Read Ponga un vasco en su vida Online
Authors: Óscar Terol,Susana Terol,Iñaki Terol,Kike Díaz de Rada
Tags: #Humor
Cada familia se dedica única y exclusivamente a un sector: los Mendizábal al cemento, los Gorostidi a la madera, los Retegui al deporte, etcétera. Si naces Mendizábal y quieres dedicar tu vida a la medicina, tarde o temprano te darás cuenta de que es imposible: no podrás librarte del polvo del cemento. Como buen vasco, te dedicarás a lo mismo que se dedicó tu padre, tu abuelo, tu bisabuelo… Las familias vascas eligieron su actividad hace más de doscientos años. Por eso no hay ninguna que se dedique a la informática; de lo que se deduce que los Gates no son vascos.
Efectivamente, el apellido es como una losa que no te podrás quitar nunca de encima. Nacer en una familia vasca es igual que interpretar una obra de Shakespeare: es un lujo para el actor, pero el guión está tan bien construido que no te puedes salir porque los demás se pierden. El que quiera improvisación que se vaya a nacer al sur. En el País Vasco la vida la tienes diseñada de antemano y sólo tienes que hacer «lo que se espera de ti», y es muy importante no defraudar. Hay pocas cosas que podrás elegir a lo largo de tu existencia: el tamaño de los helados de cucurucho —porque el sabor lo decide la familia— y la cadena de televisión cuando estés a solas.
Este apego a la tradición familiar causa situaciones dramáticas; familias como los Ayala, con cinco hijos y los cinco traumatólogos, como el padre (Agustín Ayala). Claro que, vocación sólo tenía uno, el pequeño; los demás han salido unos matasanos de mil pares de narices —si usted ve a alguien luciendo cojera por las calles de San Sebastián, no mencione el nombre de Ayala por si acaso—. Otra gran desgracia es que tu padre haya sido deportista profesional, pues estarás obligado a seguir sus pasos aunque tengas la motricidad de un mamífero trepador australiano. Por no hablar de las familias de artistas, ya que en Euskadi se pueden encontrar familias en las que hay más escultores que en toda Castilla-La Mancha. Esa misma que le ha venido a la cabeza, por ejemplo. Se estará preguntando usted si existe alguna posibilidad de revelarse contra esta norma. Sí, es posible cambiando de familia, algo que sólo se puede conseguir emparejándose con un miembro de otro clan, no sin antes haber pasado las duras pruebas de acceso —de las que hablaremos más adelante—. O la clásica opción de ser la oveja negra.
En familias con más de tres hijos cabe la posibilidad de que a uno de ellos se le dé licencia para ser un disidente. Este miembro podrá desoír los dictámenes familiares y hará con su vida lo que quiera. Será la oveja negra del rebaño y dedicará más horas al ocio que al trabajo. Se inventará profesiones que encajen con sus aficiones o con las de la chica o el chico que le guste en cada momento de su vida. Hará teatro, cortos de cine, organizará excursiones en velero por las islas griegas o le dará el siroco espiritual y se hará budista con billete de vuelta. Vamos, que por la acería de su padre nunca se le verá el pelo. No obstante, estará obligado a acudir a las comidas familiares más importantes si quiere seguir estando en la lista de espera de la herencia. Y curiosamente, además, estos últimos, los
hijos raros
, son los que más pellizco sacan al botín familiar porque caen simpáticos.
¿Cómo es posible que una familia tradicional vasca permita que le salga un hijo tarambana? Tiene su explicación. Antiguamente, y no hace tantos años, los hijos primogénitos heredaban el caserío y los
segundos
se dedicaban a la vida religiosa. Es decir, las familias ya sabían que, irremediablemente, tenían que pagar un «peaje místico»; de cinco hijos, sólo cuatro sudarían la camiseta. Hoy en día, que el espíritu santo no necesita tanto trabajador, se ha quedado vacante en las familias la figura del hijo cura y se ha sustituido por el farandulero. La única diferencia es que ahora no tiene por qué ser el que haya nacido en segundo lugar, puede ser cualquiera. Y le corresponde a la madre decidir cuál de sus hijos ocupará el puesto de
hijo sensible
. No se sabe a ciencia cierta qué criterios sigue para tomar esa decisión, pero, según Conrad Aguirre, ocurre en la lactancia. El hijo que mama con más suavidad, ese que no quiere arrancar el pezón de la teta, es el elegido.
(En estos capítulos permítanos tutearlo).
Por fin, te has decidido y te has liado con un vasco. Enhorabuena. A decir verdad, no tiene mucho mérito lo que has hecho: es como ir de cacería a un zoológico; el vasco es presa fácil. La cosa se empieza a complicar a partir de ahora, pero no te asustes, te vamos a explicar lo que te espera para que no te pille de sorpresa.
Querida amiga: durante los primeros meses a menudo tendrás la sensación de estar trabajando como corresponsal de la guía gastronómica Michelin. Sí, vas a descubrir que el estómago, al igual que el cerebro, es un órgano que tenías desaprovechado, pues sólo estabas utilizando el 10 por ciento de su capacidad hasta que conociste a tu pareja. Cuando antes decías «No me entra más comida», en realidad te estabas autolimitando. En esta fase inicial de la relación las decenas de miles de calorías de más que entrarán en tu cuerpo las podrás quemar con el sexo apasionado. Pero ¡cuidado!, no te dejes engañar por los primeros meses, pues el sexo desaparecerá paulatinamente de su relación, no así las comilonas, que irán a más.
Un día, varios años después de haberte conocido, en el transcurso de una cena, pelando un langostino, y mientras se chupa los dedos uno a uno, tu novio te dirá: «Oye,
chups
, mañana tenemos comida en casa,
chups
, de mis padres, joder,
chups
, así te conocen y,
chups
, te hacen las preguntas a ti. ¡Están cojonudos!, ¿eh? Los de ayer eran congelados». Éste es el momento en el que hay que decidir si salir corriendo o entregarte al sacrificio. Te quedarás.
Ha llegado el día de conocer a la madre de tu novio. Te vas a enfrentar a la prueba de fuego: la impresión que cada una saque de la otra es fundamental. Bueno, también conocerás al padre y a los hermanos, pero eso es lo de menos.
La información que tienes de la familia de tu novio es escasa a pesar de que llevas varios años con él. Sabes que su madre hace unas croquetas muy buenas y poco más. Un vasco nunca habla de ese tema, ni siquiera con su novia.
Cuando estéis subiendo las escaleras de la casa de la madre, del templo, él hará como que te recuerda el nombre de sus padres; en realidad, será la primera vez que te lo dice. Acto seguido, se parará delante de una puerta —maciza de roble— y te dirá con una sonrisa tonta: «Ya hemos llegado». Pulsará el timbre antes de meter la llave en la cerradura: es el aviso para que cada miembro de la familia ocupe su lugar en la casa. Después de abrir la puerta, y con la misma sonrisa imbécil de antes, te dirá: «Bueno, pues aquí es», comentario que no aporta nada, pero no lo escuchas porque tú en ese momento estás concentrada en otro de rus sentidos; sí, el olfato. Te ha llegado la primera bocanada del olor de la familia, esa mezcla de aromas que hace singular cada casa. Es un dato muy importante porque será el olor que llevarás impregnado en toda tu ropa, y hasta en el alma, si decides formar parte del clan. Por los jerseys y los abrigos de tu novio ya te habías hecho un idea de la fragancia familiar, y es ahora cuando acabarás de definirla. Le sacarás todos los matices: si predomina la lejía sobre la fritanga, si usan naftalina en los armarios, si la casa se ventila regularmente, cuándo se coció la última coliflor y ese tipo de cosas.
Tu novio, ajeno a tu cata aromática, te conducirá por un pasillo largo hasta llegar al salón. Allí, sentados en el sofá, estarán sus padres, que te mirarán sonrientes y permanecerán inmóviles durante unos cuatro segundos. En ese breve espacio de tiempo ya sabes que el cerebro de la madre ha trabajado a una velocidad cuántica para hacer tu ficha técnica. Empleará el primer segundo para analizar tu indumentaria, buscando con el GPS rasgos de excesiva
modernez
. Un segundo después ya sabe si tienes tendencia a la depresión; otro segundo y ya ha intuido perfectamente si estás con su hijo por dinero o por amor. El cuarto segundo lo ha utilizado para imaginarse que estás embarazada con su nieto dentro de la barriga. El padre sólo ha tenido tiempo para pensar lo buena que estás. Es entonces cuando tu morrosko dice: «Ésta es la amiga de la que os hable el otro día. El domingo vendrá a comer. Bueno, nos vamos que se nos hace tarde». (¿Tarde para qué?)
Ya estás controlada, tienes presencia física para la familia. La primera prueba está superada y estás preparada para el rito de iniciación: la comida familiar del domingo. Míralo por el lado bueno: si hubieras nacido hombre y en África, tendrías que matar un león con una lanza para ser admitido en la tribu.
Es una de las mejores cosas que te ha podido pasar en la vida. No tengas la más mínima duda. Abandónate a ella, entrégate, tu vida está en sus manos. El noviazgo será bonito, a niego lento, sacando la sustancia poco a poco. La mujer vasca tiene un plan trazado: si te ha elegido es porque quiere celebrar contigo las bodas de oro. Y no te preocupes por lo del sexo, que vas a tener tu ración; igual no es diaria, pero tendrás días de empacho, te lo aseguramos. Debajo de esos jerseys de lana vas a descubrir las prendas de lencería más sofisticadas del mercado: tangas de cordel y la mítica braga con el estampado de leopardo, descatalogada ya en muchos países de Europa. La mujer vasca lleva la minifalda en el alma, no necesita ponérsela como las caribeñas. Así que tranquilidad y a gozar.
Hombre, tendrás que enfrentarte al día de la presentación ante los padres, en el que habrá que aguantar la incómoda mirada del padre mientras piensa eso de: «Este es el cabrón que se está tirando a mi hija». Y luego tendrás que demostrar tu arte en la primera comida familiar. Tu objetivo allí será conquistar a la madre. Si lo consigues, esta reencarnación la tienes ya resuelta.
Lo primero es lo primero: vas a comer de puta madre. La señora de la casa ha estado toda la mañana preparando la comida y, entre otros manjares dignos de una boda real, ha hecho sus famosas croquetas.
Aunque parezca una simple comida de presentación, lo que vas a vivir es una operación estratégica de alto nivel con un objetivo claro: obtener toda la información acerca de ti y de tu familia. Los métodos que utiliza la madre vasca para la investigación están siendo estudiados por la CÍA porque demuestran mucha eficacia sin necesidad de torturar. Bueno, si no se considera tortura una comida de veinte mil calorías.
¿Qué quieren saber exactamente? Básicamente, cómo es tu familia, si tiene dinero, propiedades o acciones, y si viven de acuerdo con una moral recia asentada en la tradición cristiana. Las familias de nuevos ricos no son bien vistas porque el dinero que entra rápido sale igual de veloz. Así que no te extrañe si se interesan más por tus padres y por tus abuelos que por ti.
Vamos a seguir la secuencia completa de una comida clásica en la que tu pareja te presenta a toda su familia. En este simulador de comida familiar vamos a colocar cuñados, cuñadas y algún sobrino pelma, o, lo que es lo mismo, problemas añadidos para que la recreación se aproxime fielmente a la realidad.
En la mesa habrá entrantes fríos variados; son indispensables el jamón o el lomo ibérico y algún marisco cocido, cigala o langostino. En esta fase sólo te harán una pregunta: «¿Bebes vino?». Puntúa decir que sí porque las personas que no beben vino no son de fiar para un vasco. Si no bebes, puedes decir que sí, pero que estás con antibióticos para curar un catarro. Si vas a beber, ojo, porque te llenarán la copa cada vez que la vacíes y llevarán la cuenta de las copas que te has bebido. El abuso del alcohol tampoco está bien visto en presencia de la familia: bebe con moderación si quieres caerles bien. En esta fase inicial creerás que nadie está pendiente de ti porque no te hacen preguntas; no bajes la guardia: ellos están haciendo el test del jamón y del langostino.
Como decíamos antes, en la mesa hay un plato con jamón y una fuente repleta de langostinos; en realidad, son trampas. Si te ven comer jamón, respirarán tranquilos, pues no se les va a colar un vegetariano en la familia. No son bien recibidos, la verdad sea dicha. ¿Y los langostinos qué les aportan? Información sobre tu estatus. Las personas que no tienen poder adquisitivo, cuando están delante de una fuente de langostinos, se tiran de cabeza. Si en tu plato hay más peladuras de crustáceo que en el de cualquier otro comensal, mala señal: eres más pobre que Carpanta, aunque vistas de marca. Come dos o tres, es suficiente. Y pélalos con la mano: los pijos que los pelan con los cubiertos no gozan de la admiración de un vasco como Dios manda; «Las manos que trabajan pueden tocar la comida».
Mientras te estén haciendo la prueba del jamón y del marisco, la madre estará en la cocina agarrada a una sartén y preparándose para hacerte la pregunta crucial. Al llegar al salón con la fuente rebosante de croquetas —su especialidad—, y entre los gritos de júbilo de sobrinos y cuñados, como quien no quiere la cosa te preguntará: «¿Y a qué se dedica tu padre?». Notarás que, casualmente, todo el mundo se calla y las miradas se dirigen hacia ti, incluso las de los vecinos, aunque tengan un tabique de por medio. Aquí ten cuidado, te la juegas. Si tu padre tiene una profesión de esas que gozan del prestigio social, como médico, abogado, arquitecto, no hay problema; lo dices y todo el mundo sigue comiendo tranquilamente. Ahora bien, puede que tu querido padre trabaje de celador en un hospital, de jardinero, de limpiacristales, en el peaje de la autopista, en un espectáculo cómico taurino, etcétera. Profesiones tan nobles y necesarias como las anteriores, pero que, para tu primer día con la familia, hay que maquillarlas un poco. Si no lo haces, te mirarán con cara de compasión. Hay una respuesta que puedes dar para poner a prueba el sentido del humor de la familia, y es decir que tu padre trabaja en el Polo Norte matando focas a palazos. Esperas unos segundos y luego les dices que es broma. Si hay espíritu surrealista en el clan, lo sabrás enseguida; si no lo hay, vivirás tu primer «tierra trágame» del día. A lo que íbamos, te vamos a dar una lista de profesiones cuyos nombres hemos maquillado para que pasen inadvertidas y nadie se atragante.