James Potter y la Encrucijada de los Mayores (62 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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—Solo es robar si lo que decimos no es cierto —razonó Zane—. Si la escoba de Tabitha
es
el báculo de Merlín, entonces no es suya en realidad. No sabemos de quién es, pero no importa,
ella
se la habría robado a algún otro.

Damien no parecía muy convencido.

—Incluso si lo hizo, nosotros seríamos los únicos que lo sabríamos. Si nos arrastrara a todos a la oficina de McGonagall reclamando que le hemos robado la escoba, ¿qué diríamos? ¿Que está bien porque ella robó la escoba a algún otro, no sabemos a quién, y además la escoba es en realidad el báculo mágico de uno de los magos más poderosos de la historia, así que en realidad estábamos haciendo un favor al mundo al sacarla de las manos de Corsica?
Eso
vuela como una lechuza muerta.

—Bueno, ¿por qué no? —intervino Ralph—. Si es cierto, es cierto.

—Y eso sale de la boca de un Slytherin —dijo Noah, con una sonrisa ladeada.

—¿Qué se supone que significa eso? —dijo Ralph, tensando la mandíbula.

James sacudió la cabeza.

—Está bien, Ralph. Te está haciendo rabiar. La cuestión es que, incluso si es cierto, no podríamos probarlo. No os he dicho que no vayáis a meteros en problemas por esto. Solo puedo deciros que si
es
cierto, entonces que nos lleven a la oficina de McGonagall y nos acusen de ladrones será la menor de nuestras preocupaciones. No puedo pediros a ninguno que os metáis en esto si no queréis. Es arriesgado. Podríamos meternos todos en un montón de problemas. Podríamos incluso fracasar a pesar de nuestros mejores esfuerzos.

—Espera un minuto —dijo Noah—, es con los Gremlins con los que estás hablando.

Petra se sentó erguida y miró al grupo.

—La cuestión es que si James, Zane y Ralph están equivocados, lo sabremos mañana por la mañana. Si "tomamos prestada" la escoba de Corsica, podemos devolverla, de algún modo. Probablemente anónimamente. Si no hay daño, no hay falta. Todo el mundo pensaría que fue solo una broma de Quidditch, ¿no? Pero, si esta historia es cierta, y la escoba es realmente el báculo de Merlín, entonces nadie arrastrará a nadie a la oficina de la directora.

—¿Por qué no? —preguntó Sabrina, interesada.

—Porque Tabitha sería el pez más grande de la satén —respondió Noah pensativamente—. Si ella es parte de alguna gran conspiración Merlín y fracasa con el báculo, se meterá en serios problemas con sus colegas. La gente como esa no tiende a ser de las que perdonan, ya sabéis. Hasta puede que nunca volviéramos a verla.

—No caerá esa suerte —masculló Petra.

Ted se movió.

—Mirad, todos. Todo eso está muy bien, pero en lo que a mí concierne, solo hay una cosa que decidir. ¿Podemos confiar en James? No conozco a Zane y Ralph muy bien, pero he crecido con James. Puede que algunas veces sea un aborrecible bichejo, pero siempre ha sido honesto. Y además, es el hijo de mi padrino. Recordáis a ese tipo, ¿verdad? Yo estoy dispuesto a aceptar un poco de riesgo por él. No porque sea de la familia, sino porque es un Potter. Si él dice que hay una batalla en la que vale la pena luchar, yo me siento inclinado a creerle.

—Bien dicho, colega —dijo Noah seriamente, palmeando a Ted en la espalda—. Y además, no olvidemos que esto implica el beneficio de jugársela a Tabitha Corsica.

—Y quizás influir en el equilibrio del partido de esta noche —admitió Sabrina.

—¡Y quizás incluso podríamos derribarla de algún modo de la escoba cuando esté bien alto en el aire! —sonrió Damien malvadamente.

—¡Eso digo yo! —exclamó Zane.

—Estáis los dos locos —dijo Petra con reproche—. Sois tan malos como ella.

—No queremos
matarla
—replicó Zane con tono herido—. Solo verla caer unos pocos metros aterrada. Ridcully la levitaría en el último momento, justo como Ralphinator hizo con James. Honestamente, debes pensar que somos monstruos.

—¿Estamos todos de acuerdo entonces? —preguntó Ted al grupo. Todo el mundo asintió con la cabeza y murmuró un asentimiento.

—Es maravilloso y todo eso —dijo Ralph—, ¿pero cómo vamos a hacerlo?

Ted se recostó hacia atrás y levantó la mirada hacia el techo encantado del Gran Comedor, acariciándose la barbilla. Sonrió lentamente.

—¿Alguien sabe qué tiempo hará esta tarde?

Era muy poco lo que el grupo tenía que hacer para prepararse. Después del almuerzo, Sabrina y Noah se dirigieron a los sótanos para hablar con los elfos domésticos. James y Ted, que tenían los dos una hora libre por la tarde, pasaron algún tiempo en la biblioteca estudiando una colección de libros gigantescos sobre hechizos atmosféricos y encantamientos climáticos.

—Esto es el departamento de Petra en realidad —se lamentó Ted—. Si no estuviera ocupada toda la tarde con adivinación y runas, nos iría mejor.

James repasó sus notas.

—Sin embargo parece que tenemos lo que necesitamos, ¿no?

—Supongo —replicó Ted frívolamente, pasando ruidosamente unas pocas páginas enormes. Un minuto después, levantó la mirada hacia James—. Ha sido realmente duro para ti pedir ayuda, ¿verdad?

James miró a Ted y enfrentó su mirada, después la apartó y miró por una ventana cercana.

—Un poco, sí. No sabía si podría explicarlo. No estaba seguro de que ninguno de vosotros se lo creyera.

Ted frunció la frente.

—¿Eso es todo? —animó.

—Bueno... —empezó James, luego se detuvo. Jugueteó con su pluma—. No, supongo que no. Es solo que parece... parece algo que debiera hacer por mi cuenta. Quiero decir, con la ayuda de Zane y Ralph, claro. Ellos estaban en el asunto desde el principio. Pero aún así. Era como si tuviéramos que ser capaces de averiguarlo, nosotros tres. Teníamos que hacerlo o parecería un poco... —se detuvo, comprendiendo lo que había estado a punto de decir, sorprendido por ello.

—¿Un poco qué? —preguntó Ted.

James suspiró.

—Un fracaso. Como si al no poder hacerlo por nuestra cuenta hubiéramos fracasado de algún modo.

—Los tres. Como tu padre, Ron y Hermione, quieres decir.

James miró a Ted agudamente.

—¿Qué? No... no —dijo, pero de repente no estaba seguro.

—Solo decía —replicó Ted—. Tiene sentido. Es lo que tu padre hubiera hecho. Era único arrastrando toda la responsabilidad del mundo sin compartir la carga con nadie más. Él, Ron y Hermione. Siempre había un montón de gente alrededor, lista y dispuesta a ayudar, y algunas veces lo hacían, pero no hasta que se veían forzados a entrar en acción. —Ted se encogió de hombros.

—Suenas como Snape —dijo James, manteniendo el nivel de su voz. Se sentía incómodamente vulnerable de repente.

—Bueno, quizás Snape tuviera razón, a veces —dijo Ted suavemente—, incluso si era un viejo carcamal aceitoso la mayor parte del tiempo.

—Sí, bueno, que le den —dijo James, sorprendido al sentir una punzada de lágrimas. Parpadeó para deshacerse de ellas—. Fue de mucha ayuda, ¿verdad? Acechando por ahí, trabajando para ambos lados, sin dejar nunca claro donde residía realmente su lealtad hasta que fue demasiado tarde. No se puede culpar en realidad a mi padre por no confiar en él, ¿verdad? Así que yo no confío en él tampoco. Quizás mi padre hizo la mayor parte de las cosas solo con tía Hermione y tío Ron. Esa fue toda la ayuda que necesitó, ¿no? Ganaron. Encontró a dos personas en las que podía confiar con todo. Bueno, yo los encontré también. Tengo a Ralph y a Zane. Así que tal vez creí que podía ser tan bueno como papá. Sin embargo no lo soy. Necesito algo de ayuda. —Había más cosas que James quería decir, pero se detuvo, inseguro de si podría continuar.

Ted miró a James durante un largo y pensativo momento, y después se inclinó hacia adelante, descansando los codos sobre la mesa.

—Es duro vivir a la sombra de tu padre, ¿verdad? —dijo. James no respondió. Un momento después Ted continuó—. Yo no conocí a mi padre. Murió aquí mismo, en los terrenos de la escuela. Él y mamá, los dos. Estuvieron en la Batalla de Hogwarts, ya sabes. Cualquiera pensaría que es difícil sentirse resentido con gente a la que nunca se conoció, pero se puede. Estoy resentido con ellos por morir. A veces me siento resentido con ellos por estar aquí para empezar. Quiero decir, ¿en qué estaban pensando? Los dos lanzándose en medio de una gran batalla, dejando a su hijo solo en casa. ¿Llamarías a eso responsabilidad? Yo seguro que no. —Ted miró por la ventana, como había hecho James un minuto antes. Después suspiró—. Ah, bueno, la mayor parte del tiempo, sin embargo, me siento orgulloso de ellos. Alguien dijo una vez que si no tienes algo por lo que valga la pena morir, no has vivido realmente. Mamá y papá tenían algo por lo que merecía la pena morir, y lo hicieron. Yo les perdí, pero me quedó un legado. Un legado es algo que vale la pena, ¿no? —Miró a James de nuevo a través de la mesa, buscando su cara. James asintió, inseguro sobre qué decir. Finalmente Ted se encogió de hombros un poco—. La razón de que haya sacado este tema, sin embargo, es mi padre, él me dejó algo más.

Ted se quedó en silencio casi un minuto, pensando, aparentemente debatiendo consigo mismo. Finalmente habló de nuevo.

—Mi padre era un hombrelobo. Supongo que es tan simple como eso. No lo sabías, ¿verdad?

James intentó que no se le notara en la cara, pero estaba bastante sorprendido. Sabía que había habido algún secreto en torno a Remus Lupin, algo que nunca le habían explicado, o siquiera mencionado directamente. Todo lo que James sabía seguro era que Lupin había sido un gran amigo de Sirius Black y James Potter, y de un hombre llamado Peter Pettigrew que al final les había traicionado a todos. James sabía que Lupin había dado clases en Hogwarts cuando su padre asistía a la escuela, y que había enseñado a su padre a convocar su Patronus. Fuera cual fuera el secreto del pasado de Remus Lupin, no podía haber sido nada terriblemente serio, había razonado James. Había creído que quizás el padre de Ted había estado en Azkaban un tiempo, o que había flirteado alguna vez con las artes oscuras cuando era joven. Nunca se le había cruzado por la cabeza que Remus Lupin pudiera haber sido un hombrelobo.

A pesar de la intención de James de enmascarar su sorpresa, Ted vio su cara y asintió.

—Sí, menudo secreto, ¿eh? Tu padre me contó toda la historia él mismo hace unos años, cuando fui lo bastante mayor como para entenderla. La abuela nunca habla de ello, ni siquiera ahora. Creo que tiene miedo. No tanto por lo que fue, sino... bueno, por lo que podría ser.

James tenía un poco de miedo de preguntar.

—¿Y qué podría ser, Ted?

Ted se encogió de hombros.

—Ya sabes lo que pasa con los hombreslobo. Solo hay dos formas de convertirse en uno. Puedes ser mordido por uno, o puedes nacer así. Por supuesto, nadie sabe realmente lo que ocurre cuando solo tu madre o tu padre es un hombrelobo. Tu padre dice que mi padre se alteró bastante cuando descubrió que mi madre estaba embarazada. Estaba asustado, ¿sabes? No quería que su hijo fuera como él, que creciera como un paria, maldito y odiado. Creía que no debía haberse casado nunca con mi madre, porque ella quería hijos, pero él temía pasarles la maldición. Bueno, cuando nací yo, supongo que todo el mundo soltó un gran suspiro de alivio. Era normal. Incluso tengo el don para la metamorfosis de mi madre. Dicen que siempre estaba cambiando el color de mi pelo cuando era bebé. Había interminables risas al respecto, dice la abuela. Todavía hoy puedo hacerlo, y también unas pocas cosas más. Sin embargo no lo hago normalmente. Una vez se te conoce por cosas como esa es difícil que te conozcan por mucho más, no sé si sabes lo que quiero decir. Así que supongo que papá murió sintiéndose un poco mejor por tenerme entonces. Murió sabiendo que yo era normal, más o menos. Me alegro de eso. —Ted estaba mirando por la ventana otra vez. Tomó un profundo aliento, y después volvió a mirar a James—. Harry me habló de como tu abuelo James, Sirius Black y Pettigrew solían salir con mi padre cuando cambiaba, cómo cambiaban a formas animales y le acompañaban por el campo con la luna llena, protegiéndole del mundo y al mundo de él. Incluso empecé a pensar que era todo una especie de aventura romántica, como estos estúpidos muggles que leen historias de hombreslobo donde estos son guapos, seductores y misteriosos. Casi empecé a
desear
haber heredado esa cosa del hombrelobo después de todo. Y entonces... —Ted se detuvo y pareció forcejear consigo mismo un momento. Bajó la voz y siguió—. Bueno, la cuestión es, que nadie sabe realmente como funciona eso de los hombrelobo, ¿verdad? Yo nunca había dedicado un segundo a pensarlo. Pero el año pasado... el año pasado comencé a tener insomnio. No gran cosa, ¿vale? Excepto que no era un insomnio normal. No podía dormir, pero no porque no estuviera cansado exactamente. Estaba... estaba... —se detuvo de nuevo y se recostó hacia atrás en su silla, mirando con fuerza hacia el muro por la ventana.

—Eh —dijo James, sintiéndose nervioso y avergonzado, aunque no sabía bien por qué—. No tienes que contármelo. Olvídalo. No hay problema.

—No —dijo Ted, volviendo su mirada hacia James—. Necesito contártelo. Tanto por mí como por ti. Porque no se lo he contado a nadie aún, ni siquiera a la abuela. Creo que si no se lo cuento a alguien, me volveré tarumba. Verás, no podía dormir porque estaba tan
hambriento.
¡Estaba famélico! Allí, acostado en la cama la primera vez, se me ocurrió decirme a mí mismo eso de "esto es simplemente una locura". Había disfrutado de una buena cena y todo eso, lo normal. Pero no importaba lo que me dijera a mí mismo, mi estómago seguía diciéndome que quería comida. Y no cualquier cosa. Quería carne. Carne cruda. Carne, con hueso y todo. ¿Ves a dónde quiero ir a parar?

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