Pero en su peor faceta, los fariseos crearon tantísimos ritos triviales subordinados a la religión, que nadie que no tuviese muchos estudios podría tener la seguridad de conocerlos todos. Los fariseos tendían a despreciar a todos aquellos que, por falta de tiempo libre o de conocimientos, no sabían o no podían cumplir con toda la liturgia, y esto no les atrajo especialmente la amistad del pueblo llano. A su vez, el pueblo tendía a seguir a maestros más populares y teatrales que les ofrecieran el consuelo que necesitaban y que exigían una adecuada actitud interior en vez de la aceptación mecánica de una compleja serie de ritos. Se inclinaban hacia hombres como Juan el Bautista y Jesús. En efecto, las doctrinas de Jesús casi podrían considerarse como dentro de la ética farisaica, pero sin el ritual de los fariseos.
En la época macabea saduceos y fariseos se turnaban en el dominio político de Judea. Inmediatamente después de la rebelión, los fariseos estaban en el poder, pues se tachaba a los saduceos de la desgracia de haber sido lo que hoy llamaríamos traidores.
Sin embargo, aunque se había derrotado a la monarquía seléucida, la cultura helénica seguía siendo tan atractiva como siempre, y los reyes macabeos empezaron a helenizarse y a asumir el papel contra el cual sus padres habían luchado y muerto.
Por consiguiente, los saduceos volvieron a lograr el dominio del Templo con Juan Hircano I, y los fariseos pasaron a la oposición. (Fue en esa época cuando adoptaron su nombre. Tal vez un poco de orgullo ayudase a aliviar el dolor de la pérdida del poder.)
Bajo Alejandro Janeo se rebelaron abiertamente; fue una especie de revuelta macabea contra los Macabeos que fue ahogada en sangre. Más adelante, la viuda de Alejandro, Alejandra, hizo la paz con los fariseos y durante un tiempo las cosas permanecieron tranquilas.
Pero a su muerte estalló la guerra civil entre sus dos hijos, Juan Hircano II y Aristóbulo II. Los fariseos apoyaron al primero y volvieron al poder durante una temporada. Durante y después del reinado de Herodes les tocó asumir de nuevo el poder a los saduceos y los fariseos volvieron a la oposición.
Cuando representantes de esos dos partidos acudieron a Juan para bautizarse, éste increpó a ambos bandos tomando la postura del hombre corriente, por decirlo así, contra aquellos que, como los saduceos, vaciaban al judaísmo de todo contenido, y contra los que, como los fariseos, lo llenaban demasiado.
En realidad, adoptó una actitud semejante a la de Jeremías. Este profeta había advertido en su Sermón del Templo (v. cap. I, 24) que la mera existencia del Templo no protegería a las personas éticamente perversas. Juan advirtió que el mero hecho de ser judío tampoco servía de protección:
Mateo 3.9.
y no os gloriéis diciéndoos: Tenemos a Abraham por padre. Porque yo os digo que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos a Abraham.
Y por fin aparece Jesús adulto ante Juan el Bautista para bautizarse.
Resulta que Josefo, que menciona a Juan el Bautista, no alude a Jesús. Claro que en su historia de los judíos hay un párrafo dedicado a Jesús; pero tal pasaje interrumpe la continuidad del discurso y se asemeja de manera sospechosa a un añadido posterior. Los eruditos suelen creer que se trata de una inserción realizada por algún copista cristiano primitivo que, escandalizado porque Josefo hablara de la época sin mencionar al Mesías, pensó que el añadido era un acto piadoso.
Tampoco hay efectivamente mención alguna de Jesús en ningún documento de la época, aparte del Nuevo Testamento.
Debido a esto, ha habido quienes han negado la existencia de Jesús, pero eso es ir demasiado lejos. Los evangelios sinópticos no llevan la marca inequívoca de la obra de ficción, como los libros de Tobías, de Judit y de Ester, por ejemplo. No están repletos de anacronismos, sino que muestran precisión al hablar del ambiente de la época. Por ejemplo, lo que dicen de Juan el Bautista concuerda con lo que afirma Josefo. Además, no contienen incidentes que estén en franca contradicción con hechos históricos conocidos.
Desde luego, los evangelios sinópticos están llenos de milagros y de historias maravillosas que muchos cristianos piadosos aceptan
in toto.
Sin embargo, si en esta era racionalista en que vivimos nos da por desechar los milagros y el elemento de lo divino, sigue habiendo una historia ensamblada, no milagrosa, enteramente verosímil y sensata que narra el destino de un predicador de Galilea. Podemos tratar de seguir esa historia tal como se relata en Mateo.
Por ejemplo, supongamos que descartamos la historia del nacimiento e infancia de Jesús tal como la cuenta Mateo según tradiciones tendentes a cumplir dos cosas: (1) mostrarle como un vástago nacido en Belén de la línea de David y, en consecuencia, idóneo para ser el Mesías, y (2) demostrar una semejanza entre los inicios de su actividad y la de Moisés.
Si hacemos esto, el que denominaríamos «Jesús histórico» aparece por primera vez en escena como un galileo adulto que ha oído hablar de las enseñanzas de Juan el Bautista y ha viajado a Judea para ser bautizado.
En realidad, el evangelio de San Marcos, el más antiguo de los cuatro, empieza exactamente de esa manera. En Marcos no hay alusión alguna al nacimiento virginal en Belén, ni a ninguno de los episodios de los dos capítulos primeros de Mateo. Marcos empieza con Juan el Bautista y con el bautismo de Jesús.
Al bautizarse, el «Jesús histórico» siente el impulso de convertirse él también en predicador y profeta. En términos modernos, siente la «llamada del ministerio», pero Mateo lo expresa de manera acorde con la época:
Mateo 3.16.
Bautizado Jesús, salió luego del agua: y he aquí que se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre él,
Tal como se describe aquí, esto parece una visión que únicamente experimentó Jesús; los cielos se abrieron «sobre él», y él «vio». Sin duda había en ese momento una gran multitud que se bautizaba, y al menos en los evangelios sinópticos no hay indicación de que tal fenómeno fuera visible para todos.
Pero el pasaje va más allá. Se dice que Jesús fue consciente en ese momento de algo más que de una simple llamada a la predicación:
Mateo 3.17.
mientras una voz del cielo decía: «Este es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias».
La afirmación de «Este es mi hijo amado» parecería significar que en ese momento Jesús sabía que era el Rey esperado; es decir, el Mesías. Incluso los reyes no mesiánicos de Judá eran considerados hijos adoptivos de Yahvé (v. cap. I, 19); cuanto más el Mesías.
Sin embargo, puede tratarse de una interpretación piadosa y retrospectiva que el autor del evangelio hace de ciertos acontecimientos. Si intentamos seguir al «Jesús histórico», parecería que la comprensión del mesianismo es considerablemente posterior.
(En el pensamiento cristiano se considera que la frase «Hijo de Dios» significa algo mucho más trascendental e indefinible que la función asignada al Mesías en el pensamiento judío. «Sin embargo, la idea cristiana posterior no aparece claramente en los evangelios sinópticos. Sí se ofrece en el evangelio de San Juan.)
En Marcos, el Espíritu de Dios entra en Jesús en el momento del bautismo, y al parecer es entonces, y sólo entonces, cuando es consciente de su papel de mesías. En Mateo, sin embargo, las cosas no pueden ser tan simples. Según él, el Espíritu de Dios entró en Jesús en el momento de la concepción (v. este mismo cap. 5), de manera que al nacer era Mesías y no tendría necesidad de bautismo. Por tanto. Mateo había de especificar que Juan reconocía tal hecho. Cuando Jesús fue a bautizarse:
Mateo 3.14.
Juan se oponía, diciendo: Soy yo quien debe ser por ti bautizado, ¿y vienes tú a mí?
Mateo 3.15.
Pero Jesús le respondió: Déjame hacer ahora, pues conviene que cumplamos toda justicia...
No obstante, la comprensión por parte de Juan de la función de Jesús como Mesías no encaja en la historia del «Jesús histórico» tal como la narra Mateo; porque tiempo más tarde se muestra con claridad que Juan no sabe absolutamente nada de la naturaleza de la misión de Jesús.
Una vez que Jesús siente el deseo y el urgente impulso de convertirse en predicador, cabría suponer que se retirase durante un tiempo para meditar. ¿Qué clase de predicador iba a ser? ¿Cuál sería su punto de vista general? ¿Qué trataría de llevar a cabo?
Abundando en un versículo de Marcos, Mateo expresa esto en el vocabulario de la época refiriendo cómo después del bautismo se retiró Jesús al desierto, ayunando y siendo tentado por Satanás para que adoptara un enfoque equivocado en su ministerio. Es característico de Mateo que narre el combate entre Jesús y Satanás como una batalla de citas del Antiguo Testamento.
En la primera tentación, Satanás incita a Jesús a convertir piedras en panes para saciar el hambre después del ayuno, cosa que Dios se complacería en hacer a petición de un hombre devoto y piadoso. Jesús le responde con una cita:
Mateo 4.4.
Pero él
(Jesús)
respondió diciendo: Escrito está: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de boca de Dios».
La cita es del Deuteronomio:
Deuteronomio 8.3. ...
no sólo de pan vive el hombre, sino de cuanto procede de la boca de Yahvé.
Esto podría interpretarse en el sentido de que Jesús decide que su misión no tenderá simplemente a una economía más perfeccionada o a una mejora de la suerte material del hombre, sino a impulsar la regeneración ética y moral.
A continuación, el diablo sugiere a Jesús que demuestre sus poderes arrojándose desde el pináculo del Templo y dejando que los ángeles le salven.
Mateo 4.6.
le dijo
(Satanás):
Si eres hijo de Dios, échate de aquí abajo, pues escrito está: «A sus ángeles encargará que te tomen en sus manos para que no tropiece tu pie con una piedra».
Aquí da Satanás una interpretación literal a una expresión metafórica de los Salmos:
Salmo 91.11...
te encomendará a sus ángeles para que te guarden...
Salmo 91.12.
y ellos te levantaran en sus palmas para que tus pies no tropiecen con las piedras.
Pero Jesús replica con otra cita:
Mateo 4.7.
Díjole Jesús: También está escrito: «No tentarás al Señor tu Dios».
(Deuteronomio 6.16.
No tentéis a Yahvé, vuestro Dios...
)
Es decir, no hay que poner a Dios a prueba y pedirle milagros para satisfacer la vanidad o la duda de los hombres. Tal respuesta puede interpretarse como la decisión de Jesús de rechazar métodos espectaculares en su misión; es decir, pretender ganar corazones mediante la exhibición de su bondad y no de su poder.
(En realidad, la narración de los evangelistas combina arribos aspectos, y en ella demuestra Jesús el poder divino a través de milagros benevolentes: curación de enfermos en su mayor parte.)
En la tentación última, el diablo le ofrece todos los reinos del universo;
Mateo 4.9.
...Todo esto te daré si de hinojos me adorares.
A lo que Jesús responde con una tercera cita:
Mateo 4.10. ...
Apártate, Satanás, porque escrito está: «Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo darás culto».
(Deuteronomio 6.13.
Teme a Yahvé, tu Dios; sírvele a él...
)
(Deuteronomio 6.14.
No te vayas tras otros dioses...
)
Según parece. Jesús rechaza de ese modo la interpretación tradicional del Mesías como un rey poderoso e ideal que derriba por la fuerza a los enemigos de Israel y establece su dominio sobre toda la tierra a la manera de un Alejandro superior.
Esta decisión de ser el Mesías de la paz y no el de la guerra, es crucial para la leyenda del «Jesús histórico».
La decisión de Jesús de consagrar su vida al ministerio de Dios debió agudizarse por las noticias de la detención de Juan el Bautista, pues ello incrementaba la necesidad de que alguien tomara el lugar de Juan y siguiera difundiendo su mensaje:
Mateo 4.12.
Habiendo oído
(Jesús)
que Juan había sido preso, se retiró a Galilea.
Mateo 4.17.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: Arrepentíos, porque se acerca el reino de Dios.
En este punto, Mateo no da el motivo del prendimiento del Bautista, pero más adelante vuelve sobre el tema.
Mateo 14.3.
Es de saber que Herodes había hecho prender a Juan, le había encadenado y puesto en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de Filipo, su hermano;
Mateo 14.4.
pues Juan le decía: No te es lícito tenerla.
Esta historia es complicada. Para empezar, debemos considerar a los hijos de Herodes «el Grande» (que reinaba en la época del nacimiento de Jesús; v. este mismo cap.). Ya hemos mencionado tres, que compartían los dominios de Herodes a la muerte de éste. Pero uno de ellos, Arquelao, ya está fuera de escena, pues lo depusieron en el 6 dC, un cuarto de siglo antes del comienzo del ministerio de Jesús.
De los otros dos, primero tenemos a Herodes Antipas, el tetrarca de Galilea y Perea. Era hijo de Herodes el Grande y de Malthace, sexta mujer del rey, que había sido samaritana. Por tanto, Herodes Antipas era medio idumeo y medio samaritano por nacimiento y, en consecuencia, doblemente detestable a ojos de los judíos nacionalistas. Era tretarca desde la muerte de su padre y gobernó en total cuarenta y tres años, período que en su mayor parte fue de paz y prosperidad para todo el país.
Después está Herodes Filipo, hijo de Herodes el Grande y de su séptima mujer, Cleopatra, mujer judea a pesar de su nombre. A la muerte de su padre, Herodes Filipo fue nombrado tetrarca de Iturea y, por tanto, puede llamársele «Filipo el Tetrarca». Él también ejercía el poder en la época del ministerio de Jesús y parece haber sido un modelo de gobernantes.
Pero hay otro hijo de Herodes el Grande, uno que no gobierna en ninguna sección del reino y que, para confusión del relato, también se llama Filipo. Le llamaremos simplemente «Filipo» para distinguirle de Filipo el tetrarca. Era hijo de Herodes y de su quinta mujer, Mariam II. (Debe distinguirse de Mariam I, que fue la segunda mujer de Herodes.) Mariam II no era de ascendencia macabea, de modo que Filipo no era en absoluto macabeo.