Solos (44 page)

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Authors: Adam Baker

Tags: #Intriga, Terror

BOOK: Solos
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Musitaba la letra de «All along the watchtower» mientras corría.

Se iba acercando a la plataforma. Vio el hielo que saltaba en añicos y sintió un gran alivio. La refinería no había llegado aún al océano.

Más allá de Rampart, Jane vio el reflejo de la luna en el mar rizado. La refinería había alcanzado el borde del campo de hielo polar y estaba a punto de salir a mar abierto.

Corrió por el lado de la refinería. Rebasó las patas sur. Aceleró hasta ponerse frente a la refinería y se desplomó, exhausta, en la estrecha franja de hielo que separaba Rampart del océano.

Jane hurgó en los bolsillos y sacó un par de bengalas.

Se irguió, encendió las bengalas y las agitó de un lado a otro por encima de la cabeza. Jane entornó los ojos ante la deslumbrante luz de las lámparas de arco: si Sian no estaba en la cabina, si Sian no la veía frente a la refinería, moriría aplastada entre el hielo.

Jane dejó caer las bengalas delante de ella. Se quedó quieta, cegada por los reflectores, entre el ensordecedor rugido de la refinería que se le echaba encima rompiendo la capa polar. Jane cerró los ojos, envuelta en polvo de hielo y partículas de agua.

En la cabina de la grúa, Sian aguardaba, con Punch agachado al lado.

—¡Allí! —gritó Punch.

Quitó el vaho de la ventanilla y vieron una figura solitaria, quieta en el hielo. Jane. Dos bengalas púrpura ardían a sus pies.

—¡Baja el gancho!

Jane abrió los ojos. El gigantesco gancho de acero descendía entre una luz cegadora. Avanzó unos pasos hacia él.

Una moto de nieve arrolló a Jane y la mandó rodando por el hielo. Esta se incorporó y se quedó sentada, preguntándose si se había roto la cadera. Miró a su alrededor. La moto de nieve frenó derrapando y dio la vuelta. Era la moto del búnker. Nail debía de tener la llave de contacto.

Jane hizo un esfuerzo por ponerse de pie y se desabrochó el abrigo. Nail iba recto hacia ella. Jane saltó hacia un lado y arrojó el abrigo debajo de la moto. La cadena de la oruga trituró el abrigo y se atascó. La moto volcó y Nail salió despedido por el hielo. Se levantó.

Ambos corrieron hacia el gancho. Jane llegó antes y se agarró a la cadena. Nail la asió del cuello y fueron los dos al suelo. Se sentó encima de ella y trató de estrangularla. Tenía los labios negros y medio convertidos en metal. La cuenca del ojo derecho estaba quemada y vacía.

Prueba de fuerza. Jane empujó con el guante la cara de Nail hacia un lado, le agarró la pierna y trató de quitárselo de encima.

Había algo en el bolsillo lateral de los pantalones de Nail. Era su cuchillo.

Jane le hundió los dedos en el ojo que le quedaba a Nail. Este rugió de dolor, asió el brazo de Jane y trató de rompérselo. Ella tenía la navaja en la mano izquierda. Abrió la hoja y le apuñaló en el vientre.

Nail se retorcía entre convulsiones. Jane lo echó a un lado y miró hacia arriba. Sian había hecho subir el gancho. Colgaba a cincuenta metros por encima de ellos.

Nail, tendido de espaldas en el suelo, vio el gancho en lo alto y se dio cuenta de lo que iba a suceder. Chilló. Su grito se fundió con el rugido del hielo saltando en pedazos.

Sian pulsó un botón y liberó el engranaje. La cadena se desprendió.

Jane se apartó rodando mientras el gancho de media tonelada se precipitaba como un puño contra el suelo. El gancho hizo un agujero limpio en el hielo, sin dejar de Nail nada más que un leve rastro de gotas rojizas.

Sian engranó el mecanismo e hizo subir la cadena. El gancho emergió de las profundidades, agrietando el hielo, chorreando agua del mar. Jane montó en el gancho y ascendió hacia la luz.

Sian bajó a Jane sobre una pasarela. Esta se apeó del gancho, se tambaleó y se desplomó.

Sian y Punch bajaron de la cabina y corrieron a socorrerla.

—¿Estás bien? —preguntó Punch.

—Me lastimé la cadera —dijo Jane—, pero creo que no me he roto nada.

Miró a su alrededor y preguntó:

—¿Dónde está Ghost?

Desde la barandilla norte, Jane observaba cómo el hielo polar se alejaba poco a poco. Un inhóspito y espectral paisaje blanco iluminado por la luz de la luna.

Jane habló en su radio.

—¿Ghost? ¿Me oyes?

—¿Jane? ¿Dónde estás?

Una débil señal. Era Ghost, en algún lugar perdido en el hielo, solo y a oscuras.

—Lo conseguí. Estoy en la plataforma.

—¿Estás bien?

—Estamos todos bien.

—Cuida de esos chavales, ¿lo harás? Esa es tu misión. Protégelos. Llévalos a casa
.

—Estamos saliendo. Hemos dejado el hielo atrás. La corriente nos lleva hacia el sur. Lo siento muchísimo, Ghost. No puedo hacer nada por ti.

—Estas últimas semanas contigo, tú y yo, no me las habría perdido por nada del mundo
.

—Te quiero, Rajesh.

La respuesta de Ghost se perdió entre un chasquido de interferencias, al quedarse la radio fuera de cobertura.

Jane vio el brillo de una bengala de socorro, muy a lo lejos. El cohete luminoso ardió en rojo intenso un minuto entero y luego se apagó. El saludo final de Ghost.

Jane lloraba tendida en la cama. Tendría siempre la mano perdedora.

«Te quedarás sola. Pasarás sola toda tu puta vida.»

Quizá Jane se había equivocado. Quizá debería haberse unido a la esperpéntica comuna de Nikki y ser una más en la manada. O quizá tenía razón su antiguo y obeso yo. ¿Por qué vivir? ¿Por qué luchar? ¿Por qué no saltar de la refinería y acabar de una vez?

Se quedó mirando el techo y trató de encontrar una razón para seguir respirando.

«Cuida de ellos. Llévalos a casa.»

Jane se levantó. Se limpió las lágrimas y se sonó la nariz. Se dio una ducha y buscó ropa limpia. Se fue cojeando a la cantina, a buscar a Punch y a Sian. Los vio por una portilla. Estaban en el helipuerto. Salió fuera con ellos.

Punch sostenía una caja negra en la mano. Examinaba un indicador.

—Es un contador Geiger —explicó—. Lo usaban para localizar atascos en el catalizador, echando isótopos en las tuberías.

—¿Cuál es la lectura?

—Ochenta. Nivel normal. Haré una lectura cada día, aunque si tropezamos con una zona de radiación no podremos hacer gran cosa, como dar media vuelta y poner rumbo a otro lado.

—¿Cómo vamos de combustible?

—Debería bastar para tener luz unas cuantas semanas.

—¿Y comida?

—Hay, pero no mucha.

—Lo conseguiremos —dijo Jane—. Lo pasaremos mal, pero lo conseguiremos.

Jane fue a la cúpula de observación, se instaló en una silla y se hizo un masaje en la pierna herida.

Encendió la radio y exploró la banda de ondas. Solo se oían chasquidos y zumbidos de emisoras deshabitadas, civiles o militares, gorjeando en la ionosfera:

Este es un test del Sistema de Transmisión de Emergencia. Las emisoras de su zona, en colaboración con las autoridades locales, nacionales e internacionales, han puesto en marcha este sistema para proveer información en un caso de emergencia. Si esta es una emergencia real, la Señal de Alarma que acaban de oír irá seguida de información, noticias o instrucciones oficiales. Aquí termina el test del Sistema de Transmisión de Emergencia
.

Jane cogió el micrófono.

—Kasker Rampart llamando a todos los barcos. Cambio.

Sin respuesta.

—SOS, SOS. Aquí Jane Blanc, llamando desde la refinería Con Amalgam de Kasker Rampart. ¿Me escucha alguien?

Ghost

Medianoche en la cima del mundo. Total oscuridad. Un frío mortal.

La aurora boreal. Un flujo de iones baña el cielo polar. Un color iridiscente, una danza de fuego esmeralda.

Rajesh Ghost, sentado sobre la nieve, en medio de un claro, es una mota en la vasta y blanca inmensidad. Es el último humano al norte del círculo polar ártico: las ciudades yacen en ruinas, el género humano ha sido aniquilado, y una nueva y extraña inteligencia domina la Tierra.

Ghost se arrodilla en el hielo, con las manos en el regazo. Se ha quitado el abrigo y los guantes. No lleva más que una camiseta y ropa interior. Nunca más se moverá.

Tiene la carne dura como la roca. Los cristales de nieve hacen refulgir su piel vítrea. Los ojos se han convertido en cristal y miran hacia lo alto. Una estatua blanca sonríe a las estrellas.

Adam Baker (Inglaterra, 1969) es hijo de un cura, e hizo la carrera de teología y filosofía en Londres. Ha trabajado de sepulturero, de encargado en un depósito de cadáveres, de cocinero en una cafetería neoyorquina, y de técnico de máquinas tragamonedas en un casino de Atlantic City. Actualmente es proyeccionista en un cine.

Podéis visitar su blog: http://darkoutpost.blogspot.com/

Notas

[1]
siglas de
Deep Submergence Vehicle
, o vehículo de exploración de profundidades marinas. (N. del T.)
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