¿La segunda carta?
También está dirigida al «Estimado amigo Howard W. Campbell, Jr.» Lo cual prueba que al menos dos de mis tres corresponsales de hoy no están enojados con Howard W. Campbell, Jr. La carta, remitida por un corredor de bolsa de Toronto, se dirige a mi lado capitalista.
El corredor de bolsa desea que compre acciones de una mina de tungsteno en Manitoba. Antes de hacerlo, tendría que averiguar algo más sobre la compañía minera. Sobre todo tendría que cerciorarme de si está en manos capaces y decentes.
No nací ayer.
¿La tercera carta? La han dirigido aquí, a esta prisión.
Y... es una carta decididamente extraña. Este es su contenido completo:
«Estimado Howard:
La disciplina de toda una vida se derrumba ahora como los famosos muros de Jericó. ¿Quién es Josué y cuál es la música que tocarán sus trompetas? Quisiera saberlo. La música que ha producido todos estos estragos en unos muros tan antiguos no es estridente. Es tenue, difusa y peculiar.
Podría ser la música de mí conciencia; pero lo dudo. No le he hecho ningún mal a usted.
Creo que la música ha de ser la del prurito de un viejo soldado por un asomo de traición. Y esta carta es traición.
Con ella violo órdenes explícitas y directas que me han sido dadas; y que han sido dadas en bien de los más altos intereses de Estados Unidos. Revelo ante usted en esta carta mi nombre verdadero, y me identifico como el hombre que conociera bajo el nombre de «Frank Wirtanen».
Me llamo Harold J. Sparrow.
Mi rango en el Ejército de Estados Unidos al retirarme era el de coronel.
Mi número de serie, 0-61.134.
Existo. Pueden verme, oírme y tocarme casi todos los días, en la única casa habitable en laguna de Coggin, unos diez kilómetros al oeste de Hinkleyville, Maine.
Sostengo y sostendré bajo juramento que lo alisté como agente norteamericano y que usted, con total sacrificio personal, se convirtió en uno de los agentes más eficaces de toda la Segunda Guerra Mundial. .
Si las fuerzas del nacionalismo que se toman justicia por su propia mano han llegado a entablar juicio contra Howard W. Campbell, Jr., ¡que sea un juicio limpio!
Suyo, "Frank".»
De manera que estoy a punto de ser otra vez libre, de vagar por donde me plazca.
La perspectiva me parece nauseabunda.
Creo que ésta será la noche en que yo ahorque a Howard W. Campbell, Jr., por los crímenes cometidos contra sí mismo.
Sé
que esta noche será la noche señalada.
Dicen que un ahorcado oye una música sublime. Lástima que yo, a diferencia de mi madre, tan amante de la música, tenga tan poco oído como mi padre. De todos modos, espero que la melodía que oiga no sea
Navidades Blancas
, cantada por Bing Crosby.
¡Adiós, mundo cruel!
Auf wiedersehen?
*
En español en el original. (
N. del T.
)