Schitt se sentó en un sillón que tenía un tapizado desvaído y sacó un puro.
—¿Aliándose con criminales, señor Schitt? ¿A eso se dedica ahora Goliath?
—Es un argumento relativista, señorita Next… Las situaciones desesperadas exigen medidas desesperadas. No espero que lo entienda. Pero escuche, tenemos a nuestra disposición un buen montón de dinero y Acheron está dispuesto a ser generoso con el uso del notable invento del señor Next.
—¿Y se trata?
—¿Alguna vez ha visto uno? —preguntó Schitt, agitando el arma corta y rechoncha con la que nos apuntaba.
—Es un rifle de plasma.
—Correcto. Una pieza de artillería de campo que un hombre puede llevar, que dispara cuantos supercargados de pura energía. Puede atravesar treinta centímetros de blindaje a una distancia de cien metros; creo que estará de acuerdo en que ofrecerá la supremacía a las tropas de tierra en cualquier conflicto.
—
Si
cumple con los plazos… —añadió Bowden.
—Es ligeramente más complicado, agente Cable —respondió Schitt—. Verán…
No funciona
. Tras mil millones de financiación, esta mierda no funciona. Peor aún, recientemente se ha demostrado que no funcionará
jamás
; este tipo de tecnología es
totalmente
imposible.
—¡Pero Crimea está al borde de la guerra! —exclamé con furia—.
—¿Qué pasará cuando los rusos se den cuenta de que la nueva tecnología es un farol?
—Pero eso no sucederá —respondió Schitt—. Puede que la tecnología sea imposible aquí fuera pero no es imposible
ahí dentro
.
Acarició el enorme libro que era el Portal de Prosa y miró a los gusalibros modificados genéticamente de Mycroft. Ahora se encontraban en Descanso y Recuperación en sus peceras; acababan de digerir una comida reciente de preposiciones y estaban tirando pedos de exclamaciones y apóstrofos; el aire estaba carg’ado de ell’os!. Schitt levantó un libro con un título claramente visible. Decía:
El rifle de plasma en la guerra
. Miré a Mycroft, quien asintió desalentado.
—Es cier’’to, seño’rit’a Next.
Schitt sonrió y le dio a la portada con el dorso de la mano.
—Ahí den’tro, el rifle de plas’ma funciona perfec!amente. No tene’mos más que abri’r el libro con el Portal de Pro’sa, sacar las arm’as y entreg’arlas. Es’’’ el arma definitiva, seño’rit’a Next.
Pero no se refería al rifle de plasma. Señalaba el Portal de Prosa. Los gusalibros respondieron eructando grandes cantidades de mayúsculas innecesarias.
—To’do Lo Que La Imagina’ción Hum’ana Pueda Concebir, Nosotros Podemos Reproducir. Considero El Portal No Tan’to Como Un Portal A Un Millón De Mund’os, Sino Más Bien Como Una Fotocop’iadora Tridi’mensional. Con Él Podremos Fab’ricar Todo Lo Que Nos Apetezca; Incluso Otro Portal… Una Versión De Ma!no. Navid’ad Todos Los Días, Señorita Next.
—Más Muertes En Cri’mea; Esp’ero Que Pueda Dormir B’ien Por Las Noches, Schitt.
—Al Co’ntrario, Señorita Next. Rusia Se Echará Al Suelo Y Se Meará’’ De Miedo Cuando Compruebe El Poder Del Stonk. El Zar Cederá Permanentemente La Península A Inglaterra; Una Nueva Riviera, ¿No Será Genial?
—¿
Genial
? ¿Turista’s Y Hotel’es Altos? ¿Construi!dos Sobre Una Tierra Cuya Devol!ución Volverán A Pedir En Medio Siglo? No Va A R’esolver Nada, Schitt, Simplemente Lo Retrasa. Cuando Los Rus’os Tengan Un Rifle De Plasma Propio, ¿Qué?
Jack Schitt no cedía.
—Oh, No Se Preocupe Por Eso, Señorita Next, ¡A El’los Les Cobra’’ré El
Doble
Que Al Gobierno Ing’lés!
—¡Atención, Atención! —Añadió Hades, profundamente impresionado por la carencia total de escrúpulos demostrada por Schitt hasta este momento—. Un Millón’ De Dólares P’or El Portal, Thursday —añadió Hades emocionado—, ¡Y! Un Porcentaje Del 50% De To’do Lo Que Sal’ga Del Portal!
—¿Un Lacayo Para La Corpora’ción Goliath, Acheron? No Parece En Absoluto Digno De Ti.
A Hades se le estremeció la mejilla, pero se controló.
—De Las Bellotas Más Pequeñas, Crecen Los Árboles Más Fuertes, Thur’sday…
Schitt le miró con suspicacia. Le hizo un gesto a uno de sus hombres, quien apuntó a Hades con una pequeña arma antitanque.
—Hade’s, El Manual De Instrucci’ones.
—¡Por Favor! —rogó Mycroft—. ¡Están trastornando a los gusan’os! ¡Empiezan a guio-ni-zar!
—¡Cáll-ese, Mycroft! —le soltó Schitt—. Ha-de’s, Por Favor, El Man-ual de Instru-cciones.
—¿Man-ual, Mi Estima’do Amigo?
—Sí, Señor Hade’s. Ni Siqui-era Usted Será Insen-sible A La Pequeña Arma De Artille-ría De Mi So’cio. Tiene Usted El Manual De My-croft Para El Por-tal Y El Po-ema Donde Tiene Pri-sio-ne-ra A La Señora Next. Démelo-Todo.
—
No, Señor ‘Schitt. Déme A
Mí
El Arma…
Pero Schitt ni se inmutó; el poder que había robado la razón de Snood y un número incontable de personas no provocaba ningún efecto en el alma negra de Schitt. Hades quedó confundido. Nunca antes se había enfrentado contra alguien como Schitt; al menos, no desde el primer Felix. Rió.
—¿Se Atreve A Apuña-larme Por La Espalda A
Mí
?
—Claro Que Sí. Si No Lo Hici-ese Usted No Me Res’-petaría. Y Así No Se Pued’e Sostener Ningun-a Relación Empresarial.
Hades se colocó frente al Portal de Prosa.
—Y Pensar Que Todos Nos Estáb-amos Lleva-ndo Tan Bie-n, ¡Vaya! —exclamó, colocando el manuscrito original de
Jane Eyre
en la máquina y añadiendo los gusalibros, que se calmaron, dejaron de pedorrear, eructar y guionizar y se pusieron a trabajar.
» ¡En serio! —siguió diciendo Hades—. Esperaba más de usted. Debo decir que casi creí encontrar alguien con el que podría asociarme.
—Pero usted lo querría todo, Hades —respondió Schitt—. Tarde o temprano, y lo más probable es que fuese temprano.
—Cierto, muy cierto.
Hades hizo un gesto en dirección a Felix8, quien de inmediato comenzó a disparar. Bowden y yo nos encontrábamos directamente en la línea de fuego; no podía fallar de ninguna forma. Mi corazón dio un salto pero curiosamente la primera bala fue desacelerando y se detuvo flotando en el aire a diez centímetros de mi pecho. Era el heraldo inicial de una procesión mortal que retrocedía perezosamente hasta el arma de Felix8, el cañón ahora convertido en un crisantemo de fuego congelado. Miré a Bowden, quien también estaba en la línea de un disparo; una bala reluciente se había detenido a treinta centímetros de su cabeza. Pero no se movía. Es más, nada en la sala se movía. Mi padre, por una vez, había llegado en el momento
justo
.
—¿He llegado en mal momento? —preguntó papá, mirando desde donde estaba sentado en el polvoriento piano de cola—. Puedo volver a irme si quieres.
—No… No, papá, esto está bien,
francamente
bien —farfullé.
Miré alrededor de la sala. Mi padre jamás se quedaba más de cinco minutos y, cuando se fuese, las balas continuarían hacia sus víctimas previstas. Mis ojos se fijaron en una mesa pesada y la volteé, lanzando al suelo polvo, restos y contenedores vacíos de Puerros-al-Gusto.
—¿Has oído hablar de alguien llamado Winston Churchill?
—No; ¿quién es? —jadeé mientras colocaba la pesada mesa de roble frente a Bowden.
—¡Ah! —dijo mi padre, anotándolo en su libretita—. Bien, se suponía que debía dirigir Inglaterra durante la última guerra, pero creo que murió en una caída cuando era adolescente. Es de lo
más
embarazoso.
—¿Otra víctima de los revisionistas franceses?
Mi padre no respondió. Le había llamado la atención la zona media de la sala, donde Hades trabajaba en el Portal de Prosa. El tiempo, para hombres como Hades, rara vez se detenía.
—¡Oh, no me presten atención! —dijo Hades mientras un rayo de luz se abría en la penumbra—. Simplemente voy a meterme dentro y esperaré a que pase toda esta confusión. Tengo el manual de instrucciones y a Polly, por lo que todavía podemos negociar.
—¿Quién es ése? —preguntó mi padre.
—Acheron Hades.
—¿En serio? Esperaba a alguien más bajito.
Pero Hades se había ido; el Portal de Prosa zumbó y luego se cerró tras él.
—Tengo que encargarme de algunas reparaciones —anunció mi padre, poniéndose en pie y cerrando la libreta—. El tiempo no espera por nadie, como nos gusta decir.
Cuando el mundo volvió a ponerse en marcha, tuve el tiempo justo de esconderme detrás de un escritorio grande. La lluvia de plomo de Felix8 golpeó la pesada mesa de roble que yo había, situado delante de Bowden, y las balas que estaban destinadas a mí golpearon la pesada puerta de madera que había detrás del lugar que ya había ocupado. En dos segundos la sala se llenó de disparos cuando los operativos de Goliath se unieron a la trifulca, cubriendo a Jack Schitt quien, perplejo por la desaparición de Hades en mitad de una frase, se retiraba ahora hacia la puerta que daba al viejo Atlantic Grill. Mycroft se arrojó al suelo seguido de cerca por Jane mientras el polvo y los restos se esparcían por la sala. Le grité al oído de Jane que se quedase donde estaba mientras los disparos se acercaban peligrosamente cerca de nuestras cabezas, derribando molduras de los muebles y cubriéndonos de polvo. Me arrastré hasta donde pude ver a Bowden intercambiando disparos con Felix8, que ahora estaba atrapado tras una falsa mesa georgiana volteada cerca de la entrada a la sala de té Palm Court. Yo acababa de disparar a los hombres de Goliath, que rápidamente habían sacado a Schitt de la sala, cuando el fuego se detuvo tan rápidamente como había comenzado. Recargué el arma.
—¡Felix8! —grité—. ¡Todavía puedes rendirte! Tu nombre real es Danny Chance. Te prometo que haremos todo lo que podamos por…
Se produjo un extraño sonido de gorjeo y miré desde detrás del sofá. Creía que Felix8 estaba herido, pero no era así. Se reía. Su rostro habitualmente sin expresión se retorcía de alegría. Bowden y yo nos miramos con curiosidad, pero nos quedamos ocultos.
—¿Qué te hace tanta gracia? —grité.
—
¡No he visto tu cara en otra parte!
—rió—. ¡Ahora lo pillo!
Alzó el arma y nos disparó repetidamente mientras salía por la puerta y se retiraba a las tinieblas del vestíbulo. Había comprendido que su amo había huido y no tenía nada que hacer aquí.
—¿Dónde está Hades?
—En
Jane Eyre
—respondí, poniéndome en pie—. Cubre el portal… y si regresa, usa esto.
Le entregué el arma antitanque mientras Schitt, sabiendo del final del tiroteo, regresaba. Apareció en la puerta del bar.
—¿Hades?
—En Jane Eyre, con el manual de instrucciones.
Schitt me dijo que le entregase el Portal de Prosa.
—Sin el manual de instrucciones no tendría nada —le dije—. Una vez que capture a Hades en Thornfield y reúna a mi tía con Mycroft, podrá quedarse con el manual. No hay otro trato; eso es todo. Ahora voy a llevarme a Jane.
Me volví hacia mi tío.
—Mycroft, envíanos justo
antes
de que Jane salga de su cuarto para apagar el fuego del dormitorio de Rochester. Será como si no se hubiese ido nunca. Cuando quiera volver, enviaré una señal. ¿Puedes hacerlo?
Schitt alzó los brazos al cielo.
—¿Qué dulce locura es ésta? —gritó.
—Esa es la señal —dije—, las palabras «dulce locura». Tan pronto como las oigas, abre el portal de inmediato.
—¿Estás segura de saber lo que haces? —preguntó Bowden mientras yo ayudaba a Jane a ponerse en pie.
—Nunca he estado más segura. Simplemente no desconectes la máquina; por mucho que me guste el libro, no tengo ningún deseo de quedarme en su interior para siempre.
Schitt se mordió el labio. Le habían superado. Su baza, si la tenía, tendría que jugarla después de mi regreso. Comprobé que seguía teniendo cargada la pistola, respiré hondo y le hice un gesto a Jane, quien me sonrió ansiosa. Nos dimos la mano con fuerza y atravesamos la entrada.
Thornfield Hall
«No era como lo había imaginado. Creía que Thornfield Hall sería más grande y estaría decorada con más lujo. Había un intenso olor a cera y el aire del pasillo de arriba estaba frío. Apenas había luz en la casa y los pasillos parecían extenderse hasta una oscuridad negra como la tinta. Era adusta y nada atractiva. De todo eso me di cuenta, pero de lo que más me di cuenta fue del silencio; el silencio de un mundo libre de máquinas voladoras, tráfico y grandes ciudades. La era industrial acababa de comenzar; el planeta había alcanzado su fecha de caducidad.»
T
HURSDAY
N
EXT
Una vida en OpEspec
Me tambaleé un poco tras realizar el salto; se había producido un brillante destello de luz y un breve estallido de estática. Me encontré en el pasillo del dormitorio principal, algunas líneas antes de donde Hobbes se había llevado a Jane. El fuego ardía y Jane instintivamente se metió en situación, abriendo la puerta y saltando a la habitación de Rochester para verter un aguamanil lleno de agua sobre la cama en llamas. Miré rápidamente a mi alrededor por el pasillo oscuro, pero no había ni rastro de Hades; al otro extremo vi a Grace Poole llevándose a Bertha al ático. La loca miró por encima del hombro y sonrió con demencia. Grace Poole siguió sus ojos y me miró con desaprobación. De pronto me sentí muy ajena; este mundo no era el mío y yo no pertenecía aquí. Di un paso atrás cuando Jane salió corriendo de la habitación de Rochester para buscar más agua; en el rostro, me di cuenta, había una expresión de gran alivio. Sonreí y me permití un vistazo al interior del dormitorio. Jane había logrado extinguir el fuego y Rochester maldecía al encontrarse en un charco de agua.
—¿Hay una inundación? —preguntó.
—No, señor —respondió ella—, pero se ha producido un fuego. Arriba; ya lo he apagado. Le traeré una vela.
Rochester me vio en la puerta y me guiñó un ojo antes de de volver rápidamente sus rasgos al gesto de consternación.
—En nombre de todos los elfos de la Cristiandad —dijo, con los ojos henchidos de lágrimas por su regreso—, ¿es Jane Eyre? ¿Qué me ha hecho…?
Salí, segura de que en casa el libro estaría empezando a reescribirse a sí mismo en esa página. La referencia al «Agente de negro» quedaría sobrescrita y con suerte, Hades mediante, las cosas regresarían a la normalidad. Recogí la vela que habían dejado en la alfombra y la volví a encender al salir Jane, le sonreí en respuesta a sus gracias, la cogió de mis manos y regresó a su dormitorio. Yo caminé por el pasillo, admiré un cuadro de Landseer especialmente bueno y me senté en una silla Regencia, una de un par. Aunque la casa no era grande, ofrecía todo tipo de lugares para que Acheron se ocultase. Dije su nombre para hacerle saber que le perseguía y oí que una puerta se cerraba de golpe en algún punto de la casa. Abrí una contraventana y vi la figura inconfundible de Hades atravesando rápidamente el jardín bajo la luz de la luna. Vi cómo la forma se disolvía entre las sombras. Estaría a salvo en el campo pero yo seguía teniendo la sartén por el mango. Yo sabía cómo volver a abrir la puerta y él no; consideraba poco probable que me hiciese daño. Me volví a sentar y pensaba en Daisy Mutlar y Landen cuando me quedé dormida. Me desperté de golpe cuando se abrió la puerta del dormitorio de Rochester y Edward salió. Sostenía una vela y habló con Jane en la puerta.