Al descubrir que su prometida está embarazada, José cree que se ha comportado de manera impropia y piensa que no debe llevar a cabo el matrimonio. Un ángel le advierte en contra de ello:
Mateo 1.20. ...
se le apareció en sueño un ángel del Señor y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo.
En hebreo, el nombre de la madre de Jesús es Miriam (igual que la hermana de Moisés). En arameo, el nombre se convirtió en Mariam, y en época romana fue fácil cambiarlo, eliminando la letra final, por María, versión femenina de Mario, nombre de origen romano. María es la forma que se utiliza en la mayoría de los países europeos, aunque en francés se convierte en Marie o Marion, y en inglés en Mary.
Debido al énfasis que se da aquí al hecho de que su gravidez era obra del Espíritu Santo y no del hombre, los cristianos la consideran virgen aun cuando estuviese embarazada, y por ello se la suele llamar «Virgen María» o simplemente «la Virgen».
El énfasis que pone Mateo en el nacimiento virginal parecería borrar el acento que antes puso en la genealogía davídica de Jesús. Demuestra que José, el marido de María, era descendiente de David, pero luego pasa a indicar que ese mismo José no era el padre de Jesús.
Esto podría explicarse diciendo que la gente de la época considera a José padre de Jesús, de modo que según la corriente
normal
de los asuntos humanos Jesús era de ascendencia davídica, cumpliendo así el requisito de mesianismo. Entonces, podría seguir la argumentación, Jesús era reconocido como Hijo de Dios y así se producía una calificación de mesianismo mucho mayor que la de la ascendencia davídica, y ésta podía desecharse como un detalle mundano de importancia meramente terrenal.
Otra explicación es suponer que aunque Mateo dé la genealogía de José, la propia María también es de ascendencia davídica; por tanto Jesús pertenece a tal linaje a través de su legítima madre igual que por su supuesto padre. Los evangelios no afirman esto de manera explícita, pero en la tradición cristiana está sólidamente arraigado el convencimiento del linaje davídico tanto de María como de José.
Sin embargo, el nacimiento virginal es enteramente ajeno a la tradición judía y no lo exige ninguna de las profecías del Antiguo Testamento relativas al Mesías. ¿De dónde, entonces, lo saca Mateo? Siendo quien es, debe apoyar el nacimiento virginal citando alguna profecía del Antiguo Testamento, y sólo puede encontrar una:
Mateo 1.22.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el profeta, que dice:
Mateo 1.23.
He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo...
Esto se refiere a un pasaje de Isaías:
Isaías 7.14. ...
He aquí que la virgen grávida da a luz...
Pero en este sentido no resulta un pasaje muy útil. En esta cita, la utilización por parte de Mateo de la palabra «virgen» es un error, aunque ello ha llevado a las primeras traducciones de la Biblia, incluida la King James, a emplear también el término «virgen» en el pasaje de Isaías. En realidad, la palabra hebrea usada por Isaías significa «mujer joven», y puede aplicarse igualmente a una que sea virgen como a una que no lo sea. En cualquier caso, ya se trate de «virgen» o de «mujer joven», no es probable que el pasaje de Isaías tenga significación mesiánica (véase cap. I, 23), y de no ser por estos versículos de Mateo, que lo atan, nunca se habría supuesto que la tuviera.
Pero entonces, ¿a qué viene la historia del nacimiento virginal, contada con tal urgencia que debe buscarse un versículo marginal del Antiguo Testamento para justificarla?
En este punto tal vez podamos entregarnos a una pequeña especulación. Lo que primero debió conocerse acerca de Jesús tuvo que ser la historia de su ministerio cuando los discípulos se agrupan en torno a él. Probablemente fuese un galileo oscuro hasta que sus prédicas le hicieron famoso, desconociéndose los detalles de su nacimiento e infancia. Marcos, el primer evangelista, no tiene nada que decir acerca de su nacimiento e infancia. Por el contrario, empieza su historia con Jesús ya adulto al principio de su ministerio.
Tras la muerte de Jesús, surgieron leyendas acerca de su nacimiento e infancia. Es muy posible que muchas de ellas fueran recuerdos auténticos de miembros de su familia o de aquellos que lo conocieron cuando adolescente. Por otro lado, al ser el pueblo tan aficionado a las leyendas, es posible que se hubieran adornado en un tema tan importante como el del Mesías e Hijo de Dios.
La clase de circunstancia que esperarían del Mesías los individuos de formación estrictamente judía, sería una genealogía detallada que lo relacionase con David. Mateo ofrece tal genealogía, y carecemos de razones para afirmar que es incorrecta (aparte de las pequeñas discrepancias señaladas en cuanto al interés de Mateo por alcanzar el número mágico de catorce).
Pero en aquellos días los judíos estaban rodeados por un amplio mundo de gentiles que poseían tradiciones propias. En las leyendas gentiles era muy habitual (casi obligado, en realidad) que cualquier héroe importante, cualquier hacedor de milagros, fuese hijo de dios. Un dios podía fecundar a una virgen por medio de la magia: esto no sería imposible en la tradición griega.
Y ocurría que no sólo había judíos en Judea, donde el pensamiento judaico era provinciano y conservador, sino también en Alejandría y otros lugares donde existía una fuerte influencia griega. En la cita de Isaías, las versiones griegas de la Biblia utilizan la palabra griega correspondiente a «virgen», y es muy posible que Mateo siguiera la versión griega en vez de la hebrea para respaldar el nacimiento virginal y que, por tanto, no citara equivocadamente de manera deliberada.
En tiempos de Jesús, la posibilidad del nacimiento virginal pudo tomar más importancia. El historiador romano Livio, muerto pocos años antes del inicio del magisterio de Jesús, escribió una historia de Roma que alcanzó una popularidad enorme. En ella narra la fundación de Roma por los hermanos gemelos Rómulo y Remo. Lo interesante de tal leyenda es que, según Livio, Rómulo y Remo nacieron de una virgen. Su madre, Silvia, era una vestal virgen cuyos hijos fueron engendrados por Marte.
Los judíos grecoparlantes no prestarían crédito a esto, pero debió existir la tendencia a creer que si un nacimiento virginal se empleaba para exaltar a los fundadores de la ciudad pagana de Roma, con mucha mayor razón podría utilizarse para glorificar al fundador del reino de Dios.
Entonces, cabría preguntarse si Mateo no debió de encontrarse con dos tradiciones relativas al nacimiento de Jesús, la genealogía estrictamente hebrea del linaje davídico y la historia grecojudía del nacimiento virginal. Y aunque eran mutuamente excluyentes, Mateo adoptó las dos.
Es interesante el hecho de que la tradición del nacimiento virginal sólo se afirma de manera clara y rotunda en este capítulo primero de Mateo. En Lucas hay versículos que pueden respaldarla, pero no de manera indiscutible, y en ninguna otra parte del Nuevo Testamento hay referencia alguna a ello.
Se indica la época general del nacimiento de Jesús:
Mateo 2.1.
Nacido ... Jesús ... en los días del rey Herodes...
La súbita mención de Herodes nos comunica que los días del reino macabeo han terminado. Muchas cosas ocurrieron en el siglo transcurrido desde el final de 1 Macabeos y el comienzo de Mateo.
1 Macabeos acababa con el asesinato de Simón en el 135 aC. Su segundo hijo y único superviviente se proclamó rey con el nombre de Juan Hircano I en el 134 aC, llegando a una alianza pacífica con Antíoco VII Sidetes (v. cap. 3), el último monarca seléucida de alguna trascendencia.
Juan Hircano amplió los límites de Judea por medio de conquistas. Asentó su poder sobre Samaria y Galilea al norte y, al sur, dominó por completo Idumea. Los samaritanos conservaron su religión herética, pero en Idumea y Galilea se estableció el más rígido judaísmo.
Los idumeos aceptaron el judaísmo (en algunos casos a punta de espada), pero los nacionalistas judíos no aceptaron de buena gana a los conversos. Pese a su observancia de la religión auténtica, los idumeos seguían considerándose edomitas, descendientes de Esaú, y por tanto enemigos hereditarios de los judíos, descendientes de Jacob.
Juan Hircano I murió en el 104 aC, y le sucedió su hijo mayor, Aristóbulo, que asumió el título de rey, algo que el reino seléucida, entonces bajo Antíoco VIII Gripo («nariz aguileña»), fue incapaz de evitar.
Aristóbulo sólo reinó un año y, en el 103 aC, su hermano menor, Alejandro Janeo, le sucedió. Durante su reinado de veintisiete años, Alejandro llevó a Judea a la cumbre de su esplendor. Cuando murió, en el 79 aC, Judea estaba casi en la misma posición que Israel en la época de Jeroboam II, seis siglos y medio antes (v. cap. I, 12).
Con Jeroboam II, Israel parecía grande y próspero, pero su grandeza quedaba oscurecida por Asiria, hecho que se hizo evidente inmediatamente después de la muerte de Jeroboam. En el caso de Alejandro Janeo, la grandeza de Judea estaba oscurecida por la sombra aun mayor de Roma.
La solidez de tal sombra avanzó sobre el escenario judeo tras la muerte de Alejandro Janeo, y su llegada se aceleró por las disputas dinásticas que enfrentaron a diversos macabeos.
Desde los tiempos de Jonatán, hermano de Judas Macabeo, el sumo sacerdocio había permanecido en la familia de los Macabeos, y Alejandro Janeo, por ejemplo, fue a la vez rey y sumo sacerdote.
Pero tras la muerte de Alejandro, la acumulación de cargos se deshizo. El sumo sacerdocio fue para el hijo mayor de Alejandro, Juan Hircano II, pero el gobierno civil recayó en la viuda del rey fallecido, Alejandra.
Alejandra murió en el 67 aC, y cabría esperar que Juan Hircano II se hiciera ahora rey al tiempo que sumo sacerdote, pero eso se lo disputó su hermano menor, Aristóbulo II. En la guerra civil que se desencadenó a continuación, Juan Hircano II tenía el apoyo de un hombre muy capaz, Antípater, que había sido gobernador de Idumea con Alejandro Janeo. Antípater era idumeo de nacimiento, pero judío de religión.
La guerra civil no pudo ocurrir en peor momento, porque los ejércitos romanos saqueaban el Oriente a las órdenes del general Pompeyo. Las últimas naciones pequeñas que un siglo antes reñían y alborotaban en la escena internacional, ahora iban siendo absorbidas una por una.
En el 64 aC, Pompeyo entró en Antioquía acabando con la monarquía seléucida. Poco más de un siglo antes, esa monarquía había tiranizado a Judea, pero ahora, con sus últimos reyes, era un territorio débil que Roma se anexionó como provincia de Siria.
La Judea independiente sobrevivió al gran imperio seléucida, como antes al gran imperio asirio; pero no por mucho tiempo. Los dos bandos de la guerra civil judía invocaron ayuda a Pompeyo, y como era de esperar, el general romano accedió en seguida a llevar sus ejércitos. En el 63 aC invadió Judea y tomó Jerusalén tras un asedio de tres meses. Por curiosidad, profanó el sanctasantórum del Templo, pero no produjo otros daños.
Pompeyo acabó por decidirse a favor de Juan Hircano II. Lo dejó como sumo sacerdote y llevó a Roma a Aristóbulo II y a sus dos hijos.
Pero los romanos no dieron poder secular alguno a Juan Hircano. Pompeyo se lo entregó a Antípater el idumeo a cambio de sus servicios a la causa romana. (Y era buena política. Antípater, idumeo, nunca sería aceptado de buena gana por los nacionalistas judíos, y, en consecuencia, siempre requeriría la ayuda de Roma para mantenerse seguro en el cargo en contra de sus súbditos. Mientras necesitara a los soldados romanos, siempre sería leal a la causa de Roma.)
Así, en el 63 aC, poco más de un siglo después de la rebelión de Matatías y sus hijos, la monarquía macabea llegaba a su fin.
En general, el destino de los últimos macabeos fue triste. Aristóbulo II y su hijo mayor, Alejandro, huyeron de Roma y trataron de recuperar el reino, pero fueron capturados y muertos en el 49 aC. Sobrevivió el hijo menor, Antígono Matatías. Antes de morir, el hijo mayor se había casado con Alejandra, hija de Juan Hircano II, y tuvo un hijo de ella, Aristóbulo III.
Así, en el 49 aC quedaban tres varones macabeos: (1) Juan Hircano II, el sumo sacerdote; (2) su sobrino, Antígono Matatías; y (3) su nieto, Aristóbulo III. El verdadero gobernante seguía siendo Antípater el idumeo.
Pero ahora era la misma Roma quien estaba en guerra civil. El general Pompeyo combatía contra otro gran general romano, Julio César, y el primero moriría en la batalla. Antípater se movió con precaución entre los dos bandos contendientes, y cuando César se erigió en vencedor, Antípater vio que no había caído en desgracia a pesar de haber sido hombre de Pompeyo.
Pero César fue asesinado en el 44 aC y estalló otra guerra civil. Antípater el idumeo también fue asesinado en el 43 aC, no valiéndole de nada su habilidad para moverse con seguridad en terreno resbaladizo.
Además, Partia, que regía Babilonia y vastas regiones al este aprovechó las guerras civiles romanas para atacar al oeste. Durante un tiempo pareció que habían vuelto los días de Nabucodonosor, mientras jinetes conquistadores cabalgaban hacia el este para apoderarse de Siria y de Judea en el 40 aC.
Pero los judíos dieron la bienvenida a los partos, como no habían hecho con los caldeos, porque los vieron como sus salvadores frente a los romanos. El hijo mayor de Antípater, Fasael, cayó muerto en la guerra contra los invasores, y el sumo sacerdote, Juan Hircano II, fue llevado a la cautividad. Además le cortaron las orejas de modo que, como persona mutilada, jamás volvería a ser pontífice.
En lugar del mutilado Hircano se nombró sumo sacerdote a Antígono Matatías. Cabría imaginar que se había restaurado el reino macabeo, pero el nuevo rey sólo fue una marioneta de los partos.
Pero Antípater el idumeo tenía otro hijo, Herodes. Como su padre, era judío de religión aunque de ascendencia idumea. Había servido bajo su padre como gobernador de Galilea. Cuando los partos tomaron Judea, Herodes logró escapar y se dirigió a Roma.
Allí persuadió al general romano Marco Antonio, que entonces asumía el poder, para que le nombrase rey de Judea y declarase fuera de la ley a Antíoco Matatías. Volvió luego Herodes a Judea y se encontró con que los partos se retiraban ante un contraataque romano. Con ayuda de las armas romanas, Herodes tomó Jerusalén en el 37 aC. Antígono Matatías fue ejecutado.