosa y otra la guiasen.
Todo en fuego seráfico uno ardía;
por su saber el otro fue en la tierra
de querúbica luz un resplandor.
De uno hablaré, si bien de ambos se habla
alabando a cualquiera de los dos,
puesto que a un mismo fin se encaminaron.
Entre Tupino y el agua que baja
de la cima escogida por Ubaldo,
fértil ladera pende de alto monte,
que el frío y el calor manda a Perugia
por la Puerta del Sol; y detrás lloran
Nocera y Gualdo su pesado yugo.
Por donde esta ladera disminuye
su pendiente, nacióle un sol al mundo,
como hace a veces éste sobre el Ganges.
Y así pues quien a aquel lugar nombrara
que no le llama Asís, pues esto es poco,
sino Oriente, si quiere ser exacto.
No se hallaba del orto muy distante,
cuando a la tierra por su gran virtud
logró hacer que sintiese algún consuelo;
que por tal dama, aún jovencito, en guerra
con su padre incurrió, a la cual las puertas
del gozo, cual a muerte, no abre nadie;
y ante toda su corte espiritual
et coram patrem a ella quiso unirse;
luego la amó más fuerte cada día.
Ésta, privada del primer marido,
mil cien años y más vivió olvidada
sin que nadie, hasta aquél, la convidase;
no valió oír que al lado de Amiclates
segura la encontró, al oír sus voces,
aquel que fue el terror del mundo entero;
ni le valió haber sido tan constante
y firme, que al quedar María abajo,
ella sobre la cruz lloró con Cristo.
Pero para no hablarte tan oscuro,
Francisco y la Pobreza estos amantes
has de saber que son de los que te hablo.
Su concordia y sus rostros tan felices,
amor y maravilla y gestos dulces,
inspiraban muy santos pensamientos;
tanto que aquel Bernardo venerable
se descalzó, y detrás de tanta paz
corrió, y corriendo tardo se creía.
¡Oh secreta riqueza! ¡Oh bien fecundo!
Egidio se descalza, el buen Silvestre,
tras del esposo, así a la esposa place
De allí se fue aquel padre, aquel maestro
con su mujer y su demás familia
que el humilde cordón ya se ceñía.
No le inclinó la frente la vergüenza
de ser hijo de Pietro Bernardone,
ni porque pareciera despreciable;
mas dignamente su dura intención
a Inocencio le abrió, y de aquél obtuvo
el permiso primero de su orden.
Después creciendo ya los pobrecillos
detrás de aquél, cuya admirable vida
mejor gloriando al cielo se cantara,
de segunda corona el Santo Espíritu
ciñó, por mediación de Honorio, aquel Honorio II aprobó
definitivamente la Orden en .
santo deseo de este archimandrita.
Y después que, sediento de martirio,
en la presencia del Sultán soberbia
predicó a Cristo y quienes le siguieron,
y encontrando a esas gentes demasiado
reacias, para no estar inactivo,
volvióse al fruto del huerto de Italia,
en el áspero monte entre Arno y Tiber
de Cristo recibió el último sello,
que sus miembros llevaron por dos años.
Cuando el que a tanto bien le destinara
quiso hacerle subir al galardón
que él mereció por hacerse pequeño,
a sus hermanos, como justa herencia,
recomendó su dama más querida,
y les mandó que fielmente la amasen;
y de su seno el ánima preclara
quiso salir y volver a su reino,
y para el cuerpo otra caja no quiso.
Ahora piensa en quien fuese aquel colega
digno con él de mantener la barca
de Pedro en alta mar derechamente;
y este segundo fue nuestro patriarca;
por lo cual, quien le sigue, como él manda,
sabe que carga buenas mercancías.
Mas su rebaño, de nuevas viandas
se encuentra tan ansioso, que es difícil
que por pastos errados no se pierda;
y cuanto sus ovejas más se apartan
y más lejos de aquél vagabundean,
más tornan al redil faltas de leche.
Aún hay algunos que temen el daño
y a su pastor se estrechan; mas tan pocas
que a sus capas les basta poca tela.
Ahora, si te han bastado mis palabras
y si me has escuchado atentamente,
si recuerdas aquello que te he dicho,
en parte habrás tus ganas satisfecho
al ver por qué la planta se marchita,
y verás por qué causa yo te dije
"Que hace avanzar a quien no se extravía".
Tan pronto como la última palabra
la bienaventurada llama dijo,
a girar comenzó la santa rueda;
y aún su vuelta no había completado,
cuando otra rueda giró en su redor,
uniendo canto a canto y giro a giro;
canto que tanto vence a nuestras musas
y sirenas en esas dulces trompas,
como la luz primera a sus reflejos.
Como se ven tras la nube ligera
dos arcos paralelos y de un mismo
color, cuando a su sierva envía Juno,
que aquel de fuera nace del de dentro,
al modo del hablar de aquella hermosa
que agostó Amor cual sol a los vapores,
haciendo que la gente esté segura,
por el pacto que Dios hizo a Noé,
que al mundo nunca más anegaría:
así de aquellas rosas sempiternas
las dos guirnaldas cerca de nosotros
giraba, respondiendo una a la otra.
Cuando la danza y otro gran festejo
del cántico y del mutuo centelleo,
luz con luz jubilosa y reposada,
a un mismo tiempo y voluntad cesaron,
como los ojos se abren y se cierran
juntamente al placer que les conmueve;
del corazón de una de aquellas luces
se alzó una voz, que como aguja al polo
me hizo volverme al sitio en que se hallaba;
y comenzó: «El amor que me hace bella
me obliga a que del otro jefe trate
por quien del mío aquí tan bien se ha hablado.
Justo es que, donde esté el uno, esté el otro:
y así pues como a una combatieron,
así luzca su gloria juntamente.
La milicia de Cristo, que tan caro
costó rearmar, detrás de sus banderas
marchaba escasa, lenta y recelosa,
cuando el Emperador que siempre reina
ayudó a su legión en el peligro,
por gracia sólo, no por merecerlo.
Y, ya se ha dicho, socorrió a su esposa
con dos caudillos, a cuyas palabras
y obras reunióse el pueblo descarriado.
Allí donde se alza y donde abre
Céfiro dulce los follajes nuevos,
de los que luego Europa se reviste,
no lejos del batir del oleaje
tras el cual, por su larga caminata,
el sol se oculta a todos ciertos días,
está la afortunada Caleruega
bajo la protección del gran escudo
del león subyugado que subyuga:
allí nació el amante infatigable
de la cristiana fe, el atleta santo
fiero al contrario y bueno con los suyos;
y en cuanto fue creada, fue repleta
tanto su mente de activa virtud
que, aún en la madre, la hizo profetisa.
Al celebrarse ya en la santa fuente
los esponsales entre él y la Fe,
la mutua salvación dándose en dote,
la mujer que por él dio asentimiento,
vio en un sueño ese fruto prodigioso
que saldría de aquél y su progenie;
y porque fuese cual era, aun de nombre,
un espíritu vino a señalarlo
del posesivo de quien era entero.
Fue llamado Domingo; y hablo de él
como del labrador que eligió Cristo
para que le ayudase con su huerto.
Bien se mostró de Cristo mensajero;
pues el primer amor del que dio prueba
fue al consejo primero que dio Cristo.
Muchas veces despierto y en silencio
lo encontró su nodriza echado en tierra
cual diciendo: «He venido para esto.»
¡Oh en verdad padre suyo venturoso!
¡Oh madre suya Juana verdadera,
si se interpreta tal como se dice!
No por el mundo, por el cual se afanan
hoy detrás del Ostiense y de Tadeo,
mas por amor del maná sin mentira,
en poco tiempo gran doctor se hizo;
por vigilar la viña, que marchita
pronto, si el viñador es perezoso.
Y a la sede que fue más bienhechora
antes de los humildes, no por ella,
por aquel que la ocupa y la mancilla,
no dispensas de dos o tres por seis,
no el primer cargo que libre quedara,
no decimas, quae sunt pauperum Dei,
sino pidió contra la gente errada
licencia de luchar por la semilla
donde estas veinticuatro plantas brotan.
Después, con voluntad y con doctrina,
emprendió su apostólica tarea
cual torrente que baja de alta cumbre;
y en el retoño herético su fuerza
golpeó, con más saña en aquel sitio
donde la resistencia era más dura.
De él se hicieron después diversos ríos
donde el huerto católico se riega,
y más vivos se encuentran sus arbustos.
Si fue tal una rueda de la biga
con que se defendió la Santa Iglesia
y su guerra civil venció en el campo.
bien debería serte manifiesta
la excelencia de la otra, que Tomás
antes de venir yo te alabó tanto.
Mas la órbita trazada por la parte
superior de su rueda, está olvidada;