Tormenta de Espadas (113 page)

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Authors: George R. R. Martin

Tags: #Fantástico

BOOK: Tormenta de Espadas
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—Por lo visto hacía falta decir cosas. —Lord Tywin agitó dos dedos en dirección a ella, un brusco gesto de despedida—. Vete.

Cersei salió echando humo.

—No será Robert II —dijo Tyrion—. Será Aerys III.

—El muchacho tiene trece años. Todavía queda tiempo. —Lord Tywin se dirigió hacia la ventana. Aquello no era propio de él; estaba más descompuesto de lo que quería demostrar—. Necesita una buena lección.

Tyrion había recibido su buena lección a los trece años. Casi sintió pena por su sobrino. Por otra parte, nadie se lo merecía más.

—Ya basta de hablar de Joffrey —dijo—. Algunas batallas se ganan con plumas y con cuervos, ¿no fue eso lo que dijiste? Tengo que felicitarte. ¿Cuánto tiempo llevabas tramando esto con Walder Frey?

—No me gusta esa expresión —replicó Lord Tywin con rigidez.

—Y a mí no me gusta que me oculten cosas.

—No había motivo para contártelo. Tú no tenías ningún papel que desempeñar en esto.

—¿Se lo dijiste a Cersei? —quiso saber Tyrion.

—No lo sabía nadie excepto los que tenían que intervenir en algún sentido. E incluso a ésos se les dijo sólo lo que necesitaban saber. A estas alturas ya deberías saber que es la única manera de guardar un secreto... sobre todo aquí. Mi objetivo era librarnos de un enemigo peligroso al menor precio posible, no satisfacer tu curiosidad ni hacer que tu hermana se sintiera importante. —Cerró los postigos y se volvió. Tenía el ceño fruncido—. No careces de cierta astucia, Tyrion, pero la verdad es que hablas demasiado. Tienes la lengua muy larga, eso acabará por perderte.

—Deberías haber dejado que Joff me la arrancara —sugirió Tyrion.

—Será mejor que no me tientes —replicó Lord Tywin—. Se acabó este tema. He estado buscando la mejor manera de aplacar a Oberyn Martell y a su séquito.

—¿Sí? ¿Y es algo que se me permite saber o debo marcharme para que lo discutas contigo mismo?

—La presencia aquí del príncipe Oberyn es muy inoportuna —dijo su padre sin hacer caso de la pulla—. Su hermano es un hombre cauto, razonable, sutil, pausado, hasta cierto punto indolente. Sopesa las consecuencias de cada palabra y cada acción. Pero Oberyn siempre ha estado medio loco.

—¿Es verdad que intentó que Dorne se alzara en apoyo a Viserys?

—Nadie habla del tema, pero sí. Los cuervos volaron y los jinetes cabalgaron con mensajes secretos que nunca vi. Jon Arryn navegó hasta Lanza del Sol para devolver los huesos del príncipe Lewyn, se sentó con el príncipe Doran y hablaron del fin de la guerra. Pero después de aquello Robert no visitó Dorne nunca, y el príncipe Oberyn rara vez salió de allí.

—Sí, pero ahora lo tenemos aquí, y acompañado por la mitad de la nobleza de Dorne. Cada día que pasa se impacienta más —señaló Tyrion—. A lo mejor sería buena idea que le enseñara los burdeles de Desembarco del Rey, así se distraería. Una herramienta para cada tarea, ¿no es eso? Mi herramienta está a tu servicio, padre. Que no se diga que la Casa Lannister hizo sonar sus trompetas y yo no respondí.

—Muy gracioso. —Lord Tywin apretó los labios—. ¿Ordeno que te cosan un traje de bufón y un gorro con cascabeles?

—Si me lo pusiera, ¿tendría permiso para decir lo que quisiera acerca de Su Alteza el rey Joffrey?

—Se me educó para soportar los desatinos de mi padre. No soportaré los tuyos. Es suficiente. —Lord Tywin volvió a sentarse.

—Muy bien, ya que me lo pides con tanta amabilidad... Pero mucho me temo que la Víbora Roja no va a ser nada amable. Y no se conformará con la cabeza de Ser Gregor.

—Razón de más para no dársela.

—¿Para no...? —Tyrion se quedó boquiabierto—. Pensaba que estábamos de acuerdo en que los bosques estaban llenos de bestias.

—Bestias inferiores. —Lord Tywin entrelazó los dedos bajo la barbilla—. Ser Gregor nos ha servido bien. No hay otro caballero en el reino que inspire tanto terror en nuestros enemigos.

—Oberyn sabe que Ser Gregor fue el que...

—No sabe nada. Sólo ha oído cuentos. Cotilleos de establo y calumnias del servicio. No tiene ni la menor prueba, y desde luego Ser Gregor no va a confesar nada. Tengo intención de mantenerlo bien alejado mientras los dornienses estén en Desembarco del Rey.

—¿Y cuando Oberyn exija la justicia que ha venido a buscar?

—Le diré que el que mató a Elia y a sus hijos fue Ser Amory Lorch —respondió Lord Tywin con calma—. Si te pregunta, tú dirás lo mismo.

—Ser Amory Lorch está muerto —señaló Tyrion.

—Exacto. Tras la caída de Harrenhal, Vargo Hoat hizo que un oso despedazara a Ser Amory. Es un detalle suficientemente macabro como para aplacar hasta a Oberyn Martell.

—Puede que a ti eso te parezca justicia...

—Es justicia. Por si lo quieres saber, fue Ser Amory el que me trajo el cadáver de la niña. La había encontrado escondida bajo la cama de su padre, como si creyera que Rhaegar aún podía protegerla. La princesa Elia y el bebé estaban en el cuarto de los niños, un piso más abajo.

—Bueno, es una historia, y Ser Amory no está en condiciones de negarla. ¿Qué le dirás a Oberyn cuando te pregunte quién le dio las órdenes a Lorch?

—Ser Amory actuó por iniciativa propia con la esperanza de ganarse el favor del nuevo rey. El odio que sentía Robert hacia Rhaegar no era ningún secreto.

«Puede que dé resultado —tuvo que reconocer Tyrion—, pero a la serpiente no le va a hacer gracia.»

—Lejos de mí cuestionar tu astucia, padre, pero yo que tú pondría un poco de sangre en las manos de Robert Baratheon.

—Ese traje de bufón te quedaría mejor de lo que pensaba. —Lord Tywin lo miraba como si hubiera perdido la cordura—. Fuimos los últimos en unirnos a la causa de Robert. Teníamos que demostrar nuestra lealtad. Cuando puse aquellos cadáveres ante el trono, a nadie le cupo la menor duda de que habíamos renegado de la Casa Targaryen para siempre. Y el alivio de Robert fue palpable. Por idiota que fuera, hasta él sabía que los hijos de Rhaegar tenían que morir si quería asegurarse el trono para siempre. Pero se consideraba un héroe, y los héroes no matan niños. —Su padre se encogió de hombros—. Reconozco que hubo demasiada brutalidad. Elia no tenía por qué haber sufrido el menor daño, eso fue una estupidez. Por sí sola no era nadie.

—Entonces, ¿por qué la mató la Montaña?

—Porque no le dije que la perdonara. Dudo que llegara a mencionarle su nombre. Tenía problemas más apremiantes. La vanguardia de Ned Stark venía hacia el sur después del Tridente, y me temía que acabaríamos enfrentándonos. Además, Aerys tenía intención de asesinar a Jaime sin más motivo que el rencor. Eso era lo que yo más temía. Eso y lo que pudiera hacer el propio Jaime. —Apretó un puño—. Además, aún no sabía lo que tenía con Gregor Clegane, sólo que era enorme y temible en el combate. Lo de la violación... Espero que ni tú serás capaz de acusarme de dar aquella orden. Ser Amory fue casi igual de brutal con Rhaenys. Después le pregunté por qué habían hecho falta medio centenar de cuchilladas para matar a una niña que tendría... ¿dos, tres años? Me respondió que ella le había dado patadas y que no dejaba de gritar. Si Lorch hubiera tenido la mitad de los sesos que los dioses concedieron a un nabo, la habría tranquilizado con unas cuantas palabritas cariñosas y luego habría utilizado un cojín de seda. —Hizo una mueca de repugnancia—. Fue él el que se manchó las manos de sangre.

«Pero no tú, padre. Tywin Lannister no tiene sangre en las manos.»

—¿Qué ha matado a Robb Stark, un cojín de seda?

—Tenía que ser una flecha, durante el banquete de bodas de Edmure Tully. Al descubierto, el muchacho era demasiado cauto. Mantenía disciplinados a sus hombres y se rodeaba de exploradores y guardaespaldas.

—Así que Lord Walder lo ha matado bajo su techo, sentado a su mesa. —Tyrion apretó un puño—. ¿Qué ha pasado con Lady Catelyn?

—Supongo que la han matado también. Un par de pieles de lobo. Frey tenía intención de tomarla prisionera, pero tal vez algo salió mal.

—Bravo por la ley de la hospitalidad.

—Es Walder Frey el que se ha manchado las manos de sangre, no yo.

—Walder Frey es un viejo gruñón que vive para acariciar a su joven esposa y cavilar sobre todas las ofensas que ha sufrido. No me cabe duda de que él ha empollado este pollo tan feo, pero jamás se habría atrevido a nada semejante sin contar con una promesa de protección.

—¿Y qué habrías hecho tú, perdonar la vida del chico y decirle a Lord Frey que no tenías necesidad de aliarte con él? Eso habría hecho que el viejo idiota volviera a los brazos de Stark y tendrías por delante un año más de guerra. Explícame por qué es más noble matar a diez mil hombres en una batalla que a una docena en un banquete. —Tyrion no supo qué decir, y su padre siguió hablando—. El precio ha sido muy bajo lo mires como lo mires. La corona entregará Aguasdulces a Ser Emmon Frey cuando el Pez Negro se rinda. Lancel y Daven tendrán que casarse con chicas Frey, Joy contraerá matrimonio con uno de los hijos naturales de Lord Walder cuando tenga edad, y Roose Bolton será el Guardián del Norte y se llevará a casa a Arya Stark.

—¿Arya Stark? —Tyrion inclinó la cabeza a un lado—. ¿Y Bolton? Ya me habría imaginado que Frey no tendría agallas para actuar por sí mismo. Pero Arya... Varys y Ser Jacelyn la han estado buscando más de medio año. Sin duda Arya Stark está muerta.

—También lo estaba Renly hasta la batalla del Aguasnegras.

—¿Qué significa eso?

—Puede que Meñique tuviera éxito allí donde Varys y tú fracasasteis. Lord Bolton casará a la chica con su hijo bastardo. Dejaremos que Fuerte Terror luche contra los hijos del hierro durante unos años y veremos si puede mantener a raya a los otros banderizos de los Stark. Antes de la primavera estarán todos al límite de sus fuerzas y dispuestos a doblar la rodilla. El norte será para el hijo que tengas con Sansa Stark... Si es que algún día te sientes suficientemente hombre para engendrarlo. Por si te has olvidado, Joffrey no es el único que tiene que desvirgar a alguien.

«No me había olvidado, aunque esperaba que tú sí.»

—¿Cuándo crees que estará Sansa más fértil? —preguntó Tyrion a su padre con un tono que destilaba ácido—. ¿Antes o después de que le cuente cómo hemos asesinado a su hermano y a su madre?

DAVOS (5)

Por un instante pareció que el rey no lo había oído. Stannis no mostró alegría ante las noticias, tampoco ira ni incredulidad, ni siquiera alivio. Se quedó mirando su Mesa Pintada con los dientes apretados.

—¿Estáis seguro? —preguntó.

—No he visto el cadáver en persona, no, no, Vuestra Majestad —dijo Salladhor Saan—. Pero en la ciudad los leones bailan y se pavonean. El pueblo ya la llama «la Boda Roja». Se dice que Lord Frey ordenó que le cortaran la cabeza al chico y le cosieran la de su huargo, y luego le clavaron una corona alrededor de las orejas. A su señora madre también la asesinaron y la tiraron desnuda al río.

«En una boda —pensó Davos—. Mientras estaba sentado a la mesa de su asesino, cuando era un huésped, un invitado bajo su techo. Esos Frey están malditos para siempre.» Otra vez le llegó el olor de la sangre ardiendo y oyó el siseo y el chisporroteo de la sanguijuela entre los carbones del brasero.

—Ha sido la ira del Señor la que lo ha matado —afirmó Ser Axell Florent—. ¡Ha sido la mano de R'hllor!

—¡Alabado sea el Señor de la Luz! —entonó la reina Selyse, una mujer menuda y flaca con las orejas grandes y el labio superior cubierto de vello.

—¿Acaso la mano de R'hllor es temblorosa y está llena de manchas y arrugas? —preguntó Stannis—. Más parece cosa de Walder Frey que de ningún dios.

—R'hllor elige los instrumentos que quiere. —El rubí de la garganta de Melisandre centelleaba con chispas rojas—. Sus caminos son misteriosos, pero no hay hombre que no se doblegue a su llameante voluntad.

—¡No hay hombre que no se doblegue ante él! —exclamó la reina.

—Cállate de una vez, mujer. Ahora no estás bailando alrededor de una hoguera. —Stannis siguió mirando la Mesa Pintada—. El lobo no deja herederos y el kraken deja demasiados. Los leones los devorarán a menos que... Saan, voy a necesitar que tus barcos más veloces lleven mensajeros a las Islas del Hierro y a Puerto Blanco. Ofreceré el perdón. —Por su manera de apretar los dientes era obvio que aquella palabra le gustaba muy poco—. El perdón absoluto para los que se arrepientan de su traición y juren lealtad a su legítimo rey. Tienen que ver...

—No lo harán. —La voz de Melisandre era suave—. Lo siento, Alteza. Esto no es el fin. Pronto se alzarán más falsos reyes para apoderarse de las coronas de los que han caído.

—¿Más? —Parecía que Stannis la habría estrangulado de buena gana allí mismo—. ¿Más usurpadores? ¿Más traidores?

—Lo he visto en mis llamas.

—El Señor de la Luz envió a Melisandre para que te guiara hacia tu momento de gloria. —La reina Selyse se puso al lado del rey—. Escúchala, te lo suplico. Las llamas sagradas de R'hllor no mienten.

—Hay mentiras y mentiras, mujer. Me parece que esas llamas resultan engañosas hasta cuando dicen la verdad.

—Una hormiga que oyera las palabras de un rey tal vez no comprendería qué dice —replicó Melisandre—, y todos los hombres somos hormigas ante el rostro llameante de dios. Si alguna vez he confundido una advertencia con una profecía o una profecía con una advertencia, la culpa es del lector, no del libro. Pero una cosa sí sé a ciencia cierta: los mensajeros y los perdones no os servirán de nada, igual que las sanguijuelas. Debéis mostrar al reino una señal. ¡Una señal como prueba de vuestro poder!

—¿Mi poder? —El rey soltó un bufido—. Tengo mil trescientos hombres en Rocadragón y otros trescientos en Bastión de Tormentas. —Barrió con la mano la Mesa Pintada—. El resto de Poniente está en manos de mis enemigos. No tengo más flota que la de Salladhor Saan, ni dinero para contratar mercenarios. No hay saqueos ni gloria en perspectiva, que es lo que atraería a los jinetes libres a mi causa.

—Mi señor esposo —intervino la reina Selyse—, tienes más hombres de los que tenía Aegon hace trescientos años. Sólo te faltan los dragones.

—Nueve magos cruzaron el mar para empollar la reserva de huevos de Aegon III. —Lord Stannis le lanzó una mirada sombría—. Baelor el Santo rezó más de medio año sobre el suyo. Aegon IV construyó dragones de hierro y madera. Aerion Llamabrillante bebió fuego valyrio para transformarse. Los magos fracasaron, las plegarias del rey Baelor quedaron sin respuesta, los dragones de madera se quemaron y el príncipe Aerion murió entre gritos de dolor.

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