Mi vida en la formula uno (35 page)

BOOK: Mi vida en la formula uno
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El viernes antes del Gran Premio español en Jerez, el Lotus de Martin Donnelly se estrelló fuertemente contra las barreras justo atrás de los fosos. Todos los que estábamos ahí escuchamos el ruido del impacto por lo que volteamos rápidamente y fuimos testigos de cómo el auto rebotaba de las barreras en mil pedazos, con Martin expulsado del mismo todavía amarrado a su asiento. Éste fue un accidente terrible que se mantuvo en la mente de todos durante mucho tiempo. Ayrton quedó muy deprimido por el mismo y decidió que al día siguiente tenía que obtener la Posición de Privilegio y dedicarla a la rápida recuperación de Donelly. Era obvio que los Ferrari eran superiores a nuestros autos en el circuito de Jerez, pero Ayrton logró una vez más una vuelta increíble al ser medio segundo más rápido que Prost y consiguió su PP número 50. Desafortunadamente, durante la carrera se perforó su radiador con un soporte que se cayó de otro automóvil y fue otra victoria para Prost. Esto recortó el liderato de Senna en el campeonato a nueve puntos, con dos carreras todavía pendientes.

Suzuka era otro circuito donde Ferrari llevaba la ventaja, lo que preocupó en demasía a Senna, pero, a pesar de eso, obtuvo la Posición de Privilegio otra vez. Este tiempo fue para su desventaja: lo colocaba en la parte interior de la pista y no en la línea de carrera y, por lo tanto, del lado sucio donde no había tracción. Antes de la práctica, él y Berger habían pedido a los comisarios de la carrera que cambiaran la parrilla, con el conocimiento de Prost, a quien el asunto le era indiferente. Sin embargo, los comisarios se negaron a hacerlo. No recuerdo haberlo escuchado, pero hubo rumores de que Senna había dicho que si Prost tenía la delantera al entrar a la primera curva, no iba a poder dar la vuelta porque Senna iba a estar adentro.

En la junta de pilotos antes de la carrera, el Comisario del Circuito anunció que, si alguno de los pilotos no podía sortear la
Chicana,
podía utilizar el camino de escape con la única condición de que no sacara ventaja de ello. Ayrton estaba tan enojado que se levantó y abandonó la habitación ya que esa había sido, precisamente, la razón por la que lo habían descalificado el año anterior en el Gran Premio japonés.

Después me di cuenta de que él era capaz de hacer lo que fuera necesario para asegurar el título. Dos horas más tarde se decidió el campeonato en 400 metros y tan sólo algunos segundos. Como se esperaba, Prost tuvo un mejor arranque por la línea externa de salida y llegó primero a la curva. Ayrton, en la parte de adentro, se negó a bajar la velocidad y casi con dos neumáticos en el pasto, la parte delantera del McLaren golpeó la caja de velocidades del Ferrari y los dos autos terminaron en la trampa de arena.

No podía creer lo que veía, ¡qué terrible forma de terminar el campeonato! Todos estábamos pegados a los monitores de televisión, pensando que los dos archirrivales se iban a agarrar a golpes, pero sólo caminaron a los fosos sin siquiera mirarse a los ojos. Me imagino que Alain nunca se perdonó por haber dejado un poco de espacio y quedar expuesto a la misericordia de Ayrton.

Cuando Senna llegó a los fosos y vio que observábamos los monitores de televisión, me preguntó: "¿No van a detener la carrera o sí?". Le contesté que lo dudaba, pero en mi interior rezaba por que la detuvieran y volvieran a empezar ya que realmente sentía que Ayrton, ese día y en Suzuka, hubiera podido obtener su campeonato en una pelea limpia. Los millones de espectadores a nivel mundial habían sido engañados. En Suzuka el equipo estaba muy apagado y, con Berger trompeándose para afuera en la primera vuelta, habíamos logrado
cero
puntos. Ron Dennis fue el único que felicitó a Ayrton por asegurar el campeonato.

Lo que había sucedido, aunque se esperaba, había dejado un mal sabor de boca. Era una clara venganza por lo que había pasado el año anterior, pero no era meritorio de un piloto del estatus de Ayrton Senna obtener su segundo título de esta forma poco digna. Cuando Prost chocó con Senna el año anterior, lo hizo por instinto en la
Chicana
a 60 kph en las últimas etapas de la carrera, pero, esta vez, Ayrton lo hizo deliberadamente a 180 kph en la primera curva, con 200 litros de combustible en el auto.

Los comentarios de Prost acerca de Senna después de lo sucedido son irrepetibles, pero en lo que concernía a Senna, éste era un accidente normal de carreras. No le preocuparon las acusaciones de Prost, lo culpó por cerrar la puerta y dijo que el Campeonato del Mundo era resultado de toda una temporada de carreras y no de una sola. ¡Parecía que ese apretón de manos en Monza había sido hacía milenios! Pasaron meses antes de que Ayrton Senna finalmente admitiera que Suzuka 1990 fue su venganza por Suzuka 1989.

La temporada de 1991 fue una de mis favoritas en McLaren. Como siempre, después del final de la de 1990, Ayrton se fue a su casa brasileña en la playa para pasar el invierno. Gerhard Berger nos dijo: "Olvídense de él, déjenlo broncearse, yo haré todas las pruebas este invierno"; realmente trabajó muy duro tanto física como mentalmente, con Joseph Leverer, nuestro excelente preparador físico. Él era muy rápido en el auto, fuerte y duro afuera del mismo, y cuando llegó la primera carrera en Phoenix, Estados Unidos, estaba mucho más que listo para ganarle a Ayrton, quien acababa de llegar de Brasil tras hacer una prueba rápida en Silverstone. Después Ayrton procedió a hablar muy mal acerca del motor Honda al decir que no había mejorado y puso su McLaren MP4/6 en la Posición de Privilegio, un segundo más rápido que el Ferrari de Prost y dos segundos adelante de Berger. Gerhard estaba destruido, con la moral tan baja que me dijo, como alguien al borde de renunciar: "¿Qué demonios tiene que hacer un hombre para ganarle?".

Le tomó semanas recuperar su control nuevamente y darse cuenta que ganarle a Senna era imposible y que lo mejor a lo que podía aspirar era a acercarse más a él. Aun así, mientras más trabajaban juntos más crecía su amistad.

Ayrton ganó las primeras cuatro carreras de la temporada 1991 y aunque se veía fuerte en el campeonato, los Williams se fortalecían en cada carrera y, por supuesto, estaba Prost en el Ferrari, siempre un peligro aunque éstos habían caído en cuanto a rendimiento. Finalmente, Senna ganó el Gran Premio brasileño, por primera vez, con una fantásticamente cerrada carrera contra los Williams en la cual, casi al final, mientras Riccardo Patrese se acercaba rápidamente, el McLaren de Ayrton se quedó sin velocidades excepto la sexta. Tuvo que cambiar su forma de manejar en un circuito que conocía muy bien, pero este tremendo esfuerzo le causó calambres terribles y tal cansancio que, al final de la carrera que le ganó a Patrese por dos segundos, se detuvo en la vuelta de celebración para recoger una bandera brasileña y no pudo rearrancar. Después la lluvia lo empapó, lo que empeoró los calambres, lo tuvieron que remolcar al parque cerrado y no pudo salir del auto sin ayuda.

Esa era una de las ventajas más importantes de Ayrton, podía improvisar, cambiar su estilo de manejo y consecuentar su auto hasta el final. Ningún otro piloto sin los mismos dones y determinación podría haber ganado esa carrera. Berger llegó en tercer lugar, haciendo de ese un día maravilloso para McLaren.

Recuerdo la celebración esa noche en uno de los clubes nocturnos más importantes de Sao Paulo con algunos miembros de la familia de Ayrton, además de Emerson Fitipaldi y Edson Arantes do Nascimento, el otro héroe de Brasil, mejor conocido como ‘Pelé’. Ayrton estaba inmensamente contento por haber ganado en su tierra natal frente al público que tanto lo idolatraba. Todo el lugar vibraba y compartirlo fue una experiencia maravillosa.

Otro buen resultado que tuvo McLaren fue en San Marino, Imola, el circuito local de Ferrari, en donde Senna y Berger lograron un 1-2. En Mónaco, Senna ganó por cuarta vez, pero el Williams de Mansell llegó en segundo lugar.

Después comenzó el período de vacas flacas. No terminamos en Montreal y, en México, Senna sufrió un gran accidente durante la práctica en la curva inclinada del circuito, llamada la
Peraltada,
donde terminó con el auto volteado. Es una curva muy rápida y estaba un poco estremecido después del incidente, ya que durante algunos largos segundos luchó por zafarse de sus cinturones, liberar el volante y salir de la cabina con el peligro siempre presente del fuego. Lo llevaron al hospital del circuito para revisión y lo dejaron salir poco después. Lo llevé de regreso a su hotel y me senté con él durante algunos minutos en su cuarto, donde pudo reflexionar acerca del incidente y me dijo: "Hoy la vi cerca". Pero rápidamente le contesté bromeando con un viejo dicho mexicano: "Mala hierba nunca muere", tratando de alejar su mente de lo que pudo haber sido un accidente muy serio.

A pesar de esto terminó en tercer lugar detrás de los dos Williams, de Patrese y Mansell. Nigel ganó las tres siguientes carreras, en Magny-Cours, Silverstone y Hockenheim, lo cual destruyó gran parte del liderato que Senna había construido. Pero Ayrton ganó después en el Hungaroring y tuvimos nuestra venganza, aunque Mansell y Patrese fueron segundo y tercero sobre sus Williams. Mientras tanto, disfrutamos la victoria en Budapest, una de las ciudades favoritas de Ayrton. Le encantaban los húngaros y veía muchas cosas en común con sus compatriotas brasileños. Normalmente me tomaba libre la siguiente semana y Ayrton me dio un aventón a Niza, donde me esperaban mi esposa e hija, y luego pasamos unos días en nuestra casa en Cogolin.

Tuvimos otro 1-2 en Spa-Francorchamps, aunque fue uno de suerte gracias a que los Williams tuvieron problemas. Ayrton escogió esta oportunidad para evitar las celebraciones después de la carrera y en la junta de recapitulación comenzó a gritar e insultar, recordándonos que había sido una victoria de suerte y que se había quejado todo el año acerca de la falta de potencia en el motor y otras deficiencias del auto y que no le habíamos ofrecido soluciones. Aunque tenía razón, todos nos quedamos sin palabras debido a su agresivo planteamiento. Tuve la audacia de sugerir, tratando de aligerar el ambiente: "Sí, sí, pero el equipo ha trabajado muy duro de todos modos y los autos corrieron hasta el final, ¿no podemos tomar un trago, decir ‘bien hecho chicos’ y después comenzar a cortar cabezas?". Este comentario pareció enfadarlo aún más, pero así era Senna, siempre muy duro, y aunque su crítica siempre era constructiva, algunas veces el momento elegido para expresarla era muy malo. Después de esta ocasión particular me di cuenta que él estaba bastante molesto porque se acababa de enterar de que Frank Williams había firmado a Mansell y Patrese para otra temporada en 1992 y, por lo tanto, había perdido parte de su poder de negociación contra Ron Dennis.

En esa época, McLaren ya tenía una de las colecciones más impresionantes de trofeos de la Fórmula Uno, sin contar, claro, la de Ferrari, que ha pasado a todos en los últimos años. Uno de los trofeos más maravillosos que poseíamos era sin duda la Copa SM Leopold III, ofrecida por el Club de Automóviles de Bélgica. El trato era que el equipo que lo ganara podía guardarlo durante un año y regresarlo al año siguiente para el próximo ganador, pero también daban otra copa, que se podía conservar, conmemorando la victoria del equipo. En 1991 lo habíamos ganado por cuarta vez consecutiva y los organizadores olvidaron entregar la copa que el equipo podía quedarse.

Desde que nos robaron un trofeo en el Gran Premio alemán en los ochenta, justo después de las ceremonias del podio, agregué a mi trabajo asegurarme de que todos los trofeos llegaran con seguridad a la fábrica. Como decía Ron Dennis, los trofeos eran siempre algo tangible que reflejaba los logros del equipo; le importaban tanto que desde que se hizo cargo de McLaren, siempre se especifica en los contratos de los pilotos que los trofeos pertenecen al equipo. Por lo regular, los pilotos me pedían que les consiguiera una réplica, lo cual siempre hice. Sin embargo, Ayrton Senna cambió todo desde su segundo año en el equipo al querer el original y entonces yo conseguí una copia para McLaren, pero Ron siempre insistió tanto como Senna en que nos quedáramos el original; por lo tanto, ¡siempre le dije a ambos que cada uno tenía el original!

Mientras me llevaba los trofeos del podio en Spa, vi que no había ninguna copa para que se quedara en el equipo, así que le pregunté al jefe de circuito, Roberto Nosetto, antes administrador del equipo Ferrari, promotor del Gran Premio de San Marino y un muy buen amigo: "¿Oye, Roberto, qué pasó con nuestra copa?". Él contestó: "¡Diablos! Se me olvidó, te mando una la próxima semana". "No, no gracias, estoy contento con ésta, nos la vamos a quedar ya que la hemos ganado tantas veces."

Pero me insistió en que la trajera de regreso al próximo año. Un par de semanas después llegó una copa a la fábrica y no podía creer lo que veía: era una copa tan fea, barata y vieja de lata, no lo suficientemente buena siquiera para ser la copa del tercer lugar de una carrera de go-karts mexicana de los cincuenta. Estaba tan enojado que la mandé de regreso y les dije que se la metieran por donde mejor les cupiera y que nos quedaríamos con la Copa SM Leopold III. Después mandé una carta a Bernie Ecclestone, en la que me quejaba acerca de la calidad de los trofeos si se tomaba en cuenta lo difícil y costoso que es ganar el Gran Premio. Desde la década de los noventa se ha especificado el estándar de los trofeos dentro de las reglas de la FIA y ahora son muy caros y atractivos.

El trofeo belga, el cual es una copa hexagonal de plata montada en una base hexagonal de ébano, tenía los nombres de los vencedores desde antes de 1950 cuando comenzó el Campeonato Mundial, con algunos de los nombres más carismáticos en la historia de nuestro deporte como: Nuvolari, Brooks, Fangio, Ascari, Brabham, Clark, Surtees, Gurney, McLaren, Rodríguez, Fittipaldi, Stewart, Lauda, Andretti, Reutemann, Scheckter y Prost, sólo por mencionar a algunos, y, por supuesto, Senna, cuatro veces consecutivas. Ron estaba tan encantado con el trofeo que le encomendó a su hermano Michael, un talentoso artesano en plata, que produjera la réplica más fantástica. Sin embargo, se la dio al miembro principal de una familia de la realeza extranjera en un trato de negocios, algo de lo que pienso se arrepintió mucho pasados los años.

Al año siguiente, Roberto Nosetto ya no estaba a cargo del Gran Premio belga y el nuevo equipo de administración no estaba interesado en el viejo trofeo. Sentí que había peleado tanto por el trofeo casi como los pilotos y me había apegado tanto a él, que estuve a punto de preguntarle a Ron si podía quedármelo cuando me fui. ¡Algo me dice que la respuesta no hubiera sido afirmativa!

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