Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
Cedric lo pensó un momento.
—En realidad no creo. Lo siento. Yo era un Hufflepuff, ¿recuerdas?
James se desplomó una vez más.
—Sí. Lo olvidé.
Pasaron unos minutos y entonces, Cedric habló de nuevo.
—Fue algo estupendo lo que hiciste, salir y llamar a Merlín para que regresase y nos ayudase cuando parecía haberse ido para siempre.
James levantó la cabeza y miró al fantasma. Frunció el ceño un poco.
—¿Eso? Bueno, en realidad fue sólo un golpe al azar. Fue culpa mía que Merlín fuera traído a este tiempo. Creía que estaba haciendo al mundo un gran favor, interponiéndome en el camino del malvado plan de Delacroix y Jackson. Y resultó que ella me utilizó todo el tiempo y que Jackson era en realidad un buen tipo.
—¿Y bien? —contrarrestó Cedric—. Aprendiste algo entonces, ¿verdad?
—No lo sé —dijo James automáticamente. Pensó durante un momento y luego añadió—: Sí, supongo que sí.
—En cierto aspecto tú y tu padre sois iguales, James —dijo Cedric.
James rió un poco sin humor.
—No veo en qué. Todo lo que aprendí es que mi forma de hacer las cosas no es como la de papá. Si trato de hacerlo a su manera, todo me sale mal. Si trato de hacerlo a mi manera, podría ayudar a que las cosas se solucionen por pura suerte. El camino de papá fue ser un héroe. Mi camino es el camino del manager. Mi mejor talento es pedir ayuda.
—No, James —dijo Cedric, inclinándose hacia adelante para mirar a James directamente a los ojos—, tu mejor talento es inspirar a las personas a que quieran ayudar. ¿Crees que eso no es importante? El mundo necesita gente como tú, porque la mayoría de la gente de ahí afuera no tiene el coraje o la pasión o la dirección para ser héroes. Quieren serlo, pero necesitan que alguien les diga por qué, y les muestre cómo hacerlo. Tienes un don, James. Tu padre fue un héroe porque era el Chico Que Vivió. Tenía un destino. No fue un camino fácil para él, pero era un camino
evidente.
Estaba Harry y estaba Voldemort. Él sabía dónde estaba y lo que tenía que hacer, incluso si le mataban. Tú, sin embargo… eres un héroe porque eliges serlo, todos los días. Y tienes talento para animar a otros a que elijan también.
James clavó la mirada en los carbones ennegrecidos del fuego.
—Yo no soy un héroe.
Cedric sonrió y se recostó hacia atrás de nuevo.
—Piensas eso sólo porque crees que los héroes siempre ganan. Confía en mí esta vez, James. Un héroe no se define por ganar. Muchos héroes mueren en el esfuerzo. La mayoría de ellos nunca obtienen ningún reconocimiento. No, un héroe es sólo alguien que hace lo correcto cuando sería mucho, mucho más fácil no hacer nada.
James se giró para mirar al fantasma, con una sonrisa ladeada.
—Quizás debiéramos llamarte “El Espectro de la Cursilería”
—Ja, ja —respondió el fantasma.
James se puso de pie de nuevo.
—Gracias, Cedric. Eso... ayuda.
Cedric asintió. James se dirigió de nuevo a las escaleras, pero se detuvo con el pie en el escalón inferior.
—Sin embargo, hay algo que todavía me molesta, Cedric. Tal vez sepas algo al respecto, siendo un fantasma y todo eso.
—Tal vez. Dime.
—La dríada del bosque dijo que existe un heredero de Voldemort. Dijo que esta persona estaba viva y muy cerca, aquí en los terrenos de la escuela.
Cedric asintió lentamente.
—Yo estaba allí cuando se lo contaste a Snape.
—Bueno, quienquiera que sea creo que fue quien cogió el Game Deck de Ralph y usó el nombre de Austramaddux. Si eso no hubiera ocurrido, nada de esto hubiera pasado. Quienquiera que sea tiene que haber estado trabajando con la señorita Sacarhina desde el principio.
Cedric apartó la vista, mirando a través de una ventana cercana.
—¿Crees saber quién es?
—Tabitha Corsica —dijo James rotundamente—. Creí que podría ser ella tras hablar con Snape y
todavía
sigo pensando que puede ser ella. Vale, su escoba no era del báculo de Merlín. Aún así hay algo espeluznante en la escoba. Y en
ella
en general.
Cedric se puso de pie y caminó a través de la silla, aparentemente sin percatarse de que lo hacía.
—He sentido algo, James. Te lo admito. Siento la sensación de que Quien-no-debe-ser-nombrado está aquí todavía. Que perdura dentro de estas paredes. Es como un olor, como algo rancio y sudoroso… y púrpura, de algún modo. Tal vez soy más sensible a ello que los demás fantasmas. Después de todo, él fue el responsable de mi muerte.
—Sí —dijo James tranquilamente—. No lo olvido.
—Pero James, las cosas rara vez son tan obvias como nos gustaría pensar que son. En el mundo real, al menos en nuestros tiempos si no en el de Merlín, el mal lleva muchas máscaras. Es confuso. Tienes que ser muy cuidadoso. A veces, incluso las buenas personas pueden parecer malas. Muchos de nosotros, incluido tu padre, cometimos ese error con el profesor Snape.
—Como yo —admitió James—, con el profesor Jackson.
Cedric asintió.
—Pero habría jurado que Tabitha estaba involucrada en todo el asunto de la conspiración de Merlín. ¿Tú cuál crees que sea la verdadera historia de Tabitha y su escoba?
Cedric observó a James durante un largo momento, estudiándolo.
—¿Nunca se te ha ocurrido pensar que su escoba podría ser exactamente lo que ella dice que es?
—¿Qué? —se burló James— ¿Un “artefacto muggle”? Eso es solo una treta que se sacó de la manga, ¿no?
Cedric se encogió de hombros, pero pareció más bien el encogimiento de hombros de alguien que sabe más de lo que tiene intención de decir.
—La gente más espeluznante no siempre son los que se inclinan hacia el mal, James. A veces, la persona más espeluznante es la que confunde sus propias mentiras con la verdad.
James parpadeó.
—¿Quieres decir que… Tabitha Corsica cree en todas las cosas que dijo en el debate? ¿En lo de que Voldemort en realidad era un buen tipo? ¿Que fue pisoteado por el Ministerio y la clase mágica dirigente porque no podían dejar que desafiara el status quo? ¿No puede creer
de verdad
en eso, no?
Cedric volvió a mirar a James, y luego suspiró.
—Honestamente, no lo sé. Pero sé que mucha gente lo cree. Y ella parece muy sincera al respecto. Esa escoba suya puede tener alguna magia tenebrosa en su interior, pero eso no es nada comparado con la magia oscura que alguien puede convocar si su corazón es lo suficientemente deshonesto como para retorcer una mentira hasta convertirla en algo que cree que es verdad.
Mientras James se metía silenciosamente en su cama, su mente corría. Ni siquiera había considerado el que Tabitha Corsica pudiera creer las cosas que decía. Había asumido que apoyaba la propaganda del Elemento Progresivo porque aceptaba y suscribía plenamente su oscuro objetivo final. Por un momento sintió vagamente pena por ella. Era terrible pensar que alguien como ella pudiera creer que estaba moralmente en lo cierto, y que él, James Potter, y su padre, eran los malvados. Era casi impensable, pero no del todo. Fuera, la luna estaba llena y brillante. James se durmió con sus rayos en la cara, pálidos y fríos, y la frente aún ligeramente fruncida.
Al día siguiente, James, Zane, y Ralph avanzaban con el Expreso de Hogwarts hacia el andén nueve y tres cuartos. Los padres de Zane estaban allí, junto con su hermana menor, Greer, que miraba a la gigantesca locomotora carmesí con sobrecogido asombro. De pie cerca de ellos, James divisó a su madre y su padre arreando a Albus y Lily para que avanzaran con ellos. Sonrió y saludó. Parecía como si apenas hubiera pasado una semana desde que los había visto desde el tren mientras éste se alejaba de la estación, llevándole junto con la incertidumbre de su primer año en Hogwarts. Ahora estaba en casa de nuevo. Hogwarts era maravilloso, pensó para sí mismo, pero se alegraba de volver a casa después de todo. El próximo año estaría acompañando a Albus en el tren que le llevaría a
su
primer año. Se burlaría de Albus interminablemente sobre en qué Casa terminaría. De hecho, ese iba a ser su proyecto de verano. Pero no se preocupaba al respecto. Aunque Albus no fuera un Gryffindor le iría bien. James sabía que si Albus era enviado a otra Casa que no fuera la suya se sentiría incluso un poco celoso. Pero sólo un poco.
Cuando se unió a la fila para salir del tren, James acabó detrás de Ted. Notó que Ted estaba cogido de la mano con Victoire.
—Vas a causar un montón de problemas, ¿sabes? —dijo James, sonriendo.
—Es un trabajo duro, ser tan controvertido —dijo Ted humildemente—, pero todos tenemos nuestras cargas que soportar.
—Mis padges no deben vegnos juntos —ordenó Victoire—. Ted Lupin, no lo agguines todo. Sabes que no lo apgobagían. Mantén la boca ceggada. Tú también, James.
—Su acento es mucho más prominente cuando se pone mandona, ¿no? —preguntó Ted a James.
James sonrió. Era cierto.
Se detuvo en la puerta abierta del tren, mirando hacia el andén. A través de la multitud de estudiantes que regresaban, los bulliciosos porteros y los gritos de los miembros de las familias, vio a Zane sumido en el mutuo abrazo de su hermosa madre rubia y alta, y su orgulloso padre. Su hermana fue absorbida hacia el abrazo, aparentemente contra su voluntad, feliz de ver de nuevo a su hermano pero aún embelesada por el tren carmesí. Ralph se encontró con su padre en el andén con un abrazo más sobrio, ambos sonreían un poco tímidamente. Ralph echó un vistazo hacia atrás a James y saludó.
—¡Papá dice que pasaremos el verano en Londres! ¡Podré ir a visitarte!
—¡Excelente! —gritó James felizmente en respuesta.
Y entonces, mientras bajaba, James vio a su propia familia buscándole. En ese momento antes de que lo hubieran divisado, James saboreó su propia felicidad. Estaba sin duda en casa. Corrió hacia ellos, palpando el bolsillo de sus pantalones para asegurarse de que el pequeño muñeco de Madame Delacroix estuviera todavía allí. Probablemente no significara nada, pero no hacía daño ser precavido. No hacía ningún daño en absoluto.
—¡James! —gritó Albus, que le vio primero— ¿Nos trajiste algo? ¡Lo prometiste!
—¿Qué soy yo? ¿Papá Noel? —respondió James, riendo mientras Albus y Lily casi le derribaban.
—¡Lo prometiste! ¡Nos prometiste varitas de regaliz del carrito!
—Y pasteles de caldero para Rose y Hugo —añadió Harry, sonriendo.
—Vaya, las noticias vuelan. ¡Vale, vale, he traído cosas para todo el mundo! —admitió James. Se vació los bolsillos, llenando las manos de Albus y Lily de golosinas. Sacó el muñeco vudú al final y todos lo miraron un poco desconcertados
—¿Qué demonios es eso, James? —dijo Ginny, abrazándolo y luego estudiando el objeto en las manos de su hijo—. ¡Se parece… bueno, a ti!
La cara de James se rompió en una sonrisa.
—Es para ti, mamá. Pensé que te gustaría guardarlo para cuando vaya a la escuela el próximo año. Ya sabes, para te acuerdes de mí.
Ginny lo miró con curiosidad, y luego le echo un vistazo a Harry. Él se encogió de hombros y sonrió.
—Bueno, es un poco raro, pero vale —dijo ella, quitándole el muñeco—. ¿Si lo abrazo, lo sentirás?
James se encogió de hombros, demostrando desinterés mientras la familia comenzaba a abrirse paso hacia la terminal principal.
—No lo sé. Nada. Es… sabes, supongo que vale la pena probar.
Ginny asintió, sonriendo y lanzando una mirada a Harry. Tendría que probar.
Muchísimas gracias por haberte tomado el tiempo suficiente como para leer este relato. Para mi es infinitamente sorprendente que lo que comenzó como un pequeño ejercicio de escritura para mí mismo, mi familia y algunos amigos, se haya convertido casi en un fenómeno mundial. La última vez que lo comprobé, más de un cuarto de millón de personas habían leído James Potter y La Encrucijada de los Mayores, y esa cifra aumenta cada día. En el último recuento, había seis traducciones en progreso, hechas espontáneamente por lectores. Me han dicho que esa cantidad de lectores es bastante inusual en el mundo de los fan fictions (un término del que ni siquiera tenía conocimiento cuando comencé esta historia), así que me siento honrado por su generosa atención.
Se dice que la persona más creativa es la que mejor esconde sus fuentes. Sin embargo, en el caso de esta historia, la fuente de inspiración es tan descaradamente evidente que pensé en mencionar algunas otras que contribuyeron a esta historia. Primero y principalmente, por supuesto, esta historia no existiría sin los mundos y personajes extraordinariamente elaborados por la señora J.K. Rowling. Conozco algunos lectores de esta historia que de hecho no han leído ninguno de los relatos originales de Harry Potter (al menos, mis padres) y les animo fervientemente a que lean esos libros en primer lugar. De todas formas, además de la señora Rowling, esta historia está profundamente influenciada por otros dos autores ingleses.
Los lectores de C.S. Lewis reconocerán gran parte del personaje y la historia general de Merlinus Ambrosius. En muchos sentidos, el Merlín de mi historia es una revisión del fascinante libro del Sr. Lewis,
Esa Horrible Fortaleza
que es el tercer libro de su
Trilogía Cósmica
. He leído que la señora Rowling encontró inspiración para sus historias en el clásico del Sr. Lewis,
Las Crónicas de Narnia
, de modo que creí procedente incorporar en JPEM elementos de otra de sus maravillosas historias.