Mateo bien pudo recoger dicha historia, junto con las asociaciones milagrosas que la rodeaban, e incluirla en su evangelio.
La pregunta de los magos era inquietante:
Mateo 2.3.
Al oír esto el rey Herodes se turbó, y con él toda Jerusalén.
Herodes y «toda Jerusalén» (es decir, las camarillas dirigentes de la ciudad) quizá se turbaran por cualquier rumor que surgiera de un posible mesías. Porque podría considerarse a tal mesías como legítimo rey de Judá, y a ojos de los judíos devotos Herodes se convertiría súbitamente en un usurpador. Es raro el rey que afrontaría de buena gana la posibilidad de ser destronado sin hacer nada por defenderse. De hecho, en todos los reinos antiguos y modernos cualquier intento por parte de alguien que no sea el rey de proclamarse como monarca legítimo, o de ser proclamado por otros, es considerado traición y tratado como tal.
Podría argumentarse que Herodes y la aristocracia no sólo sentían inquietud por sí mismos, sino también por la nación en su conjunto. Suele describirse a Herodes como un tirano cruel y sanguinario, pero eso obedece principalmente a la descripción que de él hicieron los judíos contrarios a su gobierno y a la contenida en este capítulo del Nuevo Testamento. Si desechamos esto y también descontamos los excesos de su vida privada (que fueron horrorosos, pero no más sobresalientes que los de los demás dirigentes de su tiempo), entonces Herodes nos parece un gobernante capaz que hizo un considerable (aunque inútil) esfuerzo por ganarse el respeto del pueblo que gobernaba. Desde el punto de vista de Herodes, los rumores sobre un mesías eran verdaderamente peligrosos para toda Judea; y más para el pueblo que para el propio Herodes (que era viejo y pronto le apartaría del trono el curso normal de la naturaleza).
El problema estaba en que para los judíos nacionalistas más militantes parecía indudable que el Mesías demostraría ser un rey guerrero, un David superior que arreglaría las cosas con los romanos y convertiría a Judea en lo que debía ser legítimamente: el dueño del mundo. Y ocurriría eso porque el Mesías estaría asistido por el Espíritu del Señor, y Dios mismo lucharía por la nación igual que tantas veces lo había hecho en el pasado.
Efectivamente, ahí estaba el ejemplo de la rebelión macabea, de la bravura y de la entrega de Judas Macabeo y sus hermanos para retroceder y derrotar al poderoso reino seléucida.
No es difícil comprender que las gloriosas victorias de Judas tuvieron en definitiva un influjo desastroso en la historia judía, porque llenó a Judea de nacionalistas entusiastas que pasaban por alto las diferencias de número y poderío. Para ellos, los romanos eran tan fáciles de vencer a base de voluntad férrea, fervor patriótico y fe en Dios, como lo habían sido los seléucidas.
Los judíos menos ciegos a las realidades terrenas y menos confiados en el apoyo divino comprendieron el gran poder de Roma y consideraron la agitación nacionalista con absoluto horror. Debieron entender que existía el continuo peligro de un levantamiento suicida; una rebelión a la que seguía todo el despliegue del poderío romano, que descendería como un martillo pilón para aplastar al Estado y extinguir a todos, nacionalistas y moderados por igual. Y no se trataba de miedo injustificado, porque en la época del nacimiento de Jesús sólo quedaban exactamente setenta años para que aquel desenlace trágico se produjera.
Por tanto, puede pensarse que Herodes sintió claramente cuál era su deber: arrancar de raíz toda esperanza mesiánica en bien de todos. En consecuencia, preguntó a los príncipes de los sacerdotes y escribas, es decir, a los más versados en el conocimiento bíblico) dónde podría encontrarse el Mesías.
Mateo 2.5.
Ellos contestaron: En Belén de Judá, pues así está escrito por el profeta:
Mateo 2.6.
Y tú, Belén, tierra de Judá..., de ti saldrá un caudillo que apacentara a mi pueblo, Israel.
La referencia es una cita de Miqueas (v. cap. I, 33). Así, la «pequeña ciudad de Belén», localmente famosa hasta entonces como cuna de David, iniciaba una nueva carrera a la fama universal como supuesto lugar de nacimiento de Jesús.
A continuación, Herodes dio instrucciones a los magos para que fueran a Belén y le llevaran noticias del niño para que así pudiera adorarlo él también. Pero no hay duda de que sus verdaderas intenciones eran eliminar al supuesto mesías. Es un hecho tan cierto, que Mateo ni siquiera se molesta en especificarlo.
Los magos se fueron y;
Mateo 2.9. ...
la estrella que habían visto en Oriente les precedía, hasta que vino a pararse encima del lugar donde estaba el niño.
Debido a la asociación de la estrella con el lugar de nacimiento de Jesús en Belén, se la denomina comúnmente «estrella de Belén».
Los magos adoraron al niño, dejaron sus regalos y luego, advertidos en un sueño (recurso favorito de Mateo), se marcharon sin informar a Herodes. Carente del dato que necesitaba, ordenó angustiado una matanza general de todos los niños de Belén con la esperanza de que entre ellos se incluyera al supuesto mesías:
Mateo 2.16.
Entonces Herodes ... mandó matar a todos los niños que había en Belén ... de dos años para abajo..,
Mateo 2.17.
Entonces se cumplió la palabra del profeta Jeremías, que dice:
Mateo 2.18.
Una voz se oye en Rama, lamentación y gemido grande; es Raquel, que llora a sus hijos y rehusa ser consolada, porque no existen.
Se refiere a un pasaje de Jeremías (v. cap. I, 24) que alude a cuando Sargón llevó al exilio a Israel. Raquel era la antepasada de las tribus principales de Israel, Efraím y Manasés, y por tanto el lamento por «sus hijos» es una metáfora justificada. La tribu de Benjamín también descendía de Raquel, y Jeremías, criado en territorio benjaminista, sería sensible a la idea del lamento de Raquel; Ramá era una ciudad de Benjamín tradicionalmente considerada como emplazamiento de la tumba de Raquel.
La aplicación del versículo de Jeremías a la «matanza de los inocentes» por Herodes está bastante menos justificada. Desde luego, tal matanza bien merece lamentaciones, pero el hecho es que era Lía, y no Raquel, la antepasada de los judeos, y los hijos de Belén eran judeos. Tal vez el empleo de la cita se lo sugirió a Mateo el hecho de que existía una tradición según la cual la tumba de Raquel se encontraba cerca de Belén:
Génesis 35.19.
Murió Raquel, y fue sepultada en el camino de Efrata, que es Belén.
Sin embargo, parece muy probable que la horrible hazaña de Herodes sea apócrifa. Es difícil creer que ocurriera alguna vez. No sólo no vuelve a mencionarse la matanza en parte alguna del Nuevo Testamento, sino que tampoco aluden a ella ninguna de las historias seglares de la época. Es bastante curioso que semejante hecho se pasara por alto cuando acciones mucho menos perversas de Herodes se describían con todo detalle.
Sin duda Mateo no habría aceptado esa historia simplemente por su deseo de introducir una cita no muy bien justificada.
Quizás haya algo más. Muchos héroes de leyendas paganas sobrevivieron en la infancia tras escapar por poco de algún rey que trataba de matarlos. Esto vale para las leyendas relativas a Ciro, que fundó el imperio persa, y a Rómulo, que fundó Roma. Ciro tenía un abuelo y Rómulo un tío abuelo que, en cada caso, eran reyes y poseían la precognición divina de que algún día los niños recién nacidos los destronarían. Ambas criaturas fueron abandonadas para que murieran; las dos sobrevivieron. En la leyenda judía, el Abraham niño sobrevivió milagrosamente a los intentos del maligno rey Nemrod por quitarle la vida. No es sorprendente que, después de su muerte, surgieran historias similares referentes a Jesús.
Entre muchas leyendas semejantes que circulaban, tal vez escogiera Mateo la que mejor concordaba con la situación. La historia bíblica de la infancia de Moisés incluye la salvación por los pelos del niño después de que el faraón ordenara la matanza indiscriminada de los niños israelitas...
Éxodo 1.15.
Ordenó el rey de Egipto a las parteras de los hebreos...
Éxodo 1.16. ...
Cuando asistáis al parto a las hebreas... si es niño, lo matáis...
Moisés escapó a la matanza del faraón y Jesús a la de Herodes. Quizás fuese en este paralelismo en lo que pensaba Mateo. Adoptó esa leyenda en concreto respaldándola con la cita de Jeremías para presentar a Jesús como un nuevo y más grande Moisés.
El niño Jesús escapó a la matanza porque José, como los magos, fue advertido en un sueño:
Mateo 2.13. ...
«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto...».
Mateo 2.14.
Levantándose de noche, tomó al niño y a la madre y se retiró hacia Egipto,
Mateo 2.15.
permaneciendo allí hasta la muerte de Herodes, a fin de que se cumpliera lo que había pronunciado el ... profeta, diciendo: «De Egipto llamé a mi hijo.».
Es una referencia al profeta Oseas:
Oseas 11.1
Cuando Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo.
Según parece, este versículo de Oseas es una clara alusión al Éxodo, y sólo por la cita de Mateo podría dársele una significación mesiánica. En realidad, quizá fuese natural preguntarse si la huida a Egipto no la incluyó exclusivamente Mateo para dedicarse a su afición favorita de citar versículos del Antiguo Testamento, pues la estancia de Jesús en Egipto no se refiere en ninguna otra parte del Nuevo Testamento.
Podría especularse con que Mateo tal vez adoptase aquí también alguna tradición para incluirla en su evangelio con el fin de hacer más evidente el paralelo que traza entre Moisés y Jesús. Moisés salió de Egipto..., y Jesús también.
Por fin murió Herodes (en el 4 aC, como dijimos antes), quizá no mucho después del nacimiento de Jesús:
Mateo 2.22. ...
en Judea reinaba Arquelao en lugar de su padre Herodes...
Herodes tuvo muchos hijos (catorce en total) de sus muchas esposas, pero pocos le sobrevivieron. No sólo a consecuencia de los azares naturales de la infancia, sino por las sospechas patológicas del propio Herodes, sobre todo al final de su vida. Fácilmente montaba en cólera por indicios de posibles conspiraciones contra él. Eso fue lo que le impulsó a matar a su amada esposa Mariam (la macabea) y seguidamente a los dos hijos que ella le había dado. También ejecutó a otros hijos suyos, incluido el mayor, Antípater.
No obstante, a su muerte quedaban aún varios hijos supervivientes, incluyendo a Arquelao, Antipas y Filipo. Dividió su reino entre ellos. (El nombre de familia, Herodes, suele anteponerse al de los hijos, de modo que podemos referirnos a Herodes Arquelao, Herodes Antipas y Herodes Filipo. El nombre de Herodes fue casi un título dinástico para aquellos descendientes de Antípater el Idumeo, que reinó sobre partes del territorio.)
Arquelao, el superviviente de más edad, estuvo a cargo del meollo del reino: Judea, con Samaria al norte e Idumea al sur. Herodes trató de darle el título de rey, pero el emperador romano, que había aprobado el testamento de Herodes, se negó a permitirlo. Arquelao recibió el título inferior de «etnarca» (equivalente a «gobernador provincial»), como para reducir deliberadamente su prestigio y su poder.
En su parte, Antipas recibió Galilea, así como Perea, el distrito oriental del río Jordán (que antiguamente se llamó Galad; véase cap. I, 4). Filipo recibió la Iturea, distrito al noreste del mar de Galilea.
Antipas y Filipo fueron «tetrarcas» («gobernador de cuatro partes de una provincia»), cosa que habría tenido sentido literal si el reino de Herodes se hubiera repartido entre cuatro hijos y no entre tres. Sin embargo, ello podría explicarse porque Arquelao, al ser el mayor, recibió una parte doble gobernando sobre dos cuartos del reino, mientras Antipas y Filipo dominaron un cuarto cada uno.
Tras la muerte de Herodes, José y su familia podían volver sin temor; así se lo comunica un ángel en términos que una vez más refuerzan el paralelo entre Moisés y Jesús:
Mateo 2.19.
Muerto ya Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto
Mateo 2.20. y
le dijo: Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel, porque son muertos los que atentaban contra la vida del niño.
El símil se refiere al período en que Moisés huyó a Madián tras haber matado al capataz egipcio (v. cap. I, 2). Allí permaneció hasta la muerte del faraón, cuando Dios le dijo:
Éxodo 4.19. ...
«Ve, retorna a Egipto, pues han muerto ya los que buscaban tu vida.».
Pero Mateo se enfrenta ahora con un problema. Ha referido la tradición que localizaba el nacimiento de Jesús en la ciudad mesiánica de Belén, y todo lo que dice concuerda con la idea de que Belén fue la ciudad natal de la familia, donde vivieron al igual que sus antepasados antes que ellos. Por tanto, habría sido natural que volvieran allí tras la muerte de Herodes, pero no fue así.
Durante su ministerio, se consideraba a Jesús oriundo de Galilea. Continuamente se le menciona como galileo, y durante su predicación no se hace referencia alguna a que naciera en Belén.
Por consiguiente, es necesario que Mateo explique cómo José y su familia, aunque naturales de Belén, fueron a vivir a Galilea; y que lo hicieran muy poco después del nacimiento de Jesús, para que su origen belenita no tuviera mucha influencia en su vida adulta.
Por tanto, se dice que José se dirigió efectivamente a Belén tras la muerte de Herodes:
Mateo 2.22.
Mas habiendo oído
(José)
que en Judea reinaba Arquelao ... temió ir allá, y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea.
Esto no carece de sentido. Arquelao, hijo de Herodes, quizá conociese la historia del nacimiento del Mesías poco antes de la muerte de su padre y estuviera igual de inquieto por deshacerse del peligroso joven. Desde luego, Galilea se encontraba bajo el dominio de otro hijo de Herodes, pero tal vez considerase José que Antipas era el menos peligroso de los dos.
Ciertamente, Arquelao pronto se enemistó por su conducta con los judíos y samaritanos que gobernaba, hasta tal punto que a pesar de la enconada enemistad que existía entre éstos, por la cual no estaban de acuerdo nunca, coincidían en su odio hacia el nuevo gobernador. Tanto unos como otros invocaron ayuda a Roma, y sus argumentos eran de tanta justicia, que Arquelao fue depuesto del cargo al cabo de diez años de gobierno. Por otro lado, Herodes Antipas ejerció el poder durante más de cuarenta años sin grandes enfrentamientos con sus súbditos, señal de que tal vez fuese más moderado y sensato que su hermano.