Guía de la Biblia. Nuevo Testamento (52 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

BOOK: Guía de la Biblia. Nuevo Testamento
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Anfípolis es una ciudad a 40 kilómetros al suroeste de Filipos, fundada en el 436 aC como colonia ateniense, cuando Atenas estaba en el apogeo de su siglo de oro. En el 424 aC fue conquistada por Esparta, tomándola Filipo de Macedonia en el 357 aC. En tiempos del Nuevo Testamento era la sede del procurador romano de aquella zona de Macedonia, aun cuando no formase efectivamente parte de la provincia y se la considerase una ciudad libre..

A 32 kilómetros más hacia el suroeste se hallaba Apolonia, una ciudad relativamente sin importancia; y a 64 kilómetros al oeste de allí estaba Tesalónica.

Tesalónica está situada al extremo noroeste del mar Egeo. Originalmente se llamaba Terma (de una palabra griega que quiere decir «caliente»), por los manantiales de agua caliente de sus alrededores. La ensenada del mar Egeo en cuyo extremo se encuentra, se llamó, en consecuencia, golfo Termaico.

Tras la muerte de Alejandro Magno, Casandro, hijo de uno de sus generales, se apoderó de Macedonia. Eso fue en el 316 aC, se mantuvo en el poder hasta su muerte, 20 años después. Se casó con una hermanastra de Alejandro, una muchacha llamada Tesalónica, y en el 315 aC construyó una nueva ciudad cerca de Terma, llamándola Tesalónica en su honor.

Debido a su ventajosa posición en cuanto al comercio, Tesalónica creció con rapidez, llegando a convertirse en una de las ciudades más importantes de Macedonia. A través de todas sus vicisitudes históricas, ha seguido siendo grande e importante. Tras la conquista de Grecia por los turcos en el siglo XV, desapareció la primera sílaba y se empezó a conocerla por Salónica.

Incluso en nuestros días es Salónica una capital grande. En efecto, es la segunda ciudad en importancia de la Grecia actual, con 250.000 habitantes.

Tesalónica fue la primera ciudad macedonia en que Pablo encontró una población judía lo bastante densa como para mantener una sinagoga. Hizo algunos conversos, pero (como muy probablemente había previsto) muchos más entre los griegos que entre los judíos. Molestos, los dirigentes judíos alborotaron, acusando a Pablo de predicar la traición, pues proclamaba rey a Jesús en oposición al emperador romano. (Justamente fue este enfoque del asunto el que indujo a Poncio Pilato a condenar a Jesús a la crucifixión.) Por consiguiente, Pablo y Silas creyeron prudente salir de Tesalónica.

Berea

La siguiente etapa quedaba a 48 kilómetros al oeste:

Hechos 17.10.
Aquella misma noche los hermanos encaminaron a Pablo y a Silas para Berea...

En vida de Pablo, Berea era una ciudad grande, a la par con Tesalónica o incluso mayor. Ha declinado desde entonces, pero aún existe en la Grecia actual con el nombre de Verroia, ciudad de buen tamaño con unos 25.000 habitantes.

También tenía una sinagoga y, según se cuenta, los judíos mostraron allí más simpatía hacia Pablo que los de Tesalónica. Sin embargo, los judíos tesalonicenses enviaron delegados a Berea para prevenir a los judíos de allí de los peligros de aquella herejía nueva.

Silas y Timoteo permanecieron en Berea durante un tiempo pero Pablo fue a otra parte.

Atenas

Esta vez Pablo viajó unos 320 kilómetros en dirección sur hasta la mayor de las ciudades griegas en fama y en gloria, si no en tamaño:

Hechos 17.15.
Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas...

En el siglo V aC, Atenas experimentó una Edad de Oro en arte, literatura y filosofía, que en cierto modo jamás ha llegado a superarse. Era una de la muchas y pequeñas ciudades-estado griegas, y aun cuando fuese de las más grandes, no superaba al estado de Rhode Island en cuanto al área o la población.

Durante un tiempo, Atenas dominó Grecia política y militarmente, pero fue derrotada en la larga y desastrosa guerra del Peloponeso, librada contra Esparta, que duró del 431 al 404 aC. Un siglo después, Atenas encabezó la inútil oposición contra Filipo de Macedonia.

Pero las ciudades-estado griegas ya no eran rivales para las grandiosas monarquías que surgían por todos lados. Atenas fue quedándose cada vez más a la zaga, y aunque una y otra vez se salvó de la destrucción por el respeto universal hacia su glorioso pasado, poco a poco fue perdiendo toda importancia política.

Durante dos siglos mantuvo la independencia y el dominio sobre sus asuntos internos, aunque estaba bajo el señorío macedonio. Y tras el 146 aC, cuando Roma estableció su completa hegemonía sobre Grecia, continuó siendo una ciudad libre.

Sólo una vez se tambaleó. En el 88 aC, Mitrídates VI de Ponto (reino al noreste de Asia Menor) se atrevió a desafiar a Roma. Logró algunas victorias iniciales y arrasó todas las posesiones romanas de la península. Descontenta con el gobierno de Roma y juzgando equivocadamente la situación, Atenas se puso al lado de Mitrídates.

Pero Roma envió hacia Oriente a uno de sus competentes generales, Sila, al que siguió un implacable ejército romano. Atenas trató de resistir, soportando un asedio, pero Mitrídates no acudió en su ayuda; en el 116 aC, Sila tomó la ciudad y la saqueó. Jamas volvió Atenas a iniciar por su cuenta acción independentista alguna.

Se acomodó a una completa sumisión a Roma mientras duró el poderío del imperio. Siguió apegada a sus sueños del pasado como tranquila «ciudad universitaria» a donde acudían romanos y griegos para recibir educación filosófica.

Mientras Pablo esperaba en esa ciudad universitaria a que Silas y Timoteo se reunieran con él, discutió con los judíos del lugar y contempló con horror y repulsión los hermosos templos, magníficas obras de arte que le rodeaban, pues todos los monumentos le parecían objetos de perversión entregados a la idolatría.

Epicúreos y estoicos

La especialidad de Atenas era la filosofía. La ciudad poseía una tradición de absoluta libertad de palabra y acogía con gusto toda clase de opiniones. Entonces, varios filósofos, al oír entre ellos a un extranjero que traía puntos de vista nuevos y extraños, trataron de saber más:

Hechos 17.18.
Ciertos filósofos, tanto epicúreos como estoicos, conferenciaban con él...

Los epicúreos y estoicos eran por aquella época dos de las escuelas filosóficas importantes de Atenas.

La primera fue fundada por Epicuro, que nació en el 341 aC en la isla de Samos. En el 306 estableció una escuela en Atenas que tuvo un éxito extraordinario hasta su muerte, ocurrida en el 270 aC. Epicuro adoptó las ideas de ciertos filósofos griegos primitivos, considerando que el universo estaba compuesto de partículas diminutas llamadas átomos. Sostenía que todo cambio se producía por la azarosa dispersión y reagrupamiento de conjuntos de átomos; en la filosofía epicúrea no había lugar para que los dioses orientaran intencionadamente al hombre y al universo. Su filosofía era fundamentalmente atea, aunque los epicúreos no eran fanáticos; de buena gana practicaban ritos que consideraban inútiles para que nadie se ofendiera sin necesidad y no crearse problemas absurdos.

En un universo compuesto por átomos que se movían al azar, el hombre era consciente de dos cosas: placer y dolor. Era lógico que el hombre se comportara de tal modo que obtuviese el máximo de placer y el mínimo de dolor. Sólo quedaba determinar qué era realmente el máximo de placer. Para Epicuro, si un poco de algo daba placer, mucho de lo mismo no producía necesariamente más satisfacción. El hambre por alimentación insuficiente era dolorosa, pero la indigestión por excesos culinarios también lo era. El máximo de placer sobrevenía al comer con moderación y lo mismo ocurría con los demás goces de la vida. Luego también estaban los placeres espirituales: el de aprender, el de mejorar la conversación, el de las emociones de la amistad y del cariño. Según la opinión de los epicúreos, éstos eran más satisfactorios y deseables que los placeres ordinarios del cuerpo.

No todos los seguidores de la filosofía epicúrea eran tan prudentes y moderados como el propio Epicuro. Era fácil colocar en primer lugar los placeres corporales y difícil ponerles límites. Así, la palabra «epicúreo» tiene en nuestra lengua la significación de «entregado al lujo».

En tiempos seléucidas se hizo la filosofía epicúrea tan popular, que para los judíos de la época todos los griegos eran epicúreos. Cualquier judío que abandonara su religión para adoptar costumbres griegas se convertía en «epicúreo», e incluso en la actualidad el término hebreo que designa a un apóstata judío es «apikoros», deformación bastante identificable de la palabra original.

La segunda escuela famosa de la filosofía griega fue fundada por Zenón, griego (posiblemente con cierta sangre fenicia) que nació en la isla de Chipre por la misma época que Epicuro.

Como Epicuro, Zenón fundó una escuela en Atenas, enseñando en un porche o galería decorada con pinturas que representaban escenas de la guerra de Troya. Se llamó «Stoa poikile» (porche pintado»), y por ello sus doctrinas se llamaron «estoicismo» y sus seguidores «estoicos».

El estoicismo reconocía un dios supremo, pareciendo encaminarse hacia una especie de monoteísmo, pero argüía que los poderes divinos podían delegarse en toda clase de dioses secundarios y hasta en seres humanos que fueran deificados. De ese modo, los estoicos concordaban con las prácticas politeístas dominantes.

El estoicismo comprendió la necesidad de evitar el sufrimiento, pero no creía que la elección del placer fuese el modo mejor de sustraerse al dolor. No siempre podía elegirse el placer de manera adecuada, y aunque así ocurriese, sólo se abría la puerta a una nueva clase de dolor: el que surge cuando el placer desaparece, una vez disfrutado. Los estoicos creían en la superación tanto del placer como del dolor mediante el cultivo de la indiferencia espiritual y de una desdeñosa indolencia mental, sirviendo a la justicia sin emoción. Si no se desea nada, no hay necesidad de temer la pérdida de nada. Lo único importante está en el interior de la persona. Si uno es dueño de sí mismo, no puede ser esclavo de nadie. Si se lleva una vida que siga un rígido código moral, no hay que temer la angustia y la incertidumbre de las decisiones cotidianas. Incluso en la actualidad, la palabra «estoico» se utiliza para indicar «indiferencia hacia el placer y el dolor».

En su apogeo, tanto el epicureísmo como el estoicismo produjeron hombres de excelsa índole moral y de admirable conducta ética. Así, el estoico más famoso fue el emperador romano Marco Aurelio, que gobernó poco más de un siglo después de la época de Pablo y que, aunque pagano, poseía muchas de las cualidades atribuidas normalmente a un santo cristiano.

Dionisio el Areopagita

Por lo visto, las palabras de Pablo fueron lo bastante interesantes o curiosas como para que los filósofos le llevaran a un lugar donde muchos personajes importantes de la ciudad pudieran escucharle:

Hechos 17.19.
Y tomándole, le llevaron al Areópago, diciendo: Podemos saber qué nueva doctrina es...

«Areópago» significa «Colina de Ares» (o «Colina de Marte», en versión latina), y era el lugar donde los atenienses mantenían su foro principal. En los días anteriores a la grandeza de Atenas había sido el bastión de los aristócratas, pero a medida que Atenas se hacía más democrática durante la Edad de Oro, el Areópago fue perdiendo poco a poco su poder. Bajo la dominación romana, el Areópago recobró parte de su prestigio y sirvió de instrumento a través del cual se dirigían la mayor parte de los asuntos de la ciudad.

Si Pablo se hubiese limitado a predicar cuestiones de ética y moral, sus refinados y orgullosos oyentes le habrían acogido con simpatía, aunque con aires de superioridad. Pero cuando se aproximó al gran tema, a la resurrección de Jesús (tema que llena sus epístolas), los atenienses fueron incapaces de reprimir la risa:

Hechos 17.32.
Cuando oyeron lo de la resurrección de los muertos, unos se echaron a reír...

Hechos 17.34.
Algunos se adhirieron a él y creyeron, entre los cuales estaban Dionisio Areopagita...

Al parecer se menciona a Dionisio porque era miembro del consejo de gobierno de Atenas y, en consecuencia, el más prestigioso de los conversos de Pablo en esa ciudad.

Es la única referencia bíblica a tal converso, pero posteriormente se elaboraron muchas tradiciones sobre este versículo. Posiblemente, la pretenciosidad griega hizo inevitable que se encontrara un converso ateniense particularmente importante sólo porque era ateniense.

Al cabo de un siglo, surgió la tradición de que Dionisio Areopagita se convirtió en el primer obispo de Atenas.

En el siglo VI dC, el historiador franco Gregorio de Tours habló de un obispo llamado Dionisio que fue enviado a la Galia hacia el 250 dC. Se convirtió en obispo de París, fue mártir y finalmente se le nombró santo patrón de Francia bajo el correspondiente nombre francés, Saint Denis. Un siglo después, se interpretó mal la referencia de Gregorio, suponiéndose que Dionisio fue enviado a la Galia en el 90 dC e identificándole por tanto con Dionisio Areopagita.

Alrededor del 500 dC aparecieron en Siria unos escritos atribuidos a Dionisio Areopagita. La falsificación era clara y patente, porque se refería a asuntos que debieron tener lugar muchos años después de la muerte de Dionisio. Suele denominarse a su autor (que probablemente nunca se llegará a conocer) con el nombre de Pseudo Dionisio. Pese a la torpeza de la falsificación, importantes jerarcas de la iglesia oriental la dieron por buena, teniendo gran influencia en las querellas doctrinales de la época.

Corinto

Al marchar de Atenas, Pablo viajó unos ochenta kilómetros en dirección oeste:

Hechos 18.1.
Después de esto. Pablo se retiró a Atenas y vino a Corinto.

Corinto está situada en el angosto istmo que une el Peloponeso (la península más al sur de Grecia) con el resto del territorio. Debido a ello, tiene acceso marítimo por levante y poniente; constituyó un importante centro comercial. En los días gloriosos de Grecia era rica y próspera, pero como rival mercantil de Atenas luchó contra ella junto al bando espartano en la guerra del Peloponeso.

A partir del 338 aC Corinto fue dominada por una guarnición macedonia, pero siguió siendo próspera. En efecto, cuando Roma derrotó a Macedonia y los nuevos conquistadores se hicieron con el poder en toda Grecia, Corinto era la ciudad más rica de todo el interior de Grecia.

Sin embargo, Macedonia aprovechó las preocupaciones militares de Roma en otros lugares para intentar una revuelta en el 149 aC. Fue sofocada de inmediato, pero los romanos montaron en cólera y pensaron que las ciudades griegas habían ayudado a Macedonia. Decidieron darles una lección y enviaron un ejército contra la más rica, Corinto.

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