Read La puta de Babilonia Online
Authors: Fernando Vallejo
En fin, le doy la palabra a Celso para que increpe a Cristo: "Nunca creímos en las viejas fábulas que les atribuían un origen divino a Perseo, a Anfión, a Eaco y a Minos, si bien ellas por lo menos representaban los hechos de estos personajes como grandes, maravillosos y sobrehumanos. ¿Pero qué has hecho o dicho tú de noble o maravilloso? Cuando te pidieron en el templo que dieras una prueba de que eras el Hijo de Dios no diste ninguna" (Contra Celso, 1, 67). Claro que podemos considerar nobles acciones devolverle la vista a un ciego y el movimiento a un paralítico o curar a un leproso, pero si Jesús era el Hijo de Dios, entonces lo que estaba haciendo era simplemente enmendarle la plana a su papá, el Padre Eterno, el artífice chambón que hizo este desastre de mundo. ¿Y para qué, pregunto yo, resucitó Cristo a Lázaro, si este buen hombre se tenía que volver a morir? ¿O es que Lázaro sigue vivo todavía, rezando en las sinagogas? Si sí, ha de ser un viejito muy viejito: sin dientes, sordo, calvo, mudo y con grandes dificultades para orinar debido a una hipertrofia de la próstata.
"En un principio —dice Celso— los cristianos eran pocos y sostenían una sola doctrina, pero cuando llegaron a ser muchos se dividieron en numerosas facciones, cada una con la pretensión de tener su propio territorio. Hoy están enfrentados unos con otros y a lo sumo lo único que tienen en común es el nombre a que se aferran, aunque en lo demás están divididos en varias sectas" (Contra Celso, m, 10 y 12). ¡Qué optimismo! Nunca estuvieron unidos, ni en tiempos de Celso ni antes. Para empezar, no creo que hubiera habido cristianos antes del año 100; y para continuar, sospecho que las catorce epístolas atribuidas a Pablo, que se pretende que fueron escritas entre los años 50 y 67 de nuestra era (siendo así los primeros escritos de la nueva plaga), son de catorce autores distintos más una legión de interpoladores y falsarios que según los intereses cambiantes de la Puta las fueron modificando. Pero si así no fuera y hubiera habido cristianos antes del año 100 y las epístolas de Pablo hubieran sido escritas poco después de la presunta muerte del presunto Cristo, entonces éstas me sirven perfectamente bien para probar las hondas divisiones que existieron desde un comienzo entre los seguidores del loco.
He aquí unas cuantas citas tomadas de esos engendros que la Puta llama "epístolas paulinas": "He sabido hermanos míos, por los de Cloe, que existen disputas entre vosotros y que cada uno de vosotros dice: 'Yo soy de Pablo', o 'Yo soy de Apolo', o 'Yo soy de Cefas', o 'Yo soy de Cristo'. ¿Acaso está dividido Cristo?" (1 Corintios 1:11,12). "¡Qué vergüenza! ¿Es que no hay entre vosotros ni uno solo que pueda mediar como árbitro entre hermanos, sino que vais a pleitear hermano contra hermano, y para colmo delante de los incrédulos? De todos modos ya es una desgracia que haya pleitos entre vosotros" (l Corintios 6:5-7). Y ésta, que me encanta: "Pero cuando vino Cefas a Antioquía, cara a cara me le enfrenté pues era digno de condena ya que antes de que vinieran algunos de los partidarios de Jacobo comía con los gentiles; pero una vez que llegaron empezó a alejarse por miedo a los circuncisos. También los demás circuncisos lo siguieron en este doble juego e incluso Bernabé se dejó arrastrar por esta simulación", etc. (Gálatas 2:11-13). y continúa en los versículos siguientes el pleito de comadres entre Cefas (que es otro de los nombres con que se conoce a Pedro) y Pablo, o sea entre los dos fundadores de Babilonia Roma. Y la Epístola a los Corintios de Clemente de Roma, que la Puta considera como la más antigua después de las de Pablo y la fecha hacia el año 95, empieza diciendo: "A causa de las repentinas y repetidas desventuras y reveses que os han ocurrido, hermanos, reconocemos que hemos sido algo lentos en darle su debida atención a los asuntos en disputa entre ustedes, amados míos, especialmente la detestable e impía querella tan ajena y extraña a los elegidos de Dios, que unos cuantos imprudentes y arrogantes han encendido a tal grado de insania que vuestro buen nombre, antes tan famoso y querido por todos, ha sido grandemente vilipendiado".
Así pues, Celso, los cristianos siempre han estado agarrados de la greña y has de saber que hoy se dividen en unas mil quinientas sectas que se pelean por el Reino de los Cielos como árabes por un oasis o perros por un hueso. ¡Si hubieras vivido para ver en qué ha terminado todo esto! Te hubieras quedado más asombrado que mi abuelo cuando, después de cincuenta largos años de muerto, resucitó y se encontró con un mundo atestado de novedades como el jet, el internet, el sida, el homosexualismo, los iPods... Afortunado tú que viviste en la edad dorada de los apologistas y los heresiólogos, cuando la división entre cristianos se reducía a unas cuantas sectas facilísimas de agrupar: el cristianismo de los judaizantes para quienes Jesús era el Mesías entendido como un simple hombre y no como el Hijo de Dios; el de los gnósticos que consideraban a Cristo como una fuente de sabiduría, una entelequia inmaterial desprovista de cuerpo; y el de la Puta, que es el de los evangelios que inventó y que lo presentaban como Dios encarnado en Jesús de Nazaret. De todos estos cristianismos sabías, a juzgar por lo que nos permite conocer Orígenes tu refutador, pero a la vez tu salvador pues te conservó, así fuera en fragmentos y en desorden. En cuanto al conocimiento de las sectas cristianas de tu tiempo, eras casi un Ireneo, tu contemporáneo, el de Adversus haereses. Sabías de Marción y su discípulo Apeles, de los simonianos, los harpocracianos, los valentinianos, los ofitas, los ebionitas, los elkesaítas... ¡Pero qué te tengo que contar, si ya lo dijiste tú! Dijiste: "Los cristianos se detestan. Se calumnian constantemente con las más viles injurias y no logran ponerse nunca de acuerdo".
Pero más que contra los gnósticos y los cristianos judaizantes, la invectiva de Celso iba dirigida contra la que empezaba a imponerse como la ortodoxia, la gran patraña de un Cristo histórico, el de los evangelios que acababan de tomar forma y de los que nació la Puta. Con prodigiosa clarividencia Celso intuyó que lo que surgía ante sus ojos era una de las más grandes plagas de la humanidad. Propongo como fecha de nacimiento de la Puta de Babilonia el año 180, o sea el último de Adriano y el primero de Cómodo que es cuando Celso debió de haber escrito su Palabra verdadera. No hacía mucho habían muerto Papías, Policarpo, Justino y Marción; ese año murió Tatiano; Tertuliano e Hipólito entonces eran unos jóvenes; estaba por nacer Orígenes; y ya escribían Ireneo y Clemente de Alejandría. Estamos pues ante uno de los momentos más infaustos de la Historia. Humildemente, abriendo y cerrando comillas que es mi vocación (discípulo como soy del gran Eusebio, el inmenso esgrimidor de citas que nos conservó en palabras textuales, sin quitar ni poner ni una iota, la única carta de Cristo), les voy a ir cediendo la palabra por turnos al heresiólogo y al hereje habida cuenta que han quedado unidos para la eternidad en un solo libro, Contra Celso, que fue el que quedó.
Escribe Orígenes: "Luego dice Celso que algunos de los cristianos, como borrachos que llegan a las manos, han corrompido los evangelios tres y cuatro y más veces, manipulándolos con el fin de poder contestar a las objeciones que se les hace. Como no sean los seguidores de Marción, los de Valentino y acaso los de Luciano, no sé de otros que hayan alterado los evangelios. Pero tal acusación no vale para el cristianismo en general sino para los que se atreven a manipular los evangelios. Así como no es una acusación válida contra la filosofía el que haya sofistas, epicúreos, peripatéticos y cuantos sostienen falsas doctrinas, así tampoco se puede reprochar al cristianismo verdadero el que haya algunos que corrompen los evangelios e introducen herejías opuestas a la doctrina de Jesús" (Contra Celso, 11, 27). Pues sí, pero los marcionitas por su parte sostenían que los apóstoles habían falsificado los evangelios. E Ireneo (Adversus haereses 3.12.12) y Tertuliano (Adversus Marcionem 4.2) decían a su vez que los marcionitas habían mutilado los evangelios y las epístolas de Pablo. Orígenes mismo sostuvo que Pablo no era el autor de la Epístola a los Hebreos, y un discípulo de Orígenes, Dionisio, rechazó que Juan fuera el autor del Apocalipsis. Y Eusebio expresaba dudas sobre cinco de las epístolas no paulinas, que sin embargo fueron consideradas canónicas, esto es, inspiradas por Dios, en el concilio de Cartago del año 397. ¿Y por qué este concilio no incluiría en el Nuevo Testamento la carta de Cristo a Abgarus, el toparca de Edesa, que transcribe Eusebio en su Historia eclesiástica? ¿Puede haber escrito más canónico que una carta de Cristo? Esta carta tendría que ser la piedra angular no digo ya del Nuevo Testamento sino de todo el cristianismo. ¡Pero qué! Incluyeron epístolas de Pablo, Pedro, Juan, Judas y Jacobo y no la de Cristo. ¡Ah concilio estúpido!
Pero para continuar con mi tema de las divisiones en el cristianismo, ya el mismo Cristo advertía contra los falsos profetas: "No os dejéis engañar pues vendrán otros en mi nombre diciendo que son Cristo y engañarán a muchos" (Mateo 24:4, 5). ¿Y cómo distingo yo al Cristo auténtico de los que se hacen pasar por él? También Pablo me sale con que "El evangelio que anuncio no es algo humano, pues no lo he recibido ni aprendido de ningún hombre sino por revelación de Jesucristo" (Gálatas 1: 11, 12). ¿Y por qué le tengo que creer? También le tendría que creer entonces a Mahoma cuando me dice que el arcángel Gabriel le dictó el Corán. Y poco después, en la misma epístola, pasa a afirmar el impúdico enano, apóstol por nombramiento propio: "Pero cuando Dios, que me eligió desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que lo anunciara entre los gentiles ", etc. (Gálatas 1:15, 16). Para rematar con la máxima desvergüenza: "Os aseguro delante de Dios que no miento en lo que os escribo" (Gálatas 1:20). ¿Y cuándo se ha visto a un mentiroso que diga que miente? ¡Ah engatusador desvergonzado de nariz ganchuda, endriago engendrado por tu padre y parido por tu madre, limosnero precursor del Opus Dei, en qué círculo de la gehenna o infierno o Hades te estarás quemando para ir con estas manos indignadas a echarle leña a tu hoguera!
Y sigue Orígenes: "E imitando a un retórico que educa a un alumno, Celso introduce a un judío que discute con Jesús y lo acusa de haber 'inventado su nacimiento de una virgen' y le reprocha 'haber nacido en cierta aldea judía de una pobre mujer de la región que se ganaba la vida cosiendo y que fue echada por su marido, un carpintero, por adúltera; la cual después de vagar por un tiempo dio a luz en el deshonor a Jesús, un hijo ilegítimo que por su pobreza tuvo que trabajar de siervo en Egipto donde aprendió ciertos trucos milagrosos de que se jactan los egipcios y gracias a los cuales, cuando regresó a su país, se proclamó Dios'" (Contra Celso, 1, 28). "Pero volvamos al punto en que Celso introduce al judío y éste habla de la madre de Jesús y dice que 'cuando estaba embarazada fue repudiada por el carpintero al que estaba prometida pues la halló culpable de adulterio, y entonces tuvo un niño de cierto soldado llamado Pantera'. Veamos si los que han inventado estas fábulas burdas sobre el adulterio de la Virgen con Pantera y su repudio por el carpintero no lo hicieron para invalidar Su maravillosa concepción por el Espíritu Santo" (Contra Celso, 1, 32). ¡Ah zopenco abrutado! ¿No ves que Celso es un tomador de pelo? ¿No ves que lo que te está diciendo es que Cristo no existió? ¿No ves que virgen en griego es (en griego), que suena como Pantera, que es en lo que Celso convirtió a tu Virgen, la de Mateo 1:23, que el muy burletero filósofo panterizó?
Y sigue diciendo el estúpido Orígenes: "Después de esto, en vez de los magos que se mencionan en los evangelios, el judío que se ha inventado Celso dice que 'Jesús hizo que los caldeos fueran a adorarlo como Dios cuando nació y que le dieran la noticia a Herodes el tetrarca, quien mandó matar a todos los niños nacidos por esas fechas pensando que así lo mataría a él entre todos ellos; y esto por miedo de que si Jesús crecía le quitara el trono'. Véase en ese ejemplo la torpeza de quien no sabe distinguir entre los magos y los caldeos, ni entender que lo que unos y otros sostienen son cosas diferentes, con lo cual ha falseado el relato del evangelio. Por otra parte no sé por qué pasó por alto la causa de que fueran a verlo los magos y por qué no dijo, como lo cuentan las escrituras, que fue una estrella que vieron en el oriente la que los guió. Vamos a refutar estos argumentos. Creemos que la estrella que vieron en el oriente era una estrella nueva distinta de los otros cuerpos celestes conocidos (los que están en el firmamento superior o los que están en las órbitas inferiores) ,pero que compartía la naturaleza de los cometas o los meteoros que aparecen a veces" (Contra Celso, 1, 58). ¡Apologista estúpido! ¡Cristiano tenías que ser! ¡Qué más daba que fueran caldeos o magos! ¡Cómo va a guiar una estrella a alguien hasta un pesebre en una cueva! Me recuerda lo que me contestó una noche en Madrid un español cerril de los tiempos de Franco. "Señor —le pregunté—, ¿dónde está la Gran Vía?" Y me contestó: "Allá debajo de la luna".
Pasemos ahora a Celso: "¿Qué necesidad había de que te llevaran de niño a Egipto? ¿Era para evitar que te asesinaran? No es creíble que Dios tema a la muerte. Y sin embargo un ángel bajó del cielo a deciros a ti y a tus amigos que huyerais para que no te apresaran y te mataran. ¿No era capaz el gran Dios, que ya había enviado dos ángeles, de preservarte a ti, su único Hijo?" (Contra Celso, 1, 66). "¿Por qué entonces no llegaste a ser rey? ¿Por qué, si eras hijo de Dios, tuviste que andar vagando como un pordiosero, ocultándote atemorizado y arrastrando una vida miserable de un lado para el otro?" (Contra Celso, 1, 61). A lo que contesta Orígenes: "No es deshonroso evitar exponerse uno a los peligros sino que hay que protegerse de ellos cuando esto se hace no por miedo a la muerte sino por el deseo de servir a los demás, siguiendo vivo hasta que llegue el momento de que quien ha asumido la naturaleza humana muera con una muerte útil a la humanidad" (Contra Celso, 1, 61). Según cuenta Eusebio, Orígenes se emasculó para librarse de la lujuria y poder instruir sin riesgo de pecado a las catecúmenas jóvenes. ¡Pero se le secaron los sesos!
Y ahora increpa Celso a los cristianos: "Si Dios hubiera querido enviarnos su Espíritu, ¿qué necesidad tenía de insuflarlo en el vientre de una mujer? El que ya sabía cómo hacer a los hombres bien hubiera podido darle un cuerpo a su propio Espíritu sin tener que vaciarlo en tanta suciedad; y así su enviado no habría sido recibido con incredulidad si le hubiera conferido la existencia inmediatamente desde arriba" (Contra Celso, VI, 73). "¡Y qué tenía Dios que estar comiéndose las ovejas o bebiendo vinagre y hiel! También se hubiera podido alimentar de porquerías" (Contra Celso, VII, 13). Y pasando a la resurrección, el milagro de los milagros con el que Cristo es más Cristo: "Cuántos otros no han practicado ese mismo truco para aprovecharse de los ingenuos, como Zamolxis de Escitia, el esclavo de Pitágoras; y Pitágoras mismo en Italia; y Rampsonito de Egipto, de quien dicen que jugó dados con Demeter en el Hades y volvió al mundo con un velo de oro que le dio la diosa; y Orfeo entre los odrisos, y Protesilao en Tesalia, y Hércules y Teseo en Tenaro. Pero antes habría que ver si alguna vez un hombre realmente muerto ha resucitado con su mismo cuerpo. ¿Por qué tachar de fábulas inverosímiles lo que se dice de otros, como si el final de esa tragedia vuestra fuera más creíble, con Jesús exclamando desde la cruz cuando expiró, en medio de un terremoto y entre tinieblas? Cuando estaba vivo no se pudo salvar, y una vez muerto decís que resucitó mostrando las marcas de su pasión y cómo tenía las manos agujereadas por los clavos. ¿Pero quién lo presenció? Una mujer trastornada según afirmáis, y si acaso alguien más de esa banda de charlatanes que lo soñó todo, o vio lo que quería ver, o que simplemente quería asombrar a los demás con semejante cuento" (Contra Celso, 11, 55).