que la tormenta que tanto se espera,
donde la popa está pondrá la proa,
y así la flota marchará derecha;
y tras las flores vendrán buenos frutos.
Luego que contra la vida presente
de los ruines mortales, me mostró
la verdad quien mi mente emparaísa,
cual la llama de un hacha en un espejo
ve quien con ella por detrás se alumbra,
antes de que la vea o la imagine,
y atrás se vuelve para ver si el vidrio
le dice la verdad, y ve que casa
con ella cual la música y su texto;
de igual forma recuerda mi memoria
que hice mirando a los hermosos ojos
donde hizo Amor su cuerda para herirme.
Y al volverme y al golpear los míos
lo que en aquellos cielos aparece,
cada vez que en sus giros se repara,
vi un punto que irradiaba tan aguda
luz, que la vista que enfocaba en ella
por tan grande agudeza se cerraba;
y la estrella que aquí menor parece,
luna parecería junto a ella,
si se pusieran una junto a otra.
Acaso tanto cuanto cerca vemos
de su halo la luz que lo desprende
cuando son más espesos sus vapores,
distante de ese punto un círculo ígneo
giraba tan veloz, que vencería
el curso que más raudo el mundo ciñe;
y aquél era por otro rodeado,
y de un tercero aquél, y éste de un cuarto,
de un quinto el cuarto, y por un sexto el quinto.
El séptimo seguía tan extenso
sobre ellos, que de Juno el emisario
abarcarlo del todo no podría.
Y el octavo, y el nono; y cada uno
más lento se movía, cuanto estaba
en número del uno más distante;
y una más clara llama desprendía
el más cercano de la lumbre pura,
pues más, yo creo, de ella participa.
Al verme preocupado mi señora
y sorprendido, dijo: «De ese punto
depende el cielo y toda la natura.
Ve el círculo que está de él más cercano;
y sabrás que tan rápido se mueve
por el amor ardiente que le impulsa.»
«Si estuviera dispuesto —dije el mundo
con el orden que veo en estas ruedas,
satisfecho me habría lo que dices;
mas el mundo sensible nos enseña
que las vueltas son tanto más veloces,
cuanto del centro se hallan más lejanas.
Por lo cual, si debiera terminarse
mi desear en este templo angélico
que sólo amor y luz lo delimitan,
aún debiera escuchar cómo el ejemplo
y su copia no marchan de igual modo,
que en vano por mí mismo pienso en ello.»
«Si tus dedos no son para tal nudo
suficientes, no debes extrañarte,
¡tan difícil lo ha hecho el no intentarlo!»
Dijo así mi señora; y luego: «Atiende
si es que quieres saciarte, a lo que digo;
y sobre estas cuestiones sutiliza.
Las esferas corpóreas son más amplias
o estrechas según sea la virtud
que se difunde por todas sus partes.
Da una bondad mayor mayores bienes;
y a un bien mayor contiene un mayor cuerpo,
siendo sus partes igual de perfectas.
Así pues este círculo que arrastra
todo el otro universo, corresponde
con aquel que más ama y que más sabe:
y si aplicaras pues a la virtud
tus medidas, y no a las apariencias
de los seres que en círculo se muestran,
la proporción perfecta admirarías
de más con más, y de menor con menos,
cada cielo, con cada inteligencia.»
Como se queda espléndido y sereno
el aéreo hemisferio cuando sopla
Bóreas con su mejilla más suave,
y se disuelven y limpian las brumas
que le turbaban, y sonríe el cielo
con las bellezas todas de su corte;
así hice yo, después que mi señora
tan claro respondió, y como en el cielo
brilla una estrella supe la verdad.
Y cuando terminaron sus palabras,
no de otro modo el hierro centellea
candente, cual los círculos hicieron.
Su incendio cada chispa propagaba;
y tantas eran, que el número de ellas
más que el doblar del ajedrez subía.
Yo escuchaba hosanar de coro en coro
al punto fijo que los tiene ubi
y siempre los tendrá, en que siempre fueron.
Y aquella que las dudas de mi mente
sabía, dijo: «Los primeros círculos
te muestran Serafines y Querubes.
Tras sus vínculos siguen tan aprisa
por parecerse al punto cuanto puedan;
y tanto pueden cuanto están más altos.
Esos amores que en torno se encuentran,
llámanse Tronos del poder divino,
y acaba en ellos el primer ternario;
y deberás saber que todos gozan
cuando se profundiza su mirada
en la verdad que aquieta el intelecto.
De aquí se puede ver cómo se funda
la beatitud en el acto de ver,
no en el de amar, que detrás de aquél viene;
y del ver son los méritos medida,
que genera la gracia y buen deseo:
así es como sucede grado a grado.
El siguiente ternario que florece
en esta sempiterna primavera
que nocturno carnero no despoja,
perpetuamente «Hosanna» jubilea
en triple melodía, por los tres
órdenes de alegría en que se enterna.
En esa jerarquía hay otras diosas:
Dominaciones, y después Virtudes;
de Potestades es el tercer orden.
Luego en los dos penúltimos festejos
Principados y Arcángeles dan vueltas;
todo el último de ángeles dichosos.
Estos órdenes miran a lo alto,
y abajo tanto influyen, que hacia Dios
son arrastrados y de todo arrastran.
Y Dionisio con tanto deseo
a contemplar se dedicó estos órdenes
que como yo, los nombra y los distingue.
Pero de él se apartó luego Gregorio;
y en cuanto abrió los ojos en el cielo
de sí mismo por esto se reía.
Y si mostrado fue tanto secreto
por un mortal, no quiero que te admires:
porque se lo enseñó quien vio aquí arriba,
y otras muchas verdades de este mundo!»
Cuando uno y otro hijo de Latona,
por debajo de Libra y del Carnero,
son límites los dos de un horizonte,
cuanto hay desde el momento de equilibrio
hasta que el uno u otro de aquel cinto,
cambiando de hemisferio, se desata,
tanto, la risa pintada en su rostro,
muda estuvo Beatriz mirando fijo
el punto que me había derrotado.
Dijo después: «Diré, sin que preguntes,
lo que quieres oír, porque lo he visto
donde convergen todo quando y ubi.
No por acrecentar sus propios bienes,
que es imposible, mas porque su luz
pudiese, en su esplendor decir "Subsisto",
allí en su eternidad, fuera de toda
comprensión y de tiempo, libremente,
se abrió en nuevos amores el eterno.
No es porque antes ocioso estuviera;
pues ni después ni antes precedió
el discurrir de Dios sobre estas aguas.
Forma y materia, ya puras o juntas,
salieron a existir sin fallo alguno,
como de arco tricorde tres saetas.
Y como en vidrio, en ámbar o en cristales
el rayo resplandece, de tal modo
que el llegar y el lucir es todo en uno,
de igual forma irradió el triforme efecto
de su Sir a su ser a un tiempo mismo
sin que hubiese ninguna diferencia.
Concreado fue el orden y dispuesto
a las sustancias; y del mundo cima
fueron aquellas hechas acto puro;
a la potencia pura puso abajo;
la potencia y el acto, en medio, atadas
tal nudo que jamás se desanuda.
Jerónimo escribió que muchos siglos
antes fueron los ángeles creados
de que el resto del mundo fuera hecho;
mas en muchos parajes que escribieron
los inspirados, se halla esta verdad;
y si bien juzgas te avendrás a ello;
y en parte la razón también lo prueba,
pues no admite motores que estuviesen
sin su perfecto estado mucho tiempo.
Ya sabes dónde y cuándo estos amores
y cómo fueron hechos: ya apagados
tres ardores ya están en tu deseo.
Hasta veinte, contando, no se llega
tan pronto, como parte de los ángeles
turbó el más bajo de los elementos.
La otra quedóse, y dio comienzo el arte
que puedes ver, y con tanto deleite,
que de sus giros nunca se ha apartado.
La ocasión de caer fue la maldita
soberbia de quien viste que oprimían
las pesadumbres todas de este mundo.
Esos que ves aquí fueron humildes,
admitiendo existir por la bondad
que a tanto conocer hizo capaces:
por lo que fue su vista acrecentada
por méritos y gracia iluminante,
y tienen voluntad constante y plena;
y no quiero que dudes, mas que sepas,
que recibir la gracia es meritorio
según como el afecto la recibe.
Por lo que a este colegio se refiere
ya comprendes bastante, si entendiste
lo que te dije, ya sin otra ayuda.
Mas como en las escuelas de la tierra
se enseña que la angélica natura
es tal que entiende, que recuerda y quiere,
aún te diré, para que pura sepas
la verdad, que allí abajo se confunde,
porque equivocan los significados.
Estas sustancias, desde que gozaron
de la cara de Dios, no apartan de ella
la mirada, a quien nada está escondido:
Así pues no interceptan su mirada
nuevos objetos, y no necesitan
recordar con conceptos divididos;
y así allá abajo, sin dormir, se sueña,
creyendo y no creyendo en lo que dicen;
pero éstos tienen más vergüenza y culpa.
Vais por distintas rutas los que abajo
filosofáis: pues que os empuja tanto
el afán de que os tengan como sabios.
Y aún esto es admitido aquí en lo alto
con un rigor menor que si se olvida
la sagrada escritura o se confunde.
No meditáis en cuánta sangre cuesta
sembrarla allá en el mundo, y cuánto agrada
el que con ella humilde se conforma.
Por la apariencia pruebas dan de ingenio
y de imaginación; y quien predica
dase a esto y se calla el Evangelio.
Que se volvió la luna, dice el uno,
en la pasión de Cristo, y se interpuso
para ocultar la luz del sol abajo;
y otro que por sí misma se escondió
la luz, y que en la India y en España
hubo eclipse lo mismo que en Judea.
No hay en Florencia tantos Lapi y Bindi
cuantas fábulas tales en un año,
aquí y allá en los púlpitos se gritan:
y así las ovejuelas, que no saben,
vuelven del prado pacidas de viento,
y que el daño no vean no es excusa.
No dijo a su primer convento Cristo:
"Id y patrañas predicad al mundo";
sino les dio cimientos de certeza;
y ésta sonó en sus bocas solamente,
de modo que luchando por la fe
del Evangelio escudo y lanza hicieron.
Y ahora con bufonadas y con trampas
se predica, y con tal que cause risa,
la capucha se hincha y más no pide.
Mas tal pájaro anida en el capuz,
que si lo viese el vulgo, allí vería
qué indulgencias tendrá confiando en ése:
que en la tierra acrecientan la estulticia,
de tal manera que, sin prueba alguna
de su certeza, corren tras de ellas.
Esto engorda al cebón de San Antonio,
y a otros muchos más cerdos todavía,
que pagan con monedas no acuñadas.
Mas como es larga ya la digresión,
vuelve los ojos a la recta vía,
y se abrevien el tiempo y el camino.
Esta naturaleza tanto aumenta
en número al subir, que no hay palabras
ni conceptos mortales que las sigan;
y si recuerdas lo que se revela
en Danïel, verás que en sus millares
y millares su número se esconde.
La luz primera que toda la alumbra,
de tantas formas ella en sí recibe,
cual son las llamas a las que se une.
Y así, al igual que al acto que concibe
sigue el afecto, de amor la dulzura
ardiente o tibio en ella es diferente.
Ve pues la excelsitud y la grandeza
del eterno poder, puesto que tantos
espejos hizo en que multiplicarse,
permaneciendo en sí uno como antes.
Acaso a seis mil millas de distancia
hierve aquí la hora sexta, y este mundo
horizontal reclina ya la sombra,
cuando el centro del cielo, tan profundo,
se pone de tal forma, que en el fondo
van desapareciendo las estrellas;
y cuando se adelanta la sirviente
clarísima del sol, apaga el cielo
una por una hasta la más hermosa.
No de otro modo el triunfo que se goza
en torno al punto que antes me cegara,
creyéndolo incluido en lo que incluye,
se apagó poco a poco de mi vista;
por lo cual el amor y el no ver nada
me hicieron que a Beatriz volviera el rostro.
Si cuanto de ella he dicho hasta el presente
fuese encerrado todo en una loa,
poco sería a conseguir mi intento.
La belleza que vi no sobrepasa
solamente a nosotros, mas yo creo
que sólo su creador la goce entera.
Vencido me confieso en este paso
más que nunca en un punto de su obra
fue superado el trágico o el cómico:
pues, como el sol la vista menos firme,
así el recuerdo de su dulce risa
a mí mismo me priva de mi mente.