Entretanto, Antíoco, el hijo pequeño de Seleuco que fue enviado a Roma como rehén, recibió allí buen trato y llegó a admirar las instituciones romanas. Justo hacia la época en que Seleuco fue asesinado, Antíoco fue liberado (o se fugó) y se dirigió a Antioquía. Apresurándose, logró arrebatar el trono al usurpador y proclamarse rey. Se convirtió en Antíoco IV Epifanes.
1 Macabeos 1.11.
De ellos brotó aquella raíz de pecado Antioco Epifanes... y se apoderó del reino el año 137 de la era de los griegos.
Seleuco I, fundador del imperio seléucida, inició la costumbre de contar los años a partir de una victoria que logró en el 312 aC, victoria que le permitió asentarse sólidamente en Babilonia. Consideraba que su imperio se fundó en aquella fecha, y por tanto el 312 aC es el primer año «de la era de los griegos» o, como diríamos hoy, el año 1 de la era seléucida. Por consiguiente, 176/175 aC sería el año 137 de la era seléucida, fecha en que Antíoco IV accedió al trono.
En años posteriores, los judíos utilizaron la era seléucida para sus negocios y transacciones comerciales en una época en que todos los reinos y casi todas las ciudades tenían sus propios métodos para contar los años. Como los judíos estaban muy dispersos por el oriente, su utilización de la era seléucida junto con los sistemas locales ofrecieron a los historiadores posteriores un instrumento práctico para establecer las diversas cronologías.
Fue el medio más importante y extendido de fijar las fechas en el mundo grecoparlante hasta el asentamiento de la era romana, cuando se empezó a contar a partir del año de la legendaria fundación de la ciudad de Roma. (Más tarde aún, se adoptó la forma ya casi universal de numerar los años a partir del nacimiento de Cristo.)
Al conquistar el imperio persa, Alejandro Magno hizo algo más que proclamarse soberano de extensos territorios. Introdujo en oriente la cultura griega. Tal cultura siempre tuvo mucho atractivo, y fue ampliamente adoptada. Incluso en Bactriana (la región que ahora llamamos Afganistán) se fundó un reino casi griego que sobrevivió durante más de un siglo, del 250 al 135 aC.
Los judíos no fueron inmunes a la atracción de la cultura griega, como tampoco lo habían sido a la cananea en los días de los jueces y de los reyes, o a la norteamericana en la actualidad. En la época de los seléucidas, hubo muchos que quisieron «integrarse» y establecer gimnasios a la manera griega; algo a lo que el autor de 1 Macabeos, fuertemente antigriego, reacciona con horror:
1 Macabeos 1.12.
Salieron de Israel por aquellos días hijos inicuos, que persuadieron al pueblo, diciéndole: «Ea, hagamos alianza con las naciones, vecinas...
1 Macabeos 1.15.
En virtud de esto, levantaron en Jerusalén un gimnasio conforme a los usos paganos;
1 Macabeos 1.16
Se restituyeron los prepucios...
En los gimnasios, los griegos solían ejercitarse para competir desnudos en certámenes atléticos. (La palabra «gimnasio» proviene de una voz griega que significa «desnudo».) Esto era horroroso para aquellos judíos apegados a la tradición. Peor aún, podía verse que los judíos que hacían ejercicio desnudos estaban circuncidados; para evitar esa vergüenza, surgió la costumbre de llevar prepucios falsos, y de ahí «se restituyeron los prepucios».
Desde luego, esa innovación fue bien recibida por los dirigentes seléucidas. En primer lugar, como la mayoría de los soberanos macedonios, estaban seriamente interesados en divulgar la cultura griega, porque la consideraban muy superior a todas las demás.
Además, los pueblos que se apegaban a los usos no griegos eran más capaces de rebelarse contra el soberano en un intento por restablecer su independencia y vivir libremente según sus costumbres propias. Tal consideración podía aplicarse de manera especial a los judíos, porque sólo habían permanecido un cuarto de siglo bajo la dominación seléucida y porque muchos de sus correligionarios estaban bajo los tolomeos, en Alejandría y en otras partes. A Antíoco IV quizá se le ocurriera que los judíos se sentirían ligados por lazos naturales a Egipto, su enemigo tradicional, a menos que se helenizaran y rompieran sus vínculos con los judíos de Alejandría, tan bien tratados.
Por ese motivo hizo Antíoco IV todo lo que pudo para impulsar la helenización (los griegos se denominaban a sí mismos «helenos») de Judea. Y tal actitud no debe considerarse como anormal o exclusiva de Antíoco. Se trata más bien de una práctica común en la mayoría de las naciones, tanto entonces como ahora, para unificar las culturas. Aquí, en los Estados Unidos, los inmigrantes de países con lenguas y culturas ampliamente diferentes se han visto animados para aprender inglés y adoptar las costumbres norteamericanas.
Desde luego, tal proyecto da resultados mejores cuando se lleva a cabo con moderación, dejando que la cultura dominante logre su objetivo por su propia conveniencia y seducción, en vez de tratar de imponerla a viva fuerza.
Egipto también tenía un nuevo rey. Cuando Tolomeo V murió en el 181 aC, le sucedió su hijo, Tolomeo VI Filometor («amante de su madre»). Era un joven dominado por su madre, hecho que sin duda explica su sobrenombre.
Pese a la creciente amenaza de Roma, subsistían rencores entre los tolomeos y los seléucidas. porque aún estaba el problema de Judea. Roma había derrotado a Antíoco III, pero le permitió conservar Judea, que él había conquistado a los tolomeos y que los egipcios querían recobrar.
Sin embargo, Antíoco IV no creyó necesario devolver un territorio que los romanos permitieron conservar a su padre. Hasta quizá pensara que, en vista de sus años de placentera estancia en Roma, los romanos cuidarían de él como si fuese uno de los suyos, favoreciéndole en sus empresas.
La madre de Tolomeo fue firme partidaria de la paz, pero a su muerte estalló la guerra. Al parecer fue Egipto el que asestó el primer golpe, y en eso demostró su precipitación, pues Tolomeo VI era un rey débil y pacífico (aunque amable y humano) mientras que Antíoco IV era un general capaz. Antíoco invadió Egipto en el 170 aC.
1 Macabeos 1.18.
Entró
(Antíoco)
en él
(en Egipto)
con un poderoso ejército...
1 Macabeos 1.19.
e hizo la guerra a Tolomeo, rey de Egipto. Atemorizado éste, huyó ante él.
Antíoco persiguió al rey fugitivo hasta las murallas de Alejandría y logró capturarlo. Los egipcios, sin rey, pusieron rápidamente en el trono al hermano menor de Tolomeo, que se llamó Tolomeo VII Evergetes II (obsérvese la repetición del sobrenombre).
(A veces, el nombre de Tolomeo VII se reserva para el joven hijo de Tolomeo VI, mientras que al hermano que ahora compartía su trono se le llamaba Tolomeo VIII. Sin embargo, no hay muchas posibilidades de confusión, porque el Tolomeo colocado en el trono tras la captura de Tolomeo VI es universalmente conocido en la historia no por el número, sino como «Fiscon» o «Panza», porque engordó a lo largo de su reinado. Y a propósito, es a este Tolomeo VII, o Fiscon, a quien se refiere el traductor del Eclesiastés; v. cap. I, 21.)
Antíoco IV no se sintió efectivamente en posición de tomar Alejandría, porque no estaba seguro de la actitud de Roma si iba tan lejos. Por tanto, liberó a Tolomeo VI. Pensó que con dos tolomeos peleando por el trono, Egipto se sumiría en la guerra civil y un bando u otro invocarían su ayuda. Entonces se apoderaría del país bajo una apariencia de legalidad.
Pero los egipcios le ganaron por la mano. Los dos Tolomeos decidieron reinar conjuntamente y en paz. El furioso Antíoco desestimó la cautela e invadió Egipto por segunda vez en el 168 aC
Pero Roma ya se había cansado. Un enviado romano procedente de Alejandría se encaró con el monarca seléucida delante de sus tropas ordenándole la retirada. Antíoco hubo de retroceder ante un solo representante de la lejana Roma y, enteramente humillado volvió a su país.
El libro de 1 Macabeos sólo se refiere a la primera invasión de Egipto, la que fue gloriosa desde el punto de vista de Antíoco IV. Desde luego, incluso una campaña victoriosa consume dinero, y el seléucida había estado sumamente escaso de bienes económicos desde que Roma le había exigido la indemnización. Una salida era confiscar la riqueza acumulada en los templos —algo que había significado la muerte de Antioco III—, y el hijo de éste, al volver de Egipto, pasó por Jerusalén y saqueó el Templo como cosa corriente y normal:
1 Macabeos 1.21.
El año 143
(169 aC),
después de haber vencido a Egipto, Antíoco vino contra Israel.
1 Macabeos 1.23.
[2]
Entró altivo en el santuario, arrebató el altar de oro...
1 Macabeos 1.24.
Se apoderó asimismo de la plata, del oro y de los vasos preciosos, y se llevó los tesoros ocultos que pudo hallar.
El autor no relata la segunda invasión de Egipto y su final humilde para Antíoco, pero no necesitamos confiar solamente en la historia seglar para tener conocimiento de ello. El incidente se menciona en el libro de Daniel (v. cap. I, 27):
Daniel 11.50.
Vendrán contra él
(Antíoco IV)
naves de Italia, y descorazonado, retrocederá. Luego, furioso contra la alianza santa...
Parece bastante razonable suponer que Antíoco IV, medio enloquecido por el fracaso, estuviera ansioso por desahogar su ira en cualquier víctima. Los judíos eran lo bastante débiles para ese propósito y no estaban protegidos por Roma; además, es posible que le enfurecieran más mostrando despreocupadamente su júbilo por la vergonzosa derrota del rey que sólo dos años antes había saqueado su Templo.
Antíoco toma medidas:
1 Macabeos 1.30. ...
envió el rey al jefe de los tributos... a Jerusalén con numerosas tropas,
1 Macabeos 1.32.
[3]
Pero de repente se arrojó sobre la ciudad y destruyó sus casas...
Con Jerusalén tomada y saqueada, Antíoco decidió que la helenización se llevara a cabo con toda la celeridad posible:
1 Macabeos 1.43.
[4]
El rey Antioco publicó un decreto en todo su reino de que todos formasen un solo pueblo, dejando cada uno sus peculiares leyes.
Como culminación de la nueva política, el Templo fue profanado. Antíoco decidió que el judaísmo se fundiera con el helenismo identificando a Zeus con Yahvé y erigiendo una estatua en el Templo a Zeus-Yahvé, dotándola probablemente con su propio rostro soberano. Para los judíos ortodoxos, aquélla era la mayor blasfemia imaginable:
1 Macabeos 1.57.
[5]
El... año 145
(167 aC)
edificaron sobre el altar la abominación de la desolación...
Para hacer cumplir la nueva política, Antíoco ordenó que se destruyeran ejemplares de las Escrituras judías, prohibió la circuncisión y las normas dietéticas hebreas, ejecutando a quienes se aferraban a las viejas costumbres. Durante un tiempo pareció que se eliminaría el judaísmo y que los que mantenían una postura intransigente frente a Antíoco morirían como mártires.
Pero ahora aparece en escena una familia notable:
1 Macabeos 2.1.
Por entonces se levantó Matatías... sacerdote ... de Jerusalén, que habitaba en Modín.
Matatías es la forma griega del hebreo Mattathiah («don de Yahvé»). Tal nombre no se menciona más que una vez en los libros canónicos de la Biblia, y sólo en un incidente postexiliar:
Nehemías 8.4.
Estaba Esdras, escriba, sobre un estrado de madera, y estaban junto a él... Maasias...
[6]
Tal incidente se había hecho popular en la época seléucida.
Según Josefo, el tatarabuelo de Matatías se llamaba Hashmon (o Asmón, en su forma griega), de manera que el nombre colectivo de la familia podía ser asmoneos. Cuando las fuerzas de Antíoco tomaron Jerusalén, Matatías y su familia se trasladaron a Modín (Modein, en la Revised Standard Versión), ciudad a unos veintiséis kilómetros al noroeste.
Matatías tuvo cinco hijos robustos:
1 Macabeos 2.2.
Tenía cinco hijos: Juan, apellidado Caddis,
1 Macabeos 2.3.
Simón, llamado Tasi;
1 Macabeos 2.4.
Judas, apellidado Macabeo,
1 Macabeos 2.5.
Eleazar, apellidado Abarán, y Jonatán, apellidado Apfos.
Entre los judíos también empezaba a ser costumbre el adoptar sobrenombres que sirvieran como identificación. En este caso los apodos son de significado incierto, con la posible excepción del tercer hijo de Matatías: Judas Macabeo.
A menudo se considera tal sobrenombre como una versión griega de la palabra hebrea «makkabi» («el martillador»). Se sugiere que el hijo tercero es Judas el Martillador, así llamado por los golpes de martillo que pronto infligiría al ejército seléucida. Por otro lado, hay ciertos indicios de que le dieran ese nombre antes de que se produjeran las batallas, por lo que otra sugerencia es que procede de la palabra hebrea «makab» («elegir»). Sería entonces Judas el Elegido; esto es, elegido por Dios para dirigir a su pueblo contra los seléucidas.
Judas es, por supuesto, la forma griega de Judá. Es muy probable que el heroísmo de Judas Macabeo originase la gran popularidad del nombre de Judas (Judá) entre los judíos de los siglos siguientes.
Como Judas Macabeo es el héroe de los acontecimientos que se sucederían a continuación, se ha llamado Macabeos a la familia, nombre que hoy resulta mejor conocido que el de asmoneos, más preciso. De modo semejante, el reino judío que al cabo se estableció bajo su gobierno se denomina «reino macabeo»; y su época, la «era macabea». Los escritos hebreos que tratan de este período se agrupan en los diversos libros de los Macabeos, aun cuando directamente no tengan nada que ver con la familia, y el primero de ellos, del que ahora me ocupo, es el 1 Macabeos.
La chispa que inició la rebelión judía contra los seléucidas la hizo saltar un delegado de Antíoco que llegó a Modín para hacer cumplir las nuevas leyes. Pidió a Matatías que, como dirigente judío destacado, diera ejemplo y llevara a cabo un sacrificio en la forma prescrita por la ley. Para Matatías, aquello era idolatría; y se negó.
Sin embargo, otros judíos no eran tan intransigentes respecto a las tradiciones antiguas. El delegado seléucida, al pedir a Matatías que realizara el sacrificio, señaló que aquello lo hacía la generalidad de los judíos: