Sin embargo, cuando Milton describe el caos en términos de la tradición griega, no por ello abandona la idea del vacío. Si toda la materia se encuentra confundida en el caos, también tiene que haber fragmentos de no-materia en medio de esa confusión, o no seria un caos verdadero. Por tanto, de vez en cuando es probable que Satán se encuentre con un espacio vacío, del mismo modo que un avión puede encontrarse con una bolsa de aire o un nadador con una corriente de resaca.
Así, Satán encuentra «una vasta vacuidad: en vano agita sus alas cuando de improviso cae como plomo a una profundidad de diez mil brazas, y su caída aún seguiría en este instante, si la malhadada casualidad no hubiera querido que fuera rechazado con vigor por una tumultuosa nube, toda de fuego y salitre, que le arrastró velozmente en su subida durante muchas millas».
Creo que se trata de la primera mención literaria al vacío entre los mundos. (Es evidente que Milton no tenía una noción precisa de la fuerza de la gravedad. Su obra está escrita veinte años antes de la publicación del gran libro de Newton sobre el tema.)
Satán consigue su objetivo. Al final del Libro II de
El paraíso perdido
llega a la Tierra, después de haber realizado un viaje tan imaginativo y audaz como cualquiera de los descritos en la literatura de ciencia-ficción.
Hay todavía otro pequeño detalle que me gustaría mencionar. En el Libro VIII Adán le pregunta al arcángel Rafael cómo hacen el amor los ángeles.
«A lo que el Ángel, con una sonrisa que resplandecía celestialmente entre rosados rubores, el verdadero color del Amor, respondió: “Habréis de daros por satisfecho con saber de nuestra felicidad, y sin Amor no hay felicidad posible. Por muy puro que sea el placer de vuestro cuerpo (pues puro fuisteis creado), nuestro placer es más elevado, sin encontrar obstáculo alguno en las fuertes barreras de membrana, miembro o articulación: más fácil que el aire con el aire es el abrazo de los Espíritus, su mezcla es total, la unión de lo Puro con lo Puro en el deseo…”»
Cuando
yo
me propuse escribir acerca de otro universo y de un grupo de organismos vivos totalmente distintos a nosotros, estaba buscando algo verdaderamente extraño que me sirviera de núcleo alrededor del cual construir todo el resto.
Decidí que mis organismos harían el amor de manera absoluta y «sin encontrar obstáculo alguno». Además, inventé tres sexos para añadir una diferencia más, y «su mezcla es total». Este fue el origen de la segunda parte de mi novela
Los propios dioses
, que ganó el premio Hugo y el Nébula de 1973; todo el mundo dijo que la segunda parte era la mejor.
Así que, si quieren saber de dónde saco mis disparatadas ideas, ya ven que, en ocasiones, las tomo de los mejores autores de ciencia-ficción que puedo encontrar, como, por ejemplo, John Milton.
Y si por casualidad se sienten repentinamente interesados en leer
El paraíso perdido
, les aconsejo que se compren un ejemplar de
«
El paraíso perdido» anotado por Asimov. Alguna gente lo considera bastante bueno;
yo
creo que es increíblemente bueno.
NOTA
La gran ventaja de estar tan alegremente seguro de uno mismo es que uno es capaz de escribir sobre casi cualquier cosa sin darle mayor importancia. Rara vez me disuade de mi propósito el hecho de preguntarme a mí mismo: «¿Pero
sé
algo sobre el tema?»; me limito a suponer que sé lo bastante.
De ahí que, como había escrito dos voluminosas obras sobre la Biblia y sobre Shakespeare y me había divertido enormemente con ello, me puse a buscar algo más que hacer que me resultara igualmente agradable. Así que pensé: «¿Por qué no escribir las anotaciones a
El paraíso perdido
?»
Inmediatamente me puse a ello, y me divertí tanto que casi no me había tomado un momento de descanso cuando me di cuenta de que había llegado al libro decimosegundo y último, y de que había acabado también las notas a
El paraíso recobrado
. Habría seguido con las anotaciones a
Sansón agonista
, pero me pareció que Doubleday no iba a querer publicarme nada más.
Esta es la razón de que no vacilara un instante en utilizar las habilidades recién adquiridas en mis empeños miltonianos para ir aún más allá y escribir este articulo, en el que interpreto el poema de Milton bajo una luz que (estoy seguro) es completamente revolucionaria. En pocas palabras, lo que hice fue considerar a Milton un escritor de ciencia-ficción y, sinceramente, creo que demostré que mi teoría era absolutamente acertada. ¿No lo creen ustedes así?
Si alguno de ustedes aspira a alcanzar la categoría de Persona Muy Importante (VIP), permítanme que les prevenga con tristeza de que tiene sus inconvenientes. Por mi parte, hago todo lo que está en mi mano para evitar esta calificación, intentando pasarme el mayor tiempo posible junto a mi máquina de escribir, disfrutando de mi espléndido aislamiento. Y aun así, el mundo viene a entrometerse.
De vez en cuando descubro que me han programado la asistencia a alguna gran celebración en un lujoso hotel, con instrucciones de llevar «pajarita negra», lo cual quiere decir que tengo que enfundarme el esmoquin. La verdad es que no es demasiado difícil, y una vez que me encuentro en su interior, con todos los lazos y botones bien abrochados, con el nudo de la pajarita bien hecho y la faja de la cintura ajustada, no me siento demasiado distinto. De eso se trata precisamente. A mí no me sienta bien el esmoquin, sino la ropa vieja y deformada.
Precisamente la otra noche estaba previsto que hiciera acto de presencia, ataviado con mi resplandeciente esmoquin, en el Waldorf-Astoria. Había sido invitado, pero no había recibido las invitaciones.
Así que le dije a Janet (que, en uno de esos diálogos típicamente conyugales, había expresado su habitual deseo de coger las tijeras del jardín y darle unos buenos cortes a mis exuberantes patillas, a lo que yo me había negado, como de costumbre): «Oye, si cuando lleguemos no nos dejan entrar sin invitaciones, no te preocupes. Dejamos los abrigos en el guardarropa, bajamos tres pisos hasta el Peacock Alley, y cenamos allí.»
La verdad es que tenía la esperanza de que no nos dejaran entrar. El Peacock Alley es el restaurante que más me gusta de todos los que frecuento en Nueva York. Cuanto más nos acercábamos al hotel, más agradable se me hacia la imagen mental de los estragos que pensaba hacer en el generoso menú del Peacock.
Por último, nos encontramos allí, frente a un grupo de agradables personas que tenían instrucciones de impedir la entrada al gran salón de baile a toda la chusma.
—Lo siento —dije con firmeza—, pero no tengo invitaciones.
A continuación, una joven murmuró audiblemente desde el otro lado de la mesa:
—¡Oh, Dios mío! ¡Isaac Asimov!
Inmediatamente, Janet y yo fuimos arrastrados a toda prisa a la sala de los VIPs y se desvanecieron todas mis esperanzas de cenar en el Peacock Alley
[31]
.
Así que vamos a pasar, siguiendo el curso natural de mis pensamientos, a ese VIP de las partículas subatómicas: el protón.
Los protones representan nada menos que el 90 por 100 de la masa total de aquella parte del Universo cuya presencia es más evidente: las estrellas. Por tanto, parece lógico afirmar que el protón es la materia misma del Universo, y que no hay nada que se merezca más que él el apelativo de Muy Importante.
Y, sin embargo, el orgulloso reinado del protón sobre el mundo subatómico está empezando a tambalearse.
En primer lugar, existe la posibilidad de que la materia constituyente del Universo no sea el protón, después de todo, sino el neutrino, y que el protón sólo represente una parte considerable de la masa del Universo.
En segundo lugar, es posible que el protón ni siquiera sea inmortal, como se ha creído durante mucho tiempo, y que tras incontables veranos cada una de estas pequeñas partículas tenga que enfrentarse a la decadencia y a la muerte como usted o como yo.
Pero empecemos por el principio.
Hasta la fecha, se cree que existen dos variedades fundamentales de partículas: los leptones y los quarks.
Existen diferentes tipos de leptones. En primer lugar, están el electrón, el muón y el tauón (o electrón tau). Luego están las partículas complementarias de éstas: el antielectrón (o positrón), el antimuón y el antitauón. Luego hay un neutrino asociado a cada una de las anteriores: el neutrino electrónico, el neutrino muónico y el neutrino tauónico, y, por supuesto, un antineutrino para cada una de ellas.
Eso supone un total de doce leptones conocidos, pero podemos simplificar un tanto el problema si dejamos de lado las antipartículas, ya que lo que tenemos que decir sobre las partículas es igualmente cierto para las antipartículas. Además, no vamos a tratar de hacer distinciones entre los neutrinos, porque es probable que éstos oscilen e intercambien sus identidades continuamente.
Vamos a hablar, por tanto, de cuatro leptones: el electrón, el muón, el tauón y el neutrino.
Las distintas partículas tienen distintas masas en reposo. Por ejemplo, si asignamos a la masa del electrón el valor de la unidad, la masa en reposo del muón es aproximadamente de 207, y la del tauón es aproximadamente de 3.600.
La masa representa una forma de energía muy concentrada, y parece ser que las partículas normalmente tienden a transformarse espontáneamente en otras de menor masa.
Así, los tauones tienden a separarse para formar muones, electrones y neutrinos, y además muy rápidamente. La vida media de un tauón (el período de tiempo en el cual se habrán descompuesto la mitad de ellos) es de sólo unas cinco billonésimas de segundo (5 × 10
–12
segundos).
A su vez, los muones se descomponen en electrones y neutrinos, pero, dado que los muones tienen menos masa que los tauones, parece ser que duran un poco más; sus vidas medias son de unas 2,2 millonésimas de segundo (2,2 × 10
-6
segundos).
Por tanto, podría suponerse que los electrones quizá vivan un poco más aún, descomponiéndose a su vez en neutrinos, y que los neutrinos, después de un periodo de vida considerable, quizá se desvanezcan en la no masa; pero no es así como ocurren las cosas.
Los leptones no pueden desaparecer por completo, siempre que estemos hablando de partículas aisladas o de antipartículas aisladas y no de una combinación de ambas. Un electrón y un antielectrón pueden combinarse y aniquilarse mutuamente, transformándose en fotones de masa cero (que no son leptones); pero ese es otro asunto del que no nos vamos a ocupar ahora.
Siempre que se trate sólo de partículas (o sólo de antipartículas) los leptones tienen que seguir existiendo; pueden pasar de una forma a otra, pero no pueden desaparecer por completo. Esta es la
ley de la conservación del número leptónico
, que también implica que un leptón no puede surgir a partir de un no-leptón. (Un leptón
y
su antileptón correspondiente pueden surgir simultáneamente a partir de un no-leptón, pero esa es otra cuestión.) Y no me pregunten
por qué
se conserva el número leptónico; simplemente parece ser que el Universo funciona así.
La conservación del número leptónico exige que al menos el neutrino tiene que ser inmortal y no descomponerse nunca, ya que no existe ningún leptón con una masa aún menor en el que pueda transformarse. Esto se ajusta a los hechos, al menos a los hechos conocidos.
¿Pero por qué tiene que ser estable el electrón, como parece ser que ocurre? ¿Por qué no se descompone en neutrinos? Esta descomposición no va contra la ley de la conservación del número leptónico.
Ah, pero es posible que los leptones tengan una característica fácilmente ponderable: la carga eléctrica.
Algunos de estos leptones, los diferentes neutrinos y antineutrinos, no tienen ningún tipo de carga eléctrica. Los otros, el electrón, el muón y el tauón, tienen todos una carga eléctrica de la misma magnitud, que por razones históricas se considera negativa y a la que generalmente se le asigna el valor de la unidad. Cada electrón, muón y tauón tiene una carga eléctrica de –1, mientras que cada antielectrón, antimuón y antitauón tiene una carga eléctrica de +1.
Pero resulta que también existe una
ley de la conservación de la carga eléctrica
, lo que quiere decir que nunca se ha observado que la carga eléctrica se desvanezca en la nada o aparezca a partir de la nada. La descomposición de los leptones no puede afectar a la carga eléctrica. (Naturalmente, es posible que un electrón y un antielectrón se combinen y produzcan fotones, con lo que las cargas opuestas, +1 y –1, se anularán entre sí. Además, un leptón y un antileptón pueden formarse simultáneamente, produciendo una carga +1 y otra –1 donde antes no existía ninguna; pero no estamos discutiendo estas cuestiones; estamos hablando del comportamiento de las partículas y antipartículas consideradas por separado.)
El electrón es el leptón con carga eléctrica de menor masa. Esto quiere decir que aunque los leptones de masa mayor pueden descomponerse fácilmente para formar electrones, el electrón no puede descomponerse, porque no existe ninguna partícula con menos masa que pueda llevar carga eléctrica, y ésta
tiene
que seguir existiendo.
Resumamos, entonces.
Los muones y los tauones pueden formarse si las condiciones existentes son tales que provocan una alta concentración de energía localizada; por ejemplo, en los procesos relacionados con los aceleradores de partículas o con el bombardeo con rayos cósmicos; pero no pueden durar mucho tiempo después de su formación. En condiciones ordinarias, en las que no se den procesos que supongan una alta concentración de energía, no se encuentran ni muones ni tauones, y los leptones presentes en el Universo son sólo los electrones y los neutrinos. (Ni siquiera hay una cantidad significativa de antielectrones.)
Pasemos ahora a la otra variedad básica de partículas, el quark. Al igual, que los leptones, los quarks pueden ser de diferentes tipos, pero existen ciertas diferencias de importancia.
Para empezar, los quarks tienen cargas eléctricas fraccionadas, como, por ejemplo, +2/3 y +1/3. (Los antiquarks tienen cargas de -2/3 y de — 1/3, por supuesto.)
Además, los quarks pueden entrar en «interacción fuerte», que es muchísimo más intensa que la «interacción débil» de los leptones. La intensidad de la interacción fuerte hace muy improbable (puede que incluso imposible) que se encuentren nunca aislados. Al parecer, sólo se encuentran en grupos cuyas uniones operan de acuerdo con unas leyes formuladas recientemente por los científicos. Uno de los agrupamientos más comunes es el de tres quarks asociados, de tal forma que su carga eléctrica total es de 0, 1 ó 2 (positiva en algunos casos y negativa en otros).