Y así, Pablo llegó al fin a Roma:
Hechos 28.16.
Cuando entramos en Roma...
En el 62 dC, cuando Pablo llegó a Roma, la ciudad, grande y próspera, era la más importante del mundo. Nerón estaba a la mitad de su reinado, y aunque era amante de los placeres, derrochador y autócrata, la capital y el imperio estaban en general bien gobernados.
El libro de los Hechos de los Apóstoles dice poco acerca de las gestiones de la apelación de Pablo al emperador. Sólo informa de que trató de convertir a los judíos de Roma y volvió a fracasar. Tras dos años de arresto domiciliario fue liberado y el último versículo del libro indica que estaba;
Hechos 28.31.
predicando el reino de Dios... con toda libertad y sin obstáculo...
Era el año 64 dC.
Es curioso que el libro termine en ese punto, pues aquel mismo año se desencadenó una terrible persecución de cristianos y hay ciertas pruebas de que Pablo prosiguió sus viajes más hacia el oeste. Además, si el relato hubiese proseguido tres años más, habría llegado al 67 dC, supuesto año de la muerte de Pablo.
Una posibilidad es que los Hechos se escribieron en el 64 dC, pero suele descartarse de manera tajante. Es mucho más probable que el año de su composición fuese el 80 dC. Otra hipótesis es que Lucas muriera antes de tener oportunidad de terminar el libro.
Pero es más probable que el momento de terminar el libro se eligiera a propósito. Representa un punto álgido.
Habían pasado treinta y ocho años de la crucifixión de Jesús y treinta y tres, quizás, de la conversión de Pablo. Cuando Pablo empezó su misión, la hermandad cristiana se componía de un pequeño número de discípulos agrupados en Jerusalén; congregación que corría peligro de ser expulsada por la oposición de las autoridades judías.
Cuando Pablo concluyó su misión, había iglesias sólidas y bien organizadas que desarrollaban una vigorosa labor de proselitización por todo Chipre, Asia Menor, Macedonia y Grecia; hasta en Roma había cristianos.
En gran medida, todo ello fue realizado por un hombre notable que nació con el nombre de Saulo de Tarso y que se convirtió en San Pablo. Lucas, su médico y amigo, quizá quisiera acabar la biografía de Pablo en el momento en que, tras haber realizado todo esto, descansaba sano y salvo en Roma, predicando «sin obstáculo» tal como deseaba.
Pronto sobrevendrían tiempos sombríos, pero Lucas decidió dejar a Pablo en esa cima iluminada por el sol.
La epístola a los Romanos • Roma • España • Circuncisión • Priscila y Aquila • Rufo • Jasón • Tercio • Cayo y Erasto
En el Nuevo Testamento, a continuación del Libro de los Hechos de los Apóstoles vienen veintiuna cartas enviadas por varios apóstoles a cristianos en general, o a diversas iglesias o individuos. La mayoría de ellas, catorce según la tradición, fueron escritas por Pablo. Estas cartas se denominan «epístolas» (de una palabra griega que quiere decir «enviar a»). El término está estrechamente relacionado con «apóstol» («el que es enviado»). La relación es la misma que existe entre «misiva» y «misionero».
Las diversas epístolas componen los primeros escritos del Nuevo Testamento. Algunas de ellas pudieron redactarse en fecha tan temprana como el 50 dC, casi veinte años antes de que el primero de los evangelios que ahora poseemos alcanzara su forma actual, y tal vez cincuenta años antes de que se escribiera el cuarto.
Las epístolas paulinas no aparecen en la Biblia en orden cronológico. Más bien parecen estar ordenadas según su extensión; las más largas en primer lugar.
La primera y más extensa, viene titulada en la versión King James como «La Epístola del Apóstol San Pablo a los Romanos», pero puede llamarse simplemente «Romanos». Debido en parte a su extensión, contiene la exposición más completa del pensamiento religioso de Pablo, lo que es una razón adicional para colocarla en primer lugar. Luego, por otra parte, como va dirigida a los cristianos de la capital y más grande ciudad del imperio, la cuestión de prestigio quizá influyera también en la colocación de la epístola.
La carta no está fechada a la manera actual ni, si vamos a eso, en forma alguna (como las demás epístolas). Por tanto, debemos fijar su fecha (y la de las demás) a través de indicios indirectos.
Por ejemplo, hacia el final de la epístola, Pablo explica la ocupación a la que en ese momento se dedica:
Romanos 15.25.
Mas ahora parto para Jerusalén en servicio de los santos,
Romanos 15.26.
porque Macedonia y Acaya han tenido a bien hacer una colecta a beneficio de los pobres de entre los santos de Jerusalén.
Según parece, ésta es precisamente la situación que se describe en el capítulo vigésimo de los Hechos de los Apóstoles:
Hechos 20.2. ...
y así llegó
(Pablo)
a Grecia.
Hechos 20.5. ...
y ... resolvió volver por Macedonia.
Hechos 20.6. ...
partimos de Filipos...
Hechos 20.16. ...
quería... estar en Jerusalén el día de Pentecostés.
Es de suponer que Pablo estuviera ansioso por llevar la colecta enviada por las iglesias de Grecia y de Macedonia, relativamente ricas, a los cristianos necesitados de la iglesia madre en Jerusalén.
Eso fue al final del tercer viaje misionero, y si la carta se redactó mientras hacía los preparativos para encaminarse a Jerusalén, debió escribirse en el 58.
Una posibilidad es que en la época de la redacción Pablo concluyese su estancia en Corinto, donde había una iglesia floreciente fundada por él durante su segundo viaje. Así, al final de Romanos, dice:
Romanos 16.1.
Os recomiendo a nuestra hermana Febe, diaconisa de la iglesia de Cencres,
Al parecer, Febe es la portadora de la carta, que le serviría de presentación ante los jefes cristianos de Roma. (Se la menciona como hermana de Pablo sólo en sentido figurado, claro está.)
Cencres es un suburbio de Corinto, a unos ocho kilómetros al este de la ciudad, en la costa oriental del istmo. Probablemente, si Febe es originaria de Cencres, Pablo se encuentra en los alrededores y, muy posiblemente, en Corinto.
Sin embargo, es discutible que el decimosexto y último capítulo de Romanos forme parte de la epístola original, y las deducciones basadas en su contenido son, por tanto, endebles.
La compleja salutación con que empieza Romanos, especifica el nombre del remitente y de los destinatarios:
Romanos 1.1.
Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado al apostolado...
Romanos 1.7.
a todos los... santos, que estáis en Roma...
En la época en que escribió la carta, Pablo nunca había estado en Roma, aunque evidentemente el cristianismo había llegado sin él a aquella ciudad. La Biblia no describe ninguna actividad misionera concreta por parte de individuo alguno que llevara el evangelio a Roma, pero eso no plantea ningún problema. Había judíos por todo el imperio, y desde luego existía una colonia judía en Roma. Y de todo el imperio, incluyendo la ciudad de Roma, viajaban a Jerusalén para acudir al Templo durante las grandes fiestas siempre que les era posible, y sin duda algunos de ellos llevaban de vuelta las nuevas doctrinas.
Desde luego, Pablo tenía el propósito de visitar Roma. En efecto, esperaba llevar el evangelio por todo el imperio, concretando tal esperanza en un proyecto para visitar España. Jerusalén estaba en el lado oriental del imperio y pensar en una visita a España, al extremo occidental, era una declaración de intenciones de viajar por todo el imperio.
Romanos 15.24.
espero veros
(a los romanos)
al pasar, cuando vaya a España...
Aparte de otra mención cuatro versículos más adelante, ésta es la única mención directa que la Biblia hace de España.
Desde luego, estaba la ciudad de Tartesos, situada en la costa española al otro lado del Estrecho de Gibraltar (llamado entonces las Columnas de Hércules), cerca del moderno emplazamiento de Cádiz. Era un próspero centro comercial, habitualmente identificado con la Tarsis mencionada en el Antiguo Testamento. El rey Salomón tuvo comercio con ella (v. cap. I, 11), y el libro de los Reyes se refiere a ella como ejemplo del alcance universal de su poder.
Tartesos o Tarsis, se hizo famosa como una especie de «fin del mundo». Al fin y al cabo, estaba a cuatro mil kilómetros de Jerusalén y en los tiempos bíblicos tal distancia casi equivalía, en términos modernos, a un viaje a la luna. Así, cuando Jonás decidió huir de Dios en vez de asumir la peligrosa tarea de predicar en Nínive (v. cap. I, 32), resolvió marcharse lo más lejos posible; hasta el fin de la tierra, efectivamente.
Jonás 1.3.
Levantóse Jonás para huir lejos de Yahvé a Tarsis...
Pero sólo tenemos un conocimiento muy vago de Tarsis. España no aparece a la plena luz de la historia hasta el siglo VI aC hacia la época en que se llevaba a los judíos a la cautividad de Babilonia.
En aquel siglo, tanto griegos como cartagineses colonizaban la costa española y fundaban ciudades. En el 480 aC, Tartesos (Tarsis) fue destruida por los cartagineses.
Tras la primera guerra con Roma, Cartago, derrotada y expulsada de Sicilia, volvió su atención hacia el oeste. En el 237 aC asentó su dominio sobre una amplia zona del sureste español. El territorio sirvió de base al hábil cartaginés Amílcar, cuyo hijo, Aníbal, fue uno de los más grandes generales de todos los tiempos.
Aníbal provocó una segunda guerra con los romanos y a punto estuvo de vencerlos, pero Roma resistió y hacia el 201 aC Cartago quedó totalmente derrotada. Roma se apoderó de los territorios cartagineses en España, pero la dominación no fue pacífica, y durante casi un siglo las fuerzas romanas estuvieron ocupadas en una guerra continua con los españoles. En efecto, cuando Augusto fundó el imperio romano aún había sectores en el norte de España que mantenían una obstinada resistencia contra Roma. No fue hasta el 19 aC cuando toda la península ibérica pudo considerarse plenamente romana.
Pablo no visitó Roma tan pronto como planeaba, pues el viaje a Jerusalén que pensaba emprender en la época de Romanos acabó en su encarcelamiento por Félix (v. cap. 9). No fue sino cinco años después cuando Pablo llegó finalmente a Roma, y sólo como prisionero que apelaba al emperador.
No se sabe si Pablo se dirigió entonces a España. Hay una referencia en un escrito cristiano primitivo, fechado alrededor del 95, afirmando que Pablo llegó a los «limites del occidente»; tal vez se tratara de España, pero esa prueba es endeble.
En Romanos, Pablo trata del problema principal de las primeras décadas posteriores a la crucifixión de Jesús: si los gentiles convertidos al cristianismo debían circuncidarse y observar la liturgia de la Ley
La actitud de Pablo hacia la circuncisión y la Ley era como la de Jeremías hacia el Templo (v. cap. I, 24). Según Pablo, la circuncisión no podía utilizarse como un talismán mágico para llevar instantáneamente la salvación a los pecadores. Y por extensión, la ausencia de circuncisión y de observancia de la Ley tampoco podía considerable como pérdida de la salvación para los que, aparte de eso, eran justos:
Romanos 2.25.
Cierto que la circuncisión es provechosa si guardas la Ley; pero si la traspasas, tu circuncisión se hace prepucio
[1]
Romanos 2.26.
Mientras que, si el incircunciso guarda los preceptos de la Ley, ¿no será tenido por circuncidado?
Romanos 2.29. ...
es judío el que lo es en lo interior, y es circuncisión la del corazón, según el espíritu, no según la letra...
Además, Pablo distingue entre los aspectos litúrgicos y éticos de la Ley. Aunque el cristiano quede exento de la circuncisión y de otros ritos venerables, no lo está de la moral. El título de cristiano tampoco es un escudo contra la injusticia:
Romanos 6.15. ...
¿Pecaremos porque no estamos bajo la Ley, sino bajo la gracia? De ningún modo.
Asimismo, Pablo aboga por la tolerancia.
En la mayoría de las iglesias fundadas en Oriente, los judíos eran mayoría al principio y aceptaban con dificultad, si acaso, a los gentiles conversos sin circuncidar. En tales casos, Pablo se alineaba firmemente con los gentiles.
Sin embargo, en Roma el grupo de los gentiles bien pudo ser el más fuerte desde el principio. Unos siete años antes de que se escribiera Romanos, el emperador Claudio había expulsado a los judíos de Roma por un breve período. La comunidad cristiana hubo de subsistir únicamente con sus miembros gentiles. Cuando los judíos volvieron, los cristianos de entre ellos tal vez se encontraran como extraños en una iglesia formada por quienes no tenían nada que ver con el ritual de la Ley y que no querían discutir el asunto.
Al considerar la situación, Pablo no olvida que es judío:
Romanos 11.1.
Según esto, pregunto yo: ¿Pero es que Dios ha rechazado a su pueblo? No, cierto. Que yo soy israelita, del linaje de Abraham, de la tribu de Benjamín.
Aduce que los judíos serán convertidos; que si al principio muestran resistencia al cristianismo, ello forma parte del plan de Dios para que sea más fácil convertir a los gentiles. Y trata de convencer a los cristianos gentiles de Roma para que toleren a los de origen judío, escrupulosos cumplidores de asuntos tan litúrgicos como las normas alimenticias: