La referencia a que los habitantes de la Tierra son como «saltamontes» no es más que una frase hecha de la Biblia que hace alusión a su pequeñez e insignificancia. Así, cuando los israelitas vagaban por el desierto y enviaron espías a la tierra de Canaán, esos espías regresaron contando historias desalentadoras sobre la fuerza de aquellas gentes y de sus ciudades.
Los espías dijeron: «…parecíamos saltamontes a su lado, y así nos veían ellos» (
Números
13, 33).
Observemos, no obstante, que se compara el cielo con un toldo y con una tienda. La imagen más habitual de una tienda es la de una estructura que se monta y desmonta con facilidad: pieles, lienzos, seda o lona. La tela se monta hacia fuera por encima y luego se extiende por los lados hasta el suelo.
Una tienda
no
es una estructura esférica que rodea a otra estructura esférica de menor tamaño. No ha existido nunca ninguna tienda así. Esquemáticamente, se trata de una semiesfera que llega hasta el suelo, donde dibuja un círculo. Y la tierra por debajo de la tienda es
plana
. Eso es cierto en cualquiera de los casos.
En la
Figura 2
he representado los cielos y la Tierra tal como son descritos en este versículo. Los saltamontes de la humanidad habitan en el interior de la tienda formada por los cielos y sobre la base de una Tierra plana.
Se trata de un concepto que parecería razonable a las personas que nunca se hubieran alejado mucho de su hogar, que no hubieran navegado por los océanos, que no hubieran observado las posiciones variables de las estrellas al viajar en dirección norte o sur, o lo que ocurre con los barcos cuando se van acercando al horizonte; personas que se habían sentido tan aterrorizadas por los eclipses que no se habían parado a observar atenta y fríamente la sombra de la Tierra sobre la Luna.
Pero en los últimos veinticinco siglos hemos aprendido muchas cosas sobre la Tierra y el Universo, y sabemos muy bien que la comparación del Universo con la tela de una tienda de campaña tendida sobre un disco plano no se corresponde con la realidad. Lo saben hasta los fundamentalistas, y la única forma que tienen de evitar llegar a la conclusión de que la Biblia estaba equivocada, es negar el significado literal de las palabras.
Esto demuestra lo difícil que resulta poner limites a la locura humana.
Si aceptamos la idea de que la Tierra es un disco plano sobre el que se apoya la semiesfera celeste, no nos quedará más remedio que preguntarnos sobre qué reposa ésta.
Los filósofos griegos hasta Aristóteles (384-322 a. C.), que fueron los primeros en aceptar que la Tierra era esférica, también fueron los primeros en no preocuparse de este problema. Se dieron cuenta de que la gravedad era una fuerza que se dirigía al centro de la esfera terrestre, así que imaginaron que la Tierra estaba suspendida en el centro de otra esfera mayor, la de la totalidad del Universo.
Para los que vivieron en una época anterior a la de Aristóteles, los que nunca oyeron hablar de él o no aceptaban sus ideas, «abajo» era una dirección cósmica independiente de la Tierra. Lo cierto es que esta idea es tan tentadora que es preciso convencer a cada generación de jóvenes de lo contrario, ¿Quién no se ha preguntado de pequeño, al enterarse en el colegio de que la Tierra es esférica, por qué la gente del otro lado, que va andando cabeza abajo, no se cae?
Y si se cree, como hacían los autores de la Biblia, que la Tierra es plana, hay que resolver la cuestión de qué es lo que impide que se caiga todo este tinglado.
La conclusión inevitable a la que llegan aquellos que no están dispuestos a creer que se trata de un milagro divino es que la Tierra debe de apoyarse sobre algo, por ejemplo sobre unos pilares. A fin de cuentas, ¿no están apoyados sobre pilares los tejados de los templos?
Pero entonces hay que preguntarse sobre qué se apoyan estos pilares. Los hindúes creen que se apoyan sobre unos elefantes gigantescos que, a su vez, se apoyan sobre una tortuga supergigantesca, que a su vez nada por la superficie de un mar infinito.
En último término siempre nos tropezamos con la divinidad o con el infinito.
Carl Sagan cuenta la historia de una mujer que tenía una solución más simple que la de los hindúes. Creía que la Tierra se apoyaba sobre el lomo de una tortuga. Le preguntó:
—¿Y en qué está apoyada la tortuga?
—En otra tortuga —dijo con altivez.
—¿Y esa otra tortuga, en qué?…
La mujer le interrumpió:
—Ya sé a dónde quiere llegar, señor, pero es inútil. Hay tortugas
todo el rato
.
¿Se aborda en la Biblia la cuestión de sobre qué reposa la Tierra?… Si, pero muy de pasada.
Verán, el problema es que la Biblia no se preocupa por detallar cuestiones que se supone que todo el mundo conoce. Por ejemplo, no se dedica a describir a Adán en el momento de su creación. No dice expresamente que Adán fue creado con dos piernas, dos brazos, una cabeza, sin cola, dos ojos, dos orejas, una boca, etc. Todo esto se da por descontado.
Del mismo modo, no se preocupa de afirmar directamente «Y la Tierra es plana», porque los autores de la Biblia nunca oyeron a nadie sostener lo contrario. Sin embargo, es evidente que estaban convencidos de ello por sus tranquilas descripciones de la Tierra como un disco con la tienda de los cielos por encima.
Del mismo modo, sin afirmar explícitamente que la Tierra plana se apoya en alguna otra cosa, porque todo el mundo
sabía
que era así, se alude a esa otra cosa de pasada.
Por ejemplo, en el capítulo treinta y ocho del Libro de
Job
, Dios responde a las lamentaciones de aquél sobre la injusticia y la maldad del mundo, pero no explicándole cuál es la razón de todo esto, sino poniendo de manifiesto la ignorancia del hombre, y negándole por lo tanto hasta el derecho a hacerse preguntas (una manera arrogante y autocrática de eludir las preguntas de Job, pero esa no es la cuestión). Estas son sus palabras:
«¿Dónde estabas cuando cimenté la tierra? Dímelo, si es que sabes tanto. ¿Quién señaló sus dimensiones, si lo sabes, o quién le aplicó la cinta de medir? ¿Dónde encaja su basamento o quién asentó su piedra angular?…» (
Job
, 38, 4-6).
¿Qué son estos «cimientos»? Es difícil saberlo, porque la Biblia no los describe expresamente.
Podríamos decir que los «cimientos» son las capas inferiores de la Tierra, el manto y el núcleo de hierro líquido. Sin embargo, los autores bíblicos no habían oído hablar de estas cosas, como tampoco habían oído hablar de las bacterias: por eso se servían de objetos tan grandes como los saltamontes para dar una imagen de la insignificancia. La Biblia no dice
nunca
que las regiones que se encuentran bajo la superficie de la Tierra estén formadas por rocas y metal, como veremos más adelante.
Se puede decir que la Biblia fue escrita con palabras que tienen un doble significado; sus versículos tenían un sentido para las personas sencillas contemporáneas de los autores bíblicos, pero tienen otro distinto para los lectores más informados del siglo XX, y los lectores todavía más informados del siglo XXXV les encontrarán otro sentido distinto.
Pero esta afirmación echa por tierra todas las teorías de los fundamentalistas, ya que entonces todo lo que se dice en la Biblia puede interpretarse para adaptarlo a un Universo de quince mil millones de años de antigüedad, cosa que los fundamentalistas rechazan de plano.
De ahí que para rebatirlos tengamos que partir de la base de que la «Biblia del rey Jaime» fue escrita en inglés, de manera que los «cimientos» de la Tierra son los objetos sobre los que ésta se apoya.
En otra parte del Libro de
Job
, éste dice, al describir el poder de Dios: «Las columnas del cielo tiemblan, asustadas, cuando El brama» (
Job
, 26, 11).
Da la impresión de que estas columnas eran los «cimientos» de la Tierra. Es posible que se encontraran por debajo de los bordes de ésta, en el punto en que se une con el cielo, como muestra la
Figura 3
. Por tanto, estas estructuras son, al mismo tiempo, los pilares del cielo y los cimientos de la Tierra.
¿Y sobre qué están apoyados los pilares? ¿Sobre elefantes? ¿Sobre tortugas? ¿O acaso hay pilares «todo el rato»? ¿O se apoyan sobre las espaldas de los ángeles que vuelan eternamente por el espacio? La Biblia no aclara este punto.
¿Y qué es ese cielo que cubre la superficie de la Tierra como una tienda?
En la historia de la creación de la Biblia, la Tierra era en un principio un mar de aguas informes. En el primer día Dios creó la luz y se las arregló de algún modo, pues el Sol todavía no existía, para que ésta fuera intermitente, produciendo una sucesión de días y de noches.
Después, en el segundo día, colocó la tienda sobre las aguas informes:
«Y dijo Dios: “Que exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas”» (
Génesis
. 1, 6).
La primera parte de la palabra «firmamento» es «firme», y esa era la idea de los autores bíblicos. Esta palabra es una traducción del término griego
stereoma
, que quiere decir «un objeto duro» y que es a su vez la traducción del término hebreo
rakia
, que es «una delgada lámina de metal».
Es decir, el cielo se parece mucho a la cubierta metálica semiesférica colocada sobre una fuente plana en nuestros restaurantes más elegantes.
Según el relato, el Sol, la Luna y las estrellas fueron creados en el cuarto día. Las estrellas eran chispas de luz pegadas al firmamento, y el Sol y la Luna eran círculos de luz que lo atraviesan de este a oeste, quizá justamente por debajo del firmamento.
Esta imagen de conjunto está descrita más explícitamente en el
Apocalipsis
, escrito alrededor del año 100 de nuestra era y que contiene una serie de visiones apocalípticas del fin del Universo. En cierto momento se habla de un gran terremoto», a consecuencia del cual:
«… las estrellas del cielo cayeron a la tierra como caen los higos verdes de una higuera cuando la sacude un huracán. Desapareció el cielo como un volumen que se enrolla…» (
Apocalipsis
, 6, 13–14).
Es decir, las estrellas (esos pequeños puntos de luz) se despegaron de la delgada estructura metálica del firmamento con el terremoto, y la misma lámina de metal se enrolló sobre si misma como un rollo de pergamino.
El firmamento cumple la función de «separar las aguas de las aguas». Parece ser que sobre la base plana de la estructura del mundo, sobre la misma Tierra, hay agua, y que también hay agua
por encima
del firmamento. Es de suponer que la lluvia procede de ese depósito elevado. (¿Qué otra razón podría haber para que cayera agua del cielo?)
Parece ser que existe algún tipo de aberturas que permiten que la lluvia atraviese el firmamento y caiga sobre la Tierra, y cuando se desea que caiga una lluvia especialmente copiosa estas aberturas se ensanchan. así, en el caso del Diluvio universal:
«…se abrieron las compuertas del cielo» (
Génesis, 1
, 11).
En la época del Nuevo Testamento los sabios judíos ya habían oído hablar de la teoría griega de las múltiples esferas que rodean la Tierra, una por cada uno de los siete planetas y otra más externa para las estrellas. Empezaron a tener la impresión de que era posible que no bastara con un solo firmamento.
Así, san Pablo, en el primer siglo de nuestra era, cree que existen varios cielos. Dice, por ejemplo:
«Yo sé de un cristiano que hace catorce años fue arrebatado hasta el tercer cielo» (
2 Corintios
, 12, 2).
¿Qué es lo que hay por debajo del disco plano de la Tierra? Desde luego, no se trata de un manto y un núcleo de hierro líquido del tipo de los que hablan los geólogos de hoy en día; por lo menos no según la Biblia. En su lugar, bajo la Tierra plana se encuentra la morada de los muertos.
La primera mención que se encuentra es en la historia de Córaj, Datan y Abirán, que se rebelaron contra el liderazgo de Moisés en la época en que los judíos vagaban por el desierto:
«Apenas había terminado de hablar, cuando el suelo se resquebrajó debajo de ellos, la tierra abrió la boca y se los tragó con todas sus familias, y también a la gente de Córaj con sus posesiones. Ellos con todos los suyos bajaron vivos al abismo; la tierra los cubrió y desaparecieron de la asamblea» (
Números
, 16, 31-33).