Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
—¡No pueden hacerme esto! —exclamaba Martin mientras Neville le conducía sin muchas ceremonias a la Sala de los Menesteres, que se había equipado a sí misma como celda de prisión de máxima seguridad, completada con una ventana con barrotes, un catre, un tazón de agua y una rebanada de pan en un plato—. ¡Esto es retención ilegal! ¡Es un ultraje!
—Piense en ello como investigación de campo —instruyó Neville cortésmente—. Tenemos mucho que discutir, y después de su ordalía en el bosque, creímos que le vendría bien un respiro. Tómeselo con calma, amigo.
James, que estaba en el pasillo detrás de Neville, no pudo evitar sonreír un poco. Martin le vio, frunció el ceño furioso, y empujó para pasar junto a Neville. Neville sacó su varita tan rápido que James a penas vio retorcerse su túnica.
—He dicho —repitió Neville con énfasis, sin señalar del todo a Martin con su varita—, tómeselo con calma. Amigo.
La sonrisa de James se marchitó. Nunca había visto a Neville Longbotton tan intenso. Por supuesto, conocía las historias sobre como Neville había cortado la cabeza de la serpiente de Voldemort, Nagini, pero eso había sido antes de que James naciera. Y por lo que él recordaba del hombre, Neville siempre había sido una figura amable, de hablar suave y un poco torpe. Ahora, la mano de la varita de Neville se mostraba tan inmóvil y decidida que podría haber sido tallada en mármol. Martin parpadeó hacia Neville, vio algo en la postura del hombre y en la expresión de su cara que no le gustó, y retrocedió. La parte de atrás de sus rodillas golpeó el catre y se sentó bruscamente. Neville se guardó la varita y retrocedió hasta el pasillo, cerrando la puerta de la Sala de los Menesteres tras él. Martin, viendo que la varita había desaparecido, se levantó inmediatamente de un salto y empezó a chillar de nuevo, pero su voz se cortó cuando la puerta se cerró de golpe.
—Sabe, tenemos mazmorras, señora directora —dijo Neville con su voz normal.
Viendo la puerta ya cerrada, la directora McGonagall giró sobre sus talones y caminó enérgicamente pasillo abajo mientras los demás la seguían.
—Tenemos algunos aparatos de tortura bastante antiguos también, profesor Longbotton, pero creo que esto será suficiente por el momento. Solo tenemos que retenerle hasta que recibamos noticias del Ministerio de Magia sobre el curso de acción que debemos o no debemos seguir ante este dilema que el señor Prescott nos ha planteado. Entre tanto, señor Potter, debo preguntarle: ¿sabe algo de ese dispositivo de juegos que aparentemente condujo a esta...
persona
hasta nosotros?
James tragó saliva mientras luchaba por mantener el paso a la directora. Abrió la boca para responder, pero no salió nada.
—Er, bueno...
Neville tocó el hombro de James mientras caminaban.
—Todos vimos como tu cara palideció como la luna cuando el señor Prescott sacó el Game Deck. Parecía que casi lo esperaras. ¿Hay algo que sepas y que pueda ayudarnos, James?
James decidió que no tenía sentido intentar proteger a Ralph. No era culpa suya, de todos modos.
—Mi amigo tenía uno. Es de primer año, como yo, pero un nacido muggle. No sabía que podía ser peligroso traerlo aquí. Ninguno de nosotros lo sabía en realidad. Incluso me sorprendió que funcionara en el castillo.
—¿Lo usaba para comunicarse con alguien de la comunidad muggle? —preguntó Neville rápidamente.
—¡No! ¡Por lo que yo sé, ni siquiera lo usó en absoluto! Tan pronto como llegó, sus compañeros de Casa lo vieron y eso le causó un montón de problemas. Son Slytherin, así que todos se metían con él por sus aparatos de falsa magia, sobre como era un insulto para los sangrepura y todo eso.
La directora dobló una esquina, dirigiéndose hacia su oficina.
—Asumo que estás hablando del señor Deedle. Sí. Estoy bastante segura de que él no está a la cabeza de esta conspiración en particular, aunque su aparato puede que sí. ¿Quizás emitía algún tipo de señal?
James se encogió de hombros.
—Sería mejor preguntárselo a Ralph, o incluso a mi otro amigo, Zane. Él sabe mucho sobre como funcionan estas cosas. Pero no creo que envíe información por sí mismo. Ralph dice que alguien cogió su Game Deck y lo utilizó. Otro Slytherin, creemos. Zane pudo comprobar que alguien había pasado algún tiempo manipulándolo, y habían utilizado el nombre Austramaddux. Sin embargo, no había jugado a ningún juego. Deben haberlo utilizado solo para enviar información. Probablemente las coordenadas que ese tipo dijo que había utilizado para localizar la escuela con su cosa esa del GPS.
—Estás bastante seguro de esto, ¿verdad, James? —dijo Neville, siguiendo a la directora de vuelta al interior de su oficina—. ¿Has considerado que el señor Deedle podría haber utilizado ese aparato en los terrenos de la escuela y sin querer podría haber compartido información que no debería? Es posible que toda esa historia del robo de la Game Deck sea una treta.
James negó firmemente con la cabeza.
—De ningún modo. Ralph no. Ni siquiera se le habría ocurrido, ni a ninguno de nosotros, que esa cosa pudiera utilizarse para traer gente aquí. Él solo sabía que hacía que sus compañeros Slytherin se enfadaran.
—Todos olvidamos una cuestión importante —dijo McGonagall, dejándose caer casadamente en su silla—. Incluso si el señor Deedle o el desconocido que cogió prestado el aparato intentaron compartir información sobre esta escuela con un muggle, el voto de secretismo tendría que haberlo impedido.
El profesor Franklyn, que se había quedado en la oficina de la directora para trastear con el Game Deck, volvió a colocar el aparato sobre el escritorio y lo miró fijamente, aparentemente incapaz de sacar nada de él.
—¿Cómo funciona ese voto exactamente, señora directora?
—Es bastante simple, profesor. Cada estudiante debe firmar el voto proclamando que no revelarán a sabiendas ninguna información que descubra la existencia de Hogwarts a ningún individuo o agencia muggle. Si lo hacen, las propiedades mágicas del voto se activarán, impidiendo cualquier comunicación. Esto podría significar la maldición Lengua Atada, o cualquier otra maldición que incapacite al individuo para compartir información. En este caso, podríamos asumir que el que utilizó el aparato podría haber experimentado un entumecimiento de los dedos, o parálisis de la mano, o cualquier cosa que impidiera que introdujera cualquier información peligrosa en ese aparato.
Franklyn estaba pensativo.
—Usamos algo similar en Alma Aleron. La redacción del voto debe ser muy específica, por supuesto. Sin lagunas. Aún así, aparentemente alguien ha podido utilizar el aparato para comunicar información muy específica sobre la escuela. Yo supongo que cada uno de estos dispositivos de juegos está equipado con un rastreador que responde al mecanismo de posicionamiento global del que el señor Prescott ha hablado. Quienquiera que utilizara el aparato del señor Deedle al parecer pudo enviar las coordenadas geográficas de un Game Deck a otro. El señor Prescott solo tuvo que meter la información en su GPS y seguirlo muy cuidadosamente. A pesar de la naturaleza obviamente muggle del señor Prescott, esto le convirtió en una especie de guardián secreto fortuito. Puede, si así lo desea, compartir el secreto de la localización de esta escuela con cuantos quiera. Que estos sean capaces de atravesar el perímetro de protección de la escuela es ya otra cuestión, sin embargo. No todo el mundo es tan persistente como él. Esto podría explicar por qué necesita de nuestra ayuda para traer hasta aquí a sus acompañantes.
—No podemos permitir que ocurra algo así, por supuesto —dijo Neville, mirando a la directora.
—No estoy totalmente segura de que podamos evitarlo —dijo ella pesadamente—. Nuestro señor Prescott es ciertamente un individuo sumamente tenaz. Sabe lo suficiente ya como para hacernos mucho daño. Incluso si descubriéramos su paradero a su equipo, los desmemorizáramos a todos y los enviáramos de vuelta, encontrarían las grabaciones que se han hecho de todo lo que el señor Prescott ha visto hasta ahora. Inevitablemente volvería, y quizás la próxima vez se le ocurriera traer cámaras en directo en vez de solo un teléfono. No veo más recurso que dejarle continuar con esta investigación, y espero convencerle de que no la emita.
Neville sacudió la cabeza.
—Confío más en que podamos convencer a las sirenas de que dejen de vivir en el lago que de convencer a este maldito tonto retorcido de que no emita su gran historia.
Franklyn se ajustó las diminutas gafas y miró al techo.
—Por supuesto, hay métodos más, er,
cuestionables
para tratar con esta clase de cosas, señora directora. Podríamos simplemente poner al señor Prescott bajo la maldición Imperius. De esa forma haríamos que despidiera a su equipo e incluso que les acompañara de vuelta a su oficina para ayudarle a destruir cualquier grabación de esta visita. Una vez consumado, podríamos sentirnos en libertad de desmemorizar al señor Prescott sin miedo a que repita su hazaña.
McGonagall suspiró.
—Este no es el tipo de decisión que estemos exactamente autorizados a tomar, y francamente, me alegro de ello. El Ministerio de Magia ha sido notificado de la situación y asumo que nos instruirán sobre el curso de acción apropiado dentro del plazo de una hora. Espero noticias de su padre directamente, señor Potter, y en cualquier momento.
Como conjurada, en ese mismo instante, una voz de mujer habló desde la chimenea.
—Saludos a todos. Esta es una comunicación oficial del Ministerio de Magia. ¿Se nos puede asegurar que esta es una asamblea segura?
McGonagall se pudo en pie y rodeó su escritorio, situándose de cara a la chimenea.
—Lo es. Los que están aquí son las únicas personas en la escuela completamente conscientes de lo que está ocurriendo, aunque en estos momentos toda la escuela debe saber que tenemos a un muggle entre nosotros. Su entrada no fue precisamente sutil.
La cara en los carbones encendidos de la chimenea de la directora miró alrededor a Neville, James y al profesor Franklyn.
—Soy la subsecretaria de la señorita Brenda Sacarhina, co-directora del Consejo de Relaciones Internacionales. Por favor, permanezcan a la espera.
La cara se desvaneció.
James vio que la cara de McGonagall se tensaba solo un poco más cuando la subsecretaria había mencionado a la señorita Sacarhina. Pasaron solo unos segundos antes de la cara de la mujer apareciera en el fuego.
—Señora McGonagall, profesores Franklyn y Longbotton, saludos. Y el joven señor Potter, por supuesto. —Una sonrisa aduladora apareció en los labios de Sacarhina cuando habló a James. La sonrisa desapareció casi tan de repente como había aparecido, como si pudiera apagarla y encenderla como si fuera una luz—. Hemos conferenciado sobre la situación que se ha abatido sobre ustedes y hemos alcanzado una conclusión. Como pueden suponer, estamos preparados para contingencias de este tipo. Por favor, digan al señor Prescott que puede contactar con sus asociados. No tenemos más opción que dejarle proceder con su investigación, sin embargo a nadie más que al señor Prescott le estará permitido entrar en los terrenos de Hogwarts hasta que llegue la delegación del Ministerio para supervisarlos. Llegaremos como mucho mañana por la tarde, y en ese momento nos haremos cargo de todas las negociaciones con el señor Prescott y su equipo.
—¿Señorita Sacarhina —dijo McGonagall—, está usted sugiriendo que el Ministerio bien podría permitir que este hombre lleve a cabo una investigación y la emita para el mundo muggle?
—Lo lamento, señora McGonagall— dijo Sacarhina dulcemente—, no pretendía insinuar eso, ni ninguna otra cosa. Puede descansar tranquila confiando en que estamos preparados para tratar con esta situación, sea cual sea el método que escojamos. Odiaría agobiarla con más detalles de los que ya se ve forzada a soportar.
La cara de la directora se sonrojó.
—Agóbieme, señorita Sacarhina, pues puedo prometerle que el futuro de esta escuela y sus estudiantes son difícilmente el tipo de detalles que yo podría descartar sin más.
Sacarhina rió ligeramente.
—Mi querida Minerva, sospecho que el futuro de Hogwarts, los estudiantes y usted misma, está tan seguro como siempre. Como ya he mencionado, tenemos contingencias para tales eventos. El Ministerio está preparado.
—Perdóneme, señorita Sacarhina —intervino Franklyn, dando medio paso adelante—, ¿pero pretende hacernos creer que el Ministerio de Magia ha preparado contingencias para un reportero de investigación muggle que penetre en la escuela Hogwarts a pie con un equipo de cámaras listo y con la intención de difundir los secretos del mundo mágico a todo el mundo muggle?
La sonrisa indulgente de Sacarhina se tensó.
—Puede creer, señor Franklyn, que el Ministerio ha preparado técnicas de respuesta de emergencia para tratar con una amplia variedad de confrontaciones. Los detalles son lo de menos.
—Siento disentir, señorita. Los detalles en esta instancia han revelado una gran brecha en la seguridad que podría, en este punto, ser utilizada virtualmente por cualquiera. Esta escuela ya no puede considerarse segura hasta que la brecha sea reparada.
—Cada cosa a su tiempo, profesor. Apreciamos su preocupación, pero le aseguro que estamos bien equipados para tratar con la cuestión en toda su extensión. Sin embargo, si siente que usted y su personal no están a salvo, posiblemente podamos arreglar su partida anticipada. Eso nos causaría un gran disgusto y sería un inconveniente para la escuela...
—Mi preocupación, señorita Sacarhina —dijo Franklyn serenamente, quitándose las gafas—, es por la seguridad de todo el mundo dentro de estas paredes, y por la seguridad de los mundos mágico y muggle en general.
—Otra vez exagerando —sonrió Sacarhina—. Por favor, todos, tranquilícense. Yo, junto con el señor Recreant, llegaré mañana por la tarde. Nos reuniremos con este señor Prescott y me siento confiada... positiva incluso... en que alcanzaremos un acuerdo amigable mutuamente conveniente. No tienen que molestarse más con esto.
—¿Y qué hay de mi padre? —preguntó James.
Sacarhina parpadeó, aparentemente confundida.
—¿Tu padre, James? ¿Qué quieres decir?
—Bueno, ¿no cree que él debería venir junto con usted y el señor Recreant?
Sacarhina volvió a mostrar su sonrisa aduladora.
—¿Por qué? Tú padre es el Jefe del Departamento de Aurores, James. No hay magia oscura implicada en esta desafortunada serie de circunstancias, por lo que sabemos. No hay razón para molestarle con esto.