Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
—No esperaba que nos interesara presenciarlas, ¿verdad? —interrumpió Prescott—. Pues nos interesa. Nuestra audiencia tiene derecho a saber qué está pasando aquí exactamente, justo… bajo… nuestras… narices.
—¿Audiencia? —repitió Hubert, mirando atrás, a la cámara—. Esto es, er,
en directo.
¿Lo es?
Prescott dejó caer la cabeza hacia delante y se derrumbó un poco.
—No, señor Hubert. No lo es. ¿Es que nadie le ha contado cómo funciona esto? Lo grabamos, lo editamos, lo emitimos. Señorita Sacarhina, usted entiende todo esto, ¿estoy en lo cierto? —miró de reojo a Sacarhina, quien sonrió y extendió los brazos. Dibujó con la boca unas pocas palabras y después gesticuló vagamente hacia su garganta. Recreant tensó su sonrisa un grado más. Su frente estaba empapada de sudor—. Genial —murmuró Prescott—. Ya veo. Maravilloso. Continuemos. —Se enderezó y miró furiosamente a Hubert de nuevo—. Sí, a nuestra audiencia le gustaría mucho ver lo que sucede en estas así llamadas "aulas", señor rector. Por favor, muéstrenos el camino.
Hubert se giró hacia Delacroix.
—¿Tú qué opinas, querida? ¿Adivinación o Levitación?
—Ambas son igualmente impresionantes. Cariño. —Dijo Delacroix, pronunciando las palabras de forma muy torpe. Parecía querer decir más, pero a pesar de los movimientos de sus mandíbulas, sus labios permanecían herméticamente cerrados.
—Mi esposa es extranjera, como pueden ver —dijo Hubert disculpándose—. Pero lo hace lo mejor que puede.
—Las aulas, por favor, señor Hubert —insistió Prescott—. No puede mantener a la prensa apartada, señor.
—No, no, claro que no. De hecho, apreciamos la publicidad —dijo Hubert, girándose para conducir al equipo por el pasillo—. Aún con lo prestigiosos que somos, algunas veces es difícil mantener la cabeza sobre el agua. La magia es, er, un estudio
especializado
, por decir poco. Sólo un cierto tipo de individuo tiene la paciencia y la gracia para aprenderla. Ah, aquí estamos. Adivinación.
Prescott avanzó rápidamente hacia la puerta abierta del aula, seguido por su equipo de filmación y el operador del gran micrófono tropezando para mantenerle el paso. Finney se mantuvo al final del grupo, tan cerca de la directora McGonagall como pudo. Harry y James, a la cabeza de la multitud de estudiantes curiosos, se asomaron por la puerta para observar.
—Aquí nuestros estudiantes aprenden el antiguo arte de la predicción del futuro —dijo Hubert grandilocuentemente. Una docena de estudiantes estaban esparcidos por la habitación, mirando sombríamente a los objetos que había frente a ellos sobre las mesas. A la cabeza de la clase, como respondiendo a una señal, la profesora Trelawney alzó los brazos, produciendo un tintineo musical con las diversas pulseras de sus muñecas.
—¡Buscad, estudiantes! —gritó con su voz más mística—. ¡Mirad profundamente, profundamente en el rostro del omnipresente cosmos que-todo-lo-sabe, representado en el remolino de patrones y diseños del infinito! ¡Encontrad vuestros destinos!
—¡Hojas de té! —dijo Finney alegremente—. ¡Mi propia madre acostumbraba a leer la fortuna en las hojas de té para los turistas! Eso nos mantuvo en las épocas más difíciles, por aquellos tiempos. Que perfectamente pintoresco, mantener dichas tradiciones con vida.
—¡Tradiciones, bah! —dijo Trelawney, levantándose de su asiento y arremolinando dramáticamente sus ligeras ropas—. ¡Buscamos la naturaleza implícita de perfecta verdad en las hojas, señor. ¡Pasado, presente, futuro, todos unidos para aquellos que tienen los ojos para verlo!
—¡Eso exactamente era lo que también mi madre acostumbraba a decir! —rió Finney.
—¿Así es como predicen el futuro? —dijo Prescott, mirando con disgusto dentro de una de las tazas de los estudiantes—. Esto es ridículo ¿Dónde están las bolas de cristal? ¡Dónde está el humo arremolinándose y las visiones fantasmagóricas?
—Bueno, er, también tenemos esas cosas, señor Prescott —dijo Hubert—. ¿Verdad, querida?
—Adivinación Avanzada. Segundo semestre. Doscientos euros la matrícula del laboratorio —replicó Delacroix mecánicamente.
—Cubre las bolas de cristal —dijo Hubert escondiendo los labios tras la mano alzada—. Esas cosas no son baratas. Las mandamos hacer especialmente en China. Cristal auténtico y todo eso. Claro que los estudiantes se las llevan a casa al final del año escolar. Son una especie de recuerdo.
—¡Creo que antes mencionó Levitación! —dijo Prescott, marchando fuera del aula. Su séquito lo siguió rápidamente, trasteando y desenrollando más cables eléctricos.
—Ciertamente, sí. Un elemento básico de las artes mágicas —replicó Hubert, siguiendo a Prescott a través del pasillo y al interior de otra aula—. Combinamos esta clase con prestidigitación básica. Sí, justo aquí.
Zane se encontraba en el centro del aula con una varita en la mano. Apenas una docena de estudiantes más estaban sentados a lo largo de la pared, observando con asombro como el busto de Godric Gryffindor flotaba y se bamboleaba alrededor del aula, aparentemente a instancias de la varita agitada por Zane. Hubo un jadeo y un suspiro de asombro por parte del equipo de Prescott. El cámara se acuclilló lentamente, haciendo zoom sobre la acción.
—¡Ajá! —dijo Prescott con excitación—. ¡Auténtica magia! ¡Realizada por niños!
—Tal como prometí —dijo Hubert orgullosamente—. Aquí el señor Walter está entre los mejores de su clase. Señor Walter, por cierto, ¿en qué curso está usted?
—En primero, señor —dijo Zane, sonriendo felizmente.
—Excelente forma, muchacho —replicó Hubert—. Intenta con una vuelta, ¿por qué no?
Los estudiantes aplaudieron educadamente cuando el busto se levantó y lentamente giró en el aire. Entonces, de repente, se derrumbó, cayendo sobre un colchón que había sido colocado en el centro del suelo.
—Oh, qué pena, señor Walter. Tan cerca —reprendió Hubert.
—¡No fue culpa mía! —gritó Zane—. ¡Han sido mis asistentes! ¡Ted, tonto, tiras cuando se supone que lo debes dejar caer! ¡Cuántas veces tengo que explicártelo!
—¡Eh! —objetó Ted, saliendo ruidosamente de un armario en la parte trasera del aula. Tenía un puñado de cables en la mano, los cuales serpenteaban hasta una serie de poleas sujetas al techo del armario—. ¿Quieres ponerte tú aquí atrás y hacer funcionar estos controles en la oscuridad? ¿Eh? Además, Noah es quien tuvo la culpa. Fue lento con la polea de cruz.
Desde las profundidades del armario una voz gritó enfadada.
—¿Qué? ¡Se acabó! ¡Quiero estar en el escenario la próxima vez! ¡Ya me he cansado de este rol de "asistente"! ¡Quiero ponerme el sombrero!
—¡Nadie lleva puesto el sombrero, Noah! —dijo Zane, poniendo los ojos en blanco.
—¡Bueno
alguien
tiene que ponerse el sombrero! —chilló Noah, su rostro apareció en la puerta del armario—. ¿Cómo va a saberse quién es el mago y quién el asistente?
—Muchachos, muchachos —aplacó Hubert, alzando las manos—. Sólo tenemos un sombrero por aula, y la señorita Morganstern lo está utilizando para practicar el truco del conejo. señor Prescott, señor Finney, ¿les gustaría ver el truco del conejo?
—Pues sí —dijo Finney alegremente.
—¡No! —gritó Prescott.
Tabitha Corsica se había abierto paso a empujones hacia el frente del grupo de estudiantes aglomerados en la puerta. Su cara estaba roja de furia.
—Señor Prescott —empezó—. Usted…
Hubert se giró lentamente para enfrentarse a Tabitha.
—Este no es el mejor momento para autógrafos, señorita Corsica.
—No estoy aquí para pedirle un autógrafo, "
rector
"… —escupió Tabitha, alzando el brazo para señalar a Hubert. Había un pequeño bloc de notas y un bolígrafo aferrados a su mano. Se detuvo en medio de la frase, mirando fijamente los dos objetos. La cubierta del bloc era rosa y tenía la palabra
autógrafos
escrita en blanco en ella.
—Habrá suficiente tiempo después para ese tipo de cosas, señorita Corsica. Pero estoy seguro que el señor Prescott se siente halagado por su, er, interés.
—¿Rector Hubert? —intervino Petra, asomándose al interior de un sombrero de copa negro que estaba colocado sobre un mesa ridículamente brillante—. Creo que algo debe de ir mal con el señor Bigotes. ¿Los conejos normalmente se tienden de espaldas así?
—Ahora no, señorita Morganstern —dijo Hubert, ondeando la mano con desdén—. Señor Prescott, ¿cree que le gustará ver nuestro truco de partir por la mitad?
Pero Prescott se había marchado, pasando a zancadas junto a la repentinamente silenciosa Tabitha Corsica y dirigiéndose pasillo abajo. El equipo se apresuró a trompicones a alcanzarlo mientras él asomaba la cabeza en cada habitación. Al final del pasillo, soltó un grito amortiguado de triunfo e indicó a su equipo que se le unieran en el aula más alejada.
—¡Aquí! —gritó Prescott, gesticulando frenéticamente con el brazo derecho. El equipo entró al salón, seguidos por los estudiantes curiosos, que estaban comenzando a sonreír—. ¡Justo delante de sus ojos! ¡Un
profesor fantasma
! ¡Asegúrate de obtener mucho material de esto, Vince! ¡Pruebas de vida después de la muerte!
Esta vez no hubo ningún jadeo de sorpresa. Vince se acercó, enfocando cuidadosamente con una mano.
—Ah, sí. Profesor Binns —dijo Hubert alegremente—, diga hola a estos amables amigos.
El profesor Binns parpadeó como una lechuza y recorrió a la multitud con la mirada.
—Saludos —dijo con su fina y distante voz.
—Es sólo una proyección en humo —anunció Vince, el cámara.
—Bueno —dijo Hubert, un poco a la defensiva—. No se supone que deba ser visto tan de cerca. Normalmente los estudiantes están bastante lejos de él. Crea una agradable sensación de misterio y de lo sobrenatural, en realidad.
Ralph era uno de los estudiantes sentados en el aula. Se dirigió al cámara con una nota de molestia.
—Está usted arruinando el efecto, sabe. No tiene que ir y arruinarlo para todo el mundo.
—Saludos —dijo Binns de nuevo, mirando al gentío.
—¡Imposible! —gritó Prescott furiosamente, avanzando hasta la parte delantera del aula—. ¡Es un fantasma! ¡Sé que lo es!
—Es una proyección, Martin —dijo Vince, bajando la cámara—. Las he visto antes. Ni siquiera es muy buena. Puedes oír el proyector funcionando. Está justo ahí, bajo la mesa. ¿Y ves aquí? Una maquina de hielo seco. Hace el humo.
Finney se aclaró la garganta junto a la puerta.
—Esto es cada vez más embarazoso, señor Prescott.
—Saludos —dijo el profesor Binns.
Prescott se giró salvajemente. Obviamente se estaba liando bastante.
—¡No! —gritó—. ¡Todo esto es un montaje! ¡Es culpa
suya
! ¡Está intentando engañarnos a todos! —señaló a Hubert.
—Bueno, eso es lo que hacemos aquí —dijo Hubert, sonriendo educadamente—. Estamos en el negocio de los trucos. Aunque preferimos el término "ilusión", si no le importa.
—Es maaaaagia, —dijo Delacroix de repente, un poco tontamente. Mostrando una horrible sonrisa.
—Ya veo lo que todos ustedes están intentando hacer aquí —dijo Prescott, todavía señalando a Hubert, y después a McGonagall y hasta a Sacarhina y Recreant, quienes agitaban las cabezas vigorosamente—. ¡Están intentando hacerme quedar como un loco! Bueno, mi público me conoce mejor que eso, al igual que mis asociados. ¡No pueden esconderlo todo! ¿Qué pasa con las escaleras móviles? ¿O los gigantes? ¿Hmm? ¿O…? ─Prescott se detuvo, con el dedo todavía en medio del aire. Sus ojos se desenfocaron durante un momento, y después rió maliciosamente—. Ya sé justo lo que necesito. Justo lo que necesito, de hecho. Vince, Eddie, y el resto de vosotros, venid conmigo.
Hubert los siguió mientras el equipo tropezaba y empujaban a través de la multitud de estudiantes.
—¿Adónde va usted, señor Prescott? Yo soy su guía, por si no lo recuerda. Le enseñaré cualquier cosa que desee.
—¿Sí? —dijo Prescott, volviendo a girarse hacia Hubert. Los estudiantes curiosos se habían apartado dejándole paso a él y a su equipo, así que Prescott se giró para mirarlos, de un lado a otro—. ¿Me enseñaría… —hizo una pausa dramática e inclinó la cabeza hacia arriba— el Garaje?
—El… —comenzó Hubert. Parpadeó, y después miró de reojo a la profesora McGonagall.
De repente James sintió la mano de Harry tensarse sobre su hombro. Algo iba mal.
—¿El Garaje? —repitió Hubert, como si no estuviera familiarizado con la palabra.
La sonrisa de Prescott creció hasta formar una mueca depredadora.
—¡Ajá! No estaban preparados para esto, ¿verdad? Sí, eché una larga mirada por los alrededores mientras todos estaban tan ocupados esta mañana. ¡Me asomé aquí y allá y obtuve una magnifica visión de conjunto! ¡Hay un Garaje —dijo, girándose hacia a la cámara—, que penetra el tejido mismo del espacio y el tiempo, creando un portal mágico entre este lugar y otro a miles de kilómetros de distancia! ¡América, si se me permite ser tan audaz como para adivinar! Lo he visto yo mismo. He mirado dentro de la estructura y olido el aire de ese lugar lejano. He visto el amanecer de esa tierra, mientras el sol aquí estaba alto sobre el horizonte. No había truco, ni ilusión. Esta gente nos quiere hacer creer que son simples ilusionistas, mientras yo mantengo, puesto que lo he atestiguado con mis propios ojos, que son maestros en una forma de magia que es pura y simplemente sobrenatural. ¡Ahora lo probaré! —Con una floritura, Prescott se dio la vuelta y se alejó marchando, partiendo hacia el vestíbulo principal.
Harry se colocó en línea junto a Hubert, pero no pudo captar su atención.
—¡Señor Prescott! —gritaba Hubert sobre el sonido de la ahora agitada multitud—. Realmente debo insistir que me permita… ¡señor Prescott! ¡Esto es altamente irregular!
Prescott guió a su equipo a través del vestíbulo principal y cruzando el patio. La multitud de estudiantes había crecido considerablemente, y el ruido de su paso había llegado a ser bastante alto. Todo el mundo había visto el exterior del Garaje de Alma Aleron, pero muy pocos habían estado dentro o visto lo que alojaba. El balbuceo de preocupación y curiosidad era un rugido sordo.
—Esto puede ser malo, James —dijo Harry, manteniendo la voz bajo el nivel de ruido de la multitud.
—¿Qué podemos hacer?
Harry solamente agitó la cabeza, observando como Prescott giraba en la esquina, guiando al grupo hasta un conjunto de carpas que se erguía junto al lago. Se dio la vuelta, enmarcado contra las paredes de lona. Su equipo se colocó en posición, bajando el gran micrófono hasta él y ajustando grandes sombrillas blancas para reflejar la luz del sol sobre su costado sombreado. Prescott se giró ligeramente, mostrando su mejor perfil a la cámara mientras Vince se agachaba lentamente, enfocando. Fue, James tuvo que admitirlo, un momento muy dramático.