Mi vida en la formula uno (37 page)

BOOK: Mi vida en la formula uno
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Llegamos a Montreal y mediante algunas mejoras en el MP4/7 y el motor Honda, además de las aptitudes de Senna en este especial circuito, de repente rompimos el monopolio de Mansell en las posiciones de privilegio en 1992. Los McLaren fueron primero y cuarto emparedando a los Williams-Renaults. En la carrera, Ayrton se hizo cargo de Mansell, quien se estrelló, y Berger se encargó de Patrese. Senna tuvo algunos problemas eléctricos y un encantado Gerhard ganó, ¡sólo para darse cuenta de que los escrutadores encontraron que el alerón trasero estaba un milímetro más alto! Se midió varias veces el auto en diversas superficies; Gerhard se ponía más nervioso cada vez con esta situación, hasta que se hartó y me dijo: "No puedo manejar esto, me regreso al hotel. Por favor llámame cuando todo haya terminado y hazme saber quién ganó el Gran Premio".

Después de un par de horas, los oficiales finalmente decidieron que el alerón trasero se ajustaba a las reglas. Fue mi mejor llamada telefónica del año, el teléfono sólo sonó una vez y Gerhard estaba del otro lado. No tuve el corazón para hacer alguna broma, así que sólo dije: "¡Felicidades!". La respuesta fue un "¡Sí!" resonante y comenzaron las celebraciones.

De ahí en adelante regresamos al
status quo,
con Mansell ganando las siguientes tres carreras: en Magny-Cours, Silverstone y Hockenheim. Como si eso no fuera suficiente para alimentar a Senna en su ataque al equipo, nunca dejó de recordamos que si Alain hubiera manejado, nosotros probablemente tampoco hubiéramos alcanzado el tercer lugar. Ése fue el año en el que Prost se tomó un sabático de la cabina.

Durante el Gran Premio francés, en Magny-Cours, un circuito en el que nunca había ganado Ayrton, él tuvo un encuentro cercano con el recién llegado que se iba a convertir en su rival número uno. Senna era el ídolo de Michael Schumacher, el mejor y el hombre al que tenía que vencer, más o menos lo que Prost era para Senna cuatro años atrás. Ayrton sabía que Michael era la siguiente amenaza fuerte, mucho muy adelante de los otros pilotos jóvenes de la época. Pero con el respeto llegó la rivalidad y Ayrton utilizó todos los medios posibles para mantener su prominencia, incluyendo un poco de guerra psicológica.

Al inicio del Gran Premio, Michael calculó mal su frenada y chocó la parte de atrás del McLaren de Ayrton, sacándolo de la carrera. Ésta fue corta, pero la decepción grande. Después de 19 vueltas, una tormenta torrencial cayó en el circuito y se tuvo que detener la carrera. Cuando la lluvia se calmó la carrera se rearrancó y, justo antes del inicio, Ayrton me dijo: "Mira esto, le voy a decir a Michael un par de cosas". No oí lo que dijo, sólo vi a Michael escuchando muy respetuosa y atentamente. Después Ayrton caminó de regreso con una sonrisa burlona en su cara: "¡Perfecto, lo agarré justo antes del inicio y espero haberlo asustado un poco!". Michael tuvo otro choque y no terminó la carrera.

En Hungaroring, aunque no estábamos a la par de los Williams, nos hallábamos muy cerca otra vez y con la aptitud de Ayrton en un circuito de pilotos marcando la diferencia, le ganó a Mansell en recibir el banderazo. Fue una buena carrera para McLaren con Gerhard Berger terminando en tercer lugar. El segundo lugar de Mansell fue suficiente para asegurarle el Campeonato Mundial de 1992 cinco carreras antes del final, algo que no hizo muy feliz a Ayrton. Sin embargo fue un campeonato bien ganado; aunque manejaba el mejor auto, utilizó bien la ventaja y nunca permitió que otro piloto lo retara. Aun así, ganar es ganar y Ayrton estaba contento con eso.

De nuevo, como cada año, yo me aprovechaba de que la próxima carrera iba a ser en Bélgica y que los camiones no tenían que salir rumbo a Spa hasta el martes antes de la misma. Esto me dio la oportunidad de tomarme esa semana libre e ir a mi casa en Cogolin, en el sur de Francia.

Por lo regular conseguía un aventón directo de la carrera en Budapest, con Ayrton en su fabuloso jet BA125 y podía cenar
moules marineres
esa misma noche en St. Tropez, después de que mi esposa e hija me recogían en el aeropuerto de Niza, ¡mucho más frecuentemente que no para celebrar un buen resultado!

Las primeras dos veces tomamos un helicóptero directo del paddock de la pista al aeropuerto, pero debo confesar que eran de miedo, aun Ayrton no estaba muy impresionado con la condición del helicóptero; además, ¡el precio se fue a las nubes una vez que los dueños se pusieron listos! Sin embargo, también solía organizar una escolta de policías anualmente para llevar al resto del equipo al aeropuerto, ¡algo que siempre fue muy divertido, aunque algunos años se echaba a perder por la brigada de los muchachos de las carreras manejando como si fueran a recoger una herencia!

Este año Ayrton decidió que ya no quería tener una espantosa experiencia al ir al aeropuerto en las batidoras destartaladas que los húngaros llamaban con mucho orgullo ‘helicópteros’, y me preguntó si mis escoltas funcionaban bien. Le dije que eran excelentes, muy divertidas y que todo mundo las disfrutaba: "Perfecto", me dijo, "nos iremos en auto". Tuve que asegurarme de que la propia escolta del jefe iba a ser segura y de que no me acusara de sólo ver por Ayrton y por mí. Así que en cuanto terminó la carrera fui al estacionamiento de autos para asegurarme de que ahí estuviera nuestro policía en moto y ahí estaba, junto con la siempre dispuesta Christine, mi intérprete personal, porque claro, nadie hablaba ni una palabra de inglés. Ella se aseguró de que el motociclista de Ron Dennis también estuviera listo.

Regresé a la casa rodante para asegurarme de que nadie se hubiera tomado mi parte de la champaña, ¡ya no estábamos ganando tan seguido como en los ochenta y, por lo tanto, cuando lo hacíamos quería que todo mundo se enterara del hecho! Después de la conferencia de prensa, Ayrton fue al garaje para agradecerles a los muchachos, algo que siempre hacía; luego fue a la casa rodante para el informe retrospectivo de la carrera con los ingenieros y, finalmente, salió gritándome que era tiempo de marcharse.

No sé por qué, pero en las carreras de Fórmula Uno siempre te sientes culpable cuando te tomas un tiempo libre, así que traté de escabullirme sin que nadie me viera por la puerta trasera y hacia el Honda Legend, una vez que los buscadores de autógrafos habían dejado ir a Ayrton. Comenzamos a seguir a nuestro policía en moto, quien tenía una sonrisa de oreja a oreja una vez que se dio cuenta de a quién escoltaba. ¡Es poco decir que pronto comenzamos a correr y las palabras todo terreno o campo traviesa apenas describían lo que hacíamos! Porque, si pensaban que Ayrton era bueno en los circuitos, créanme que hubiera sido un muy buen piloto de rallies: entraba en espacios que realmente no existían y mientras más se acercaba al motociclista, este más aceleraba su moto. Barry Sheene se quedaba corto ante este hombre, ¡era un conductor brillante!

¡En Jeréz terminamos la temporada europea con una fiesta diferente y las nalgas adoloridas! (Jad Sherif/Pan Images)

¡Nigel Mansell explicando a Ron Dennis el declive de su carrera! (sutton-images.com)

Con Mark Blundell, el reemplazo de Nigel, una bocanada de aire fresco.

La victoria de David Coulthard en Australia después de una sequía de 49 GPs; no quería llegar a 50 seguidas sin ganar en la historia de McLaren. (Daniele Amaduzzi)

¿Quién fue el que dijo que Mika no tiene sentido del humor?

Con el jefe de jefes, Mansour Ojjeh; siempre fue un placer trabajar para él.

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