Urdangarin. Un conseguidor en la corte del rey Juan Carlos (22 page)

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Authors: Eduardo Inda,Esteban Urreiztieta

Tags: #Ensayo, #Biografía

BOOK: Urdangarin. Un conseguidor en la corte del rey Juan Carlos
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El desembolso de los 1,2 millones de euros a Nóos se articuló recurriendo a la fórmula jurídica del convenio. Para eludir la convocatoria de un concurso público. Esa artimaña se había convertido en una práctica habitual para adjudicar a dedo determinadas cantidades de dinero a empresas concretas sin tener que dar opción a otras a presentarse.

Se estableció por parte del Gobierno balear que solo el Instituto «sin ánimo de lucro» Nóos podía acometer esta iniciativa en Baleares y se rubricó el preceptivo contrato con esta entidad. Este argumento tiene su explicación en que la ley solo permite esquivar la concurrencia pública en el supuesto de que solo exista una empresa o un profesional en el mundo capaz de desarrollar un trabajo concreto. Se consideró, en consecuencia, que solo el duque de Palma podía organizar unas charlas que analizaran la por otra parte etérea relación entre el turismo y el deporte en Baleares, saltándose los preceptos legales.

El importe de las jornadas fue fijado por Iñaki Urdangarin y Diego Torres y no fue objeto de negociación. Como tampoco se discutió una sola de las partidas que incluyeron en su presupuesto, que no se retocó un ápice.

La tramitación administrativa, al igual que el resto de asuntos concernientes al duque de Palma, corrió a cargo de los Servicios Jurídicos de Presidencia, para evitar filtraciones y zancadillas legales por parte de los órganos de Intervención. Todo volvieron a ser facilidades. El 75 por ciento del importe total fue abonado antes de la organización del evento y solo el 25 por ciento restante se pagó a posteriori. A diferencia de otros contratos, el Gobierno balear no fue pagando a medida que le fueran librando las preceptivas facturas. Dio el dinero y se desentendió por completo, aferrándose a un resquicio legal por el cual en el marco de un convenio bastaría con la constatación de la realización del trabajo en cuestión para entregar el dinero sin necesidad de requerir los justificantes de que se ha empleado íntegramente en el fin establecido.

Como único documento acreditativo del coste total, Urdangarin y Torres presentaron el referido presupuesto, que iba firmado por este último. Este documento fue recogido también por la edición nacional del periódico y desató la primera tormenta. Acompañado de un editorial titulado «Un foro muy rentable», que apuntaba las claves de un escándalo que se encontraba todavía en un estado embrionario. «De Iñaki Urdangarin, consorte de la infanta Cristina, se ha dicho que se ha convertido en un poderoso hombre de negocios al tiempo que se ha criticado que algunos de esos negocios podrían verse favorecidos por su condición de miembro de la familia real», señalaba con todas las cautelas. «Si un foro de tres días cuesta esta barbaridad es que deben de haberse administrado mal los recursos. Urdangarin, como organizador, y el Gobierno balear como pagano, deben dar alguna explicación», abundaba el rotativo que dirige Pedro J. Ramírez.

Diéguez salió a la palestra sin esperar un minuto, presentando el foro de Urdangarin como «un caso de pésima administración de los recursos públicos» y fue todavía más allá en la exigencia de responsabilidades. Instó a Matas y a su gobierno a que justificaran el destino del dinero o, de lo contrario, anunció que solicitaría una comisión de investigación parlamentaria. Le dio al presidente un ultimátum de «dos semanas», a partir del cual, si no había encontrado respuesta, actuaría en consecuencia.

Para explicar el escándalo de manera gráfica a la ciudadanía, el diputado socialista convocó a los medios, denunció que no le salían los números y empezó a poner ejemplos prácticos. «Suponiendo que se trabajara ocho horas durante cada uno de esos dos días, sale la hora del evento a 75.000 euros. Ni siquiera Ronaldinho cobra tanto», apostilló estableciendo una comparación entre los honorarios del duque de Palma y la entonces estrella brasileña del F. C. Barcelona. Lo cual tiene su aquel, teniendo en cuenta que Diéguez es un madridista furibundo. «Han recibido además dinero de patrocinadores que no han sido descontados del coste final», subrayó al tiempo que señalaba con su dedo acusador al presidente como máximo responsable. «La decisión de que el organizador fuera Urdangarin la tomó Matas. Fue cosa suya».

El Instituto Nóos, situado repentinamente en el ojo del huracán, se vio obligado a dar algún tipo de explicación. El duque de Palma llamó a Diego Torres. Coincidieron en la necesidad de decir algo y de no dar la callada por respuesta y confeccionaron una escueta nota de prensa. Despacharon el asunto en medio folio con el que acabaron echando todavía más leña a la hoguera. El comunicado del Instituto Nóos anunciaba que el Illes Balears Forum iba a continuar con su actividad como si nada. Pero desvelaba una importante novedad: que la entidad había montado ya un «observatorio permanente» en las Islas que le otorgaba unos derechos casi vitalicios. Es decir, que el Instituto Nóos no solo había organizado la primera de las ediciones para analizar la relación entre el deporte y el turismo, sino que tenía la vocación de perpetuarse en Baleares desarrollando iniciativas que iban a ser financiadas, todas ellas, con cargo al erario público.

«Se trata de una iniciativa permanente de encuentro entre agentes del mundo empresarial, académico y administrativo para analizar las actividades turísticas basadas en el deporte», enfatizaron. Urdangarin y Torres habían venido, por lo tanto, para quedarse. En el mismo comunicado, la entidad «sin ánimo de lucro» recalcó que «durante las treinta horas de trabajo» del primer Illes Balears Forum, «tuvieron lugar más de un centenar de intervenciones por parte de ciento veinte expertos». Y resaltó el impacto mediático de esta iniciativa como principal argumento para justificar su coste: «Se generaron más de trescientas noticias en medios locales, nacionales e internacionales». Lo cual tiene su gracia porque los españoles y/o baleares que recuerden la celebración del fórum se pueden contar con los dedos de la mano.

En lo que respecta a la principal tesis acusatoria, el destino final del dinero cobrado, ni una sola línea. Solo dejaron claro que el evento había tenido un gran impacto y que se iba a repetir adoptando diferentes fórmulas.

Con la siguiente edición del Illes Balears Forum ya en marcha y prevista para el 21 de noviembre de ese mismo año, Urdangarin y Torres montaron un gabinete de crisis para sortear el chaparrón. Comprobaron que solo
El Mundo
se había atrevido a denunciar el coste del evento y le había dado verdadera relevancia al asunto y que, para variar, el resto de medios habían mirado hacia otro lado. Por lo tanto, si el problema era
El Mundo
, había que atajarlo de raíz y neutralizar al periódico hostil de la manera que fuera. Urdangarin no paró de repetir que no sabía «qué le pasaba a Pedro J.» con ellos, que no entendía «a cuento de qué» venían estas informaciones y que la única explicación que, a su juicio, tenía todo aquello era socavar la imagen del rey. «Están pegando a mi suegro en mi trasero», repetía una y otra vez. «
El Mundo
siempre ha ido a la caza y captura del rey y por eso ahora la están tomando conmigo», insistía para intentar entender lo que estaba sucediendo.

Inicialmente, se negó en rotundo a realizar cualquier tipo de acercamiento. Se convenció a sí mismo de que su figura no era más que un daño colateral en una campaña contra el monarca. Pero, a la postre, le convencieron de que no le quedaba otro remedio que realizar un guiño al periódico si no quería que el problema fuera a mayores. Es más, si las informaciones habían surgido de la edición local del diario, lo más eficaz sería concentrar todos los esfuerzos en atajar el foco del incendio.

A los pocos días, una comitiva del Instituto Nóos entró por la puerta de la sede de
El Mundo/El Día de Baleares
. Se trata de un edificio acristalado de color negro que mira a la vía de circunvalación de Palma (la Vía de Cintura) y en sus cristaleras se reflejaron de pronto unas figuras extrañas, con apariencia de auditores de cuentas. La estética de todos los integrantes de la expedición era muy similar. Trajes oscuros, camisas negras o azul marino, el pelo muy corto y gruesas gafas de pasta. Por encima del resto sobresalía Diego Torres como jefe de aquel grupo en el que no se encontraba el duque de Palma. Portaban maletines repletos de documentación y arrastraban las mismas caras de circunstancias. Tomaron el ascensor en dirección a la tercera planta y cogieron aire.

El marido de la infanta Cristina no estaba físicamente pero se encargó de allanar el terreno. Llamó a su amigo Pepote para que no dejase solos a sus subordinados en aquel trance. Le pidió que se encargara de todo y contribuyera a limar asperezas. Y tanto interés volvió a poner el duque de Palma en este asunto que el director general de Deportes del Gobierno balear se encontraba, con gesto también tenso y serio, en el interior de aquel ascensor, moviendo las manos compulsivamente. Era un hombre al borde de un ataque de nervios.

Su presencia dotaría a aquel encuentro informal de cierto carácter institucional. Era importante que quedase claro que el ejecutivo de las Islas apadrinaba aquella iniciativa y que se situaba al frente del proyecto. En los buenos momentos, pero también en los más amargos. No podía faltar y allí estaba, en primera línea. De tal manera que
El Mundo
supiera que si se oponía a aquel proyecto se estaba enfrentando al mismísimo ejecutivo autonómico.

La comitiva se acomodó en la sala de juntas del periódico, con la imponente Serra de Tramuntana como decorado de fondo y los cimientos del nuevo hospital de referencia del archipiélago, el de Son Espases, en el horizonte. Con las escarpadas montañas como testigos mudos, Pepote Ballester echó un rápido vistazo a su alrededor, tomó la iniciativa y abrió el fuego.

—Hemos venido para explicaros lo importante que es este proyecto para Baleares, para que lo entendáis y para solventaros cualquier tipo de duda —señaló a los periodistas presentes en la sala.

Diego Torres aguardaba impaciente su intervención, moviendo inquieto las piernas, y tomó el turno de palabra al terminar el exmedallista olímpico de vela. Dejó a un lado cualquier tipo de formalismo y arrojó sobre la mesa el mensaje que llevaba horas mascullando.

—Tenemos varias ofertas para llevarnos esta iniciativa a otras partes de Europa. Incluso Turquía estaría interesada en convertirse en el escenario de los foros sobre turismo y deporte y en albergar un observatorio permanente. Si la sociedad balear no nos apoya, nos vamos —amenazó con un marcado tono de suficiencia el socio del duque de Palma—. O todos los agentes de esta sociedad están de acuerdo en apoyar al Instituto Nóos o nos marchamos con la música a otra parte. Vosotros mismos —remachó Torres en una actuación aún más chulesca si cabe. Claro que así se las gastaban en esos tiempos de vino y rosas Urdangarin y Torres. Se creían los amos del universo, el dinero entraba a espuertas y, encima, eran intocables. O al menos, eso se pensaban ellos.

Las palabras de Torres rebotaron contra los cristales, levantando a su paso un silencio oscuro. Era una advertencia lanzada por la mano derecha del yerno del rey en presencia del hombre de confianza de la familia real en Palma que, además, estaba allí, de cuerpo presente, representando al Gobierno balear en la cita. Pepote asintió con la cabeza y recalcó que el periódico debía reconsiderar su decisión, porque podía acabar poniendo punto y final a una iniciativa «tan beneficiosa para Baleares».

Los acompañantes de Torres salieron al paso, como una fiel cuadrilla, repartiendo folletos del Instituto Nóos y recalcando lo bien que había quedado la primera edición de las charlas, el impacto que había tenido y lo importante que iba a ser la segunda, convocada para noviembre de ese mismo año.

—Ya os lo he dicho, si no contamos con vuestro apoyo, nos largamos —volvió a la carga Torres, rehusando rebajar el clima de tensión de aquel encuentro.

Pepote se limitó a poner paños calientes, tomó la iniciativa, como si él también formara parte de la directiva del Instituto Nóos, de invitar a una representación del periódico a Barcelona a visitar las instalaciones y «ver cómo se trabaja». «Si queréis podéis hacer un reportaje», terció. O los que hiciesen falta.

—Si hay algo que consideramos que es noticia, lo publicaremos. Una y mil veces. Es nuestra obligación. Eso sí, tenéis nuestro compromiso de que os llamaremos antes —les despachó diplomática pero contundentemente Eduardo Inda.

Era la única frase que consiguieron arrancar de aquella reunión. Por lo tanto, la suerte estaba echada. Con
El Mundo
no había nada que hacer y había que contrarrestar como fuera a la oposición parlamentaria para detener la sangría de declaraciones. Todo tenía que quedar en un pequeño susto que no fuera a mayores. De la noche a la mañana, la beligerancia del diputado Diéguez fue languideciendo hasta desaparecer. La dirección nacional del partido le prohibió seguir adelante con las denuncias y nunca solicitó formalmente la anunciada comisión de investigación parlamentaria, pese a que pasaron las dos semanas de plazo. El mismísimo José Luis Rodríguez Zapatero llamó al secretario general del PSIB-PSOE para que dejaran de tocar las narices.

—Xisco, te llamo para que os olvidéis de lo de Urdangarin. Dejadlo, te lo pido por favor, institucionalmente es un lío —le reconvino con su tono mitad paternal, mitad didáctico, el presidente del Gobierno al que Alfonso Guerra bautizó como
Bambi
.

Vencido el cacareado ultimátum del PSOE, solo quedaba concentrarse en la segunda edición del Illes Balears Forum. Para evitar suspicacias, el importe total de la segunda edición tendría un coste ligeramente inferior, de 1,1 millones de euros. Como si rebajando 100.000 euros se fueran a acallar definitivamente las críticas. Y siguieron adelante, convencidos también de que
El Mundo
no acabaría haciendo un
caso Urdangarin
de aquellas jornadas.

Los resortes de la Casa Real, sin embargo, se activaron al advertir que los problemas podrían pasar a mayores. Por primera vez se había abierto la veda informativa. Los intensos rumores relacionados con las actividades de Urdangarin habían sido puestos por primera vez negro sobre blanco y, por si fuera poco, el 6 de marzo de 2006 la revista
El Siglo
se sumó a las revelaciones del periódico de Unidad Editorial dedicando su portada al duque de Palma y avanzando con su titular lo que ya era un hecho: «Los negocios de Urdangarin,
el yernísimo
, con el gobierno de Matas comprometen a la Casa Real».

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