Read Mi vida en la formula uno Online
Authors: Jo Ramírez
Marlboro hizo un collage de los seis años que estuvo Ayrton con nosotros el cual le dimos en su último GP, en Australia. (Jad Sherif/Pan Images)
¡En Mónaco los dos McLaren estaban de nuevo en la primera fila con el especialista en Posiciones de Privilegio, Ayrton Senna, sorprendentemente 1.5 segundos más rápido que Prost! El mismo Alain no podía creer cómo Ayrton podía ser tan rápido en un circuito en el cual Alain siempre había marcado el punto de referencia, pero, otra vez, Alain había sido un segundo más rápido que el tercer hombre, Gerhard Berger. Ayrton estaba obsesionado con Alain: Prost era el número uno, el mejor piloto del mundo y desde el momento en el que se unió al equipo, Ayrton sólo estaba interesado en vencerlo. Siempre había querido saber cuál era la puesta a punto que Alain usaba y ahora no sólo le ganaba, sino que estaba masacrando al campeón por completo; esto era un logro personal definitivo.
A veces, cuando encontraba a Ayrton solo, especialmente cuando acababa no sólo de derrotar a su héroe, sino dejarlo en su sombra con el mismo auto, motor y llantas, solía volverse muy místico, elocuente, muy entusiasta al hablar de la manera como lo había logrado. Ni siquiera él podía creer que había derrotado al ‘Profesor’. Él decía que, cuando manejaba su auto, ya no se sentía en una pista de carreras, sino en un túnel en donde tal vez excedía sus propias capacidades. Mientras se sintiera cómodo con esto seguiría, pero si sentía que el próximo nivel era inalcanzable, se detendría. En realidad yo no podía entender todo esto, o tal vez no tenía tiempo para todas estas incoherencias, pero en lo que a mí concierne, él era el piloto de carreras más rápido que el mundo haya visto y eso era todo lo que había.
En la carrera, los dos empezaron lado a lado y llegaron a
Ste. Devote
casi juntos, pero Prost falló un cambio que también le costó el segundo lugar con Berger y quedó en tercero, incapaz de rebasar al Ferrari, durante 54 vueltas. Mientras tanto, Ayrton sacó ventaja de alrededor de 50 segundos, pero una vez que Alain se deshizo de Berger empezó a recortar los segundos. Ayrton vio el pizarrón con Prost en segundo y recortando ventaja, así que sacó su resto y empezó a hacer las vueltas más rápidas. Faltando unos 15 giros para terminar, Ron le gritó por el radio: "Baja la velocidad, bájala, nunca te va a alcanzar, baja la velocidad", pero la obsesión de Ayrton también lo ensordeció y en la vuelta 67 tocó la barrera interna de la curva
Portier,
lo cual lo sacó de control, lo mandó contra el riel de contención y su carrera terminó. Prost ganó una carrera que no era suya.
Sin lugar a dudas, éste fue el mayor error en la carrera de Ayrton Senna. Estaba completamente hecho pedazos y tan deprimido que sólo caminó a su departamento, que se encontraba convenientemente en el Boulevard Princess Grace, cerca de Portier, para ahogar sus penas solo. Tratamos de ponernos en contacto con él por horas, sin éxito; no contestaba el teléfono y más tarde estaba ocupado o desconectado, hasta que finalmente, alrededor de las nueve de la noche logré que Isabel, la mujer brasileña que limpiaba su casa, contestara. Al principio insistió en que el
senhor
Ayrton no estaba ahí, pero le imploré en portugués, sabiendo que Ayrton estaba ahí, y le pedí que le dijera que Jo le hablaba. Finalmente le dio el teléfono a Ayrton y él seguía llorando. Habló en portugués en voz baja: "No se cómo pasó, debo haber rozado el interior de la curva o la barrera, el auto saltó, el volante se salió de mis manos, y en una fracción de segundo me estaba estrellando en la parte exterior de la curva. Debo ser el idiota más grande del mundo".
Lo que pasaba con Ayrton era que cometía tan pocos errores y cuando los hacía se castigaba tanto, que ni siquiera Ron podía regañarlo. Era un perfeccionista. No podía tolerar los errores del equipo y mucho menos los propios.
El Gran Premio de México estaba en su tercera edición desde que se había reincorporado al campeonato en 1986. Para entonces Ron había comenzado a relajarse y a aceptar el hecho de que la carrera, por ser en mi país generaba mucho interés por parte de los medios de comunicación hacia mí, ya que era el único mexicano en la Fórmula Uno. Ahora me permitían hablar más con la televisión y prensa local, y, en parte por eso, McLaren fue adoptado casi como el equipo nacional y favorito de las multitudes. Siempre me habían dado varios boletos para la tribuna principal, la cual ocupaban mi familia y amigos ussando una camiseta especial de Jo Ramírez hechas por mi sobrina Patricia.
Ayrton sintió la presión porque Alain lideraba el campeonato por 15 puntos y, aunque una vez más estaba en la posición de privilegio en la carrera, Alain lo adelantó en la arrancada y fue otro 1-2 para McLaren, y yo estaba encantado por haberle dado a mi ‘club de fans’ algo para celebrar.
Fue un fin de semana maravilloso, excepto por un desagradable episodio: Plácido Domingo, un buen amigo de Alain, fue al circuito de camino al aeropuerto para saludarlo. Por culpa del típico tránsito de la ciudad de México, Plácido llegó tarde y literalmente sólo tenía unos pocos minutos. Me preguntó si podía saludar rápido a Alain quien estaba a punto de subirse al auto, así que le dije que se apresurara. Alain estaba encantado de verlo, pero Ron cruzó los carriles de los fosos, empujó a Plácido hacia un lado, y le ordenó a Prost que subiera al auto. Esto fue enfrente de muchos horrorizados espectadores porque, además de ser una de las personalidades más distinguidas e importantes en México, Plácido es de los más queridos. Sólo se me ocurría que Ron no sabía quién era él, así que le susurré que era Plácido Domingo. Gritó lo más fuerte que pudo: "Me vale madres quién sea, yo estoy manejando a un equipo de carreras, no un evento social". Alain meneó la cabeza, mientras Plácido me dijo en tono de disculpa: "Sí, claro, tiene razón; mejor me voy antes de que pierda mi avión".
Desafortunadamente, Ron a veces mostraba su autoridad de una manera innecesariamente brusca. Obviamente, Plácido no lo tomó contra mí de manera personal, ya que asistió a Indianápolis 2001 para mi última carrera a despedirse.
Montreal y Detroit también fueron victorias dobles para el equipo, ambas lideradas por Ayrton. Pero cuando llegamos al Gran Premio de Francia, en el circuito Paul Ricard, apareció un Alain Prost diferente y con mayor determinación, listo para darle pelea al dominante brasileño. En la práctica, Alain encontró la puesta a punto perfecta para su auto y tomó la primera posición en la parrilla cuando quedaba media hora de sesión. Salió de su auto, se puso unos jeans y una playera, y se quedó en la pared de los fosos para ver el resto de la calificación. Cuando le preguntamos por qué había dejado de correr si todavía tenía otro juego de llantas y mucho tiempo, respondió: "Esa fue la vuelta perfecta, ciertamente no lo pude haber hecho mejor. Si él (Ayrton) puede ir más rápido y hacer un mejor tiempo, merece la Posición de Privilegio".
Pero entre más veía Ayrton a Prost con sus jeans en la pared de los fosos, más se esforzaba y más lento iba. Alain venció al ‘maestro de la PP’ por casi medio segundo.
La diferencia básica entre estos dos hombres era que, mientras Alain era invencible en un auto con una puesta a punto perfecta, Ayrton era más capaz de improvisar en un auto que estaba lejos de tenerla, así que Ayrton era capaz de sacar ventaja. En la carrera Alain fue el líder, pero Ayrton lo rebasó a la mitad cuando los dos cambiaron sus llantas. Alain perdió un poco más de tiempo y Ayrton se vio excelso al pasar a los coleros, lo que le valió el liderato. Sin embargo, un Alain revitalizado no se dio por vencido y empezó a perseguir a su coequipero hasta que le dio una cucharada de su propia medicina y lo encajonó atrás de un auto más lento después de la curva rápida,
Signes.
Alain había tomado la curva a fondo y esto le permitió tener la velocidad necesaria para rebasar a Ayrton y al colero antes de la siguiente curva, una maniobra de la cual hasta Ayrton hubiese estado muy orgulloso. Alain logró una victoria muy gratificante en su propio terreno.
De regreso a Inglaterra, tuvimos un Gran Premio de lluvia, en Silverstone. Los Ferrari acapararon la primera fila ya que los McLaren no estaban muy bien ajustados; pero Ayrton, el maestro de la lluvia, ganó la carrera. Alain se retiró por razones de seguridad después de 25 vueltas, una decisión que la prensa y el público criticaron mucho. Alain se defendió afirmando que la falta de visibilidad era tanta que ni siquiera debían haber largado la carrera.
Lo que muchos no sabían o habían olvidado es que fue Alain a quien golpeó el Ferrari de Didier Pironi en la parte trasera, en 1982, en el Gran Premio de Alemania, en Hockenheim, en una tarde muy lluviosa. Didier no vio a Alain bajar la velocidad para entrar a los fosos y se estrelló en la retaguardia de su Renault. Las piernas de Pironi tuvieron múltiples fracturas y no pudo volver a correr nunca más. Alain quedó muy afectado por este accidente causado por la falta de visibilidad y no por un error del piloto. Pironi murió unos cuantos años después en un accidente de botes de carrera a motor.
La siguiente carrera en Hockenheim también fue con lluvia y no es necesario decir cuál de los dos McLarens ganó. Después de las críticas de Silverstone, Alain dio un buen espectáculo sólo para que el indiscutible rey de la lluvia le ganara, mientras que él terminó en un sólido segundo lugar, 13 segundos atrás.
El Hungaroring produjo otro 1-2 con Senna por delante, pero en Spa-Francorchamps Alain esperaba vengarse porque era uno de sus circuitos favoritos; sin embargo, desde la calificación Alain se dio cuenta de que no iba a ser una tarea sencilla. Ayrton fue medio segundo más rápido que él en la Posición de Privilegio. Como siempre, antes de ponerse la ropa de civil, Ayrton se sentó en el suelo del camión para relajarse del trance de concentración al que se había sometido. Mientras tanto, Alain y yo estábamos cerca de la puerta del camión, viendo las hojas de registro de los tiempos y Alain comentó: "Medio segundo más rápido que yo aquí, no puedo creerlo, ¡no aquí de todos los lugares del mundo! ¡Es malditamente rápido!".
Cuando él dijo eso volteé la cabeza y vi que Ayrton había escuchado el comentario de Alain y me guiñó el ojo con una gran sonrisa de satisfacción. ¡Otro récord personal alcanzado!
Pero esto es un claro ejemplo de qué tan bien estaba saliendo el trabajo para estos dos titanes del deporte, porque tenían un respeto incomparable por las habilidades del otro. En la carrera, aunque Alain tuvo el mejor arranque, Ayrton lo rebasó a la mitad de la primera vuelta y así quedaron para terminar, una vez más, 1-2.
Cómo olvidar el Gran Premio de Italia, en Monza, la única carrera que se nos escapó por la impaciencia de Ayrton. Él y Alain pelearon duro en la primera mitad de la carrera hasta que el motor de Prost voló y luego el Ferrari de Gerhard Berger empezó a acortar la ventaja, seguido por Michele Alboreto, en el otro Ferrari. Ayrton apenas tenía el suficiente combustible para terminar la carrera, mucho menos para empezar otra batalla contra Berger. A dos vueltas del final, Ayrton estaba adelante de Berger por sólo cuatro segundos cuando decidió rebasar por segunda vez a Jean Louis Schlesser, quien estaba reemplazando a Nigel Mansell en el Williams-Judd, justo antes de la chicana y no después. Schlesser se apanicó, se corrió al extremo derecho y perdió el control bajo frenada, trompeándose para salir del circuito y se llevó el McLaren de Ayrton del otro lado de la chicana: acabando así con la única oportunidad de McLaren de ganar todos los Grandes Premios en una temporada. Los ‘intocables’ fueron tocados, ¡sin embargo, estoy seguro de que el
Commendatore
tuvo algo que ver en esto!
Apenas había pasado un mes desde la muerte de Enzo Ferrari, y muchos creen que desde arriba fue el quien lanzó un maleficio a Senna para permitir a sus amados autos ganar el Gran Premio de Italia en formación de 1-2, y sí, ¡el ambiente estaba de dar un poco de miedo!
Como resultado de la muerte de Ferrari, el Club del Automóvil de Italia comisionó el Trofeo Enzo Ferrari, una escultura muy rara y muy pesada diseñada por Gio Pomodoro, un prominente artista italiano. Este trofeo se le otorgaría al primer equipo que ganara tres veces el Gran Premio de Italia. Nosotros lo ganamos en 1989, y me invitaron a la cena anual de fin de año para recibir un manuscrito muy elegante y muy elaborado que decía que habíamos ganado un tercio del Trofeo Enzo Ferrari; créanme que estábamos ansiosos por tener esta escultura en nuestra sala de trofeos. Ganamos el Gran Premio de Italia otra vez en 1990, y una vez más me involucraron en el lío de la cena y el segundo manuscrito.
Para cuando volvimos a ganar dos años después, en 1992, el Club no estaba muy contento, pues, naturalmente, querían que Ferrari lo tuviera. No me sorprendió no recibir la acostumbrada invitación a su fiesta de fin de temporada en Milán, pero sí lo estuve cuando evitaron cualquier correspondencia y declinaron contestar mis faxes exigiendo nuestro Trofeo.
Finalmente, la semana anterior al Gran Premio de 1993, le señalé categóricamente a la directiva que el trofeo era nuestro y que, si no lo recibíamos, tendría que ir con la prensa y ¡decir que eran un montón de mentirosos y ladrones! Al final aceptaron dárselo a Ron Dennis en una pequeña ceremonia justo antes del arranque de la carrera y no es necesario decir que, la escultura del señor Pomodoro ahora está orgullosamente colocada en un lugar muy especial en la sala de trofeos de McLaren.
De nuevo en Estoril, Alain sintió que había hecho una vuelta mágica con 15 minutos restantes de sesión, mientras una bandera roja la detenía temporalmente; Alain se quitó rápido el
nomex
de piloto y se paró para ver a Senna salir en los últimos minutos a una pista que parecía la autopista M4 en hora pico. ¡La trampa volvió a funcionar! Y esa fue otra Posición de Privilegio para Prost, quien ganó la carrera, pero no sin que Senna le diera una pelea feroz. Hubo un segundo arranque y Ayrton salió al frente y lideró la primera vuelta, pero al final de esta Alain salió de la curva y entró a la recta principal llevando más velocidad que Ayrton y fue capaz de chuparse el aire a lo largo de la recta de los fosos. Ayrton decidió que no lo iba a permitir y cruzó hacia la derecha casi embarrando a Alain contra la barda de los fosos y los pizarrones de los mecánicos.
Nadie en la fraternidad del Gran Premio podía creer lo que acababa de ver: si los dos autos se hubieran tocado, el auto de Alain podría haber sido empujado hacia la pared de los foso con terribles consecuencias. Al final de la carrera Alain estaba furioso y tenía razón. Le gritó a Ayrton: "Si quieres tanto el campeonato que estás preparado para matar o que te maten, tómalo".