La velocidad de la oscuridad (43 page)

BOOK: La velocidad de la oscuridad
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—No somos estúpidos —murmura Bailey.

—Sé lo que es la reabsorción —dice Dale—. Significa que el tejido desaparece y es sustituido por otro tejido. Mi hermana tenía cáncer y programaron su cuerpo para que reabsorbiera el tumor. Si se reabsorben las neuronas, desaparecen.

—Supongo que podemos verlo de esa forma —dice el doctor Ransome, más tenso. Me mira con mala cara: me considera responsable por haber sacado el tema, creo.

—Pero no pasa nada —dice la doctora Hendricks. No parece tensa sino entusiasmada, como alguien que espera para montarse en su atracción favorita en la feria—. Reabsorbemos las neuronas que han hecho malas conexiones y desarrollamos neuronas que harán buenas conexiones.

—Lo que se pierde, se pierde —dice Dale—. Ésa es la verdad. Digan la verdad. —Se está poniendo nervioso; su ojo pestañea muy rápido—. Cuando algo se pierde, puede que no crezca nada bueno en su lugar.

—¡No! —grita Linda—. ¡No, no, no! Mi cerebro no. No lo destruyan. Malo, malo. —Agacha la cabeza, negándose a mirar a nadie, negándose a escuchar.

—No vamos a destruir el cerebro de nadie —dice la doctora Hendricks—. No es eso... Es sólo un ajuste... las nuevas conexiones neurales crecen y nada cambia.

—Excepto que no somos autistas —digo yo—. Si sale bien.

—Exactamente. —Ahora la doctora Hendricks sonríe, como si yo acabara de decir exactamente lo adecuado—. Serán ustedes tal como son, pero no autistas.

—Pero lo que soy es autista —dice Chuy—. No sé cómo ser otra persona, alguien que no es. Tengo que empezar de nuevo, como un bebé, y crecer otra vez, para ser otra persona.

—Bueno, no exactamente. Muchas neuronas no se ven afectadas, sólo unas cuantas cada vez, así que tiene ese pasado para aferrarse a él. Naturalmente, hace falta algo de reaprendizaje, un poco de rehabilitación, para hacerlo... eso está en la autorización: su consejera personal se lo explicará, pero la compañía lo cubrirá todo. No tienen que pagar nada.

—TodaUnaVida —dice Dale.

—¿Perdone?

—Si tengo que empezar de nuevo, quiero más tiempo para ser esa otra persona. Para vivir.

Dale es el mayor de todos nosotros, diez años mayor que yo. No parece viejo. Su pelo sigue siendo oscuro y tupido.

—Quiero TodaUnaVida —dice. Y me doy cuenta de que no quiere decir que algo dure toda una vida, sino que se refiere al tratamiento comercial antienvejecimiento TodaUnaVida.

—Pero... pero eso es absurdo —dice el señor Arakeen, antes de que los médicos puedan decir nada—. Eso incrementaría... un montón los gastos del proyecto.

Mira a los otros hombres de la compañía sentados a su lado, al fondo de la habitación. Ninguno lo mira.

Dale cierra con fuerza los ojos; veo su párpado izquierdo agitándose incluso así.

—Si este reaprendizaje requiere más tiempo del que piensan, años incluso, quiero tener tiempo para vivir como una persona normal. Tantos años como he vivido siendo autista. Más.

Hace una pausa, apretando la cara con esfuerzo.

—Serán más datos —dice—. Un seguimiento más largo. —Su cara se relaja y abre los ojos—. Añadan TodaUnaVida y lo haré. Sin TodaUnaVida, me voy.

Miro alrededor. Todo el mundo mira a Dale, incluso Linda. Cameron podría hacer algo así, pero no Dale. Él ya ha cambiado. Sé que yo he cambiado ya. Somos autistas, pero cambiamos. Tal vez no necesitamos el tratamiento, ni siquiera para cambiar más, ni siquiera para ser (no sólo parecer) normales.

Pero mientras pienso en eso y en cuánto tiempo podría tardar, recuerdo párrafos del libro.

—No —digo. Dale se vuelve y me mira. Su cara está inmóvil—. No es una buena idea. Este tratamiento hace cosas con las neuronas, igual que TodaUnaVida. Éste es experimental; nadie sabe si funcionará.

—Sabemos que funciona —interviene la doctora Hendricks—. Es sólo...

—No saben con seguridad si funciona con el cerebro humano —digo interrumpiéndola, aunque interrumpir es grosero. Ella me ha interrumpido primero—. Por eso nos necesitan a nosotros, o a gente como nosotros. No es una buena idea hacer ambas cosas. En ciencia, se cambia una variable cada vez.

El señor Arakeen parece aliviado; Dale no dice nada, pero sus párpados caen. No sé lo que está pensando. Sé cómo me siento yo, tembloroso por dentro.

—Quiero vivir más —dice Linda. Su mano se mueve como si tuviera vida propia—. Quiero vivir más y no cambiar.

—Yo no sé si quiero vivir más o no —digo. Las palabras salen despacio, pero ni siquiera la doctora Hendricks interrumpe—. ¿Y si me convierto en alguien que no me gusta y tengo que vivir así más tiempo? Quiero saber quién sería antes de decidir si deseo vivir más tiempo.

Dale asiente despacio.

—Creo que deberíamos decidir basándonos solamente en este tratamiento. No tratan de obligarnos. Podemos pensarlo.

—Pero... pero... —El señor Arakeen parece atascado en la palabra, como si la escupiera, y luego hace un movimiento giratorio con la cabeza y continúa—. Están diciendo que lo pensarán... ¿Cuánto tiempo tardarán?

—Todo el que quieran —dice la señora Beasley—. Ya tienen a uno de los sujetos bajo tratamiento: sería prudente espaciarlos de todas formas, para ver cómo va.

—Yo no digo que lo vaya a hacer —dice Chuy—. Pero estaría más... más a favor... si TodaUnaVida formara parte de él. Tal vez no al mismo tiempo, sino después.

—Yo me lo pensaré —dice Linda. Está pálida y sus ojos se mueven como hacen antes de callarse, pero lo dice—. Me lo pensaré; vivir más lo hace mejor, pero en realidad no lo quiero.

—Yo tampoco —dice Eric—. No quiero que nadie cambie mi cerebro. A los criminales les cambian el cerebro y yo no soy ningún criminal. Ser autista es ser diferente, no malo. No es malo ser diferente. A veces es difícil, pero no es malo.

Yo no digo nada. No estoy seguro de lo que quiero decir. Es demasiado rápido. ¿Cómo puedo decidir? ¿Cómo puedo elegir ser alguien a quien no conozco y no puedo predecir? Los cambios se producen de todas formas, pero no por culpa mía si yo no los elegí.

—Yo lo quiero —dice Bailey. Cierra los ojos con fuerza y habla de esa forma, con los ojos cerrados y la voz muy tensa—. Es esto a cambio de aquello... por el señor Crenshaw amenazándonos y el riesgo de no trabajar y empeorar las cosas. Esto es lo que necesito para crear un equilibrio.

Miro a la doctora Hendricks y al doctor Ransome: susurran entre sí, moviendo las manos. Creo que ya están pensando cómo podrían interactuar los dos tratamientos.

—Es demasiado peligroso —dice el doctor Ransome, alzando la cabeza—. No podemos hacerlo al mismo tiempo. —Me mira—. Lou tiene razón. Aunque puedan conseguir un tratamiento para prolongar la vida más tarde, no puede hacerse al mismo tiempo.

Linda se encoge de hombros y agacha la cabeza. Sus hombros están tensos; tiene los puños sobre el regazo. Creo que no seguirá el tratamiento sin la promesa de una vida más larga. Si yo lo sigo y ella no, tal vez no volvamos a vernos jamás. Me siento extraño: ella estaba en esta unidad antes de que yo llegara. La he visto cada día de trabajo desde hace años.

—Hablaré de esto con el consejo —dice el señor Arakeen, más tranquilo—. Necesitaremos más asesoramiento legal y médico. Pero si les comprendo bien, algunos de ustedes exigen un tratamiento para prolongar la vida como parte del paquete, en algún momento del futuro, como condición para participar, ¿no es así?

—Sí —dice Bailey. Linda asiente.

El señor Arakeen se queda allí de pie, su cuerpo bamboleándose un poco mientras cambia su peso de un pie a otro. La luz prende en la placa de su nombre, moviéndose con su movimiento. Un botón de su chaqueta desaparece y reaparece tras el atril mientras él se mece adelante y atrás. Finalmente, se detiene y asiente bruscamente.

—Muy bien. Se lo preguntaré al consejo. Creo que dirán que no, pero lo preguntaré.

—Recuerden —dice la señora Beasley— que estos empleados no han accedido a seguir el experimento, sólo a pensárselo.

—Muy bien. —El señor Arakeen asiente y luego tuerce otra vez el cuello—. Pero espero que todos cumplan su palabra. Y se lo piensen de verdad.

—Yo no miento —dice Dale—. No me mientan.

Se levanta, incorporándose con torpeza al hacerlo.

—Vamos —nos dice al resto—. Hay trabajo que hacer.

Ninguno de ellos dice nada, ni los abogados ni los médicos ni el señor Aldrin. Nos levantamos despacio. Me siento inseguro, casi temblón. ¿Está bien que nos marchemos así? Pero cuando echo a andar empiezo a sentirme mejor. Más fuerte. Estoy asustado pero también feliz. Me siento más ligero, como si hubiera menos gravedad.

En el pasillo giramos a la izquierda para ir a los ascensores. Cuando llegamos al punto donde el pasillo se ensancha, el señor Crenshaw está allí, de pie, sosteniendo una caja de cartón llena de cosas, pero no las veo todas. En equilibrio, encima, hay un par de zapatos para correr de una marca cara que recuerdo haber visto en el catálogo de la tienda de deportes. Me pregunto cuándo corre el señor Crenshaw. Dos hombres con la camisa celeste de Seguridad de la compañía están junto a él, uno a cada lado. Crenshaw abre mucho los ojos cuando nos ve.

—¿Qué estáis haciendo aquí? —le pregunta a Dale, que va ligeramente por delante del resto de nosotros. Se vuelve hacia él dando un paso, y los dos hombres de uniforme le ponen las manos sobre los brazos. Él se detiene—. Se supone que tienen que estar en la G-veintiocho hasta las cuatro. Éste ni siquiera es el edificio que les corresponde.

Dale no se detiene: sigue caminando sin decir palabra.

El señor Crenshaw vuelve la cabeza como un robot y luego se da media vuelta. Me mira.

—¡Lou! ¿Qué pasa aquí?

Me gustaría saber qué hace aquí con una caja en las manos, con una escolta de guardias de seguridad, pero no soy lo bastante grosero para preguntarlo. El señor Aldrin dijo que no tendríamos que preocuparnos más por el señor Crenshaw, así que no tengo que responderle cuando es grosero conmigo.

—Tengo mucho trabajo que hacer, señor Crenshaw —digo. Sus manos se agitan como si quisiera dejar caer la caja y extenderlas hacia mí, pero no lo hace, y lo dejo atrás, siguiendo a Dale.

Cuando volvemos a nuestro propio edificio, Dale habla.

—Sí, sí, sí, sí, sí —dice. Y más fuerte—: ¡SÍ, SÍ, SÍ!

—No soy mala —dice Linda—. No soy una mala persona.

—No eres una mala persona —reconozco.

Sus ojos se llenan de lágrimas.

—Es malo ser autista. Es malo enfadarse por ser autista. Es malo no querer ser... no querer ser autista. Todo malo. No hay derecho.

—Es estúpido —dice Chuy—. Nos dicen que debemos querer ser normales y luego nos dicen que nos queramos tal como somos. Si la gente quiere cambiar significa que no le gusta algo de como es ahora. Lo otro... es imposible.

Dale sonríe, con una sonrisa ancha y tensa que no le he visto antes.

—Cuando alguien dice que algo es imposible, se equivoca.

—Sí —digo yo—. Es un error.

—Un error —dice Dale—. Y un error creer que equivocarse es imposible.

—Sí —digo. Noto que me envaro, temiendo que Dale empiece a hablar de religión.

—Entonces, si la gente normal nos dice que hagamos algo imposible, no tenemos por qué pensar que todo lo que dice la gente normal es cierto.

—No todo es mentira —dice Linda.

—No todas las mentiras implican ninguna verdad —dice Dale.

Eso es obvio, pero no se me había ocurrido nunca que sea realmente imposible que alguien quiera cambiar y al mismo tiempo ser feliz siendo quien es antes del cambio. No creo que ninguno de nosotros pensara así hasta que Chuy y Dale lo han dicho.

—Empecé a pensar en tu casa —dice Dale—. No pude decirlo todo entonces, pero por ahí empecé.

—Si sale mal —dice Eric—, les saldrá aún más caro ocuparse de... lo que pase. Si dura más de la cuenta.

—No sé cómo le va a Cameron —dice Linda.

—Quiso ser el primero —dice Chuy.

—Sería mejor si pudiéramos ir uno a uno y ver qué les sucede a los otros —dice Eric.

—La velocidad de la oscuridad sería más lenta —digo yo. Ellos me miran. Recuerdo que no les he hablado de la velocidad de la oscuridad y la velocidad de la luz—. La velocidad de la luz en el vacío es de trescientos mil kilómetros por segundo.

—Lo sé —dice Dale.

—Lo que me pregunto —dice Linda— es, ya que las cosas caen más rápido a medida que están más cerca del suelo y eso es la gravedad, ¿va la luz más rápida cerca de mucha gravedad, como en un agujero negro?

Yo no sabía que Linda estuviera interesada en la velocidad de la luz.

—No lo sé —digo—. Pero los libros no dicen nada acerca de la velocidad de la oscuridad. Algunas personas me dijeron que no tiene velocidad, que simplemente es no luz, ausencia de luz, pero creo que ha tenido que llegar donde está.

Todos guardan silencio un momento.

—Si TodaUnaVida puede alargarnos el tiempo de vida, tal vez algo pueda acelerar la luz —dice Dale.

—Cameron quiso ser el primero —dice Chuy—. Cameron será normal el primero. Más rápido que nosotros.

—Me voy al gimnasio —dice Eric. Se da media vuelta.

La cara de Linda se ha tensado, la frente se le arruga.

—La luz tiene velocidad. La oscuridad debería tener velocidad. Los opuestos lo comparten todo menos la dirección.

No comprendo eso. Espero.

—Los números positivos y negativos son iguales excepto en la dirección —continúa Linda, lentamente—. Grande y pequeño son el mismo tamaño pero en direcciones diferentes. Hacia y desde significan el mismo camino, pero en direcciones diferentes. Así que luz y oscuridad son iguales en todo menos en la dirección. —Extiende los brazos de repente—. Lo que me gusta de la astronomía es que hay tanto ahí fuera, tantas estrellas, tantas distancias. Todo desde la nada al todo, junto.

No sabía que a Linda le gustara la astronomía. Siempre ha parecido la más distante de nosotros, la más autista. Pero entiendo lo que quiere decir. A mí también me gustan las series de menor a mayor, de cerca a lejos, del fotón de luz que entra en mi ojo, más cerca que cerca, a de donde vino, años-luz al otro lado del universo.

—Me gustan las estrellas —dice ella—. Quiero, quería trabajar con las estrellas. Ellos dijeron que no. Dijeron: «Tu mente no funciona del modo adecuado. Pocas personas pueden hacer eso.» Supe que era por las matemáticas. Yo sabía que era buena con las matemáticas, pero tenía que seguir cursos de matemáticas adaptadas aunque siempre sacara buenas notas, y cuando finalmente pude ir a las clases normales dijeron que ya era demasiado tarde. En la facultad dijeron que estudiara matemáticas aplicadas e informática. Hay empleo con los ordenadores. Dijeron que la astronomía no era práctica. Si vivo más tiempo, ya no será tarde nunca más.

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