Solos (25 page)

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Authors: Adam Baker

Tags: #Intriga, Terror

BOOK: Solos
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Durante el tiempo que pasé en Kings College veía a pacientes de cáncer de pulmón, en pijama o camisón, empujando el gotero hasta la puerta trasera del hospital. Se reunían en una zona de carga y saboreaban un cigarrillo. ¿Por qué dejarlo? Lo peor ya había pasado. El daño ya estaba hecho.

Anoche sentí el impulso de salir al exterior y contemplar la isla desde la barandilla. Cuarenta bajo cero, pero apenas noté el frío. Me quedé un buen rato allí fuera y escuché las voces susurrantes dentro de la cabeza. Murmullos insinuantes en lo más profundo del cerebro, tenues como una débil señal de radio, demasiado débiles para ser comprensibles. He sospechado a menudo que los infectados por esta enfermedad poseen una especie de mente colectiva. Esos últimos días he observado a menudo desde la barandilla cómo los pasajeros del
Hyperion
se agrupan en la orilla. Por lo poco que he podido ver, se juntan en bandadas, como los pájaros. Se mueven en grupo. Individualmente son lentos y torpes, pero cuando se agrupan son una fuerza formidable.

Hay una caja de bebida abandonada en la cantina. Vodka, tequila, coñac. Restos de la desenfrenada fiesta romana. También rollitos de salchicha secos y galletas saladas untadas con crema de queso. Durante la fiesta, Ghost pronunció unas palabras de agradecimiento para Jane, que condujo el
Hyperion
hasta la isla. Es un obvio intento de recuperar la confianza de la tripulación. Jane se había hecho con un transatlántico, un transporte absolutamente inmejorable y con el que no podíamos ni soñar en conseguir, y se las arregló para estrellarlo. Me sorprende que el resto no construyera una plancha para arrojar a Jane al mar. La tripulación parece extrañamente pasiva. El recuerdo de sus anteriores vidas se ha desvanecido hasta el extremo de que no recuerdan nada excepto la refinería. Para ellos es lo único real. Vagan por los pasillos igual que los marineros de
El holandés errante
. Se han refugiado todos en su propia psicosis.

Mal pasa horas sentado frente a la tele, contemplando las interferencias y tatuándose el dorso de las manos. Sistema carcelario. Tinta de boli pinchada bajo la piel con un imperdible doblado. Mal ya tenía tatuajes, pero se quemó las manos con sosa cáustica y en sus nudillos se leía ODIO y AMOR. Repasó con tinta las letras y añadió dibujos de telaraña.

Gus se ha mudado al antiguo gimnasio. Está acampado entre cintas de correr y aparatos de aerobic congelados. En una pared ha pintado un lóbrego paisaje lunar. Le ha puesto nombre al lugar: Tranquilidad. Habla con un fingido acento de pijo y ha empezado a hacerse llamar duque de Amberley. Empezó como broma, pero se enfada de verdad si no se le dice «su señoría». A la tripulación no parece importarle complacerlo. Hay un entendimiento tácito de que hace falta cierta dosis de locura. Ojalá pudiera estar entre ellos y ver cómo se desarrolla eso.

Supongo que resistiré esta enfermedad todo el tiempo que pueda y luego me lanzaré al mar. Pero ¿y si no muero? ¿Y si la falta de oxígeno y la brutal presión no me matan? Podría acabar dando trompicones en el fondo del océano, en la más absoluta oscuridad. Tendría los pulmones llenos de agua. No podría siquiera chillar.

Esta tarde he visitado a Nail. Hemos hecho un intercambio. Su brazo parece mejor. Le he preguntado por Nikki. Nadie la ha visto, últimamente. Nail me ha dicho que me vaya a la mierda.

Jueves, 29 de octubre

Esta mañana, Jane ha llamado a la puerta. Yo estaba aún en la cama. He escondido el brazo infectado bajo la manta y la he invitado a entrar.

Ella insiste en redimirme. No estoy segura de cuál sería la forma de redención. Quizá debería echarme al suelo llorando y abrazarle las rodillas. Jane me gusta. Es buena chica, pero es demasiado joven e ingenua y sigue creyendo que la gente está para ayudarse una a otra. Aún no se ha dado cuenta de hasta qué punto esa gran y gélida nada que vemos por la ventana refleja nuestra realidad personal. Estamos todos cumpliendo una cadena perpetua, atrapados en el interior de nuestro cráneo.

Jane y Ghost han tramado un plan. Desde la orilla de la isla, una placa de hielo ha empezado a extenderse hacia la refinería. La visión de la marabunta de pasajeros infectados vagando por la orilla ha hecho desvanecer cualquier atisbo de compasión y ha convencido a Jane de emprender un programa de exterminio. Lo mejor, lo que ella y Ghost querrían, sería ir habitación por habitación y ejecutar sistemáticamente a los pasajeros, pero no tienen suficiente munición. En lugar de esto, quieren visitar el antiguo búnker ruso de la isla. Ghost dice que en los niveles inferiores hay almacenado cierto material que podría servir para exterminar a una porción de los infectados. Pero se niega a dar más detalles.

Nadie de la plataforma, que yo sepa, ha explorado exhaustivamente el búnker. Es una enorme catacumba de varios niveles, destinada a almacén de residuos nucleares. Una reliquia del Ártico militarizado, el largo duelo de la Guerra Fría. Décadas de sobrevuelos de aviones espía, de submarinos patrullando y de alarmas de incursión.

Ghost hizo una breve expedición el año pasado. Pintó con espray flechas en los muros, para encontrar el camino de vuelta. Dice que vio hileras de habitaciones que podían estar destinadas a oficinas y dormitorios. Dice que hay material de minería abandonado en algunas de las cavernas del fondo. Taladros del tamaño de una casa y cintas transportadoras para subir escombros a la superficie.

Dentro de dos horas abandonaremos la plataforma. Conduciremos la zódiac un kilómetro hacia el norte, para evitar a los pasajeros del
Hyperion
que pululan por la orilla.

Iremos por tierra hasta el búnker, cerraremos las puertas de acero y nos atrincheraremos en el interior.

Una vez visité el Valle de los Reyes. Fue parte de mi programa de desintoxicación voluntario, para escapar de mis ansias, de mi mierda de vida. Era un paquete turístico barato. Camellos y crema solar. Me apunté a un paseo turístico en autocar, una salida de un día, para ver las tumbas de los faraones.

No había escaleras. Los sarcófagos de piedra eran transportados bajo tierra por una rampa empinada. Ghost me ha dicho que ese búnker tiene un diseño similar. Anchos túneles que bajan a través de sedimentos del Paleoceno, con carriles sujetos con tornillos en el suelo de hormigón. Ghost cree que esa necrópolis fue construida para esconder algo más que reactores de submarino. El lugar es demasiado sofisticado, demasiado deliberadamente laberíntico, para ser un simple almacén. Quizá los rusos planeaban almacenar armas nucleares allí abajo. Una manera de eludir los tratados de desarme. ¿Qué mejor lugar para camuflar el inconfundible rastro de las cabezas nucleares, que junto a un montón de barras de combustible? En cualquier caso, ya no importa. Los rusos han muerto. Los norteamericanos han muerto. No queda nadie a quien le pueda importar.

Pasaremos la noche acampados en el subnivel cuatro. Hemos desplegado los sacos de dormir sobre el suelo de hormigón, en el rincón de una caverna. Vamos todos pertrechados con ropa de supervivencia. Hemos cenado pollo en latas autocalentables. Les he dicho que no tenía hambre. Ahora duermen los dos, así que me he quitado los guantes para escribir este diario.

Escribo esto a la luz de una lámpara. Jane duerme boca arriba, con la boca medio abierta. Exhala grandes volutas de vaho. Tiene la cremallera del cuello del abrigo medio bajada y le veo el pulso en el cuello. Si me la miro fijamente siento una extraña atracción, un anhelo vampírico de morder y desgarrar, un deseo de penetrar e invadir. Noto cómo me inclino hacia ella, como si algo físico me empujara. Es una sensación que da que pensar. Hasta ahora me he tomado mi enfermedad como una tragedia personal, pero empiezo a darme cuenta de hasta qué punto pongo en peligro a la tripulación de Rampart. Si regreso a la refinería y sucumbo a la enfermedad, quizá los mate a todos.

Jane parece casi delgada. Cuando la conocí era terriblemente obesa, podía sufrir un infarto en cualquier momento. Le dolían las rodillas solo de andar. Se recluyó en un bloque de alojamiento apartado, para no despertar a nadie con sus ronquidos. Ahora parece tremendamente viva. Pronto estará muerta. Todos estarán muertos. Pero imagino que hay gente que se crece en los momentos difíciles. Descubren su utilidad. Dicen que una infancia feliz es una mala preparación para la vida. Los niños que pasan sus días de patio de recreo siendo gordos, pelirrojos o gays saben la verdad. El mundo ha estado siempre lleno de depredadores malévolos. Para mucha gente este ensañamiento y este salvajismo son cosa de cada día.

Ghost nos ha llevado a un alijo de explosivos escondidos en uno de los sótanos. C4 y granadas de termita. Al parecer, Jane y Punch descubrieron las municiones en una base de investigación sísmica hace varias semanas. Rawlins ordenó que guardaran los explosivos en el búnker.

Los paquetes de C4 parecen ladrillos de plastilina envueltos en celofán. Huelen a petróleo. Hay cable, detonadores y fulminantes eléctricos. Ghost insiste en que durmamos abrazados a un paquete de explosivo para que el calor corporal lo haga moldeable. Mañana mandaremos al infierno a algunos pasajeros del
Hyperion
.

Viernes, 30 de octubre

Nos hemos levantado temprano, hemos empaquetado y hemos subido a la entrada del búnker. Invierno ártico. Es primera hora de la mañana, pero la luz de la luna brillará el día entero.

Ghost se ha ido con una de las motos de nieve a la costa. Jane iba de paquete, con una bolsa de deportes en el regazo. Yo me he llevado los prismáticos a un terreno alto. Ghost ha rodeado la placa de hielo que se ha extendido desde la isla y ha pasado lentamente por delante de los pasajeros quietos e hipnotizados por las luces de la refinería. Jane ha sacado de la bolsa el cable detonador y lo ha ido dejando caer tras ellos. Había paquetes de explosivo cada cuatro metros, como una ristra de luces de Navidad. Ghost ha parado la moto y ambos se han parapetado detrás.

Después de conectar cables a un detonador manual, Ghost ha contado hasta tres y ha accionado el detonador. El estallido de la cadena de explosivos ha levantado una cortina de polvo de hielo. No ha habido llama ni bola de fuego, solo una tremenda sacudida. El sonido de la explosión me ha llegado un par de segundos después. Un golpe seco, como un trueno.

Cuatro o cinco pasajeros han saltado en pedazos. Había trozos de cuerpo esparcidos por la nieve.

La capa helada se ha roto por varias partes. Los bloques de hielo oscilaban y se giraban, y varias figuras han caído al agua. No han hecho ningún intento de nadar o salvarse. Se hundían inmediatamente. Dos pasajeros infectados se han quedado en el centro de un témpano de hielo desprendido, mirando atónitos a su alrededor, mientras la corriente se los llevaba hacia el sur.

Ghost y Jane daban gritos de alegría. No sé a cuántos pasajeros han matado. Quizá veinte o treinta. ¿Ha servido de algo? La gente necesita actuar, sentir que controla su destino. Jane y Ghost son inteligentes. Estoy segura de que son conscientes del poco resultado obtenido. Pero siguen luchando, y los admiro por ello.

Se suponía que iba a reunirme con ellos en la zódiac, pero lo que he hecho es volver al búnker y encerrarme dentro.

Sian ha intentado ponerse en contacto conmigo por radio. Me ha llamado una y otra vez mientras yo iba bajando, hasta que la señal ha dejado de llegar.

—Rampart a Rye, ¿me copia? Cambio
.

Supongo que les tenía que haber dicho que no me buscaran. Les tenía que haber dicho que me iba para siempre.

Me resisto a dejar de escribir. Este es el final de mi vida. No quiero despedirme aún.

Tarde o temprano, Jane registrará mi habitación. Encontrará sobre la cama los suministros médicos que quedan, con notas adhesivas explicativas pegadas en cada uno de ellos. He dejado sobre una silla una enciclopedia médica sencilla:
Salud para toda la familia
. Cómo vendar una herida, asistir un parto o arrancar una muela; solo hay que buscar en el índice.

He sobrevivido estos últimos años anulando implacablemente cualquier sentimiento, declarando una guerra sin tregua a la autocompasión. Aun así, no puedo evitar el deseo de que alguien me suceda, de que alguien me eche de menos y recuerde mi nombre. No he visto a mi hijo desde hace años, y es probable que sea mejor así. Será mejor para todos si me mantengo apartada de su vida. Mejor que crea que estoy muerta en una zanja. Mejor si me odia. El odio es bueno, el odio es combustible de alto octanaje, una fuerza propulsora. Así se enfrentará al mundo lleno de desafiante energía, pero ahora mismo daría cualquier cosa por tener la oportunidad de despedirme de él.

La infección se ha extendido por el brazo. Mis pensamientos ya no son siempre los míos. ¿Debo ceder y dejar que esa consciencia colectiva me absorba, o debo suicidarme? Andaré hasta la orilla y me hundiré en el agua helada o dirigiré mis pasos al
Hyperion
y formaré parte de la colonia. Aún no me he decidido.

Dejaré mi diario en el suelo de esta cueva, con la esperanza de que un día, cuando la humanidad reviva, alguien lo encuentre.

Mi nombre era Elizabeth Rye.

El cadáver

Ghost se llevó a un equipo de hombres de la plataforma para tomar las habitaciones de los oficiales del
Hyperion
. Le dio a cada uno un hacha de incendios.

Mientras conducían la zódiac hacia el
Hyperion
, Ghost hizo correr una botella de Hennessy.

—Va a ser un asunto peliagudo —avisó—. Hay mujeres y niños. Será desagradable.

Subieron al barco y empezó la matanza. Fueron de habitación en habitación dando golpes y hachazos. Llevaban máscaras y gafas para no mancharse con las salpicaduras de sangre.

Derramaron queroseno en todas las intersecciones y ahuyentaron a los pasajeros con una barrera de llamas.

Desconectaron los ascensores, reconstruyeron las barricadas y colocaron granadas de termita en las puertas.

Iban arrojando los cadáveres por la borda al hielo, desde una altura de veinte metros. Luego limpiaron con esponjas la sangre de las paredes y del suelo. Llevaban respiradores y una triple capa de guantes para protegerse de los acres efluvios de la lejía.

Más tarde, cuando se sentaron para comer en el recién liberado comedor de oficiales, bebieron de más y rieron de más. Estaban arrebatados por tanta sangre. Habían repartido tajos y golpes hasta dolerles los brazos. Ghost se reclinó en su silla y contempló cómo los otros cantaban y hacían bromas, cargados de adrenalina. Habían cruzado una línea. Habían matado gente.

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