Cordelia miró fijamente el mapa, extasiada.
—Entonces, ¿el interior del agujero no es una esfera? Es una capa esférica en dos direcciones, y la historia de la capa convertida en espacio es la tercera... ¿lo que lo convierte en la superficie de un hipercilindro? Un hipercilindro que aumenta su longitud mientras que su radio se contrae. —De pronto se le iluminó el rostro—. ¿Y el corrimiento hacia el azul es del mismo tipo que cuando el universo empieza a contraerse? —Se giró hacia el cielo estático—. Con la salvedad de que este espacio sólo se contrae en dos direcciones; entonces, cuánto más tienda el ángulo de la luz hacia esas direcciones, ¿más desplazado al azul estará?
—Así es.
A Gisela ya no le sorprendía lo rápido que Cordelia lo entendía todo; lo raro era que no hubiera tenido ocasión de aprender todo lo que había que aprender sobre agujeros negros hace tiempo. Con un acceso sin restricciones a una biblioteca medio decente y un software tutor rudimentario, ella misma habría llenado las lagunas en apenas tiempo. Pero si su padre la había arrastrado hasta Cartan sólo para presenciar la Inmersión, ¿cómo podía haberse quedado cruzado de brazos y haber permitido que la cultura de Atenea se interpusiera en su educación? No tenía sentido.
Cordelia levantó los prismáticos y miró a ambos lados abarcando el agujero.
—¿Por qué no puedo vernos?
—Buena pregunta. :í
Gisela dibujó un rayo de luz en el mapa. El rayo estaba enfocado lateralmente saliendo de la plataforma justo después de que cruzaran el horizonte.
—En la capa de tres M, un rayo como éste habría seguido una trayectoria espaciotemporal en forma de hélice y habría regresado a nuestra línea de universo después de una revolución. Pero aquí, la hélice se ha invertido y estirado hasta convertirse en una espiral. En el mejor de los casos sólo le daría tiempo a dar medio giro alrededor del agujero antes de llegar a la singularidad. Nada de la luz que hemos emitido desde que cruzamos el horizonte puede volver a nosotras.
»Eso si asumimos que se trata de un agujero negro de Schwarzschild perfectamente simétrico, que es lo que estamos simulando. Y es muy probable que un agujero antiguo como Chandrasekhar haya acabado teniendo una geometría muy parecida a la de Schwarzschild. Pero cerca de la singularidad, incluso la luz en caída libre se desplazaría al azul lo bastante como para perturbar la geometría, y cualquier cosa más masiva, como por ejemplo nosotras si realmente estuviéramos aquí, provocaría cambios caóticos incluso antes.
Le dio instrucciones al entorno para que cambiara a una geometría de Belinsky-Khalatnikov-Lifshitz, y luego reinició el tiempo. Las estrellas empezaron a titilar distorsionadas, como vistas a través de una atmósfera turbulenta, y luego el mismo cielo pareció hervir, barrido por oleadas convulsas de corrimientos hacia el rojo y el azul.
—Si tuviéramos cuerpo y fuera suficientemente fuerte para resistir las fuerzas de marea, las sentiríamos oscilando violentamente al pasar por regiones que se colapsan y se expanden en direcciones opuestas.
Para ilustrarlo modificó el mapa del espacio-tiempo y lo amplió para que se viera mejor. Cerca de la singularidad, los cilindros de fuerza de marea constante que antes eran regulares ahora se desintegraban en una espuma aleatoria de burbujas todavía más finas y distorsionadas.
Cordelia examinó el mapa con una expresión de consternación.
—¿Cómo vais a poder calcular nada en esas condiciones?
—No vamos a hacerlo. Esto es un caos, pero los sistemas caóticos son fácilmente manipulables. ¿Conoces la teología tipleriana? ¿La doctrina que dice que deberíamos reorganizar el universo para permitir que la capacidad de cálculo infinita llegue antes que el Big Crunch?
—Sí.
Gisela abrió los brazos para abarcar todo Chandrasekhar.
—Reorganizar un agujero negro es más fácil. En un universo cerrado lo único que se puede hacer es reorganizar lo que ya está ahí. En el caso de un agujero negro se puede añadir más materia y más radiación desde cualquier dirección. Haciendo esto esperamos conducir la geometría hacia un colapso más ordenado; no hacia la versión de Schwarzschild, sino hacia una que permita que la luz circunnavegue el espacio del interior del agujero varias veces. La Cartan Null estará formada por haces de luz contrarrotantes, modulados con pulsos como las cuentas de un collar. Al atravesarse unos con otros, los pulsos interactuarán. El corrimiento hacia el azul hará que alcancen energías tan altas que podrá producirse creación de pares, y al cabo de un tiempo serán incluso tan altas que crearán sus propios efectos gravitatorios. Esos haces serán nuestra memoria y sus interacciones guiarán todos nuestros cálculos. Si tenemos suerte, casi hasta alcanzar la escala de Planck: diez elevado a menos treinta y cinco metros.
Cordelia consideró esto en silencio y luego preguntó dubitativa:
—¿Pero hasta dónde llegará vuestra capacidad de cálculo?
—¿En total? —Gisela se encogió de hombros—. Eso depende de los detalles de la estructura del espacio-tiempo a la escala de Planck, detalles que no conoceremos hasta que no estemos dentro. Existen algunos modelos que nos permitirían hacer la cosa tipleriana en miniatura: capacidad de cálculo infinita. Pero la mayoría da un rango de respuestas finitas, algunas grandes, otras pequeñas.
Cordelia se puso triste. ¿Acaso no conocía el destino de los saltadores desde el principio?
—No sé si sabes que vamos a enviar clones —dijo Gisela—. ¡Nadie va a poner su única versión en la Cartan Null!
—Lo sé. —Cordelia apartó la mirada—. Pero una vez que seas el clon... ¿no tendrás miedo a morir?
Esto le tocó la fibra a Gisela.
—Tal vez un poco al principio. Y al final ninguno. Mientras siga existiendo la menor posibilidad de cálculo infinito, o incluso de algún descubrimiento exótico que nos pueda permitir escapar, nos aferraremos al miedo a la muerte. ¡Debería ayudar a motivarnos para probar todas las opciones! Pero si llega el momento y vemos que la muerte es inevitable, desactivaremos la vieja respuesta instintiva y simplemente lo aceptaremos.
Cordelia asintió con educación, pero no parecía nada convencida. Si hubieses crecido en una polis que celebraba «los valores carnosos perdidos», en el mejor de los casos te habría parecido que Gisela mentía, y en el peor que se estaba automutilando.
—¿Podemos volver ya, por favor? Mi padre despertará pronto.
—Claro.
Gisela quería decirle algo más a esta niña extraña y solemne para que se tranquilizara, pero no tenía ni idea de por dónde empezar. Así que dando un salto salieron juntas del entorno —y de sus conos de luz ficticios— y abandonaron la simulación antes de que ésta se viera forzada a admitir que no les podía ofrecer ni la opción de profundizar en sus conocimientos ni la posibilidad de morir.
Cuando Próspero despertó, Gisela se presentó y le preguntó qué quería ver. Ella sugirió un esquema de la Cartan Null. Por delicadeza había decidido no mencionar que Cordelia ya había visitado Chandrasekhar, pero ofrecerle un entorno que ninguno de los dos había visto parecía una manera diplomática de eludir el problema.
Próspero le sonrió con indulgencia.
—Estoy seguro de que su Ciudad Fugaz está diseñada con mucho ingenio, pero eso carece de interés para mí. He venido a escudriñar sus motivos, no sus máquinas.
—¿Nuestros motivos? —Gisela se preguntó si no había habido un error de traducción—. Queremos saber más sobre la estructura del espacio-tiempo. ¿Qué otro motivo podría tener alguien para saltar a un agujero negro?
La sonrisa de Próspero se amplió.
—Eso es lo que he venido a comprobar. Aparte del mito de Pandora, existen muchas más opciones: Prometeo, Don Quijote, el Grial, por supuesto... tal vez incluso Orfeo. ¿Albergan la esperanza de rescatar a los muertos?
—¿Rescatar a los muertos? —Gisela se quedó estupefacta—. Oh, ¿se refiere a la resurrección tipleriana? No, no está en nuestros planes. Aunque alcanzáramos una capacidad de cálculo infinita, lo que es poco probable, no tendríamos suficiente información para recrear a ningún carnoso muerto en particular. En cuanto a resucitar a todo el mundo mediante fuerza bruta, emulando todos los seres conscientes posibles... no habría una manera segura de descartar por adelantado las emulaciones que experimentarían un sufrimiento extremo... y estadísticamente es muy probable que superen a las demás en una proporción de alrededor de diez mil a uno. Así que todo el asunto sería terriblemente inmoral.
—Ya veremos. —Próspero desdeñó sus objeciones con un gesto de la mano—. Lo importante es que vea a todos los pasajeros de Caronte cuanto antes.
—¿Caronte...? ¿Quiere decir el equipo de la Inmersión?
Próspero negó con la cabeza con una expresión de agobio, como si no le hubiesen comprendido, pero dijo:
—Sí, reúna a su «equipo de la Inmersión». Déjeme hablar con todos ellos. ¡Me hago cargo de cuánta falta hago aquí!
Gisela estaba más desconcertada que nunca.
—¿Cuánta falta? Es usted bienvenido, por supuesto... ¿pero en qué sentido hace usted falta?
Cordelia alargó la mano y tiró del brazo de su padre.
—¿Podemos esperar en el castillo? Estoy muy cansada.
No se atrevió a mirarle a los ojos a Gisela.
—¡Por supuesto, querida mía!
Próspero se inclinó y la besó en la frente. Se sacó un pergamino enrollado de la toga y lo lanzó al aire. Éste se desplegó y formó un portal que se quedó flotando sobre el océano junto al muelle. El portal conducía a un entorno soleado. Gisela podía ver unos vastos jardines llenos de vegetación, edificios de piedra, caballos alados en el aire.
Menos mal que habían comprimido su alojamiento de manera más eficiente que sus cuerpos, de lo contrario habrían ocupado el enlace de rayos gamma durante casi una década.
Cordelia atravesó el portal cogiendo de la mano a Próspero, intentando hacerle cruzar. Intentado, Gisela se percató finalmente, que cerrara la boca antes de que la avergonzara aún más.
No lo consiguió. Con un pie todavía en el muelle, Próspero se giró hacia Gisela.
—¿Por qué me necesitan? ¡He venido para ser su Homero, su Virgilio, su Dante, su Dickens! ¡Estoy aquí para extraer la esencia mítica de esta gloriosa y trágica empresa! ¡Estoy aquí para obsequiarles con un regalo infinitamente mayor que la inmortalidad a la que aspiran!
Gisela no se molestó en señalar, una vez más, que estaba segura de que su esperanza de vida dentro del agujero iba a ser más corta que fuera de él.
—¿Cómo es eso?
—¡Estoy aquí para convertirlos en leyenda! Próspero salió del muelle y el portal se contrajo a su espalda. Gisela se quedó mirando el océano en la distancia, sin ver nada, y luego se sentó muy despacio y dejó que sus pies oscilaran en el agua helada.
Ciertas cosas empezaban a tener sentido.
—Pórtate bien —suplicó Gisela—. Hazlo por Cordelia. Timón se mostró ofendido y confuso.
—¿Qué te hace pensar que no me voy a portar bien? Siempre me porto bien.
Por un instante abandonó su habitual icono angular —todo estructuras que parecían cajas torácicas y varillas empalmadas— y se transformó en un osito de peluche con ojos de botón. Gisela gruñó suavemente.
—Escucha. Si tengo razón, si está pensando en emigrar a Cartan, será la decisión más difícil que haya tomado nunca. Si pudiera marcharse de Atenea sin más, ya lo habría hecho, no se complicaría la vida haciendo que su padre crea que venir aquí fue idea suya. —¿Por qué estas tan segura de que no lo fue? —A Próspero no le interesa la realidad; sólo pudo enterarse de la Inmersión a través de Cordelia, se lo tuvo que contar ella. Habrá elegido Cartan porque está lo bastante lejos de la Tierra para romper limpiamente, y la Inmersión le dio la excusa que necesitaba, un tema ideal para el «talento» de su padre, el cebo perfecto. Pero hasta que no esté lista para contarle que no va a volver, no debemos alienarlo. No debemos complicarle más las cosas.
Timón puso los ojos en blanco en su cráneo anodizado.
—¡De acuerdo! ¡Te seguiré el juego! Supongo que existe la posibilidad de que la estés interpretando bien. Pero si te equivocas...
Próspero eligió ese momento para hacer su entrada. Llevaba puesta la toga, que ondeaba al viento, y se hacía acompañar por su hija. Estaban en un entorno creado para la ocasión según las especificaciones de Próspero: una habitación con la forma de dos pirámides cuadradas truncadas y unidas por la base, revestidas de blanco; por una ventana trapezoidal se apreciaba una vista de Chandrasekhar a veinte M. Gisela nunca había visto este estilo; Timón lo bautizó como «astrokitsch ateníano».
Los cinco miembros del equipo de la Inmersión estaban sentados en torno a una mesa semicircular. Próspero permaneció delante de ellos mientras Gisela hacía las presentaciones: Sachio, Tiet, Vikram, Timón. Había hablado con todos ellos y les había planteado el caso de Cordelia, pero la concesión desganada de Timón era lo más parecido a una garantía que había conseguido. Cordelia se quedó en un rincón de la habitación con la mirada baja.
—Durante casi mil años —arrancó Próspero con sobriedad—, nosotros, los descendientes de la carne, hemos vivido nuestras vidas envueltos en sueños de heroicas hazañas inmemoriales. Pero hemos soñado en vano con una nueva Odisea que nos inspire, con nuevos héroes que acompañen a los antiguos, con nuevas maneras de volver a contar los mitos de siempre. Tres días más y vuestro viaje se habría desperdiciado, lo habríamos perdido para siempre. —Sonrió con orgullo—. ¡Pero he llegado a tiempo de arrancar vuestra leyenda de las mismas fauces de la gravedad!
—No se iba a perder nada —dijo Tiet—. Los datos sobre la Inmersión se retransmiten a todas las polis y se archivan en todas las bibliotecas.
El icono de Tiet era como una estatua flexible y enjoyada tallada en ébano.
Próspero hizo un gesto desdeñoso con la mano
—Una sarta de tecnicismos. En Atenea, bien podría haber pasado por el rumor de las olas.
Tiet arqueó una ceja
—Si su vocabulario es pobre, auméntelo; no espere que nosotros empobrezcamos el nuestro. ¿Nos contaría usted la historia de la Grecia clásica sin mencionar el nombre de ninguna ciudad-estado?
—No. Pero ésos son términos universales, parte de nuestra herencia común...
—Son términos que no significan nada fuera de una pequeña región del espacio y de un breve periodo de tiempo. Al contrario que los términos necesarios para describir la Inmersión, que pueden aplicarse a cada femtómetro cuártico del espacio-tiempo.