Esto niega completamente uno de los grandes momentos de los evangelios sinópticos, cuando Pedro confiesa su convencimiento de que Jesús es el Mesías (v. cap. 5), confesión que impulsa a Jesús hacia Jerusalén y hacia la crucifixión. En cambio, aquí se dice al principio que Jesús es el Mesías, y más adelante no hay espacio para la paulatina adquisición de tal convencimiento por parte de Pedro ni de cualquier otro discípulo. El cuarto evangelio exalta demasiado la naturaleza de Jesús para admitir una concienciación de ese tipo, lenta y gradual; debe sobrevenir de inmediato.
Además, la aceptación de estos primeros discípulos no tiene lugar en Galilea, sino en el lugar de la Transjordania donde Juan el Bautista practicaba el rito bautismal:
Juan 1.28.
Esto sucedió... al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
Y como para subrayar ese hecho, se dice que Jesús va de vuelta a Galilea:
Juan 1.43.
Al otro día, queriendo Él salir hacia Galilea, encontró a Felipe, y le dijo Jesús: Sígueme.
Juan 1.44.
Era Felipe de Betsaida, la ciudad de Andrés y de Pedro.
Posiblemente, Andrés y Pedro le hablaron del Mesías y él divulgó la noticia a su vez:
Juan 1.45.
Encontró Felipe a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y los Profetas...
Los evangelios sinópticos no incluyen a Natanael en la lista de apóstoles; en realidad, su nombre no aparece fuera del cuarto evangelio. Por otro lado, Bartolomé, a quien los tres evangelios sinópticos enumeran entre los apóstoles, no se menciona en Juan. Como en los tres evangelios sinópticos se nombra a Bartolomé inmediatamente después de Felipe:
Marcos 3.18. a
Andrés y Felipe, a Bartolomé...
Y como en Juan parece haber una relación especial entre Felipe y Natanael, suele identificarse a éste con Bartolomé. Dado que «Bartolomé» significa «hijo de Talmai», quizá sólo se trate de un patronímico y Natanael sea su verdadero nombre de pila. Entonces, el discípulo sería Natanael Bartolomé («Natanael, hijo de Talmai»).
También puede ser que Natanael no forme parte de los apóstoles, sino que se trate de un discípulo ajeno al núcleo de los doce.
El cuarto evangelio es el único que no enumera a los doce apóstoles. Ni siquiera aparece en él la palabra «apóstol». Quizá trate Juan de suavizar en lo posible la tradición de los doce apóstoles, pues en el tiempo en que se escribió el cuarto evangelio los acontecimientos ya habían periclitado la analogía con las doce tribus de Israel.
Cuando Felipe habla de Jesús a Natanael, le identifica de manera clara e inequívoca:
Juan 1.45.
Encontró Felipe a Natanael y le dijo: Hemos hallado... a Jesús, hijo de José de Nazaret.
En este evangelio no se pretende aludir al nacimiento virginal en Belén. No porque Juan desconociese que entre los judíos el nacimiento en Belén era un requisito indispensable para el Mesías verdadero, pues al oír la identificación del Mesías como «aquel de quien escribió Moisés en la Ley y los Profetas», Natanael duda en el acto:
Juan 1.46.
Díjole
(a Felipe)
Natanael: ¿De Nazaret puede salir algo bueno?...
Esto podría obedecer al desprecio de un habitante de Jerusalén hacia un provinciano de Galilea, pero no es así. Según Juan, Natanael era de Galilea. En cierto momento, cuando enumera a varios discípulos, dice Juan:
Juan 21.2. ...
Simón Pedro y Tomas, llamado Didimo; Natanael, el de Caná de Galilea...
Ahora bien, la observación de Natanael podría sugerir simplemente que ningún profeta salió jamás de Galilea, tal como se afirma más adelante en el evangelio, cuando los fariseos dicen a uno de los suyos que habla en defensa de Jesús:
Juan 7.52. ...
¿También tú eres de Galilea? Investiga y verás que de Galilea no ha salido profeta alguno.
Pero tampoco eso es cierto. El profeta Jonás (el profeta histórico de la época de Jeroboam II, a quien posteriormente se vinculó con la leyenda de la ballena) era de esa región, aunque en aquellos días no se llamase Galilea:
2 Reyes 13.25. ...
Jonás, profeta, hijo de Amitai, de Gat Jefer.
En realidad, Gat Jefer no sólo se encontraba en Galilea, sino que suele identificársela con una ciudad a menos de seis kilómetros de Nazaret.
O como sugieren algunos, Nazaret quizá tuviese mala fama entre los galileos en general. Tal vez se la considerase una ciudad de locos, como la Gotham de los cuentos folklóricos ingleses. Y esa reputación quizá fuese particularmente sólida en la ciudad natal de Natanael, Caná, que estaba lo bastante cerca de Nazaret para suscitar la especie de rivalidad vecinal que se da entre Minneapolis y St. Paul, o entre Fort Worth y Dallas. Sin embargo, no hay nada concreto en que sustentar tal creencia.
Lo más probable es que el comentario se refiera simplemente al hecho de que los judíos no esperaban que el Mesías procediese de otra parte que no fuese Belén. Esto también se dice claramente más adelante en el evangelio, cuando se expresan las opiniones del pueblo en general.
Juan 7.41. ...
pero otros replicaban: ¿Acaso el Mesías puede venir de Galilea?
Juan 7.42.
¿No dice la Escritura que del linaje de David y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Mesías?
Parece lógico suponer que Natanael, al enterarse de que Jesús era de Nazaret, tuviese la misma duda. El evangelista no se molesta en disipar tales dudas mediante alguna observación relativa al nacimiento en Belén. Tal vez pensara que el nacimiento en Belén era algo que sólo concernía a los judíos, mientras que él intentaba dar a su evangelio una importancia universal.
Una vez que conoce a Jesús, Natanael le sigue en el acto:
Juan 1.49.
Natanael le contestó
(a Jesús):
rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.
La palabra «rabbí» significa «maestro» o «profesor». Es precisamente la fórmula de respeto que se emplearía hacia otra persona más sabia que uno mismo. En la sociedad teocrática de Judea, tiene la misma aura de respeto que el título de «profesor» en nuestra sociedad actual, más laica. Al principio del capítulo, Juan da la traducción del término. Cuando los dos primeros discípulos se acercan a Jesús:
Juan 1.38.
[12]
...
ellos le dijeron: Rabbí
(que declarado quiere decir Maestro),
¿dónde moras?
En los demás evangelios, la versión King James suele dar únicamente el equivalente griego, de manera que habitualmente se alude a Jesús como «Maestro». Así, cuando la transfiguración, Pedro se dirige a Jesús con estas palabras:
Marcos 9.5.
[13]
Entonces... Pedro dice a Jesús: Maestro, bien será que nos quedemos aquí...
En Mateo, el versículo equivalente utiliza otro término de respeto, de aire más laico y tal vez más conveniente a la divinidad que, a ojos de los discípulos, se iba concentrando en torno a Jesús.
Mateo 17.4. ...
Pedro... dijo a Jesús: Señor, ¡qué bien estamos aquí!...
Otra fórmula de respeto es «rabboni», que significa «mi gran maestro» o «mi señor y maestro». Lo utiliza María Magdalena al dirigirse a Jesús resucitado:
Juan 20.16. ...
Ella, volviéndose le dijo...: Rabboni!, que quiere decir «Maestro».
Una vez de vuelta en Galilea, Jesús realiza su primer milagro, prodigio que sólo se encuentra en Juan. Tiene lugar durante la celebración de una boda:
Juan 2.1. ...
hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús.
Juan 2.2.
Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda.
Caná, únicamente mencionada en Juan, está muy cerca de Nazaret. Suele identificársela con un emplazamiento a seis kilómetros y medio al noreste, aunque algunos se inclinan por otro situado a catorce kilómetros y medio al norte de Nazaret. Ésta es la ciudad natal de Natanael.
Es bastante curioso y característico de Juan la referencia a «la madre de Jesús». No sólo no refiere el nacimiento virginal, declarando a Jesús como hijo de José sin restricciones, sino que nunca nombra a María. Es el único evangelio en no hacerlo, mencionándola simplemente como «la madre de Jesús».
En Mateo y Lucas, María aparece en las leyendas relativas «al nacimiento e infancia de Jesús. En una ocasión la mencionan los tres evangelios sinópticos. Es cuando ella y otros miembros de la familia tratan de ver a Jesús entre el círculo de sus discípulos, pero no son recibidos. Eso es todo.
Sin embargo, en Juan desempeña María un papel en cierto modo mayor; y, según el enfoque característico de Juan, es consciente de la función de su hijo y de su capacidad para hacer milagros. Dice a Jesús que en la fiesta se ha agotado el vino, dando instrucciones a los criados para que hagan lo que él les diga. Jesús procede entonces a convertir agua en vino (y como explica detalladamente el evangelio, en uno muy bueno).
Los evangelios sinópticos solo citan una visita de Jesús a Jerusalén, que tiene lugar en la última semana de su vida, con motivo de la Pascua.
Sin embargo, Juan relata varias visitas a Jerusalén, incluyendo nada menos que tres pascuas. La primera tiene lugar inmediatamente después del milagro de convertir el agua en vino.
Juan 2.13.
Estaba próxima la Pascua de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén.
Juan se refiere a la fiesta como «la Pascua de los judíos» porque sus lectores gentiles necesitaban el adjetivo calificativo para entender lo que se les decía. En otras ocasiones lo explica aún con mayor cuidado:
Juan 6.4.
Estaba cercana la Pascua, la fiesta de los judíos.
Lucas, que asimismo escribe para un público gentil, también debe dar explicaciones:
Lucas 22,1.
Estaba cerca la fiesta de los Ácimos, que se llama la Pascua.
En cambio, Mateo, que escribe para los judíos, no siente la necesidad de explicar nada:
Mateo 26.2.
Sabéis que dentro de dos días es la Pascua...
Un aspecto más importante es que Juan escribe en una época en que casi toda la cristiandad es gentil, vive completamiento aparte del judaísmo y no siente simpatía hacia los judíos.
En los evangelios sinópticos, quienes se enfrentan a Jesús en temas doctrinales, conspirando contra él y llevándole a la crucifixión, son los fariseos, saduceos y escribas. En general es a ellos a quienes se culpa, pues Jesús también elige a sus discípulos entre los judíos.
Pero Juan parece pensar que esas distinciones partidistas se les escaparían a su público, y suele referirse a los oponentes de Jesús con la sencilla palabra de «judíos». Así, son los «judíos» y no los saduceos del Templo, quienes interrogan a Juan el Bautista:
Juan 1.19. ...
Los judíos, desde Jerusalén, le enviaron sacerdotes y levitas...
Y son los «judíos», y no los escribas y fariseos, quienes preguntaban a Jesús en su primera visita a Jerusalén:
Juan 2.18.
Los judíos tomaron la palabra y le dijeron
(a Jesús):
¿Qué señal das para obrar así?
Hasta los discípulos de Jesús se refieren a los oponentes de éste como «judíos», como si ellos mismos no lo fueran también.
Así, cuando Jesús piensa volver otra vez a Judea:
Juan 11.8.
Los discípulos le dijeron: Rabbi, los judíos te buscan para apedrearte, ¿y de nuevo vas allá?
Y también los padres de un niño curado por Jesús niegan saber cómo se produjo la curación; Juan da la siguiente razón de ello:
Juan 9.22,
Esto dijeron sus padres, porque temían a los judíos...
Aunque los padres también eran judíos, por supuesto.
Mientras los evangelios sinópticos hablan de partidos concretos en Judea, la referencia general de Juan a los judíos contribuyó a que los cristianos de siglos posteriores sintieran antipatía hacia ellos. Ayudó a crear la exagerada y vulgar simplificación de que «los judíos mataron a Cristo», como si todos los judíos de la época de Jesús fuesen igualmente responsables y como si todos los primeros discípulos de Jesús, desde Pedro hasta Pablo, no fuesen judíos.
Desde luego, Juan habla en alguna ocasión de judíos que siguen a Jesús
Juan 8.31.
Jesús decía a los judíos que habían creído en Él...
[14]
Con motivo de su primera visita a Jerusalén, Juan relata la expulsión de los cambistas del Templo, situando el incidente al comienzo de su misión y no al final, como en los evangelios sinópticos. Los que se niegan a admitir contradicciones entre los evangelios se ven obligados a decir que hubo dos episodios semejantes, uno casi al comienzo y otro cerca del final.
Naturalmente, los «judíos» (es decir, los funcionarios saduceos del Templo) se inquietan por esa acción de Jesús, exigiéndole alguna prueba de que realmente obra bajo inspiración divina.
Juan 2.19.
Respondió Jesús...: Destruid este Templo, y en tres días lo levantaré.
Los evangelios sinópticos no citan esa frase de Jesús. Muy al contrario, en realidad. Marcos y Mateo informan de que una declaración semejante fue
falsamente
atribuida a Jesús como parte del intento de condenarle por blasfemia ante Caifás.
Marcos 14.57.
[15]
Entonces, levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo:
Marcos 14.58.
Nosotros le hemos oído decir: Yo destruiré este Templo hecho por mano de hombre, y en tres días levantaré otro que no será hecho por manos humanas.
Cuando Jesús estaba en la cruz, se burlaban de Él con esta frase:
Marcos 15.29.
Los transeúntes le injuriaban... diciendo: ¡Ah!, tú que destruías el Templo de Dios y lo edificabas en tres días,
Marcos 15.30.
sálvate bajando de la cruz.
Pero Juan lo considera una sentencia verdadera de Jesús, interpretándola como una referencia a la resurrección:
Juan 2.21.
Pero Él
[16]
hablaba del Templo de su cuerpo.
En relación con este comentario acerca del Templo, Juan menciona la estrecha respuesta de los sacerdotes; réplica que se ha utilizado con finalidades cronológicas: