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Authors: Jasper Fforde

Tags: #Aventuras, #Humor, #Policíaco

El caso Jane Eyre (38 page)

BOOK: El caso Jane Eyre
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—… debo visitar el tercer piso. No se mueva, recuerde, y tampoco llame a nadie.

Caminó en silencio por el pasillo y susurró:

—Señorita Next, ¿sigue ahí?

Me puse en pie.

—Aquí estoy, señor.

Rochester me agarró por el brazo y me llevo por el pasillo y hasta el descansillo de las escaleras. Se detuvo, dejó la vela sobre una mesa baja y cogió mis manos entre las suyas.

—Le doy las gracias, señorita Next, ¡desde el fondo de mi corazón! El tormento ha sido como un infierno en vida; ¡sin saber si mi amada Jane regresaría o cuándo lo haría!

Hablaba con ansia y pasión totalmente genuinas; me pregunté si Landen me había llegado a amar como Rochester amaba a Jane.

—Era lo mínimo que podía hacer, señor Rochester —respondí alegre—, después de que tan amablemente atendiese mis heridas aquella noche frente al almacén.

Rechazó mis palabras con un gesto de la mano.

—¿Va a regresar de inmediato?

Bajé la vista.

—No es tan fácil, señor. Hay otro intruso en el libro aparte de mí.

Rochester caminó hasta la barandilla. Habló sin volverse.

—¿Es
él
, no?

—¿Le conoce? —pregunté, sorprendida.

—Posee varios nombres. ¿Tiene un plan?

Le expliqué el uso de la señal y le dejé claro que para mí lo más seguro sería permanecer en Thornfield hasta que el libro se hubiese terminado. Luego me llevaría a Hades conmigo, de una forma u otra.

—El final del libro —murmuró Rochester con tristeza—. Cómo
odio
el final. La simple idea de que mi dulce Jane viaje a la India con ese cobarde de St. John Rivers me hiela la sangre. —Se armó de valor—. Pero al menos tengo algunos meses de verdadera felicidad antes de ese momento. Venga, debe de tener hambre. —Caminamos por el pasillo y me hizo un gesto para que le siguiese, hablando mientras caminaba—. Sugiero que intentemos atrapar
le
después de que Jane se vaya… —se estremeció visiblemente al pensarlo—… tras la boda. Nos quedaremos totalmente solos mientras Jane se lleva la narrativa con ella a Moor House y esos primos fatuos. No vuelvo a salir en el libro, por lo que podemos hacer lo que nos dé la gana, y estaré en mejores condiciones de ayudar. Sin embargo, como ha supuesto bien, no debe hacer nada que afecte a Jane; esta novela está escrita en primera persona. Yo puedo salir y hablar con usted cuando a todos los efectos no formo parte de la historia. Pero debe prometerme que se mantendrá alejada de Jane. Yo hablaré en privado con la señora Fairfax y con Adèle; ellas lo comprenderán. Los sirvientes, Mary y John, harán lo que yo les diga.

Habíamos llegado a una puerta y Rochester llamó con impaciencia. Se produjeron gruñidos y golpes y finalmente un personaje muy desarreglado apareció en la puerta.

—Señora Fairfax —dijo Rochester—, ésta es la señorita Next. Se quedará con nosotros durante un mes o dos. Quiero que le traiga algo de comida y que se encargue de que le preparen una cama; ha venido desde muy lejos y creo que necesita alimento y descanso. Me agradaría que no discutiese su presencia con nadie, y le agradecería que se las ingeniase para que la señorita Next y la señorita Eyre no se encuentren. Apenas necesito recalcarle lo importante que es.

La señora Fairfax me miró de arriba abajo, quedó especial y simultáneamente intrigada y conmocionada por mi coleta y vaqueros, y luego asintió y me llevó hasta el comedor.

—Volveremos a hablar mañana, señorita Next —dijo Rochester, con una sonrisa rompiendo su rostro inquieto—. Y vuelvo a darle las gracias.

Se volvió y me dejó con la señora Fairfax, quien empezó a bajar las escaleras. El ama de llaves me indicó que esperase en el comedor mientras me traía algo de comer. Regresó pronto con pedazos fríos de carne y algo de pan. Comí con ansia, mientras
Pilot
—que me pareció había entrado cuando Hades salió— olisqueó mis pantalones y agitó la cola totalmente emocionado.

—La recuerda —comentó lentamente la señora Fairfax—, yo sin embargo llevo trabajando aquí muchos años y no recuerdo haberla visto nunca.

Rasqué la oreja de
Pilot
.

—Una vez le lancé un palo. Cuando estaba de paseo con su amo.

—Comprendo —respondió la señora Fairfax, con suspicacia—. ¿Y cómo conoce usted al señor Rochester?

—Yo, ah, conocí a los Rochester en Madeira. Conocí a su hermano.

—Comprendo. Una
gran
tragedia —entrecerró los ojos—. Entonces, ¿conoce a los Mason?

—No muy bien.

Volvió a mirarme los vaqueros.

—¿De donde viene las mujeres llevan calzones?

—Muy a menudo, señora Fairfax.

—¿Y de dónde viene usted? ¿Londres?

—Mucho más lejos.

—¡Ah! —dijo la señora Fairfax con una sonrisa de complicidad—. ¡Osaka!

Se fue, dejándome a solas con
Pilot
, habiéndome arrancado la promesa de que no le alimentaría de la mesa. Regresó diez minutos más tarde con una bandeja de té, luego me dejó durante otra media hora para preparar una habitación. Me llevó hasta una habitación en el segundo piso con una bonita vista desde la fachada de la casa. Yo había insistido en que
Pilot
se quedase conmigo, y durmió contra la puerta cerrada, de alguna forma presintiendo el peligro posible en que podría encontrarse su nueva ama. Tuve un sueño nervioso y soñé que Hades se reía de mí.

Mientras dormía, Victor y los demás en la oficina de detectives literarios en Swindon celebraban el regreso de la narrativa a la novela. Aparte de una breve mención a la señora Fairfax haciendo ruidos la noche del fuego en el dormitorio, todo iba más o menos como lo recordaban. Habían llamado a un miembro de la Federación Brontë para que examinase el texto mientras se escribía a sí mismo durante las últimas doscientas páginas, que hasta ese momento habían estado en blanco. El estudioso de Brontë se sabía el libro de memoria, y su expresión de satisfacción no les dio razón para quejarse.

Me desperté con el sonido de
Pilot
rascando la puerta para que le dejasen salir. La abrí en silencio y miré fuera. Pude ver a Jane recorriendo el pasillo, cerré la puerta con rapidez y miré la hora. Eran apenas las 6 de la mañana, y sólo estaban despiertos algunos miembros del personal doméstico. Esperé un par de minutos, dejé salir a
Pilot
y luego le seguí, con cuidado no fuese a encontrarme con Jane. La mañana pasó con casi todos los miembros de la casa arreglando el dormitorio de Rochester, por tanto, después del desayuno estaba saliendo de la casa cuando la señora Fairfax me detuvo.

—Señorita Next —anunció el ama de llaves—. El señor Rochester me ha explicado los acontecimientos de la última semana y debo añadir mi agradecimiento al suyo.

Lo dijo sin emoción pero yo no tenía duda de que era sincera. Añadió:

—Me ha ordenado que proteja la casa contra agentes que deseen causar daño a la señorita Eyre.

Miré por la ventana; desde donde nos encontrábamos, podía ver a un peón de la hacienda haciendo guardia con un enorme mango de pico. Mientras le mirábamos, echó un vistazo hacia la casa y salió de nuestra vista. Unos momentos más tarde, la propia Jane salió por la puerta, miró a su alrededor, respiró hondo el aire vigorizante de la mañana y luego regresó al interior. Después de unos momentos, el peón reapareció y ocupó su puesto una vez más.

—La señorita Eyre no debe saber que la vigilamos y la protegemos —dijo la señora Fairfax con severidad.

—Comprendo.

La señora Fairfax asintió y me miró con aire crítico.

—¿De donde viene las mujeres van con la cabeza sin cubrir?

—Con frecuencia.


Aquí
no es aceptable —dijo con reproche—. Venga conmigo y la pondré presentable.

La señora Fairfax me llevó hasta su cuarto y me entregó un sombrero junto con una gruesa capa negra que me cubría hasta los pies. Le di las gracias y la señora Fairfax hizo una reverencia cortés.

—¿El señor Rochester está hoy en casa? —pregunté.

—Ha salido en viaje de negocios. Tengo entendido que fue a la casa del señor Eshton; hay todo un grupo allí. El coronel Dent estará presente, junto con lord Ingram. No espero que regrese antes de una semana.

—Con todo lo que está pasando aquí, ¿cree que es lo mejor?

La señora Fairfax me miró como si fuese una niña.

—No lo comprende, ¿verdad? Después del incendio el señor Rochester se ausenta durante una semana. Así es como sucede.

Quería hacer más preguntas, pero el ama de llaves se disculpó y me quedé sola. Encaucé mis ideas, alisé la capa y salí al exterior para dar una vuelta a la casa y asegurarme de que todo estuviese seguro. Todos los peones de la hacienda me saludaron respetuosamente al pasar, cada uno de ellos llevaba algún tipo de arma. Con la esperanza de que ninguno de ellos tuviese que enfrentarse a él, atravesé el jardín en la dirección que había seguido Hades la noche antes. Justo estaba atravesando las grandes hayas cerca de la verja baja cuando una voz familiar me llamó.

—¿Tenemos alguna oportunidad contra él?

Era Rochester. Se encontraba de pie detrás de uno de los grandes troncos, mirándome con una gran preocupación grabada en el rostro.

—Todas las posibilidades, señor —respondí—. Sin mí está atrapado aquí; si quiere regresar,
tiene
que negociar.

—¿Y dónde está?

—Iba a probar en el pueblo. ¿No se supone que usted está en la casa del señor Eshton?

—Quería hablar con usted antes de irme. Hará usted lo que pueda, ¿no?

Le aseguré que haría todo lo que estuviese en mi mano y luego partí para el pueblo.

Millcote era un pueblo de bastante buen tamaño. Llegué al centro, donde encontré una iglesia, una parada de diligencias, tres posadas, un banco, dos pañeros, un mercader de bienes en bolsa y otras tiendas. Era día de mercado y el pueblo estaba muy atareado. Nadie me miró dos veces mientras recorría los puestos que estaban llenos hasta arriba con productos de invierno y caza. Aparte del ligero olor a tinta que dominaba la escena, bien podría haber sido real. El primer hostal que encontré era The George. Como en el libro aparecía nombrado, supuse que ofrecería la mejor oportunidad.

Entré y pregunté al hostelero si un hombre de gran estatura se había hospedado allí esa mañana. El propietario proclamó que no, pero que no era la única posada del pueblo. Le di las gracias y salí por la puerta, pero me detuve de inmediato al oír el sonido incongruente de un obturador. Me di la vuelta lentamente. Detrás de mí tenía a una pareja japonesa, vestida con ropas de la época pero con uno de los dos sosteniendo una enorme cámara Nikon. La mujer intentó ocultar a toda prisa ese anacronismo evidente y empezó a arrastrar al hombre para sacarlo de la puerta.

—¡Esperen!

Se detuvieron y se miraron nerviosos.

—¿Qué hacen aquí? —pregunté incrédula.

—En visita desde Osaka —afirmó la mujer, a lo que el hombre, que no parecía hablar inglés, asintió vigorosamente y empezó a consultar una guía de Brontë escrita en japonés.

—¿Cómo…?

—Me llamo señora Nakajima —anunció la mujer—, y éste es el señor Suzuki.

El hombre me sonrió y emocionado me dio la mano.

—¡Esto es una locura! —dije con furia—. ¿Intentan decirme que los dos son
turistas
?

—Efectivamente —admitió la señora Nakajima—. Realizo el salto una vez al año y me traigo conmigo a un visitante. No tocamos nada y jamás hablamos con la señorita Eyre. Como puede ver, vamos vestidos de acuerdo a la época.

—¿Japoneses? ¿En la Inglaterra de mediados del siglo diecinueve?

—¿Por qué no?

Efectivamente, por qué no.

—¿Cómo lo hace?

La mujer se encogió de hombros.

—Simplemente
puedo
—respondió con sencillez—. Pienso intensamente, digo unas líneas de la novela y, bien, aquí estoy.

No tenía tiempo para esto.

—Escúcheme. Me llamo Thursday Next. Trabajo con Victor Analogy en el departamento de detectives literarios de Swindon. ¿Ha oído lo del robo del manuscrito?

Asintió con la cabeza.

—Hay una presencia tenebrosa en el libro, pero mi plan para extraerla depende de que yo sea la única forma de salir. No se detendrá ante nada por emplearla a usted para salir si tiene la más remota posibilidad. Le imploro que vuelva a saltar a su lugar de origen mientras todavía pueda.

La señora Nakajima lo consultó durante un tiempo con su cliente. Me explicó que el señor Suzuki tenía la esperanza de ver a Jane si fuese posible, pero que si regresaba tendría que devolverle el dinero. Yo repetí mi posición sobre la cuestión y al final aceptaron. Les seguí hasta su habitación y esperé mientras hacían las maletas. La señora Nakajima y el señor Suzuki me dieron la mano, se agarraron con fuerza y se evaporaron. Agité la cabeza con tristeza. Parecía que quedaban muy pocos lugares que el turismo no hubiese tocado.

Abandoné el calor de la posada por el frío del exterior y dejé atrás un puesto que vendía tubérculos para llegar a The Millcote, donde pregunté por cualquier nuevo cliente.

—¿Y quién desea ver al señor Hedge? —preguntó el posadero, escupiendo y luego limpiando una tosca jarra de cerveza.

—Dígale que la señorita Next desea verle.

El posadero se perdió escaleras arriba y regresó en su momento.

—Habitación siete —respondió bruscamente, y volvió a sus tareas.

Acheron estaba sentado junto a la ventana, dando la espalda a la puerta. No se movió cuando entré.

—Hola, Thursday.

—¿Señor
Hedge
?

—Los pueblerinos de la Inglaterra del siglo diecinueve eran muy supersticiosos. Me pareció que Hades podría resultarles un poco fuerte.

Se volvió para mirarme, sus penetrantes ojos azules parecían escrutar mi interior. Pero su poder sobre mí se había apagado; no podía leerme como había leído a otros. Se dio cuenta de inmediato, medio sonrió y volvió a mirar por la ventana.

—Se ha vuelto fuerte, señorita Next.

—Me crezco frente a la adversidad.

Rió brevemente.

—Debería haberme asegurado de matarte delante del apartamento de Styx.

—¿Y acabar con la diversión? Tu vida hubiese sido considerablemente más aburrida sin mí y el resto de OpEspec para animártela.

Pasó de mí y cambió de tema.

—Una persona tan llena de recursos como tú jamás habría venido aquí sin una forma de salir. ¿Qué es, Thursday? ¿Un código preestablecido para hacer saber a Mycroft cuándo debe abrir el portal?

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