Read Trilogía de las Cruzadas I. Del Norte a Jerusalén Online
Authors: Jan Guillou
Por tanto, Algot Pålsson se debatía entre la esperanza y el desespero al contemplar estas posibilidades. También sentía temor ante el banquete, ya que era como quemar todas sus naves en la orilla detrás de sí, como hacían los antepasados según las leyendas cuando no había retorno posible. Para Algot ya no habría retorno.
La obligación de Algot como arrendador de una finca real era tenerlo todo preparado para que el rey pudiese ir cuando quisiese, con tanta gente en el séquito como le viniese a bien, para ser agasajado durante el tiempo que le diese la gana. Una finca real debía estar dispuesta en todo momento para un gran banquete.
Si el rey en persona, Karl Sverkersson, hubiese enviado sus jinetes para avisar que él y su séquito irían a la misa del Gallo a Husaby, como él y otros reyes habían hecho muchas veces antes, todo estaría en orden. Pero también habría sido poco inteligente teniendo en cuenta lo que le ocurrió al padre del rey, Sverker
el Viejo
, precisamente camino de la misa del Gallo. Y por el momento, Götaland Occidental no era terreno seguro para los hombres del linaje de Sverker.
Sin embargo, los Folkung habían anunciado su llegada junto con la del procurador y los señores de Arnäs a la vanguardia y muchos guardias, para celebrar las Navidades en Husaby como si los derechos del rey fuesen los suyos. Negarse habría sido aventurado, especialmente con la única excusa de que esta finca real pertenecía a Karl Sverkersson y no a los Folkung. Decir la verdad y lo correcto podría haber significado la muerte.
Pero aceptar, como lo había hecho Algot Pålsson, también podría implicar la muerte. Era un invierno con mucha nieve y ningún ejército real iría allí hasta la primavera, tal vez ni siquiera entonces. Pero si un ejército real llegase y venciese, no sería fácil explicar que el enemigo vencido había acabado con todas las provisiones del rey en su propia finca real. La única esperanza que le quedaba a Algot Pålsson era que los Folkung y sus amigos venciesen al llegar la primavera. Si no, no seguiría vivo por mucho más tiempo. No le había comentado nada a su hija Cecilia sobre estas preocupaciones y no tenía ni siquiera idea de si ella comprendía lo que había sucedido.
Sin embargo, fue un banquete excelente. Claro que al principio Algot Pålsson se había sentido presionado, sentado entre los escudos del procurador Karle a su lado en el sitial y los tres principales Folkung de Arnäs en los sitios que seguían por rango en el lugar del sitial. No era muy difícil calcular lo que todos ellos consideraban acerca del significado de comerse descaradamente la comida del rey como si fuese la suya. Ni siquiera se cuidaron de hacer bromas en voz alta sobre el asunto y bebieron a la salud del rey una y otra vez y cada vez con risas más altas.
Cecilia y Arn no tenían ninguna posibilidad de estar a solas en este banquete. Pudieron hablarse con los ojos, puesto que estaban sentados a solamente unos pasos. Sin embargo, esta manera de hablar era la menos discreta, pues a los ojos de los demás era tan obvio como un resonar de campanas de iglesia por la sala.
Magnus y Eskil pronto comprendieron que tenían ante sí un grave problema pero también habían decidido, en un escueto comentario susurrado, que no era el momento ni el lugar oportunos para discutir sobre este asunto ni con Arn ni entre ellos.
Después del banquete de Navidad en Husaby, los Folkung y su guardia viajaron hacia el sur hasta Eriksberg para visitar la casa de Joar Jevardsson, Knut Eriksson y sus amigos.
Después de tanta comida volvieron cansados a Arnäs. Pero Knut Eriksson y sus salvajes guardias noruegos no tardaron en ir a Arnäs, equipados como si hubiesen pensado en algo más que en otra caza exitosa de lobos por los bosques de Tiveden. Aunque las razones que daban era esta cacería.
Sin embargo, el tiempo hacía imposible la caza, lo cual parecía contentar tanto más a Knut Eriksson, ya que tenía muchos asuntos que discutir con los Folkung. Con Eskil quería comentar el tipo de negocios que serían adecuados para el que fuese rey tanto de los svear como de los godos y en esto Eskil tenía mucho que opinar. Ante todo, Eskil era de la opinión de que quien dominase tanto a Svealand como a Götaland Oriental debía hacer negocios con Sajonia y Lübeck mucho más que antes. Lo que hasta el momento no se había aprovechado de manera adecuada era el mar Báltico, como si acabase allí donde empieza Dinamarca después de los bosques de Småland. Una ruta comercial marina sería muy lucrativa, si se pudiese trabajar en paz y, ante todo, cerrar un acuerdo con los de Lübeck. Pero en ese caso habría que acuñar nuevas monedas reales, ya que la época en que se cambiaban las pieles de armiño por productos extranjeros probablemente ya había pasado. Y después se podría abrir una ruta comercial entre Noruega y las partes orientales del país desde Lödöse por encima del lago Vänern, por los territorios de Arnäs y luego al lago Vättern. Eskil opinaba que principalmente se podría comerciar con el pescado seco de Lofoten, que podrían comprar por casi nada pero vender con una buena ganancia.
A Knut Eriksson esas ideas comerciales lo animaron mucho y dijo que Eskil sería su hombre de confianza en todo lo que se refiriese a comercio y dinero en cuanto hubiese conquistado las tres coronas reales.
Sin embargo, sólo había algo de todo eso que se pudiese hacer en estos momentos, y era el negocio con Emund Manco en Forsvik, puesto que su territorio era el eslabón que faltaba entre Noruega y Svealand y Götaland Oriental. Pero como era un negocio que podría ser muy bueno para una de las partes y menos beneficioso para la otra, Eskil pensaba que habría que arreglarlo a las nuevas usanzas, con un contrato de compraventa por escrito. En Arnäs no tenían mucho pergamino y utensilios para escribir, pero seguramente los suficientes para hacerlo; le preguntaron a Arn si él podía escribir una cosa semejante, y él dijo que sí. Tanto en Vitae Schola como en Varnhem había trabajado de vez en cuando con los archivarius y en ambos monasterios se custodiaban muchas cartas del tipo que trataban de regalos y compras. Si solamente le dijesen quién compraría qué de quién, escribiría sin problema una carta de ese estilo.
Arn estuvo un rato escuchando las explicaciones de Eskil y se fue a la cámara de cuentas en la torre, sacó lo necesario para el trabajo y estuvo desaparecido el resto del día. Pero a la hora de la cena volvió con una carta muy bonita de pergamino en el que había puesto el sello de cera de Magnus Folkesson. Como la carta era en latín tal y como debían ser los documentos de este tipo para tener validez legal, tuvo que leerla varias veces en voz alta en la lengua popular para los demás:
En el nombre de la santa e indivisible Trinidad, yo, Magnus, señor de Arnäs, y mis dos hijos Eskil y Arn, hacemos saber para los ahora vivos y los que vendrán, que la necia y alargada contienda entre Emund Ulvbane y nosotros y nuestros hijos ya llegó a su fin y con la ayuda de Dios y el acuerdo que ambos hemos acabado de manera que Emund Ulvbane nos cede la finca de Forsvik con todas sus pertenencias, campos, bosques, aguas de pesca y todo lo necesario que pertenece a la finca para que libremente y para siempre nos pertenezca a nosotros. Para este acuerdo y para siempre se han depositado cincuenta marcos de plata en la lengua popular.
También yo, Knut Eriksson, quien después de Dios he sido el institutor de la concesión y el acuerdo, junto con muchos otros testigos he participado en esta concesión. Y para que esto sea confirmado e inquebrantable, hemos sellado esta carta con las imprentas tanto del sello de Magnus como el de Knut y condenamos, por el poder que nos ha sido conferido por Nuestro Señor Jesucristo, su madre la eterna Virgen María y todos los santos, a quien quebrante este acuerdo y convenio a que sea proscrito. Testigos ante eso son Eskil y Arn Magnusson, Eyvind Jonson, Orm Rögnvaldsen, Ragnar, sacerdote de Forshem y muchos otros, cuyos. En el nombre de la santa e indivisible Trinidad, nombres sería demasiado largo enumerar.
Cuando Arn hubo leído su texto tres veces para que todos comprendiesen lo que allí se decía, hubo un rato de animada charla. Los amigos noruegos consideraban que no debería llamar a Emund Ulvbane, sino mejor Manco. Magnus objetó que sería más probable que Emund pusiese su sello en una carta que lo llamaba Ulvbane. Pese a que Manco como nombre fuese más verdadero y más merecido, lo importante en este momento no era ofender por justo que fuese, sino hacer negocios. Los norueguchos finalmente lo aceptaron, aunque seguían murmurando que la sentencia sobre el hombre muerto era fija; a saber lo que querían decir con ello.
A partir de aquí, Knut quería que se lo llamase no solamente con el nombre de su padre, sino añadiendo «
rex sveorum et gothorum
», unas palabras que al principio solamente Arn entendía y objetaba, ya que era de la opinión de que lo que se deseaba fuese verdad, y que con razón se mereciese, de todos modos no podía ser proclamado en todo momento de antemano, ya que sería como vender la piel del oso antes de matarlo.
Nadie entendía nada de la discusión hasta que Arn explicó que significaba «el rey de los svear y de los godos», y Magnus tomó la palabra diciendo que era claro como el agua que todos los presentes albergaban la esperanza de que así fuese en un futuro no muy lejano, y que tal vez con razón ya debía ser así, pero muchos svear y godos desconocían esta circunstancia, puesto que realmente creían que el rey de Svealand y de Götaland Oriental era Karl Sverkersson. Así pues, esta carta tendría mucho más valor si su contenido era más verdadero. La verdad era que Knut Eriksson era Knut Eriksson y así sería también más adelante cuando fuese rey. Si ahora solamente se ponía su sello en la carta, tendría el mismo valor verdadero para siempre aun sin las cuatro palabras añadidas.
Dado que Knut no parecía querer reconsiderar este asunto, Arn le señaló que en realidad se había formulado como si Knut ya fuese rey pero con unas palabras que podían tener un doble sentido y luego leyó las palabras lentamente y con claridad: «… nosotros condenamos, por el poder que nos ha sido conferido por nuestro Señor Jesucristo, su madre la eterna Virgen María y todos los santos, a quien quebrante este acuerdo y convenio a que sea proscrito…»
Arn explicó que si se leía este «nosotros» en el sentido de solamente Knut Eriksson, Knut tenía por tanto el poder de Dios y solamente los reyes pueden tener eso. Además, sólo un rey puede en solitario condenar proscrito a alguien. Ciertamente también se podía leer este «nosotros» como si significase todos los nombres enumerados y, en ese caso, aunque más rebuscado, se entendería la amenaza de ser proscrito como si todos fuesen de la opinión de pedir un concilio para aceptarlo. No era fácil decir cómo interpretar el texto, lo cual era el efecto que Arn había querido conseguir. La intención era decir que Knut Eriksson era rey por la gracia de Dios, pero aun así, sin decirlo.
Knut lo aceptó, dio su sello con las tres coronas a Arn y le pidió ir a la cámara de escribir para sellarlo. Luego sólo faltaría el sello de Emund, pero todos estaban convencidos de que pronto colgaría al lado de los otros dos sellos aunque el mismo Emund por el momento no tuviese ni idea de su próximo negocio.
Al día siguiente, Eskil y Knut, todos los guardias noruegos y la mitad de la guardia de Arnäs cabalgarían hacia Forsvik para este asunto. Arn comentó algo sobre que fuesen tan armados sólo para una cuestión pacífica con cargamento de plata, pero Eskil le explicó que la mejor manera de evitar peleas era procurar que el contrario en un negocio complicado tuviese el menor interés posible en discutir. Los guardias noruegos causarían un fuerte efecto tranquilizador. Cuando Emund fijase su sello en la carta debía gozar de buena salud y estar calmado, si no fracasaría todo. Arn creyó entenderlo e hizo todo lo posible para tranquilizarse.
Knut se llevó a Arn aparte y le dijo que para precisamente este negocio sería más inteligente que Arn no los acompañase, puesto que su presencia podría influir en la paz espiritual de Emund de una manera desfavorable. Ahora tocaban negocios y eso era más una cosa de Eskil que de Arn. Pero pronto vendrían los tiempos de Arn y en los que Eskil no sería de gran utilidad.
Arn lo aceptó fácilmente y con tanta rapidez que Knut se sorprendió mucho. Pero Arn tenía otros planes y otros deseos y comentó algo de que mientras sus familiares fuesen a sus asuntos a la orilla de Vätter, él iría a sus menesteres a Husaby. Knut en seguida supo de qué se trataba, porque Eskil ya le había hablado acerca de Cecilia y los problemas que podrían surgir con ella y con Arn.
Poco después del día de Santa Gertrudis, cuando la primavera se respiraba en el aire y la nieve era fácil de penetrar para el caballo aunque los hielos todavía se mantenían estables, el grupo salió cabalgando de Arnäs fuertemente armado y cargado. Todo lo que llevaban debían cargarlo en las espaldas o en las alforjas, puesto que era imposible ir con carros ni tampoco con trineos, pues era el tiempo de la primavera más intransitable para las cargas pesadas. Eso también era intencionado, ya que Emund y su gente no esperarían visitantes en esta época del año, lo que facilitaría el negocio.
Primero cabalgaron hacia el Norte hasta el río Tidan, cuyo hielo todavía soportaba el peso y les facilitó la llegada al lugar de concilio de Askeberga, donde pernoctaron en los cobertizos que había. Al día siguiente se pusieron en marcha temprano al amanecer para llegar a Forsvik para la noche y poder entrar hasta el patio de la casa antes de ser descubiertos por la gente de Emund.
Y lo consiguieron. Emund y su gente fueron sorprendidos y fueron rápidamente desarmados. Sus guardias y otros hombres con aspecto de tener habilidad para las armas fueron encerrados en los almacenes de víveres o en las herrerías y fuertemente vigilados por unos hoscos noruegos. En la casa principal se encontraban luego solamente el propio Emund, su hijo adulto Germund, su señora Ingeborg y tres niños pequeños. En el interior de la casa principal también había algunos siervos domésticos, aunque los visitantes habían controlado minuciosamente que ninguno de ellos llevase armas.
Fue un banquete lúgubre donde, sin embargo, Eskil y Knut disfrutaron de la comida y hablaron en voz alta y sin el menor asomo de preocupación mientras Emund y su gente contestaban escuetamente y con sospecha a todo lo que se comentaba.
Especialmente Eskil parecía de un humor excelente y desde el principio había explicado que venía para negocios y que seguramente se pondrían de acuerdo, pero para seguir las costumbres tal vez sería mejor dedicarse primero a las delicias de la mesa y a las bebidas para luego poder hablar con más facilidad. Cuando hubo comido un rato hizo traer un baúl lleno de plata y lo colocaron encima de la mesa entre él y Emund, quien al verlo se alivió ligeramente, no porque sintiese muchos deseos de ver la plata, sino porque había temido que aquí no se tratase de plata sino de su vida y la de sus hijos. La plata encima de la mesa significaba negocios y no muerte. De todas formas, la conversación era apagada.