James Potter y la Encrucijada de los Mayores (56 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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—Parecías muy excitado cuando lo estábamos planeando, Ralphinator —susurró Zane—. No puedes perder los nervios ahora.

—Eso fue de día. Y tengo nervios de acero, para que lo sepas.

—Shh —siseó James.

Zane se inclinó sobre el mapa.

—¿Viene alguien?

James sacudió la cabeza.

—No, parece que estamos a salvo. Filch está abajo en su oficina. No sé si duerme alguna vez pero, al menos por ahora, no hay moros en la costa.

Ralph se enderezó, levantando la Capa de Invisibilidad treinta centímetros del suelo.

—¿Entonces por qué estamos debajo de esta cosa?

—Por tradición —dijo James sin levantar la mirada del mapa.

—Además —añadió Zane—, ¿de qué sirve tener una Capa de Invisibilidad si no la usamos de vez en cuando para vagar por los pasillos sin ser vistos?

—No hay nadie para vernos de todos modos —señaló Ralph.

James les condujo hacia el ángulo derecho de la intersección y ellos arrastraron los pies hacia allí. Pronto, llegaron hasta la gárgola que guardaba las escaleras que conducían a la oficina de la directora. James no podía ver si esta les estaba viendo los pies bajo la capa alzada porque aunque así fuera permanecía inmóvil. James esperaba que la contraseña no hubiera cambiado desde que había acompañado a Neville al despacho de la directora hacía unos meses.

Se aclaró la garganta y dijo quedamente.

—Er, ¿Gallowater?

La gárgola, que era relativamente nueva, ya que la habían reemplazado cuando había resultado dañada durante la Batalla de Hogwarts, se movió ligeramente, haciendo un sonido parecido al de la puerta de un mausoleo abriéndose una rendija.

—¿Es ese el verde bosque, azul como el cielo y que tiene un diseño rojo? —preguntó con una voz cuidadosamente comedida—. Nunca me acuerdo.

James conferenció entre ásperos susurros con Ralph y Zane.

—¿Verde bosque? ¡Ni siquiera sé lo que es eso! ¡Esa es la única palabra que Neville utilizó para entrar!

—¿Cómo respondió a la pregunta entonces? —preguntó Zane.

—¡No le hizo ninguna pregunta!

—Es un tartán, creo —habló con voz rasposa Ralph—. Mi abuela se vuelve loca por ellos. Di solo sí.

—¿Estás seguro?

— Por
supuesto
que no estoy seguro. ¡Di no entonces! ¿Cómo voy a saberlo yo?

James se volvió a girar hacia la gárgola, que parecía mirar directamente a los zapatos de James.

—Er, sí, claro.

La gárgola puso los ojos en blanco.

—Buena suerte, visitantes —Se enderezó y se hizo a un lado, revelando la entrada a la escalera de caracol. Los tres chicos se apresuraron a entrar y subieron a los escalones inferiores. Tan pronto como los tres hubieron entrado, la escalera empezó a alzarse lentamente, llevándolos con ella. El vestíbulo que había fuera de la oficina de la directora apareció ante ellos, y se tambalearon hasta él, maldiciendo y empujándose unos a otros bajo la capa.

—Ya está —dijo Ralph con voz enfadada. Tiró de la capa, saliendo trabajosamente de debajo de ella, y entonces dejó escapar un chillido ahogado. James y Zane se quitaron también la capa de la cabeza y miraron nerviosamente alrededor, buscando lo que había sobresaltado a Ralph. El fantasma de Cedric Diggory estaba de pie delante de ellos, sonriendo traviesamente.

—De verdad que tienes que dejar de hacer eso —dijo Ralph sin aliento.

Lo siento
, dijo Cedric con voz distante,
Se me pidió que acudiera aquí.

—¿Quién te lo pidió? —interrogó James, intentando suprimir el enfado de su voz. El pelo de su nuca todavía estaba de punta—. ¿Cómo iba a saber alguien que vendríamos aquí esta noche?

Cedric solo sonrió y después gesticuló hacia la pesada puerta que conducía a la oficina de la directora. Estaba bien cerrada.

¿Cómo pensáis entrar?

James sintió la cara un poco acalorada por la vergüenza.

—Me había olvidado de eso —admitió—. Cerrada, ¿verdad?

Cedric asintió.

No te preocupes. Por eso estoy yo aquí, supongo.
El fantasma se giró y atravesó sin esfuerzo la puerta. Un momento después los tres chicos oyeron el sonido del cerrojo que se abría. La puerta se abrió silenciosamente y Cedric apareció sonriendo, dándoles la bienvenida. James entró primero, y Zane y Ralph se sorprendieron al verle dar la espalda inmediatamente al enorme escritorio de la directora. La habitación estaba sumamente oscura excepto por la luz rojiza del fuego casi apagado de la chimenea. James encendió su varita y la sostuvo en alto.

—Quítame esa cosa de la cara, Potter —pronunció lenta y pesadamente una voz—. Despertarás a los demás, y sospecho que esta pretende ser una conversación privada.

James bajó otra vez la mano de la varita y examinó al resto de los retratos. Todos estaban durmiendo en variadas posturas y roncando gentilmente.

—Sí, tiene razón —estuvo de acuerdo James—. Lo siento.

—Así que has deducido una versión de la verdad, por lo que veo —dijo el retrato de Severus Snape, sus ojos negros estaban fijos en James—. Cuéntame lo que crees saber.

—No fue una gran deducción —admitió James, mirando a Ralph—. Fue él. Él tiene el libro.

Snape puso los ojos en blanco.

—Ese maldito libro ha dado más problemas de los que valía. Debería haberlo destruido cuando tuve oportunidad. Continua.

James tomó un profundo aliento.

—Bueno, supe que pasaba algo cuando noté que todos esos personajes de las pinturas nos observaban. También sabía que me resultaban familiares, aunque eran muy diferentes. Sin embargo no creo que hubiera hecho la conexión si Ralph no me hubiera mostrado los bocetos del libro de pociones. Sabía que el libro había pertenecido a un Slytherin a quien mi padre respetaba mucho, así que pensé en usted y lo demás vino rodado.
Usted
pintó todos esos personajes en cuadros por toda la escuela, y todos ellos son un retrato de usted mismo, pero disfrazado. Así es como ha estado vigilándonos. Se desperdigó a usted mismo por todas esas pinturas. Y ya que usted es el artista original, nadie más podía destruir los retratos. Esa fue su forma de asegurarse de que siempre podría vigilarlo todo, incluso después de la muerte.

Snape estudiaba a James, frunciendo el ceño. Finalmente asintió ligeramente.

—Sí, Potter, cierto. Pocos lo saben, pero tenía cierta inclinación natural para la tarea. Siendo experto en pociones, mezclar las pinturas encantadas necesarias fue la parte sencilla. Me llevó algo más de tiempo afinar mis habilidades lo suficiente como para modificar los cuadros, pero la pintura, como cualquier otro arte, es principalmente cuestión de práctica y estudio. Estoy de acuerdo con usted, sin embargo, en que nunca habría hecho la conexión si no fuera por mi propia ciega arrogancia al permitir que el libro continuara existiendo. Puede que yo haya sido un genio, pero el orgullo ha sido la caída de genios mayores. No obstante, ha resultado ser una empresa muy exitosa. He podido observarle a usted y al resto de la escuela bastante libremente. Así que dígame: ¿por qué ha acudido a mí ahora? ¿Para regodearse de su suerte?

—No —dijo James firmemente, y después hizo una pausa. No quería decir lo que había venido a decir. Temía que Snape se riera de él, o peor, que se negara a su petición—. Nosotros... hemos venido a pedir su ayuda.

La expresión de Snape no cambió. Evaluó a James seriamente durante un largo rato.

—Vienes a pedirme ayuda —dijo, como confirmando que había oído a James correctamente. James asintió. Snape entrecerró los ojos ligeramente—. James Potter, nunca lo habría sospechado, pero finalmente me has impresionado. La mayor debilidad de tu padre fue su negativa a buscar la ayuda de aquellos que eran mejores y más sabios que él. Siempre recurría a su ayuda al final, pero normalmente para gran, y algunas veces, final detrimento de estos. Tú pareces haberte librado de esa debilidad, si bien a regañadientes. Si hubieras llegado a esa conclusión hace unas semanas, podríamos no haber tenido que depender de la pura fortuna y la buena sincronización para salvarte de un destino peor que la muerte.

James asintió de nuevo.

—Sí, gracias por eso. Sé que fue usted quien envió a Cedric a ayudarme cuando abrimos el maletín de Jackson.

—Temerario e ignorante, Potter. Podrías haber tenido algo más de sentido común, aunque admito que de ser así me hubiera sorprendido. La túnica es extremadamente peligrosa y tú asombrosamente negligente al retenerla aquí. Por mucho que me cueste admitirlo, deberías entregársela inmediatamente a tu padre.

—¿Sabe usted lo de la conspiración Merlín entonces? —preguntó James excitado, ignorando la reprimenda.

—No sé mucho más que ustedes, desafortunadamente, aparte de la gran cantidad de conocimiento que he acumulado durante mis estudios de la leyenda y de multitud de intentos previos de facilitar el retorno de Merlinus Ambrosius. El estudio, puedo asegurarles, les resultaría más útil que sus actuales fantasías de hacerse con el báculo de Merlín.

—¿Por qué son ridículos? —preguntó Zane, adelantándose un poco.

—Ah, el bufón habla —se burló Snape en voz baja—. El señor Walker, creo.

—Es una pregunta justa —dijo James, mirando fijamente a Zane—. Probablemente el báculo sea más peligroso que la túnica. No podemos dejarlo en manos del tipo de persona que cree que Voldemort era solo un pobre incomprendido que quería que todos fuéramos colegas.

—¿Y quién podría ser esa gente, Potter? —preguntó Snape sedosamente.

—Bueno, Tabitha Corsica, por ejemplo.

Snape evaluó a James con desprecio manifiesto.

—Típico prejuicio Gryffindor.

—¡Prejuicio! —exclamó James—. ¿Qué Casa es la que cree que todos los magos nacidos muggle son más débiles que los sangrepura? ¿Qué Casa inventó el término "sangresucia"?


Nunca
vuelvas a pronunciar esa palabra ante mí, Potter —dijo Snape peligrosamente—. Crees saber de lo que hablas, pero déjame salvarte de tu ignorancia y recordarte que ese punto de vista es parcial. Emitir juicios fáciles sobre individuos basados en sus Casas de origen fue otro de los mayores errores de tu padre. Tenía la esperanza de que hubieras superado eso también, viendo tu propia elección de compañeros. —Los ojos negros de Snape se clavaron en Ralph, que se había mantenido atrás, observando en silencio.

—Bueno, Ralph es diferente, ¿verdad? —dijo James débilmente.

Snape respondió rápidamente, con los ojos todavía fijos en el chico más alto.

—¿Lo es? ¿Diferente en qué, señor Potter? ¿Qué es precisamente lo que cree saber sobre los miembros de la Casa del señor Deedle? ¿O, me atrevo a preguntar, del propio señor Deedle?

—Sé lo que el espíritu del árbol nos contó —dijo James, se paseó ante el retrato, su voz alzándose de rabia—. Sé que hay un descendiente vivo de Voldemort entre estas paredes ahora mismo. Su sangre late en un corazón diferente. El heredero de Voldemort está vivo y camina entre nosotros.

—¿Y qué le hace estar tan seguro —dijo Snape agudamente—, de que este heredero es un Slytherin? ¿
O
del género masculino?

James abrió la boca para responder, y después la volvió a cerrar. Comprendió que la dríada nunca había dicho en realidad ninguna de las dos cosas.

—Bueno, solo... tiene sentido.

Snape asintió, la mofa volvía a arrastrarse hasta su cara.

—¿De veras? Quizás no has aprendido nada después de todo. —Suspiró, y pareció genuinamente decepcionado—. ¿Qué has venido a pedir, Potter? Veo que estás decidido a seguir en tus trece a pesar de lo que yo diga, así que vayamos al grano.

James se sentía pequeño delante del retrato del antiguo director. Zane y Ralph se quedaron un poco atrás, y James sabía que era cosa suya preguntar. Esta era su batalla más que la de ellos. Su batalla contra la conspiración Merlín, sí, pero más importante aún, su batalla contra sí mismo y contra la sombra de su padre.

Alzó los ojos para enfrentar la mirada negra de Snape.

—Si no podemos hacernos con el báculo de Merlín, tengo que ir a la Encrucijada de los Mayores. Tengo que detenerlos allí, antes de que puedan ocultar el báculo y el trono para siempre.

James oyó los movimientos de Zane y Ralph tras él. Se giró hacia ellos.

—No os pido que vengáis conmigo, pero yo tengo que hacerlo. Tengo que intentar detenerlos.

Snape soltó un suspiro enorme.

—Potter, realmente eres tan estúpido y absurdamente pretencioso como tu padre. Entrega la túnica. Dásela a tu padre o a la directora. Ellos sabrán qué hacer. Yo les aconsejaré. Es imposible que esperes ocuparte de esto por tu cuenta. Me has impresionado una vez. No lo lograrás otra.

—No —dijo James con convicción—. Si lo cuento, Jackson y Delacroix y quienes sean los demás que están involucrados desaparecerán. Lo sabe tan bien como yo. Entonces, las otras dos reliquias se perderán para siempre.

—Sin las tres juntas, el poder de las reliquias se rompe.

—Pero no se destruye —insistió James—. Todavía son poderosas por sí mismas. No podemos dejar que sean utilizadas por los que intentan continuar el trabajo de Voldemort. No podemos arriesgarnos a que caigan en manos del heredero de Voldemort.

Snape frunció el ceño.


Si
es que tal persona existe.

—Ese no es un riesgo que esté dispuesto a aceptar —contrarrestó James—. ¿Dónde está la Encrucijada de los Mayores?

—No sabes lo que estás pidiendo, Potter —dijo Snape despectivamente.

—Lo averiguaremos de un modo u otro, James —dijo Zane, adelantándose de nuevo—. No necesitamos que esta vieja pila de pintura nos lo diga. Lo hemos averiguado todo hasta ahora. Esto también lo descubriremos.

—Lo habéis logrado solo a base de buena suerte y a la interferencia de un servidor —gruñó Snape—. No olvides cuál es tu lugar, muchacho.

—Es cierto —dijo Ralph. James y Zane se volvieron para mirarle, sorprendidos de oírle hablar. Ralph tragó y prosiguió—. Lo
hemos
hecho bastante bien hasta ahora. En realidad no sé quién es usted, señor Snape, pero por agradecidos que estemos de que nos haya ayudado cuando James se puso la túnica, creo que James tiene razón. Tenemos que intentar detenerlos antes de que consigan el resto de las reliquias. Usted es un Slytherin, y dice que las cosas que dicen de los Slytherin no siempre son ciertas. Bueno, una de las cosas que dicen es que siempre miramos por nosotros mismos. Yo no quiero que eso sea cierto. Estoy con James y Zane, incluso si fracasamos. Cueste lo que cueste.

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