En otra versión del mito, Prometeo presiona a Zeus insinuando que conoce el secreto de Tetis para que lo libere de su cautiverio.
El ceñidor de Afrodita aparece mencionado en la
Ilíada
, por ejemplo, cuando Hera se lo pide prestado para seducir a Zeus. Se describe como una especie de cinta o correa, que parece esconderse debajo de la ropa: sin duda, su función sería realzar el busto, aunque desde el punto de vista mitológico tendría poderes mágicos. Por eso pensé en dos cintas, cruzadas entre los pechos, que además me servían de maravilla como dos de los anillos de Urano. Pues no hay que olvidar que uno de los epítetos de Afrodita es
Urania
, hija de Urano.
La fragua de Hefesto
En Hesíodo y Apolodoro sólo se habla de tres cíclopes: Arges, Estérope y Brontes. El personaje de Cerauno es inventado, pero su nombre cuadra con los de los demás cíclopes, pues significa «relámpago».
Hay un detalle en este capítulo que puede sonar a ciencia ficción, el de las doncellas autómatas. Pero aparecen mencionadas en el
canto XVIII de
la Ilíada
. El que una de ellas tenga los rasgos de Atenea sí es interpretación mía. También es personal la descripción de Fobos y Deimos, dos divinidades casi abstractas en la mitología griega.
El Espejo del Tiempo
En este capítulo completo el relato de cómo Zeus derrotó a los titanes y se hizo con el poder. Sigo las líneas maestras de la mitología, aunque hay detalles concretos diferentes, como todo lo relativo a la mano del rayo. Y, por supuesto, el Espejo del Tiempo es creación mía. Aunque es cierto que Cronos no fue desterrado al Tártaro como los demás titanes, sino que reinaba en el bienaventurado Elíseo. Extraño castigo para un rival. Pero hay que tener en cuenta que la mitología trata de armonizar tradiciones muy diferentes. Por un lado Cronos aparece como el dios cruel y salvaje que devora a sus hijos. Por otra parte, es el soberano antiguo de una época en que todo era mejor: la Edad de Oro. Rasgos negativos y positivos se combinan en su figura. Algo que trato de reflejar en el trato ambivalente, respeto y odio a la vez, que le da su hijo Zeus en la novela.
La hoz adamantina
Como
adamantínen hárpen
la describe Apolodoro. Algunos autores han relacionado esa hoz que castra a Urano con la guadaña que utiliza Ea para segar los tobillos del gigante Ullikummi, la misma que en el origen de los tiempos habría servido para separar el cielo de la tierra. De hecho, la castración de Urano no es más que una imagen bastante impactante para expresar esta separación de cielo y tierra. Como ya he comentado,
When they severed Earth jrom Sky
relaciona estos mitos de separación con el desplome de enormes columnas volcánicas que parecerían unir cielo y tierra.
Hablando de volcanes, para más de un lector habrá sido evidente que la isla de Atlas que acaba volando por los aires sería Tera, o Santorín. La descripción que doy de ella se basa en la reconstrucción de cómo habría sido antes de la gran erupción, basándose en un fresco hallado en la propia isla, en las excavaciones de Acrotera. Los geólogos piensan que esta gigantesca erupción debió suceder en torno al año 1625 a. de C. Demasiado pronto, tal vez, para explicar el declive de la civilización minoica que florecía en Creta por aquella época. Pero sin duda, por los restos de la erupción, debió ser lo bastante fuerte para alterar el clima de la Tierra, como ocurrió con la del monte Tambora, en 1815. Y tal vez, sólo tal vez, el mito de la Atlántida, si es que no se trata de una invención de Platón, tenga su origen en el recuerdo de aquella catástrofe. De ahí el nombre que le doy a la isla en la novela.
La Gran Madre
Delfos, antes de pertenecer a Apolo, habría sido un oráculo de la Tierra. El mito en que Apolo mata al dragón Pitón con sus flechas representaría el cambio de dueño del oráculo.
En cuanto al oráculo en sí, el geógrafo Estrabón, en la época de César Augusto, lo describe así: «Dicen que el oráculo es una caverna profunda, de boca no muy ancha, de donde surge el hálito que inspira un frenesí divino; y que encima de la boca se encuentra un alto trípode, sobre el que se sitúa la Pitia, que, al recibir el hálito, empieza a emitir sus oráculos...» (Traducción de Juan José Torres en la Biblioteca Clásica Gredos.) En el interior del templo no hay restos de la grieta de donde brotaría este «hálito», el
pneuma enthousiastikón
. Algunos estudiosos piensan que el oráculo original, el de Gea, habría estado en una cueva alejada del santuario. Otros hablan, directamente, de una falsificación, y de vapores fabricados por los propios sacerdotes del templo, que engañarían a los visitantes.
Nunca se ha comprendido demasiado bien el trance de la Pitia o Pitonisa. Según los antiguos, masticar laurel colaboraba a su estado de enajenación mística. A no ser que el laurel de la Antigüedad tuviera propiedades del que carece el actual, parece dudoso. También se piensa en trance autoinducido. En cualquier caso, en época histórica, la Pitonisa no moría después del éxtasis profético. Desde el punto de vista de la novela, la razón sería que el poder de los efluvios del oráculo habría quedado muy disminuido al cerrarse el
khasma
. Esta vasta grieta que luego habría cerrado el propio Zeus es imposible desde el punto de vista geológico, pero me resultaba muy conveniente para el argumento. En cuanto al hálito profético como emanación de la propia Tierra, es cierto que en la mitología griega el conocimiento del porvenir suele relacionarse con Gea. Un conocimiento que heredaría su sucesor en el oráculo, Apolo.
En cuanto a los dragones, los de la mitología griega suelen tener rasgos más bien serpentinos, como los dragones chinos, aunque también pueden combinar elementos de otros animales. En la novela he utilizado dragones heráldicos, con alas y cuatro patas. No existe un número fijo, como el que yo menciono aquí, y de hecho hay criaturas que a veces se consideran gigantes y a veces dragones, como el propio Tifón.
Las quejas de Gea sobre la raza de los hombres no son invención mía. Según algunos autores antiguos, la causa de la Guerra de Troya habría sido que la Tierra se quejó a Zeus de su superpoblación, y el señor del Olimpo decidió provocar la guerra más mortífera que hasta entonces se había librado.
Sobre la creación del ser humano, no hay ningún relato tan claro como el del
Génesis
. En la mitología griega, a veces se habla de Prometeo como alfarero que moldea a los hombres, pero en otras ocasiones éstos nacen directamente de la Tierra, como afirmaban de sí mismos los atenienses.
Bajo el volcán
La lucha entre el dios y una criatura monstruosa a la que podríamos denominar dragón se repite a menudo en muchas mitologías. La obra que más en profundidad ha tratado este tema es
Python
, de Joseph Fontenrose. En la mitología griega pueden ser Zeus y Tifón o Apolo y Pitón. En la hitita, el dios de la tormenta contra el dragón Illuyanka. En la Biblia quedan restos de una antigua historia en que el dragón sería Leviatán. En Babilonia, era Marduk contra la diosa—dragona ancestral, Tiamat. En la India, Indra derrota a Vritra, etc.
Una de las notas características de este relato es que el dios que representa a las fuerzas del orden contra el caos sufre una primera derrota a manos del monstruo—dragón, que a menudo incluye crueles mutilaciones. En la versión de Apolodoro, Tifón le corta a Zeus los tendones de brazos y piernas y le encarga su custodia al dragón hembra Delfine, cuyo nombre está relacionado con el oráculo de Delfos. De nuevo, me resultaba poco visual. Por eso la mutilación que sufre es la de la mano derecha: nueva invención mía, pues en la mitología los cíclopes forjaban rayos para Zeus, no le fabricaron una mano. El problema era: ¿cómo almacenar esos rayos que le dan los cíclopes? ¿En una especie de carcaj? La respuesta me la dio la combinación de Apolodoro con Nonno. En el primero, Zeus pierde los tendones. En el segundo, lo que le quita Tifón es el rayo. La combinación de ambas imágenes me sugirió la idea de relacionar el rayo con los propios tendones y venas de Zeus, y me llevó a inventarme esa mano propia de un cyborg, que es lo que pierde en su primera lucha con Tifón.
En cuanto a la pérdida de los ojos, la he tomado del mito hitita, donde el dragón Illuyanka le quita al dios de la tormenta los ojos y el corazón. Ya utilicé este relato en una novela anterior,
Memoria de dragón
, sólo que en esta ocasión el «bueno» era el dragón. La ceguera tiene tanta fuerza simbólica y dramática que no pude prescindir de ella.
El desafio de Tifón
Los versos que los cíclopes le cantan a Hefesto están tomados del
Himno homérico a Hefesto
. En cuanto a las baladronadas de Tifón, que amenaza a cada dios con un destino a cual más humillante, se basan en las
Dionisiacas
de Normo. Si he elegido la escritura jeroglífica es por el prestigio casi místico que esta escritura tenía para los griegos. En la época del relato (un nebuloso segundo milenio antes de Cristo) la única escritura que conocían los griegos, y no en todas partes, era el llamado Lineal B. Que se sepa, sólo se utilizaba para guardar registros burocráticos y palaciegos. Por su propia naturaleza, un tanto tosca, no habría sido muy apropiado para escribir un texto como el que aparece en este capítulo.
El regalo de Persea
Alcides, como se revela más adelante, no es otro que el fabuloso Heracles, el Hércules de los romanos. La historia que cuento sobre él sigue las versiones mitológicas más extendidas, aunque por guardar en secreto la identidad del héroe no menciono los nombres de su madre, Alcmena, ni su padre putativo, Anfitrión. El nombre de Heracles, según Apolodoro, lo recibió cuando acudió a purificarse de un crimen al oráculo de Delfos, pues en un arrebato de ira había matado a sus propios hijos.
El mito más conocido de Heracles es el de los doce trabajos, pero este héroe participa también en muchas otras sagas heroicas, como la de Jasón y los Argonautas, o en la Gigantomaquía, como ya he mencionado antes.
La hospitalidad de Perséfone
La geografía infernal es muy variada según los autores, pues fue evolucionando a lo largo del tiempo. La pradera de los asfódelos, el río Aqueronte o los jueces infernales son elementos bien conocidos. Hécate, en origen, era una diosa benevolente, pero con el tiempo se le fueron asignando más y más rasgos relacionados con el mundo infernal y la brujería. Podía aparecerse bajo formas variadas, algo que reflejo en la novela por medio de las sombras que proyecta.
En cuanto al strip—tease de Atenea, lo he tomado en realidad de un mito mucho más antiguo, el descenso de Inanna, la diosa sumeria del amor, a los infiernos. (Existe una versión posterior en que en vez de Inanna es la diosa babilonia Ishtar.) Siempre me ha fascinado la mezcla de erotismo y amenaza que había en este relato.
El hecho de quedar atado a un lugar por compartir su comida y su bebida es una creencia antigua, como aparece en el mito babilonio de Adapa. Este visita el palacio de los dioses y se presenta ante el gran rey, Anu. Por consejo de su señor, el dios Ea, no acepta ni el pan ni el agua que se le ofrece, pues de hacerlo morirá. Pero, cuando ya es demasiado tarde, Anu le revela que de haber compartido el alimento de los dioses, el propio Adapa se habría convertido en un inmortal.
Hay un mito griego en el que aparecen comensales de piedra. El héroe Teseo baja al infierno con su amigo Pirítoo, con la intención de secuestrar a Perséfone. Hades los recibe con mucha amabilidad y les invita a comer. Pero cuando se sientan a la mesa, quedan paralizados y ya no pueden levantarse. Más adelante, Heracles baja al inframundo y rescata aTeseo, pero Pirítoo permanece para siempre petrificado en su asiento.
El ojo de las Grayas
He intentado que la geografía de este capítulo sea lo más precisa posible. La isla sin nombre donde moran las Grayas se llama hoy día Eustratios. En realidad, se suponía que las Grayas moraban en un lugar indeterminado, en el lejano occidente. El único mito en el que participan estas curiosas criaturas es el de Perseo, que les arrebata el ojo a cambio de que le revelen dónde puede encontrar a las Gorgonas para matar a una de ellas, Medusa.
Las hijas de Nereo
Eucrante y Galene son nombres que aparecen en las listas de las cincuenta hijas de Nereo. En cuanto a las rocas Simplégades («Entrechocantes»), aparecen en el mito de Jasón, que viaja en su nave
Argos
hacia la Cólquide para obtener el vellocino de oro. Para atravesar estas rocas, que se juntan y aplastan a todos los navios que intentan cruzar el Bosforo, Jasón recurre a una paloma, y desde el momento en que la nave
Argo
las atraviesa, quedan fijas para siempre.
El ombligo del mundo
En los relatos sobre Tifón, es Hermes, el más sigiloso de los dioses, el encargado de recuperar los tendones perdidos por Zeus. Por lo demás, los detalles de este rescate en concreto son invención mía, y los he unido con el mito en que Apolo mata a Pitón, lo que le convierte en el dueño del santuario de Delfos.
Llegada a la Cólquide
Eetes y Medea aparecen en la saga de Jasón y los Argonautas. Como se vaticina en este capítulo, Medea acabó despedazando a su hermano Apsirto. Después de hacerlo, arrojó sus pedazos por la borda de la nave
Argo
, en la que huía junto con Jasón después de ayudarle a apoderarse del vellocino de oro. Eetes, que los perseguía en otro barco, tuvo que refrenar su marcha para ir recogiendo los trozos de Apsirto. De esta manera, Medea ganó tiempo para que los Argonautas pudieran escapar.
La boca del Tártaro
Los hecatonquiros que vigilan la entrada del Tártaro son personajes mitológicos, y realmente indescriptibles. En cuanto a la lucha de Atenea contra el dragón Delfine, es invención mía.
El prisionero del Cáucaso
Según el mito, Prometeo, hijo del titán Jápeto, incurrió en la ira de Zeus por dos motivos. El primero fue que enseñó a los hombres a hacer sacrificios a los dioses, pero de una manera harto desigual. Tras matar un buey, Prometeo preparó dos lotes con sus restos. En uno puso las porciones más jugosas, pero las ocultó bajo el estómago, la parte menos apetecible. En el segundo colocó los huesos, que untó con la pingüe grasa que, al parecer, resultaba un manjar para los griegos. Zeus eligió el lote de los huesos, que desde entonces son la porción que se ofrenda a los dioses. Cuando descubrió el engaño, pensó que ya se vengaría de Prometeo.