Roentgen envió un toque de diversión.
—Bueno, no negaré que estamos en ello también por el sexo. Pero ya verás —Le tendió una mano a Pauling—. ¿Vamos?
Pauling miró a Jared, hizo un guiño, y aceptó la mano de Roentgen.
—Por supuesto —dijo.
Jared los vio marcharse, y luego sintió que le daban un golpecito en el hombro. Se dio la vuelta. Julie Einstein, desnuda y alegre, estaba allí.
—He venido a comprobar la teoría de que eres de sangre caliente, Jared —dijo.
* * *
Un rato más tarde, Pauling logró acercarse a Jared y se tumbó junto a él.
—Ha sido una velada interesante —dijo.
—Es una forma de expresarlo —respondió Jared. El comentario de Roentgen de que el sexo era distinto cuando todos aquellos con quienes estabas integrado están implicados se había quedado muy corto. Todos menos uno, se corrigió Jared—. Me pregunto por qué Sagan no estuvo aquí.
—Alex dijo que solía participar, pero que ya no lo hace —dijo Pauling—. Dejó de hacerlo después de una batalla en la que estuvo a punto de morir. Eso fue hace un par de años. Alex dijo que participar es estrictamente opcional: nadie le da la lata por ello.
Al oír el nombre de «Alex», Jared sintió un agudo retortijón. Había visto a Roentgen y Pauling juntos antes, mientras Einstein se dedicaba a él.
—Eso lo explica todo —dijo, torpemente.
Pauling se incorporó, apoyándose en un brazo.
—¿Te lo has pasado bien? ¿Con esto? —preguntó.
—Sabes que sí.
—Lo sé —dijo Pauling—. Pude sentirte en mi cabeza.
—Sí.
—Y sin embargo, no pareces completamente feliz.
Jared se encogió de hombros.
—No podría decirte por qué.
Pauling se acercó y besó a Jared suavemente.
—Estás guapo cuando te pones celoso —dijo.
—No pretendo ponerme celoso.
—Nadie pretende ponerse celoso, creo —dijo Pauling.
—Lo siento.
—No lo sientas. Me alegra que nos hayamos integrado. Me siento feliz de ser parte de este pelotón. Y
esto
es muy divertido. Pero tú eres especial para mí, Jared, y lo has sido siempre. Eres a quien yo más quiero.
—Y tú a quien yo más quiero —reconoció Jared—. Siempre.
Pauling sonrió de oreja a oreja.
—Me alegro de haberlo zanjado —dijo, y bajó la mano—. Ahora, vamos a por los beneficios de ser quien más te quiere.
—Treinta kilómetros —dijo Jane Sagan—. Todo el mundo fuera del autobús.
Los soldados del Segundo Pelotón saltaron del transporte de tropas y cayeron desde el cielo nocturno sobre Dirluew, la capital de la nación eneshana. Bajo ellos, las explosiones moteaban el cielo, pero no se trataba de las violentas erupciones de defensas antiaéreas capaces de destruir los transportes, sino de los bonitos destellos multicolores de los fuegos artificiales. Era la última noche del Chafalan, la celebración eneshana del renacimiento y la renovación. Los eneshanos de todo el mundo estaban en las calles, festejando y comportándose tal como exigía el momento del día en que estaban, es decir, con el equivalente eneshano de estar levemente borracho y excitado.
Dirluew era especialmente escandalosa ese Chafalan. Además de las festividades de costumbre, la celebración de ese año incluía también la Consagración de la Heredera, donde Fhileb Ser, la jerarca eneshiana, nombraba oficialmente a su hija Vyut Ser como futura gobernante de Enesha. Para conmemorar la celebración, Fhileb Ser había proporcionado una muestra de la jalea real con la que alimentaba a Vyut Ser y había permitido que se produjera en masa una versión sintética, en forma diluida, que se ofrecía en envases diminutos como regalo a los ciudadanos de Dirluew en esa última noche del Chafalan.
En su forma natural, y suministrada a un eneshano premetamórfico, la jalea real producía profundos cambios en el desarrollo que se traducían en claras ventajas físicas y mentales cuando el eneshano alcanzaba la forma adulta. En su versión diluida y sintetizada, la jalea real provocaba en los eneshanos adultos un auténtico y excelente cuelgue alucinógeno. La mayoría de los ciudadanos de Dirluew habían consumido su jalea antes de la exhibición de luces y fuegos artificiales de la ciudad, y ahora estaban sentados en sus jardines privados y parques públicos, haciendo chasquear sus mandíbulas en el equivalente eneshano a los
ooooh y aaaaah
mientras la naturaleza brillante y explosiva de los fuegos artificiales se extendía como un sedante por todo el espectro sensorial eneshano.
Treinta kilómetros más arriba (y descendiendo rápidamente), Jared no podía ver ni oír a los deslumbrados eneshanos, y los fuegos artificiales de abajo eran brillantes pero lejanos; el sonido de sus explosiones se perdía en la distancia y la fina estratosfera eneshana. La percepción de Jared estaba ocupada en otras cosas: la localización de sus compañeros de escuadrón, el ritmo de su descenso y las maniobras necesarias para asegurarse de que estaría donde fuese necesario al aterrizar, y a la vez lo bastante lejos del sitio donde iban a tener lugar ciertos acontecimientos en un futuro no demasiado lejano.
Localizar a sus compañeros de escuadrón era la tarea más fácil. Todos los miembros del Segundo Pelotón eran anulados visualmente, a través de la mayor parte del espectro electromagnético por la cobertura de su equipo y los unicapotes nanobióticos, a excepción de un transmisor/receptor por tensorrayo que llevaba cada miembro del pelotón. Éstos controlaban la posición de los otros miembros del pelotón antes del salto y continuaban haciéndolo a intervalos de microsegundo a partir de ese momento. Jared sabía que Sarah Pauling estaba cuarenta metros por delante y a estribor, Daniel Harvey sesenta metros más abajo, y Jane Sagan doscientos metros más arriba, pues era la última de su transporte. La primera vez que Jared participó en un salto nocturno, no mucho después de Gettysburg, perdió la señal del tensorrayo y aterrizó a varios kilómetros de su escuadrón, desorientado y solo. Nadie se burló de él por ello.
El destino final de Jared se encontraba ahora a menos de veinticinco kilómetros bajo él, resaltado por su CerebroAmigo, que también ofrecía un camino de descenso calculado para llevarlo hasta allí. El camino era actualizado durante el vuelo, ya que el CerebroAmigo tenía en consideración las corrientes de viento y otros fenómenos atmosféricos; también seguía cuidadosamente tres columnas virtuales agrupadas y superpuestas a la visión de Jared. Estas columnas se extendían desde el cielo para terminar en tres áreas de un edificio: el palacio de la jerarca, que servía a la vez como residencia de Fhileb Ser y su corte, así como de sede oficial del gobierno.
Lo que representaban esas tres columnas quedó claro cuando Jared y el Segundo Pelotón descendieron a menos de cuatro kilómetros y tres rayos de partículas aparecieron en el cielo, lanzados desde los satélites que las Fuerzas Especiales habían colocado en órbita baja sobre Enesha. Un rayo era tenue, el otro era furiosamente brillante y el tercero era el más tenue de los tres y tenía un curioso fluctuar. Los ciudadanos de Dirluew se asombraron al verlos y ante los resonantes truenos que acompañaron su aparición. En su estado de conciencia, simultáneamente ampliado y disminuido, pensaron que los rayos eran parte del espectáculo de luces de la ciudad. Sólo los invasores y los coordinadores del espectáculo de Dirluew supieron desde el principio que se trataba de algo distinto.
Los satélites que producen rayos de partículas no son cosas que pasen inadvertidas a la red de defensa planetaria de Enesha: las redes de defensa planetaria están para detectar las armas enemigas. Sin embargo, en ese caso concreto, los satélites estaban bien disfrazados como un trío de naves remolcadoras de reparaciones. Habían sido colocadas unos meses antes (no mucho después del incidente en Gettysburg), como parte de la flota de servicios de los atracaderos diplomáticos de la Unión Colonial en una de las tres principales estaciones espaciales de Enesha. De hecho, funcionaron perfectamente como remolcadores. Sus motores modificados no fueron descubiertos por las comprobaciones externas ni internas debido a las astutas modificaciones de software que ocultaban las capacidades de los mismos ante cualquier investigador.
Los tres remolques habían sido asignados para seguir a la
Milana
después de que la nave apareciera en el espacio eneshano y pidiera permiso para reparar los daños que habían sufrido su casco y sus sistemas en una batalla reciente con un crucero raey. La
Milana
había vencido en la refriega, pero tuvo que retirarse antes de que sus daños pudieran ser reparados totalmente (la
Milana
se había enfrentado a una de las colonias raey defendidas más moderadamente, con la suficiente fuerza militar para repeler a una única nave de las Fuerzas Especiales pero no para borrarla del cielo por completo). El comandante ofreció una visita rutinaria de cortesía por la
Milana
a los militares eneshanos, que ya habían confirmado la historia de la
Milana
a través de sus canales informales de inteligencia con los raey. La
Milana
también había solicitado que los miembros de su tripulación pudieran salir de permiso en Tresh, un lugar de recreo reservado para los diplomáticos de la Unión Colonial y el personal destacado en Enesha. Tresh se encontraba al sureste de Dirluew, que se hallaba al norte del rumbo de vuelo del transporte de tropas que llevaba de «vacaciones» a dos escuadrones de soldados del Segundo Pelotón.
Cuando el transporte de tropas pasó cerca de Dirluew, informó de perturbaciones atmosféricas y cambió de rumbo hacia el norte para evitar las turbulencias, rozando brevemente la zona de vuelo prohibido sobre el espacio aéreo de Dirluew. El mando de transporte eneshano aceptó la corrección, pero exigió al transporte que regresara a su previo plan de vuelo en cuanto dejara atrás las turbulencias. El transporte así lo hizo, unos minutos más tarde, dos escuadrones más liviano.
Era interesante lo que podía hacerse cuando un enemigo era oficialmente tu aliado. Y no sabía que tú sabías que era tu enemigo.
Los rayos de partículas brotaron de los remolcadores asignados a la
Milana
y alcanzaron el palacio de la jerarca. El primero, el más fuerte por un margen insignificante, se abrió paso a través de seis niveles del palacio, hasta llegar a sus entrañas y vaporizar el generador de emergencia y, veinte metros más abajo, la principal línea de energía. Cortar ésta hizo que los sistemas eléctricos del palacio recurrieran a los de emergencia, que habían sido destruidos milisegundos antes. En ausencia de un poder de emergencia centralizado, varios sistemas locales cobraron vida y cerraron el palacio por medio de un sistema de puertas de seguridad. Los diseñadores de los sistemas eléctricos y de seguridad del palacio habían deducido que si caían a la vez el sistema normal y el de emergencia, todo el palacio estaría siendo atacado. Hasta ahí, su razonamiento era correcto; lo que los diseñadores no esperaban ni pretendían era que el sistema descentralizado de emergencias locales formara parte integral de los planes de los atacantes.
Este rayo causó relativamente pocos daños secundarios; sus energías estaban concentradas específicamente para contenerse dentro de su circunferencia y hundirse en el suelo eneshano. El agujero resultante alcanzó más de ochenta metros de profundidad antes de que los escombros causados por obra del rayo (y los de seis niveles de palacio), llenaran el fondo del agujero hasta una profundidad de varios metros.
El segundo rayo perforó el ala administrativa del palacio. Al contrario que el primer rayo, éste era amplio y estaba diseñado para desprender una enorme cantidad de calor residual. El ala administrativa del palacio se tambaleó y rezumó donde la alcanzó el rayo. El aire supercalentado se abrió paso por las oficinas, destrozando puertas y ventanas, y prendiendo todo lo que había dentro o tuviera un punto de combustión inferior a los 932 grados centígrados. Más de tres docenas de trabajadores del turno de noche, guardias militares y conserjes, fueron inmolados y ardieron al instante dentro de sus caparazones. El despacho privado de la jerarca y todo lo que había en su interior, directamente enfocado en el centro del rayo, se convirtió en cenizas sólo fracciones de segundo antes de que la tormenta de fuego que creó la energía y el calor del rayo lanzara esas cenizas a todos los rincones del ala en rápida deconstrucción.
El segundo rayo era con diferencia el más destructor pero también el menos crítico de todos. Las Fuerzas Especiales no pretendían ni esperaban asesinar a la jerarca en su despacho privado: raramente estaba allí por la noche y desde luego no iba a estarlo aquélla, cuando cumplía sus funciones públicas como parte de las celebraciones del Chafalan. Estaba en otra parte de Dirluew. Habría sido un atentado torpe en el mejor de los casos. Pero las Fuerzas Especiales querían que
pareciera
un atentado torpe a la vida de la jerarca, de modo que ésta (y su inmensa y formidable guardia personal de seguridad) estuvieran muy lejos del palacio mientras el Segundo Pelotón cumplía su objetivo.
El tercer rayo era el menos poderoso de los tres y fluctuó cuando destruyó con precisión quirúrgica el tejado del palacio, como un cirujano que cauteriza y retira una capa de piel tras otra. El objetivo de este rayo no era aterrorizar ni destruir, sino abrir un camino directo a la cámara del palacio, donde se hallaba el objetivo del Segundo Pelotón, y la palanca que, esperaban, serviría para que los eneshanos abandonasen su plan tripartito para atacar a la humanidad.
* * *
—¿Y ahora vamos a secuestrar qué? —preguntó Daniel Harvey.
—Vamos a secuestrar a Vyut Ser —dijo Jane Sagan—. La heredera del trono eneshano.
Daniel Harvey le dirigió una mirada de pura incredulidad, y Jared recordó por qué los soldados de las Fuerzas Especiales, a pesar de su integración, se molestaban en reunirse físicamente para recibir las órdenes: en el fondo, nada podía superar el lenguaje corporal.
Sagan envió el informe de inteligencia de la misión y los detalles, pero Harvey volvió a saltar antes de que la información pudiera desplegarse por completo.
—¿Desde cuándo nos dedicamos a secuestrar a nadie? —preguntó Harvey—. Eso es nuevo.
—Hemos hecho abducciones antes —dijo Sagan—. Esto no es nada nuevo.
—Hemos abducido
a adultos —
repuso Harvey—. Y en general eran gente que pretendía hacernos daño. Estamos hablando de secuestrar a una niña.