Guía de la Biblia. Nuevo Testamento (37 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Histórico

BOOK: Guía de la Biblia. Nuevo Testamento
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Isaías 66.24. ...
al salir, verán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí, cuyo gusano nunca morirá y cuyo fuego no se apagará...

Uno de los factores que contribuyeron al desarrollo del concepto de un infierno de torturas quizá fuese el contacto con ciertas leyendas griegas en tiempos tolemaicos y seléucidas. En general, el Hades griego se parecía mucho al seol israelita; era un lúgubre lugar de negación. Sin embargo, una parte de él, el Tártaro, se reservaba a criminales famosos, y la imaginación griega se agotó creando torturas ingeniosas que allí se practicaban, como la de Sísifo, que subía eternamente una roca por una montaña para que cayera rodando hacia abajo una vez que alcanzara la cumbre, o de la del sediento Tántalo, eternamente sumergido hasta el cuello en el agua, que desaparecía cada vez que inclinaba la cabeza para beber.

Los hombres menos ingeniosos de Judea persistían en el fuego eterno como medio de tortura, cosa que quedó fijada en la época del Nuevo Testamento. Así, Marcos cita unas palabras de Jesús en las que advierte a los hombres para que no terminen por:

Marcos 9.43. ...
ir a la gehenna
[15]
al juego inextinguible,

El hombre rico de la parábola del pobre Lázaro va a un infierno semejante:

Lucas 16.22. ...
murió también el rico, y fue sepultado.

Lucas 16.23.
En el infierno, en medio de los tormentos...

Lucas 16.24. ...
gritando, dijo: Padre Abraham... envía a Lázaro para que, con la punta del dedo mojada en agua, refresque mi lengua, porque estoy atormentado en estas llamas.

Abraham se niega, porque hay un abismo insalvable entre el cielo y el infierno. Además, en esta parábola de Lucas, Abraham justifica la presencia de Lázaro en el cielo y la del rico en el infierno sin referirse para nada a la virtud o al pecado. No se mencionan los pecados del rico, sino sólo el hecho de ser rico:

Lucas 16.25.
Dijo Abraham
(al rico):
Hijo, acuérdate de que recibiste ya tus bienes en vida, y Lázaro recibió males, y ahora él es aquí consolado y tú eres atormentado.

En este dramático cambio de posición, la promesa a los pobres y desposeídos del mundo de que podían tener su revancha en la otra vida quizá contribuyera a la fama de esta parábola. Debido a su popularidad, el término «Lázaro» ha llegado a designar a los mendigos enfermos. Como las úlceras mencionadas se supone que son las de la lepra, dicho término, en especial sus derivados, «lazarino», «lazaroso» y «lazareto», se ha convertido en sinónimo de «leproso» y de «leprosería».

Un país lejano

En Lucas Jesús refiere la parábola de los talentos (v. cap. 5), aunque aquí se menciona a la unidad monetaria como «minas». Se introduce una modificación. En vez de referirse simplemente, como en Mateo, a un hombre que viaja a un país lejano, se especifica el propósito del viaje:

Lucas 19.12. ...
Un hombre noble partió para una región lejana a recibir la dignidad real y volverse...

Lucas 19.14.
Sus conciudadanos le aborrecían, y enviaron detras de él una legación, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros.

Lucas 19.15. ...
al volver él después de haber recibido el reino...

En el contexto actual, esto resultaría enigmático. ¿Por qué debería alguien acudir a un país lejano para recibir un reino? Pero en los tiempos del Nuevo Testamento esto no era nada extraño, porque la región lejana era Roma.

En torno al perímetro del imperio romano había una serie de reinos títere, independientes en teoría pero bajo el poder absoluto de Roma. Nadie podía sentarse en el trono de cualquiera de aquellos reinos sin el beneplácito de Roma, y eso no siempre era posible sin que mediase un elevado soborno. Y cuando un aspirante impopular se apresuraba a Roma para negociar ese soborno, podría suceder que sus súbditos enviaran desde su país otra comisión para alegar en contra de su nombramiento.

Por lo visto, esto es lo que sucedió tras la muerte de Herodes el Grande en el caso de Herodes Arquelao en el 4 aC, y es posible que la parábola se refiera a él. Arquelao quedó confirmado en el trono, pero sólo como etnarca, no como rey, y diez años después, a consecuencia de las quejas insistentes de sus súbditos, fue depuesto.

Herodes Antipas

Tal como lo relata Lucas, la decisiva semana de Jesús en Jerusalén difiere poco de lo narrado por Mateo y Marcos. Pero Lucas es gentil, y da muestras de inquietud por disminuir aún más la responsabilidad de Pilato, el gobernador gentil, en la crucifixión de Jesús y por aumentar la de las autoridades laicas de Judea.

Como Mateo y Marcos, Lucas muestra a un Pilato reacio a condenar a Jesús, pero en este evangelio declara su creencia en la inocencia de Jesús tres veces; en Mateo lo hace en una ocasión y en Marcos dos veces. Además, sólo en Lucas se describe el intento de Pilato por negar su jurisdicción:

Lucas 23.6. ...
Pilato... preguntó si aquel hombre era galileo,

Lucas 23.7.
y enterado de que era de la jurisdicción de Herodes, le envió a éste, que estaba también en Jerusalén por aquellos días.

Se trata, claro está, de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, que posiblemente se encontraba en Jerusalén para la Pascua. El juicio ante Herodes no significa nada en realidad, porque Jesús no habla en su propia defensa. Herodes se niega a emitir veredicto alguno:

Lucas 23.11.
Herodes... se lo devolvió a Pilato...

Pero a ojos de Lucas, cualquier culpa que recaiga sobre Pilato, también incide en Herodes Antipas.

La crucifixión

Tal como los relata Lucas, los detalles de la crucifixión difieren en algunos aspectos de los narrados en Mateo y en Marcos. En estos dos últimos, tenemos una descripción del «Jesús histórico» abandonado y denigrado por todos, a punto de morir en medio de la desesperación.

En Lucas, esto desaparece en su mayor parte y se da una descripción mucho más clara de Jesús como el Mesías. Perdona a sus verdugos con una noble frase que no se encuentra en los demás evangelios:

Lucas 23.34.
Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen...

Como Marcos y Mateo, Lucas narra que son tres los crucificados en esta ocasión; Jesús está en medio de dos ladrones. Marcos no añade nada más, mientras que Mateo relata que hasta esos ladrones desprecian a Jesús:

Mateo 27.44.
Asimismo, los bandidos que con Él
[16]
estaban crucificados le ultrajaban.

Sin embargo. Lucas dice que Jesús vuelve a perdonar. Uno de los ladrones acepta a Jesús como el Mesías:

Lucas 23.42. Y
decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.

Lucas 23.43.
Él le dijo: En verdad te digo, hoy serás conmigo en el paraíso.

La tradición conoce a este bandido como «el buen ladrón» o «el ladrón arrepentido». Los evangelios no dan su nombre, pero se supone que se llamaba Dimas.

Por último, Lucas no incluye la desesperada exclamación final de Jesús de «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» No encaja fácilmente con la descripción mesiánica, ni Lucas puede contar con que sus lectores gentiles aprecien la agudeza de la aplicación del salmo cuya primera frase es precisamente tal exclamación (v. cap. 5). En cambio, sus últimas palabras de Jesús son mucho más ceremoniosas y menos dramáticas:

Lucas 23.46.
Jesús... dijo: Padre, en tus manos entrego mi espíritu, y diciendo esto expiró.

Da la casualidad de que esto también es una cita de los Salmos:

Salmo 31.6.
[17]
En tus manos encomiendo mi espíritu. Tú me has rescatado, Yahvé, Dios fiel

Luego viene el relato de la resurrección, más extenso y con detalles mucho más minuciosos que en Mateo o en Marcos. Con ello concluye el evangelio de san Lucas.

8. Juan

El cuarto evangelio • El discípulo amado • Juan, el hijo de Zebedeo • El Verbo • Juan el Bautista • El cordero de Dios • Natanael • El hijo de José • Cana • La Pascua de los judíos • El Templo • Nicodemo • Samaria • Tierra de los judíos • Abraham • Lázaro • Caifás • El abogado • Pilato • La lanza • Tomás

El cuarto evangelio

En el cuarto evangelio, los detalles de la vida de Jesús son muy distintos de aquellos que son comunes a los tres primeros.

Algunos se empeñan en aceptarlos todos como correctos, y, por tanto, deben explicar contradicciones evidentes. Por ejemplo, puede argumentarse que los evangelios sinópticos tratan fundamentalmente de las predicaciones de Jesús al pueblo llano de Galilea ignorando la labor mesiánica en Jerusalén, salvo por la última y decisiva semana de su vida. Podría sugerirse, pues, que el cuarto evangelio completa la descripción al centrar en Jerusalén la obra de Jesús, a la que atribuye una duración de tres años en vez de una semana. Los sermones de Jesús tienden a ser largos y polémicos (y no sencillos y cargados de parábolas), como convendrían a discusiones con doctos sacerdotes y teólogos.

Por otro lado, también podría indicarse que el cuarto evangelio se escribió en fecha bastante tardía para una comunidad que era cristiana, pero que estaba enzarzada en polémicas doctrinales. Su finalidad tal vez no obedeciese a presentar un retrato realista de Jesús, sino más bien a utilizarlo como figura a través de la cual manifestar la teología del autor como opuesta a las opiniones enfrentadas de los demás. Desde ese punto de vista, es posible considerar el cuarto evangelio como una especie de relato didáctico, más o menos similar a los diálogos con que Platón expresaba su filosofía en labios de Sócrates.

Suele convenirse en que el cuarto evangelio es más tardío que los otros, pero parece que hacia el 150 dC ya era conocido y citado por autores cristianos. Tal vez pueda aceptarse el 100 dC como fecha aproximada y probable de su composición, aunque podría ser aún más tardío.

Si es así, el cuarto evangelio surge, aproximadamente, una generación después de la destrucción de Jerusalén, época en que los caminos del cristianismo y del judaísmo se habían separado de manera irrevocable y cuando el futuro del cristianismo residía en el mundo de los gentiles.

Esta situación se refleja en el evangelio, donde Jesús aparece menos como un profeta provinciano de Judea que como el auténtico Hijo de Dios, de manera más marcada que en cualquiera de los evangelios sinópticos y mucho más que en Lucas. Y en este cuarto evangelio, los judíos salen bastante peor parados que en Lucas.

El discípulo amado

En cuanto a la autoría del cuarto evangelio, parece recaer en un personaje anónimo que se menciona en términos distintos de los demás evangelios. Lo encontramos, por ejemplo, en la última cena, cuando Jesús anuncia que uno de los apóstoles le traicionará.

El incidente se describe en los cuatro evangelios, y en cada uno de ellos la respuesta de los apóstoles es diferente. En Marcos, se inquietan los doce:

Marcos 14.19.
Comenzaron a entristecerse y a decirle uno en pos de otro: ¿Soy yo?

En Lucas, todos ellos se afligen, pero lo discuten entre sí:

Lucas 22.23.
Ellos comenzaron a preguntarse unos a otros sobre quién de ellos sería el que había de hacer esto.

En Mateo, es el propio Judas Iscariote quien, culpable, muerde el anzuelo:

Mateo 26.25.
Tomó la palabra Judas, el que iba a entregarle, y dijo: ¿Soy, acaso, yo, Rabbi?
[1]

Pero en el cuarto evangelio las cosas no son tan espontáneas. A Jesús se le presenta como una figura majestuosa y divina a cuya atención es mucho más difícil acceder. Como él no revela espontáneamente el nombre del misterioso traidor, tal vez hubiese peligro para el que tratara de penetrar el secreto. Es de suponer, pues, que la responsabilidad de preguntar recayese en el discípulo preferido de Jesús, quien podría contar más fácilmente con la paciencia del Maestro.

Juan 13.23.
Uno de ellos, el amado de Jesús, estaba recostado en el seno de Jesús.

Juan 13.24.
Simón Pedro le hizo señal, diciéndole: Pregúntale de quién habla.

Por supuesto, no podemos creer que el discípulo en cuestión estuviera efectivamente recostado en Jesús. La frase «recostado en el seno de Jesús» era la metáfora corriente empleada para significar que el discípulo estaba situado en el lugar de honor, a la derecha de Jesús (v. cap. 5).

En ninguno de los evangelios sinópticos se menciona a un apóstol en concreto que fuese «el amado de Jesús»; sólo en el cuarto.

Se alude al «discípulo amado» como testigo de la crucifixión; además, es el primero en llegar al sepulcro del que había resurgido Jesús y en reconocer al Maestro resucitado.

De modo muy significativo, aparece al final del evangelio, cuando Jesús resucitado da las últimas instrucciones a Pedro:

Juan 21.20.
Se volvió Pedro y vio que seguía detrás el discípulo a quien amaba Jesús, el que en la cena se había recostado en su pecho...

Unos versículos más adelante, el autor añade un comentario:

Juan 21.24.
Éste es el discípulo que da testimonio de esto, que lo escribió...

¿Es ésta la firma del «discípulo amado»? ¿Significa esto que fue él quien escribió el cuarto evangelio en la forma en que lo conocemos actualmente? ¿O fue otro el redactor del cuarto evangelio, después de utilizar los recuerdos del «discípulo amado» como fuente, atribuyéndole la autoría por considerarse únicamente un secretario? ¿O acaso añadió este versículo un copista o comentarista posterior que expresaba su propia teoría de que el «discípulo amado» había escrito el cuarto evangelio?

Es difícil que estas preguntas puedan resolverse alguna vez a gusto de todos. Sin embargo, la tradición cristiana afirma que el autor fue efectivamente el «discípulo amado».

Tal vez parezca extraño y hasta desagradablemente ostentoso, que si es el autor del cuarto evangelio, el «discípulo amado» destaque su posición de favor con respecto a Jesús cada vez que se menciona a sí mismo. Pero tal vez su propósito vaya más allá de la vanidad. Si el cuarto evangelio se escribió para exponer un punto de vista teológico contra sólidos argumentos rivales, sería importante que el autor subrayase su autoridad, por así decir, con la mayor energía posible. No sólo era uno de los apóstoles, sino el preferido de Jesús y el que más posibilidades tenía de estar «enterado».

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