Mi vida en la formula uno (49 page)

BOOK: Mi vida en la formula uno
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Pero lo que realmente me molestó fue que después de que se arregló este episodio tan poco agradable, Adrian no tuvo el sentido común de reunir a todo su equipo de diseño y disculparse ante ellos personalmente, así como asegurarles que todavía estaba comprometido 100 por ciento con McLaren. Escogió hacerlo mediante un comunicado de la empresa que le costó mucha credibilidad. Muy pocas personas en la oficina de diseño lo volvieron a ver con los mismos ojos, lo cual era una gran pena. Era un diseñador increíble que sólo necesitaba aplicar una décima parte de todo su talento a sus asuntos personales y con eso se hubiera vuelto un mejor hombre. Siempre tuve una muy buena relación con él, pero este capítulo en su vida con McLaren realmente me molestó.

Mientras tanto no sólo Ferrari se fortalecía con un auto indestructible, sino que también Williams comenzaba a calificar delante nuestro, lo que, en parte, se debió al estado confuso de Adrian Newey en ese entonces. En este negocio, si no mejoras no puedes quedarte en el mismo sitio, sino que, de hecho, siempre retrocedes.

En Francia tuvimos otro momento vergonzoso, cuando Mika se quedó parado en la parrilla, totalmente inmóvil, antes de la vuelta de desfile y tuvieron que retirar al MP4/16 empujándolo desde la línea de salida. Coulthard terminó en cuarto, algo que no consoló a nadie. Al menos en Silverstone, Mika demostró que podía tener un buen desempeño en la pista y obtener resultados positivos un día en el que parecíamos tener ventaja sobre la competencia. Fue una pena que David chocara contra el Jordan de Jarno Trulli en el inicio, ya que seguramente hubiera sido el 1-2 para McLaren. En Hockenheim no aprovechamos un raro problema mecánico en el Ferrari de Schumacher y, otra vez, nuestros dos motores Mercedes fallaron en terreno alemán y, por si fuera poco, el menor de los Schumacher ganó en su Williams-BMW.

En Hungaroring, David siguió a los dos Ferrari y llegó en tercer lugar, mientras Mika parecía estar completamente fuera de forma ese fin de semana. Pero lo más importante para mí en esta carrera fue que era mi cumpleaños número 60 y recibí un regalo maravilloso de despedida de Mika y David. Mi cumpleaños siempre caía alrededor del Gran Premio húngaro y ese año tuve uno de los mejores días de mi carrera en las pistas, no sólo gracias al regalo, sino por la forma y estilo en que me lo entregaron.

En la tarde, después de las calificaciones, mientras organizaba un poco el papeleo en el transporte de los autos de carreras, me pidieron ir a la casa rodante. Lo hice, pero la encontré vacía y regresé al camión pensando que me habían hecho una broma. Poco después, la chica de relaciones públicas, Ellen Kolby, regresó y me pidió que fuera de nuevo a la casa rodante de inmediato, y regresé a la sala vacía sólo para encontrarme a Mika saliendo de una puerta y a David de otra y en ese momento me di cuenta de que algo sucedía. ¡Tal vez ellos sabían que era mi gran cumpleaños y me preparé para hacer una movida defensiva ya que podía sentir que me iban a embarrar un pastel en la cara! Y sí, tenían un pastel. Pero sólo lo pusieron en la mesa y sacaron una chamarra de piel increíble. Para ese momento docenas de fotógrafos ya se habían reunido junto a la casa rodante.

"¿Te gustan las chamarras de piel?", me preguntaron. "¡Claro que sí!", contesté, y mientras me ponían la chamarra en la espalda me di cuenta que tenía el emblema de Harley-Davidson en el frente y a lo largo de la espalda. Sin tener ni la más remota idea de lo que estaba a punto de pasar, dije en tono de broma: "¡Bien, Harley-Davidson, perfecto, ahora sólo necesito la motocicleta!". Y justo en ese momento me cargaron en sus hombros y me sacaron de la casa rodante. Después escuché el rugido inconfundible de un motor Harley y al mismo tiempo pude ver el monstruo de una Road King brillante acercándose. Me bajaron al piso y me preguntaron: "¿Te gusta?". La emoción me ganaba cuando contesté: "¿Qué si me gusta?, ¡me encanta!". Mika y David sonreían de oreja a oreja. "¡Es tuya!", dijeron.

Mis ojos se inundaron de lágrimas y me quedé completamente sin palabras mientras di mi primera vuelta a través del paddock con todos los fotógrafos de la Fórmula Uno disparando sus cámaras.

Me tomó más de 24 horas aceptar por completo que era el orgulloso dueño de una Harley-Davidson Road King. El sueño de mi vida, sentado en el Café Senequier, en St. Tropez, admirando mi Harley estacionada junto a todas las otras motos en el puerto, se había vuelto realidad. Me tuve que pellizcar y asegurarme de que no estaba soñando. ¡Me habían dado el mejor regalo para un galán de 60 años! ¡Puedes imaginarme en mi Harley en Puerto Banus, con todas esas mujeres ricas de mediana edad haciendo fila para dar una vuelta sentadas en mi asiento trasero!

Sin ninguna duda este había sido uno de los mejores momentos de mi vida y por el que estaré agradecido eternamente con Mika y David. ¡Esto calla a quienes dicen que los pilotos de carreras son tacaños! Incluso ahora, y supongo que por el resto de mi vida, cuando me siento un poco deprimido, el solo recuerdo de ese día de agosto es suficiente para llevar de nuevo una sonrisa a mi rostro.

En Spa-Francorchamps, David manejó una dura carrera para terminar en segundo lugar después de Schumacher, quien acababa de romper el récord de las 51 victorias de Alain Prost, ¡que en su momento parecía irrompible! ¡Y ahora el propio récord de Schumacher es una broma!

El Gran Premio italiano, en Monza, fue sólo cinco días después de los sucesos trágicos del 11 de septiembre e, incluso en Italia, había rumores acerca de la cancelación de la carrera. No obstante, por muy tristes que todos pudiéramos estar, nadie estaba dispuesto a rendirse sino a seguir viviendo la vida normalmente. Aun así, fue un fin de semana muy apagado, durante el cual Mika Hakkinen anunció que se iba a tomar un año sabático y que el equipo había contratado a Kimi Raikkonen como su reemplazo.

En Monza, para cambiar las cosas hubo un ganador diferente, Juan Pablo Montoya, quien se anotó su primera victoria para Williams-BMW en una carrera en la que no se vio a ningún McLaren en la meta. Siempre es triste cuando los autos se descomponen y no terminas una carrera, pero en Monza es extremadamente doloroso, especialmente cuando la historia dice que siempre hemos sido los rivales más fuertes de Ferrari: es todo menos una experiencia agradable abandonar la carrera con la multitud de
tifosi
que chiflan.

El siguiente Gran Premio iba a ser en Estados Unidos y, por razones obvias, la pregunta era mucho más importante, ¿se debería cancelar la carrera? Para mí, en lo personal, era muy triste ya que era mi última carrera y mi gran fiesta de despedida se iba a celebrar ahí, en Indianápolis, el jueves anterior a la carrera. No estaba seguro si debía o no cancelar la fiesta, pero mucha gente de los medios me dijo: "No hagas nada, te lo cancelarán". Pero la carrera no se canceló, lo cual fue bastante bueno ya que de otra forma sólo hubiéramos hecho lo que querían los terroristas.

Mi fiesta se celebró en el Museo Eiteljorg en el centro de Indianápolis y, debido al 9/11, algunas personas clave en mi vida que debían estar ahí no pudieron hacerlo: Mansour Ojjeh, Dan Gurney, Jackie Stewart y Alain Prost, entre otros. No obstante, había alrededor de 300 personas de los días del pasado y presente de la Fórmula Uno, incluyendo a seis de mis siete hermanos que llegaron de sorpresa. Fue una ocasión realmente memorable, Ron Dennis dijo algunas palabras y después yo di un pequeño discurso, algo que me había preocupado de antemano ya que al ser un latino emotivo tenía miedo de ponerme muy sensible. Bea me decía con mímica todo el tiempo, ‘No empieces a llorar’, pero supongo que un par de tequilas antes habían resuelto el problema, estaba bien. Las personas de mercadotecnia me hicieron un video corto con los momentos importantes de mi carrera en el automovilismo, que tenía como fondo la canción de Carly Simon,
Nobody Does It Better
(Nadie lo hace mejor). Fue maravilloso. Siempre estaré agradecido con toda la gente en McLaren que participó ese día especialmente con las chicas de mercadotecnia, Diana Kay, Carolina Sayers, Lucy Smith y Lyndy Redding, de Absolute Taste.

Había comida y música mexicana con un conjunto de mariachis, me regalaron todo tipo de cosas como un juego completo de palos de golf, bolsa, carrito y ropa de Mercedes Benz, y un ski acuático de fibra de carbono de McLaren. Sin embargo la
piéce de résistance
fue el modelo a escala Silver/ Kilt 1:12 del McLaren MP4/6 de 1991 con carrocería removible y un motor muy detallado con suspensión y dirección que funcionaban de verdad. Este modelo había ganado varios premios en exhibiciones de artesanías en plata. Mientras Ron y yo posábamos con el modelo para los fotógrafos, me dijo en voz baja: "Esto es realmente muy bueno, yo no quería dártelo, pero Martin (Whitmarsh) insistía en que tú debías tenerlo. ¡Pero es demasiado valioso!". Recuerdo haber tenido sentimientos encontrados, pero pude continuar sonriendo ante las cámaras. Tenía ganas de decirle: "¡Ron tómalo, no lo quiero!, ¡yo no pedí nada, métetelo por el trasero!", pero pensé: "No, al diablo con él, no dejaré que arruine mi día", y sólo le agradecí mucho y de forma muy educada: "¡Es hermoso, gracias, realmente lo aprecio!".

Sin importar o no que Ron quisiera que yo tuviera el modelo, el pequeño auto se encuentra orgullosamente en mi sala y nunca me canso de verlo.

El fin de semana continuó bastante bien, era el cumpleaños de Mika y también el último Gran Premio para el comentarista y amigo Murray Walker, ‘la voz de la Fórmula Uno’, quien después de 50 años había decidido colgar su micrófono. Por lo tanto, hubo varias reuniones en la pista para celebrar al hombre que iba a ser extrañado por todos en el paddock y en las butacas de muchos fanáticos angloparlantes alrededor del mundo.

Calificamos en segundo y séptimo lugar, pero estábamos bien en condiciones de carrera. Recuerdo que mientras entraba al circuito el domingo por la mañana escuchaba en la radio del auto a Tina Turner cantar
Simply the Best
y, como siempre, me recordó a Ayrton Senna.

Decidí que era un buen augurio, que debíamos ganar y se lo dije a Mika, quien también se sentía bien. Sin embargo, en el calentamiento de la mañana, Mika se pasó una luz roja en el carril de los fosos que estaba un poco tapada y no muy visible; era obvio que no la había visto ya que no le dio ninguna ventaja en lo absoluto ignorarla. Aun así, los jueces decidieron imponerle una penalización draconiana por lo que era una ofensa sin importancia y le quitaron su mejor tiempo de vuelta de las calificaciones y lo reemplazaron con su segundo mejor tiempo de vuelta. Esto significaba que cambiaba de segundo a cuarto lugar en la parrilla dejando a los dos Williams-BMW al frente.

Esto era completamente inaudito, por lo regular se hubiera impuesto una multa y todos en el paddock se preguntaban: ¿cómo habían podido penalizar la calificación del sábado de Mika por una falta cometida el domingo en la mañana? Yo estaba furioso y le pedí a Mika que lo mencionara en toda entrevista para televisión que diera. Esta fue otra razón más por la cual estaba tan decepcionado ante la dirección que tomaba el deporte y no me sentí tan mal por estar dándole la espalda.

Incluso Michael Schumacher pensó que era desagradable y esperaba que Mika rebasara a los dos Williams al inicio de la carrera para exigir justicia. Y sucedió que nuestra estrategia fue brillante y Mika terminó por ganar el Gran Premio de Estados Unidos. Michael llegó en segundo y David Coulthard en tercero. No podía creerlo, mi último fin de semana finalizó de una forma casi como si la hubiera yo planeado.

Hace algunos años, mientras me acercaba a mis 100 victorias de Gran Premio, mi buena amiga y agente de viajes Lyndy Swainston me dijo: "Creo que deberías pedirle a Ron que te permita recoger el trofeo de Constructores del podio cuando llegues al número 100, sería un gesto agradable". Nunca supe por qué, pero en un momento de debilidad mientras Ron estaba de buen humor se lo pedí. Y él procedió a darme una larga letanía acerca de todas las personas que debían estar ahí antes que yo: Mansour, Norbert, Adrian, y que las reglas esto y aquello, así que inmediatamente le dije: "Lo siento Ron, perdón, fue muy estúpido de mi parte pedirlo. Realmente no quiero hacer algo que te comprometa a ti o al equipo". Y dejé todo así.

Esa tarde en Indy, mientras salíamos rápidamente del círculo de ganadores, muchas personas me preguntaron si iba a recoger el trofeo y de hecho los oficiales me dejaron pasar pensando que iba camino al podio. Felicité a Mika, David y Michael y después Ron apareció; mientras caminaba hacia el podio, se detuvo, caminó de regreso hacia mí y durante un segundo tuve el estúpido y tonto pensamiento de que me iba a pedir subir en su lugar. Me vio con una sonrisa sarcástica en la cara, sabiendo lo que esperaba escuchar de él, pero dijo: "¿Podrías sostenerme esto?". ¡Y me dio su radio y audífono! Tenía ganas de aventárselos a sus pies justo como él había aventado a Prost la Copa de Constructores en Monza, en 1989. Ron fue crucificado por las televisoras italiana y brasileña, quienes decían que era yo quien debió recoger la copa; después también lo dijo la prensa británica, ¡pero supongo que entendí lo que quería explicarme!

Fue una tarde maravillosa con todos mis hermanos, Emerson Fittipaldi y muchos otros amigos del pasado, incluyendo a mi héroe, Plácido Domingo, quienes nos reunimos a beber champaña. Después me dieron la despedida propia de los chicos de McLaren: me amarraron al carrito de neumáticos y me lanzaron huevos, sopa, salsa de tomate y todas las sobras de la cocina, ¡un lío bastante sucio! Pero lo disfruté, ya que es una tradición para cualquiera que abandone el equipo y, si no te lo hacen, significa que no te quieren.

No pude haber pedido un mejor final para mi vida laboral en las carreras.

Capítulo 18
Después de la bandera a cuadros

Después de mi última carrera, el Gran Premio de Estados Unidos, en Indianápolis, y de mi maravillosa fiesta de despedida por parte de McLaren y patrocinadores, no pensé que fuera apropiado ir al Gran Premio japonés, el último del año. No obstante, admito que sentía terror ante la idea de perderme mi primer Gran Premio en quién sabe cuantos años y no sabía como iba a manejar el asunto.

Tuve la fortuna de que me invitaran a la carrera de caridad de go-karts en Mónaco, organizada por el príncipe Alberto y mis buenos amigos Mauro Serra y Beppe Gianotta, la misma semana de Gran Premio japonés. Así, pasé el fin de semana disfrutando el clima de la Costa Azul en compañía de muchos de mis antiguos colegas de la Fórmula Uno, como Emanuele Pirro, Gianni Morbidelli, Beppe Gabbiani, Alex Caffi, Johnny Herbert, Thierry Boutsen y Stefano Modena.

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