Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil (40 page)

BOOK: Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil
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   La “Reforma Eugénica del Aborto”, como se denominaba la ley, respondía a unos principios básicos revolucionarios eugénicos, higiénicos y de clase. Félix Martí Ibáñez la describió como un paso decisivo en favor de la “gloria de la revolución”: “El aborto sale apresuradamente de la oscura incompetencia en la que se le ha mantenido hasta hoy, y adquiere una categoría social y biológica elevada, al convertirse en un instrumento eugénico al servicio del proletariado”
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. La legalización del aborto se puede considerar en primer lugar como una medida higiénica pragmática concebida para regular su ejercicio encubierto en Cataluña. La legislación fijaba una serie de metas destinadas a la erradicación del aborto y el infanticidio clandestinos, la reducción de las enfermedades y la moralidad debida a las prácticas abortivas y, por último, la disminución del aborto en Cataluña mediante la promoción de servicios de control de natalidad y planificación familiar, lo que facilitaría que las madres obreras no tuvieran que recurrir al aborto como estrategia de control reproductivo.
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   La ley de 1936 era avanzada para su época, ya que ponía pocas restricciones a aquellas que se proponían abortar. Los abortos se aprobaban según diversas categorías: terapéutica (mala salud física o mental de la madre), eugénica (incesto paterno o posibilidad de transmisión de defectos físicos o mentales), neo-maltusiana (la voluntad consciente de practicar el control de natalidad voluntaria) y personal (razones éticas o sentimentales para evitar la maternidad no deseada).
   El interés primordial de la reforma era facilitar el aborto a las mujeres cuyo embarazo fuera perjudicial para su salud o cuando existiera peligro de malformación o mala salud para el feto. Los principios básicos de la eugenesia constituían el elemento principal de la política del aborto promocionada por las autoridades sanitarias anarquistas. Este énfasis respondía al serio problema sanitario que provocaba la práctica del aborto clandestino en condiciones peligrosas para la salud e intentaba proporcionar un remedio inmediato a la situación. El enfoque eugénico se acercaba también al pensamiento tradicional en el seno del movimiento anarquista de reforma sexual, que apenas había abordado los problemas de los derechos reproductivos desde la perspectiva de la autonomía y la autodeterminación femeninas. Además, la población general y, más concretamente, la profesión médica, aceptaría sin duda mucho mejor una estrategia reproductiva que diera una gran importancia a la eugenesia.
   La política del aborto que se desarrolló en este período era también un componente importante de la lucha que se estaba librando en pro del cambio revolucionario. Para algunas personas del movimiento anarquista de reforma sexual, los derechos reproductivos estaban vinculados de modo vital a las estrategias favorables a la transformación social. La nueva legislación otorgaba un amplio grado de autonomía individual sobre la decisión de practicar el aborto. Como había sucedido en otras campañas anteriores sobre el control de la natalidad, la frase “maternidad consciente” se convirtió en uno de los lemas de la nueva política sanitaria pública; la mujer tenía ahora la opción de la maternidad cuando las condiciones sanitarias y económicas fueran las óptimas. Se apoyaba el control de la natalidad como mecanismo para eliminar “la esclavitud de la maternidad continua”, que arruinaba la salud de muchas madres de clase obrera. Los reformadores sexuales anarquistas instaban a los trabajadores a practicar el “igual eugénico” de la “generación consciente” y, concretamente, a posponer los embarazos hasta el fin de la guerra cuando la “victoria revolucionaria” permitiera a la clase obrera procrear en condiciones idílicas.
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   La reforma eugénica del aborto exigía también la construcción de clínicas de planificación familiar para informar y asesorar sobre el uso de métodos anticonceptivos. Sin embargo, los datos de que disponemos indican que estos centros nunca llegaron a crearse, con la sola excepción de la “Escuela para una Maternidad Consciente”, que funcionaba en la Casa de la Maternidad de Barcelona. A pesar de que se admitía el aborto por los motivos neo-maltusianos de limitación voluntaria del número de hijos, la nueva legislación no calificaba el aborto como sustituto del control de natalidad. Por el contrario, la política se centraba en la eliminación efectiva de la práctica del aborto mediante el uso creciente de métodos anticonceptivos eficaces. De hecho, estaba sujeto a restricciones específicas para evitar su utilización como una técnica anticonceptiva normal. Conforme a la ley, una mujer sólo podía abortar una vez al año salvo en circunstancias terapéuticas especiales que aconsejaran la terminación del embarazo.
   Históricamente, el aborto había constituido una parte de la realidad social de Cataluña. A pesar de la falta de un registro sistemático de su incidencia,
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tanto los datos cualitativos como cuantitativos extraídos de los documentos sanitarios públicos, hospitalarios y médicos indican muy claramente que desde comienzos de siglo hubo una elevada tasa de abortos clandestinos en Cataluña.
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Durante la década de los treinta, los historiales del departamento de ginecología y obstetricia del Hospital General de Cataluña en Barcelona registraban unas tasas de abortos muy altas, con una medida del 33.8% de todas las mujeres embarazadas atendidas en este servicio,
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confirmando las altas tasas entre las mujeres de clases bajas pacientes del hospital.
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Como se ha demostrado en otros países europeos,
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parece ser que el aborto constituyó un método de control de natalidad bastante común entre la clase trabajadora catalana y un factor significativo del brusco descenso de las tasas de fertilidad en Cataluña durante este período.
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   En los años veinte y primeros treinta, el movimiento anarquista de reforma sexual y el movimiento eugénico reformista
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encabezaron una discusión más extensa sobre el control de natalidad y los métodos anticonceptivos, pero no está claro, ni muchos menos, que esto originara un uso generalizado de dichos métodos en el conjunto de la población. Ambos movimientos recomenzaban una extensa gama de métodos anticonceptivos,
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pero su utilización estaba condicionada por factores de clase y género.
   Debido a que normalmente los anticonceptivos se asociaban a la prostitución,
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poseían un estigma social que impedía a las mujeres acceder a ellos con facilidad. La mayoría no estaban dispuestas a arriesgarse a perjudicar su reputación comprándolos. Otro obstáculo a un control eficaz de la natalidad era que gran parte de los métodos exigían una conducta médica previa y una supervisión constante. Una situación como ésta habría sido totalmente impensable por muchas razones. Las mujeres raras veces consultaban con sus médicos sobre temas reproductivos, pues no se consideraba apropiado hablar de estos asuntos. Además, la situación no podía cambiar mientras los propios médicos continuaran sin respaldar el control de natalidad y se consideraran a sí mismos defensores de la moralidad y los valores sociales tradicionales. Asimismo, si se tienen en cuenta las distinciones de clase, muy pocas mujeres de clase obrera hubieran podido permitirse los gastos de una consulta médica. De hecho, los honorarios más baratos de las comadronas era una de las razones de que constituyeran una opción más atractiva y realista como asesoras populares para las dolencias de las mujeres. Como consecuencia de las restricciones sociales, pocas mujeres tenían acceso a una información y una orientación médica sobre los mejores métodos anticonceptivos. Un obstáculo adicional para las mujeres trabajadoras era, sin duda, el hecho de que todos los dispositivos y productos anticonceptivos eran caros y su compra demasiado gravosa para la mayoría de sus presupuestos.
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   A pesar de que las revistas sobre la reforma sexual anarquista, como
Generación Consciente
y
Estudios
, y las numerosas publicaciones sobre el control de natalidad ofrecían un cierto grado de información acerca de sus técnicas,
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es sumamente improbable que una gran parte de la clase obrera catalana o española las adoptara. El
coitus interruptus
y el aborto parecen haber sido las opciones más viables para reducir el tamaño familiar. Estos dos métodos tenían un significado de género muy diferente. El
coitus interruptus
era, al parecer, la forma de contracepción más común que se practicaba en España en este período.
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Requería la colaboración de la pareja, el acuerdo mutuo sobre su práctica y el haber decidido previamente una estrategia de planificación familiar. También el aborto formaba parte de una estrategia de supervivencia familiar entre la clase obrera española, pero en gran medida parece que fue una decisión femenina que no implicaba necesariamente a su pareja y que solía darse dentro de la estructura de una red femenina de ejecución y apoyo.
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Como aspiraban a que se les reconociera su profesión y categoría, las comadronas negaban públicamente su participación en la práctica del aborto, pero los realizaban por una tarifa moderada, más asequible para un presupuesto obrero. Naturalmente, las mujeres no siempre recurrieron a la ayuda profesional y se utilizaron muchos remedios casetos. Los contactos femeninos proporcionaban la información necesaria sobre los productos, los remedios, la atención médica y la ayuda general.
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Dada la experiencia femenina del aborto clandestino, parecería que una nueva normativa sanitaria sería un elemento decisivo en un programa feminista a favor del cambio revolucionario. Sin embargo, las mujeres no consideraban que el aborto fuera un aspecto clave de su movilización durante la Guerra Civil.
   A pesar de la entusiasta campaña de los reformadores sexuales anarquistas para introducir la “reforma eugénica del aborto” y una dimensión de género progresista en la propia legislación, la aplicación de la nueva reglamentación fracasó y la práctica habitual de abortos clandestinos continuó. Es significativo el hecho de que apenas se utilizara el servicio oficial destinado al aborto del Hospital General de Cataluña. En éste, los archivos muestran que sólo un 5% de los 305 abortos registrados entre 1937 y 1938, los dos años en los que se aplicó el decreto, pueden considerarse abortos voluntarios dentro de los términos de la “reforma eugénica del aborto”.
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Los historiadores de la Casa de la Maternidad, la antigua inclusa equipada para tratar a las refugiadas, solamente registraban un total de 15 abortos.
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   La desaparición de los historiadores médicos del Hospital Clínico dificulta la valoración de las cifras que daba Félix Martí Ibáñez en un informe en el que afirmaba que, antes de junio de 1937, se habían realizado más de 300 abortos voluntarios.
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Parece ser una cifra elevada en comparación con los historiadores de otros hospitales incorporados a este servicio. El propio Martí Ibáñez realizaba abortos allí,
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y es posible que eso haya facilitado una actitud más favorable de los médicos y unos servicios de abortos más eficaces. Sin embargo, incluso si la cifra se da por buena, la mayoría de los datos apuntan a un fracaso global de la reforma del aborto y a la continuidad de la práctica clandestina de éste, como se refleja en el ligero descenso de los abortos registrados en el Hospital General durante los años de la guerra, que caen de 84 casos en 1935 a 166 en 1936, 163 en 1937 y 142 en 1938.
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   Desde una perspectiva de género, la legislación del aborto tenía un claro contenido emancipatorio y en ella las mujeres tenían un grado de autonomía significativo, pues estaban autorizadas a abortar no sólo por motivos de salud o eugenesia, sino también atendiendo a la autodeterminación. Los derechos reproductivos de las mujeres estaban protegidos por la ley, que estipulaba que, en el caso de que una alegara razones sentimentales o éticas para abortar, su sola opinión se tendría en cuenta y ninguno de los miembros de su familia tenía derecho a oponerse. Esta norma puede considerarse también como una medida instaurada para proteger a los médicos que participaban en la intervención clínica. No obstante, tal posibilidad no quita valor al contenido emancipatorio de la reforma eugénica, que fue presentada públicamente desde esta perspectiva por su promotor, Martí Ibáñez:
   La autorización para llevar a cabo un aborto representa, pues, una enérgica afirmación de la maternidad en tanto en cuanto afecta a la responsabilidad de la mujer. En el futuro, con respecto a la vida sexual, las mujeres se verán libres de la tiranía egoísta de los varones y tendrán derechos entre los cuales el de la autodeterminación y el derecho a decidir sobre su propia maternidad son los más importantes...
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   Esta legislación ponía, pues, énfasis decidido sobre la autonomía femenina y fue presentada también como un instrumento para lograr la completa emancipación de las mujeres. A pesar del hecho de que la nueva ley no era el resultado de la presión y la movilización femeninas, existía un alto grado de sensibilidad sobre las cuestiones de sus derechos reproductivos. ¿Cómo puede explicarse, entonces, el fracaso de esta reforma y concretamente la inhibición de las mujeres sobre el asunto? Habría que tener en cuenta numerosos factores. Como se ha dicho, esta reforma debe atribuirse a la coexistencia de la guerra y la revolución en Cataluña. En otro contexto, hubiera sido muy poco probable que las autoridades sanitarias de la época introdujeran una política sanitaria pública tan radical. Pero, de forma paradójica, aunque el contexto sociopolítico de la guerra favorecía esta legislación, al mismo tiempo dificultaba su aplicación. Los servicios sanitarios públicos abordaban lo que consideraban más urgente, como el tratamiento de los heridos. La mayoría de los hospitales carecían de personal y equipamiento y tenían dificultades para proporcionar una atención médica adecuada. En estas circunstancias, llevar a cabo la organización y administración de cualquier servicio sanitario nuevo hubiera sido muy complicado. Además, al consejo sanitario público catalán le preocupaba más el desarrollo de sus servicios de prevención de la enfermedad venérea. En términos generales, la necesidad de dar una respuesta urgente a los problemas sanitarios inmediatos causados por la guerra desviaba la atención de la reforma del aborto.

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