Tal maravilla perduraría siete siglos, y estaba en pie cuando Pablo visitó Éfeso. Como es lógico, el magnífico templo convirtió a Éfeso en un centro turístico, y los plateros que confeccionaban baratijas para los turistas tenían un negocio floreciente. Tales plateros veían con sumo recelo al misionero judío que cada vez convencía a más personas de que la gran diosa efesia no era más que un simple bodoque de piedra y de que las chucherías de plata carecían de valor alguno.
Los plateros montaron en cólera por las acusaciones de Demetrio y en poco tiempo se produjo un tremendo alboroto en las calles:
Hechos 19.28.
Al oír esto
(los plateros)
se llenaron de ira y comentaron a gritar, diciendo: Grande es la Artemisa de los efesios.
Hechos 19.29.
Toda la ciudad se llenó de confusión...
No obstante, las autoridades de la ciudad dominaron la situación y el motín pasó sin que se produjeran grandes daños.
Pablo pensaba visitar de nuevo las iglesias de Grecia, y después de los disturbios de Éfeso se marchó. Tal vez el hecho de que la iglesia resistiera también esos alborotos le llevara a pensar que podía ausentarse durante un tiempo con toda tranquilidad. O tal vez creyera que su ausencia evitaría la repetición de manifestaciones más peligrosas.
Por tanto, pasó varios meses en Grecia, tal vez en el 58 dC, volviendo a Tróade por Macedonia. Una vez más, tenemos un pasaje en el que aparece la primera persona del plural, como si Lucas se hubiese nuevamente incorporado al grupo en Tróade.
Hechos 20.13. ...
adelantándonos en la nave llegamos hasta Asón...
Hechos 20.14.
Cuando se nos unió
(Pablo)
en Asón, le tomamos en la nave y llegamos hasta Mitilene.
Hechos 20.15.
De aquí navegamos al día siguiente, pasando enfrente de Quío. Al tercer día navegamos hasta Samos, y al otro día llegamos a Mileto.
Asón era una ciudad en la costa sur de la península de Tróade, a unos 32 kilómetros al sur de Alejandría Tróade. En su historia, el único incidente notable es el hecho de que el filósofo Aristóteles pasó allí tres años estudiando historia natural.
Los compañeros de Pablo rodearon por mar la península mientras Pablo viajaba por tierra hasta Asón. Pablo abordó luego el barco y todos surcaron hacia el sur la costa oeste de Asia Menor, pasando por tres islas grandes: Lesbos, Quío y Samos.
Lesbos, la mayor de las tres (997 kilómetros cuadrados), tenía la capital, Mitilene, en la costa oriental. El período de mayor prosperidad de Lesbos fue hacia el 600 aC, Entonces era políticamente fuerte, dando grandes nombres a la música y a la literatura, el mayor de los cuales fue el de la poetisa Safo, cuyas líricas alabanzas de muchachas nos han dado la palabra «lesbianismo» para designar la homosexualidad femenina.
Quío y Samos (la primera con un área de 568 kilómetros cuadrados, y la segunda de 288) fueron sólidas aliadas de Atenas durante la Edad de Oro de esta última ciudad. Anteriormente, Samos tuvo un período de poder propio, con una flota al mando de su gobernante pirata Polícrates que era la más poderosa del Mediterráneo oriental. Dos grandes filósofos, Pitágoras y Epicuro, nacieron en Samos. Estas tres islas forman actualmente parte del reino
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de Grecia.
Al dejar Samos, el grupo pasó la noche en Trogilium, promontorio en la costa de Asia Menor, justo al sur de la punta oriental de Samos. Luego siguieron a Mileto.
Mileto está en el interior de Asia Menor, a unos 48 kilómetros al sur de Éfeso. Del 600 al 500 aC fue la ciudad más destacada del mundo griego. La ciencia moderna se inició en Mileto, pues Tales y sus discípulos, Anaximandro y Anaxímenes, nacieron en esa ciudad. Sus días de gloria acabaron poco después del 500 aC, tras dirigir una furiosa revuelta contra el imperio persa. Pese a la ayuda de Atenas (que condujo a la invasión de Grecia por parte de Persia), la rebelión fue sofocada y Mileto, como cabecilla, fue castigada con especial severidad. Sobrevivió, pero la jefatura de las ciudades de Asia Menor pasó a Éfeso.
Mileto siempre tuvo que luchar para mantener su puerto abierto contra las tendencias de éste a llenarse de légamo. En los últimos siglos del imperio romano, el combate fue perdiéndose poco a poco. Durante muchos siglos Mileto no fue nada más que unas ruinas desiertas; el mismo destino sufrieron Éfeso, Asón y Tróade.
En Mileto, Pablo se encontró cerca de Éfeso, pero no tenía intención de detenerse allí por si los asuntos de la iglesia le alejaban de su decisión de pasar la fiesta de Pentecostés en Jerusalén. (Ya habían pasado 30 años desde la primera.)
Por consiguiente, envió por los ancianos de Éfeso y se contentó con ofrecerles un sermón de despedida, animándoles a trabajar desinteresadamente por la iglesia y concluyendo con un pasaje famoso:
Hechos 20.35. ...
recordando las palabras del Señor Jesús que Él mismo dijo: «Hay más dicha en dar que en recibir».
Pero da la casualidad de que esta frase no se documenta en ninguno de los evangelios.
Y prosiguió el viaje hacia el sur:
Hechos 21.1. ...
fuimos derechos a Cos, y al día siguiente, a Rodas, y de allí a Pátara.
Cos es otra isla cerca de la costa del Asia Menor y está a unos 64 kilómetros al sur de Samos. Tiene 178 kilómetros cuadrados de área y fue sede de la más importante escuela de medicina de la antigüedad. Hipócrates, el «padre de la medicina», nació en Cos hacia el 460 aC, y Apeles, el pintor más importante de la antigüedad, vio allí la luz primera un siglo después.
Rodas, otra isla frente a la costa oeste de Asia Menor (y la más al sur), está a 96 kilómetros al sur de Cos. Rodas es una isla mucho mayor, con un área de 872 kilómetros cuadrados. La ciudad de Rodas, en la punta nororiental de la isla, se fundó en el 408 aC.
Tras la época de Alejandro Magno, Rodas experimentó un período de gran prosperidad que duró siglo y medio. En el 305-304 aC, resistió un largo y terrible asedio de Demetrio, hijo de uno de los generales de Alejandro. En conmemoración de ello, se erigió la estatua más famosa del mundo griego, una enorme talla del dios Sol. Se levantaba en el puerto, de cara al mar, pero no estaba, como dice la leyenda, a horcajadas sobre la embocadura, ni los barcos pasaban entre sus piernas. A esta estatua, el Coloso de Rodas, se la consideró una de las Siete Maravillas del Mundo. Pero se alzó durante menos de un siglo, pues hacia el 225 aC fue derribada por un terremoto y nunca se reconstruyó.
En épocas modernas, Rodas perteneció a Turquía durante siglos, pero Italia la tomó en 1912, conservándola durante una generación. En 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, Rodas y las islas vecinas fueron cedidas a Grecia por Italia.
Desde Rodas, Pablo y su grupo se dirigieron a Pátara, ciudad en la costa suroccidental de Asia Menor, a unos 80 kilómetros al este de Rodas. Era el puerto principal de Licia, pequeño distrito de Asia Menor que logró mantener una independencia nominal mucho después de que las regiones vecinas se integraran en el imperio romano.
No fue hasta el 43 dC (unos 15 años antes que Pablo recalara en Pátara) cuando el emperador Claudio la anexionó al imperio, convirtiéndola en parte de Panfilia.
Pablo tomó otro barco en Pátara que le llevó a Tiro, y desde allí se encaminó a Jerusalén, deteniéndose en Cesárea para visitar a Felipe el evangelista (v. cap. 9).
En Jerusalén, Pablo se reunió con Santiago y otros jefes eclesiásticos. Éstos, pese a las concesiones que habían hecho diez años antes en el Concilio de Jerusalén, se sentían inquietos ante los informes de conversiones en masa de paganos incircuncisos, a quienes no se les exigía obediencia a la Ley mosaica. Aunque los dirigentes de Jerusalén estaban dispuestos a aceptarlo en razón de realismo político, muchos de la congregación no se mostraban tan dispuestos. Los dirigentes explicaron a Pablo:
Hechos 21.20. ...
Ya ves, hermano, cuántos millares de creyentes hay entre los judíos y que todos son celadores de la Ley
.
Hechos 21.21.
Pero han oído de ti que enseñas a los judíos de la dispersión
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que hay que renunciar a Moisés...
En realidad podría argumentarse que Pablo sólo invitaba a gentiles a convertirse al cristianismo sin la Ley, mientras animaba a los judíos a observarla, pero también podría aducirse que si algunos cristianos quedaban libres de la Ley, a otros no se les podía obligar a cumplirla. Santiago quizá temiese que, al oír que la versión paulina del cristianismo no era judía, e incluso antihebrea la comunidad cristiana de Jerusalén, con su fervoroso legado judío se desintegrara y el cristianismo se convirtiese enteramente en una religión gentil. (Y eso es exactamente lo que terminó sucediendo.)
Por añadidura, la comunidad cristiana estaba alcanzando el punto más alto de coexistencia con los judíos no cristianos. Al menos no hay documentos de que Santiago tuviera problemas con las autoridades judías tras la muerte de Herodes Agripa I. Al mostrar que ellos mismos eran judíos estrictos en cuanto a la liturgia, los cristianos de Jerusalén tal vez esperasen en primer lugar tolerancia por parte de los judíos, luego la aceptación de Jesús, al menos como profeta, y finalmente su admisión como Mesías.
Si el cristianismo hubiese mostrado una actitud antijudía, hubieran desaparecido todas esas esperanzas, e incluso los cristianos de Jerusalén hubieran sufrido persecuciones o la expulsión. La misma presencia de Pablo en Jerusalén podría despertar tal peligro. Debía haber informes de su actividad misionera que le mostraran como un notorio quebrantador de la Ley, y tal vez fuese perseguido por eso y no por ser cristiano, pero las consecuencia se cebarían sobre los cristianos en general.
Por consiguiente. Santiago indicó a Pablo que llevara a cabo un complejo ritual de purificación en el Templo para demostrar su propio respeto a la Ley. Pablo obedeció, pero no le sirvió de nada. Fue reconocido en el Templo por algunos judíos de Asia que tal vez lo hubieran visto durante sus viajes misioneros y que, por tanto, conociesen su labor. Las voces se alzaron de inmediato:
Hechos 21.28. ...
Israelitas, ayudadnos: Este es el hombre que por todas partes anda enseñando a todos contra el pueblo, contra la Ley y contra este lugar
(el Templo)...
Pablo fue acusado de llevar gentiles al Templo y de profanarlo de esa manera. (Cierto que había gentiles en el séquito de Pablo, pero no los llevaba al lugar santo.)
Durante un tiempo Pablo estuvo a punto de ser linchado, pero un capitán romano y sus tropas, al enterarse de los desórdenes se apresuraron hacia allá y para proteger a Pablo le pusieron bajo custodia. (El nombre del capitán romano se da más adelante: Claudio Lisias.)
Con el permiso del capitán, Pablo se dirigió a la multitud en arameo (tras hablar en griego con el capitán) para contar los detalles de su conversión. Pero el público se inquietó cuando Pablo empezó a hablar de su labor entre los gentiles.
Perplejo, el capitán decidió ir a la raíz de los hechos interrogando a Pablo mediante tortura, procedimiento habitual en aquellos días. Sin embargo, Pablo se salvó declarando ser ciudadano romano (v. cap. 9).
A continuación, Pablo se enfrentó con el consejo judío y escapó de sus manos anunciando que era fariseo. Mantuvo que le perseguían por su creencia en la doctrina de la resurrección, aspecto fundamental de la doctrina farisea al que los saduceos se oponían radicalmente.
Desde luego, la creencia de Pablo en la resurrección se refería concretamente a la de Jesús crucificado, algo que los fariseos no aceptaban. Sin embargo, en el calor de la discusión, la palabra mágica «resurrección» fue suficiente para que los fariseos de la asamblea se enfrentaran con los saduceos, optando por la inocencia de Pablo.
No obstante, la vida de Pablo siguió corriendo peligro y los Hechos no indican que los cristianos de Jerusalén tomaran parte alguna en ello. Tal vez fuesen muy pocos para que dejaran sentir su influencia o para hacer otra cosa que empeorar la situación de Pablo si lo intentaban. Pero cabe preguntarse si los cristianos de Jerusalén tal vez no se sintieran un tanto complacidos por los problemas de Pablo. Bien podían considerarlo como un falseador de la doctrina cristiana al cual delataban sus problemas.
Pablo debió su salvación al capitán romano Claudio Lisias, que por lo visto trabó amistad con el prisionero. Decidió sacar a Pablo de Jerusalén, garantizando su seguridad física por medio de una escolta que le acompañó a Cesárea para ser legalmente juzgado por las autoridades romanas:
Hechos 23.24. ...
para que sea llevado
(Pablo)
en seguridad al procurador Félix.
Tras la muerte de Herodes Agripa I, los procuradores volvieron a gobernar Judea, y cada uno de ellos tenía que ocuparse continuamente de cabecillas bandoleros que afirmaban ser mesías mientras dirigían revueltas contra las autoridades.
En efecto, cuando Claudio Lisias conoció a Pablo, pensó que su prisionero era uno de tales rebeldes y que, casualmente, era un judío de Egipto.
Hechos 21.37. ...
contestó
(el tribuno):
¿hablas griego?
Hechos 21.38.
¿No eres tú, acaso, el egipcio que promovió una sedición y llevó al desierto cuatro mil sicarios?
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El primer procurador que sucedió a Herodes Agripa I fue Cuspio Fado, a quien siguió Tiberio Alejandro, apóstata judío que supuestamente fue sobrino del propio Filón Judeo (v. cap. 8). En el 48 dC, hacia la época del Concilio de Jerusalén, Ventidio Cumano se convirtió en procurador y gobernó durante cuatro años entre un aluvión continuo de motines e insurrecciones. En el 52 dC le sustituyó Antonio Félix, con quien la situación empeoró de manera sostenida.
Félix era liberto (nacido esclavo pero liberado después), y resultaba bastante insólito que un liberto llegara a gobernador real. Sin embargo, Claudio dio a los libertos cargos importantes en la función pública, y uno de los funcionarios más importantes era Palante.
Este Palante no sólo gozaba de influencia sobre Claudio, sino que también mantenía relaciones con la cuarta y última mujer de Claudio, Agripina, que conspiraba para que la sucesión pasase a su hijo Nerón. Félix era hermano de Palante y por ello no es de extrañar que, aunque liberto, lo nombraran procurador de Judea.