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Authors: Mikkel Birkegaard

Tags: #Intriga, #Policíaco

Libros de Luca (41 page)

BOOK: Libros de Luca
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A Katherina le pareció que su descenso al nivel del suelo duró una eternidad. Lo único que quería era salir de aquel lugar lo más rápido posible. Desde que llegaron había tenido la sensación de que los estaban observando. Como si todo aquello hubiese sido un escenario que los estaba esperando para que interpretaran sus papeles. ¿Se había planeado que fueran ellos y no la policía los que debían encontrar a Kortmann primero? ¿Podría ser aquello una advertencia de la Organización Sombra?

El cielo todavía era gris; esporádicas gotas de lluvia golpeaban el suelo con golpes audibles. Aunque aún no había transcurrido la última parte de la tarde, estaba casi tan oscuro como si fuera de noche, y apenas podían ver el sendero delante de ellos. Apresuraron el paso por el jardín para regresar al frente de la casa, donde estaba aparcado el coche.

En el momento en que estaban a punto de subir al vehículo, escucharon el ruido de otro coche que avanzaba por el sendero de entrada. Ambos se quedaron inmóviles y giraron sus rostros hacia el ruido.

Un instante después eran deslumbrados por los faros.

Capítulo
28

—Algo va mal —se dijo Jon apenas vio las expresiones de Katherina y de Henning iluminadas por la luz de los faros.

Detrás de ellos, la mansión de Kortmann estaba a oscuras, salvo por una luz en una ventana del piso superior.

—Debe de haberlos echado —sugirió Paw en el asiento de atrás—. Algo muy propio de él, viejo tirano.

Jon se había convencido finalmente de que Paw no mentía cuando dijo que estaba de su lado, y por eso le había permitido acompañarle. Pero no era decisión suya, después de todo, si Paw debía ser aceptado o no en la nueva alianza, aunque, en ese momento, lamentaba haberlo traído.

Jon acercó más el coche. Katherina finalmente pareció reconocerlo y el alivio se dejó notar por todo su rostro. Se aproximó al vehículo en el instante en que se detuvo y se abrazó a Jon tan pronto como descendió. Él se dio cuenta de que Katherina estaba temblando.

—¿Qué ha ocurrido? —quiso saber.

—Kortmann está muerto —anunció Henning desde el otro lado del coche.

—¿Muerto? ¿Cómo?

—Lo encontramos colgado en la torre —explicó Henning, señalando el sitio con un movimiento de la cabeza hacia la casa—. Parece que alguien… le ayudó.

Jon apartó a Katherina para poder observar su cara. Le brillaban los ojos y todavía estaba temblando. Con un gesto confirmó lo que Henning había dicho. Jon la atrajo de nuevo hacia él y la abrazó.

—¿Podría haber sido un robo? —quiso saber, hablando por encima del hombro de Katherina—. Lo digo porque el portón estaba abierto, de modo que alguien pudo haber entrado.

Henning sacudió la cabeza.

—No parece probable. No parecía faltar nada.

Jon vio que Katherina daba un respingo al ver a Paw bajar del coche para reunirse con ellos.

—Esto echa por tierra la teoría de que formaba parte de la Organización Sombra, ¿no? —dijo Paw.

Henning estaba tan sorprendido como Katherina de ver al joven, y se volvió a Jon con una mirada de indignación en su rostro.

—¿Qué está haciendo él aquí?

—Parece que ha cambiado de opinión —respondió Jon.

—No tenía ganas de ser el chico de los recados de Kortmann —añadió Paw—. Pero supongo que ahora ya no lo seré. —Sacudió la cabeza—. Pobre viejo.

Henning miró al chico atentamente.

—No podemos quedarnos aquí —se limitó a decir.

Katherina estaba temblando.

—Sácame de aquí —pidió.

—Regresemos a Libri di Luca —sugirió Jon—. Iversen y los demás volverán allí pronto.

Henning se mostró de acuerdo y echó una última mirada a Paw antes de subir a su coche y arrancar.

Había luces en los escaparates de Libri di Luca cuando llegaron. Katherina había recuperado la compostura, aunque no había hablado mucho en el trayecto desde Hellerup. Paw tampoco había dicho nada y sólo había mascullado entre dientes para sí mismo y suspirado.

Henning ya había llegado, y era obvio que le había contado a Iversen lo que había ocurrido, porque el viejo librero parecía conmocionado, sentado allí en el sillón detrás del mostrador con una copa de coñac en la mano. Levantó la vista angustiado cuando Katherina y Jon entraron en la tienda; no hubo señales de reacción alguna en su cara cuando vio a Paw detrás de ellos. Clara se encontraba allí también. Había conducido el coche de Iversen para seguir a Remer y estaba apoyada sobre una estantería con los brazos cruzados y una expresión grave en su cara redonda.

—Creo que me vendría bien uno de ésos —dijo Henning, dirigiéndose adonde estaba el coñac de Iversen—. ¿Alguien más quiere uno?

Katherina aceptó con un movimiento de cabeza mientras el resto rechazaba el ofrecimiento. Henning buscó detrás del mostrador y sacó dos copas que llenó generosamente. Katherina aceptó agradecida la bebida sosteniendo la copa con ambas manos como si el contenido pudiera calentarle los dedos.

—¿Estás segura de que era el chófer de Kortmann? —preguntó Clara después de que Henning explicara las razones por las que habían ido a la mansión en Hellerup.

—Absolutamente segura —respondió Katherina con voz áspera.

Bebió un sorbo de coñac e hizo una mueca al tragar el licor.

Clara asintió con gesto serio.

—Entonces ya no hay duda —dijo—. Ese Remer está involucrado de alguna forma en lo que ha estado ocurriendo y lo más probable es que haya alguna especie de organización más grande detrás de todo esto. Una organización que no vacila en asesinar para alcanzar su objetivo.

Todos, excepto Paw, estuvieron de acuerdo. Unos asintieron con la cabeza, otros murmuraron su asentimiento.

—Todos vosotros estáis locos —manifestó Paw, dando un paso hacia Iversen—. ¿No os dais cuenta de que esto forma parte de su plan? Están tratando de desviar la atención de sí mismos. ¿Quién es la única persona que vio en realidad al chófer de Kortmann? —Señaló a Katherina sin mirarla—. Un receptor. ¿Y quién se beneficia con el asesinato de Kortmann? —Señaló con la otra mano a Clara—. Los receptores. ¿No os dais cuenta? Nos están manipulando como han venido haciendo hasta ahora.

—Te olvidas de que Kortmann nunca habría admitido a un receptor en su casa —señaló Jon.

Paw levantó los brazos hacia el techo.

—No voluntariamente, por supuesto. Podrían haberlo obligado a hacerlo, podrían haberlo sorprendido mientras estaba leyendo y haberle hecho abrir el portón para que ellos entraran.

—¿Eso sería posible? —preguntó Jon.

—No —replicó Clara con firmeza—. No podemos manejar a las personas por control remoto así como así; lo máximo que podemos hacer es controlar sus emociones y su actitud hacia lo que estén leyendo.

Paw dejó caer los brazos.

—Sólo tenemos su palabra. Ninguno de nosotros sabe lo que pueden hacer realmente.

—Tonterías —reaccionó Iversen—. Ahora estás dando palos de ciego, Paw. Los que somos miembros de la Sociedad desde hace mucho tiempo sabemos que es verdad. Como dijo Clara, tenemos que aceptar que la Organización Sombra esuna realidad, y cuanto antes lo hagamos, mejor podremos defendernos.

Paw abrió la boca para oponerse, pero fue interrumpido por Iversen.

—Siéntate, Paw. Piensa un poco en lo que ha ocurrido y llegarás a la misma conclusión.

Enfurruñado, Paw se dirigió a una de las estanterías y se sentó en el suelo.

—Como estaba a punto de decir —comenzó Clara, lanzando una rápida mirada a Paw—, debemos de estar acercándonos, pues están reaccionando con mucha violencia. No es ninguna coincidencia que en el momento en que la Sociedad se está reuniendo, Kortmann acabe asesinado. Su tarea había terminado, ya no les era útil. —Suspiró—. Tenemos que reconocer que Kortmann era su hombre, en el sentido de que estaba bajo la influencia de su chófer, quien tenemos que suponer que es un receptor. De modo que todo el tiempo han sabido lo que los transmisores estaban haciendo, e incluso podían hacer que Kortmann tomara las decisiones que convinieran a sus planes.

—Las cuales en primer lugar y sobre todo tenían como objetivo mantener el secreto de su propia organización —intervino Iversen—. Pero, haciendo memoria, estoy seguro de que Kortmann ha tenido ese chófer durante unos siete u ocho años. Lo cual es mucho tiempo, pero no explica la participación de Kortmann en la ruptura de hace veinte años.

Guardaron silencio durante unos segundos. Jon podía percibir un estado de ánimo de abatimiento. Sus propias emociones estaban mezcladas. Él estaba conmocionado por el homicidio, pero él y Kortmann realmente nunca habían sentido mucha simpatía el uno por el otro.

Desde el momento en que se habían encontrado por primera vez en el funeral, Jon había percibido cierta cautela por parte de Kortmann, como si estuviera evaluando a un competidor. En este sentido, Jon podría haber aceptado mejor la situación si Kortmann hubiera resultado ser su adversario. Pero en ese instante, cuando parecía que era inocente, las cosas estaban más turbias que nunca. Lo que todavía resultaba preocupante, y que ninguno decía en voz alta aunque probablemente todos lo pensaran, era que, dado que la Organización Sombra había podido acercarse tanto al líder de los transmisores, era imposible saber quién más podría estar implicado, directa o indirectamente. ¿Acaso no era una ingenuidad suponer que no había ningún espía entre los receptores?

—¿Entonces qué podemos hacer nosotros? —preguntó Iversen, rompiendo el silencio—. ¿Cuál es el próximo paso?

Se miraron unos a otros.

—La escuela —sugirió Jon—. La Escuela Demetrius. Debe de significar algo, puesto que es allí donde Remer se ha reunido con el chófer de Kortmann.

—Hay algo que olvidé decir —anunció Katherina. Todos se volvieron para mirarla—. Cuando estaba sentada sola en el coche, mientras Henning había bajado a inspeccionar el barrio, traté de ver si estaba ocurriendo algo en el interior, si alguien estaba leyendo, y si era así, qué era lo que leían. —Bebió otro sorbo de coñac—. Pude detectar varias clases de lectura, palabras sobre todo de libros de fácil lectura, pero había otra cosa. Varias voces diferentes, que se destacaban porque la lectura era más concentrada y producía un mayor impacto.

—¿Quieres decir…? —Clara no terminó la frase.

—Estoy convencida de que se trataba de un grupo de receptores —aseguró Katherina.

—¿Cuántos? —quiso saber Iversen.

—Tal vez cuatro o cinco.

—Entonces la Escuela Demetrius podría ser el centro de reclutamiento de Lectores de la Organización Sombra —conjeturó Clara—. ¿Alguno de vosotros ha oído hablar antes de ese lugar?

Jon negó con la cabeza. Katherina y Henning hicieron otro tanto.

—¿Demetrius? —repitió Iversen para sí, inclinando la cabeza hacia atrás, mirando al techo—. ¿No es ése el nombre de uno de los personajes de una obra de Shakespeare? De
El sueño de una noche de verano
, si no recuerdo mal. Demetrius bebe una poción de amor y se enamora de la persona equivocada. —Bajó los ojos—. Pero eso no encaja en absoluto en nuestra situación.

—Se mire como se mire, la escuela es nuestra mejor pista —sentenció Jon—. Me gustaría ir yo mismo al lugar e inspeccionarlo de cerca. Si la escuela es el centro de las actividades de la Organización Sombra, debe de haber algo en el edificio que lo demuestre.

—¿Quieres decir forzar la entrada? —preguntó Iversen.

—Si es necesario… —fue la respuesta de Jon.

—Iré contigo —decidió Katherina.

Jon estaba a punto de oponerse, pero su expresión lo detuvo. Era evidente que ella ya lo había decidido. Iversen, por otro lado, trató de persuadirla de que no fuera, apoyado por Clara, pero la joven estaba totalmente segura de que un receptor debía acompañar al abogado, para mayor seguridad.

Cuando ya todo estaba decidido, intervino Paw:

—Si es necesario que vaya un receptor, yo también quiero ir con ellos. —Se levantó del lugar que ocupaba en el suelo—. Necesitáis que haya allí un escéptico, alguien que os haga mantener los pies en la tierra para que no os arrastren a algún gran viaje sobre conspiraciones, bien.

Jon se volvió para mirar a Katherina.

La firmeza de su resolución parecía haber desaparecido. Parpadeó y vaciló un instante antes de asentir con la cabeza.

—Pero lo haremos a nuestra manera, Paw —insistió ella.

—Sí, sí —aceptó Paw alegremente—. No te preocupes, me portaré bien.

Acordaron reunirse a las tres de la madrugada.

Jon y Katherina fueron a sus respectivos apartamentos para buscar lo que creían que iban a necesitar. Después recogieron a Paw en Trianglen antes de continuar a la zona de las embajadas, que no estaba demasiado lejos. Ninguno de ellos dijo nada en el coche.

Jon aparcó el vehículo a unos cien metros de la escuela y allí bajaron. En el cielo no había ni una nube y las estrellas brillaban con intensidad. El chándal oscuro de Jon ofrecía escasa protección contra el frío de la noche y lamentó no ir más abrigado, pero era la única ropa oscura que tenía aparte de un traje.

Llevaba consigo una bolsa de deporte con varias herramientas del taller del sótano de Libri di Luca. No tenía ninguna experiencia práctica en robo con allanamiento, de modo que había llevado una gran variedad de herramientas. Paw iba también vestido con ropa oscura y llevaba una palanca en una bolsa de plástico blanca. Jon tuvo la sensación de que el joven no era totalmente ajeno a este tipo de actividad. Katherina se había puesto un par de zapatillas deportivas y un impermeable oscuro. Había recogido su pelo rojo en la nuca y una gorra negra le cubría la frente.

Caminaron tranquilamente por la acera hacia la escuela. Los edificios del vecindario estaban todos a oscuras. Eran principalmente grandes e imponentes mansiones, muchas de las cuales estaban ocupadas en ese momento por las embajadas de países más pequeños. A esa hora de la noche la zona estaba completamente desierta, casi fantasmal, y los pocos coches aparcados eran probablemente de las calles adyacentes que ante la escasez de sitios libres habían tenido que ponerse allí.

Las farolas de la calle estaban bastante espaciadas, así que se dirigieron entre sombras hasta llegar al portón de entrada.

Sin vacilar, Jon cogió la manija y empujó la verja de hierro forjado. Se sintió sorprendido y también aliviado al comprobar que no estaba cerrada con llave. Aunque no había nadie por allí, se habrían visto en dificultades si hubieran tenido que trepar los tres metros de altura que medía la verja en medio de la noche. Lo tres entraron rápidamente en la propiedad y se deslizaron hacia la sombra del seto a la izquierda del portón. Como fue la última en entrar, Katherina lo cerró. Luego permanecieron un momento inmóviles para orientarse.

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