Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
—Gracias por venir, Ted —dijo Harry con cara estoica—, y también Zane, a quien no esperaba.
—Yo le pedí que viniera, Harry —dijo Ted, asumiendo una expresión grave—. Es nuevo, pero listo. Pensé que podría servir, dependiendo de lo que estés planeando. —Ted estudió a Zane críticamente. Zane borró la sonrisa de su cara e intentó parecer serio, sin mucho éxito. Harry los estudió a ambos.
—Principalmente, necesitamos ojos. Ya que Zane tiene tantos como el resto de nosotros, supongo que está cualificado. Solo espero que Minerva no averigüe que llevé a
otro
estudiante de primero al bosque o dará con una forma de castigarnos a todos. ¿James no os ha contado lo que estamos haciendo esta noche?
Ted negó con la cabeza.
—Ni una palabra. Solo dijo alto secreto, muy, muy secreto.
Harry miró de reojo a James.
—La directora te dijo que no dijeras nada, hijo.
—¡No lo hice! —protestó James, lanzando una mirada asesina a Ted—. ¡Solo dije que no se me permitía contarle a nadie lo que hacíamos!
—La mejor forma de hacer que la gente sospeche, James, es decirles que no pregunten. —Pero Harry no parecía enfadado. De hecho, parecía un poco divertido—. No importa, sin embargo. Acabaremos y volveremos al castillo antes de que vuestros amigos Gremlins monten un escuadrón de reconocimiento. ¿Verdad, Ted?
—Probablemente se estén metiendo en sus camitas mientras hablamos, padrino —dijo Ted remilgadamente. Harry puso los ojos en blanco.
James empezaba a ser consciente de un embotado retumbar del suelo. Momento después, oyó el ladrido distante de Trife, el bullmastiff de Hagrid, que había sustituido a su amado sabueso, Fang. Todos los presentes se volvieron hacia los bosques cuando el pisar retumbante se convirtió en un palpitar rítmico. Después de un minuto, unas formas enormes se recortaron contra la oscuridad, avanzando entre los bosques, sus pisadas sacudiendo el suelo. Trife vagaba entre las piernas de los gigantes, aparentemente ignorante del hecho de que podía acabar aplastado si uno de ellos le pisaba accidentalmente. Les ladró excitadamente, su forma normalmente imponente quedaba empequeñecida por las enormes y torpes figuras. Hagrid les seguía, gritando ocasionalmente a Trife para que se callara, pero sin auténtica convicción.
—Grawp fue fácil de convencer —gritó Hagrid, saliendo del bosque—. Siempre está deseando ayudar. Un gran corazón de oro, eso es. Cada vez habla mejor, además. Su novia, sin embargo... —dejó caer la voz mientras se aproximaba a Harry, fingiendo la postura propia de una confidencia, que James consideró tan sutil como una banshee metida en una caja de cerillas—. No está tan acostumbrada a estar con gente como Grawp. Además no le sienta demasiado bien que la despierten. Ayudará, mientras nos lo tomemos con calma con ella.
James se recordó a sí mismo que éste era el mismo Hagrid que había criado escregutos de cola explosiva por diversión, y que seguía pensando que la característica principal de los dragones era lo monos que eran. Cualquier advertencia de Hagrid sobre el temperamento de una criatura era, por tanto, definitivamente algo que tenías que atender. Todo el mundo se giró para saludar a los gigantes cuando emergieron de entre los árboles. Grawp llegó primero, parpadeando y sonriendo a la luz de las varitas. Ondeó una mano del tamaño de un piano hacia Harry.
—Hula, Harry —La voz de Grawp era profunda y lenta. James tuvo la impresión de que formar palabras no era en absoluto la función para la que esa boca había sido creada—. ¿Cómo Hermani... Her..mine... nin?
Harry intentó evitarle a Grawp el esfuerzo.
—Hermione está bien, Grawp. Te hubiera enviado un saludo si hubiera sabido que iba a verte.
Esto pareció demasiado para que la mente de Grawp lo procesara.
—Hula, Hermiii...meee....
Continuó luchando con el nombre de Hermione hasta que la giganta emergió tentativamente del bosque tras él. James estiró el cuello, sintiendo un involuntario escalofrío de miedo bajar por su espina dorsal. La giganta era tan alta que tuvo que separar la copa de los árboles para salir del bosque, aplastando y rompiendo ramas. La luz de las varitas solo le llegaba al pecho, que estaba más o menos a la misma altura que la cabeza de Grawp. Su cabeza solo era una forma sombría moviéndose sobre las copas de los árboles, recortada contra el cielo estrellado. Se movía más lentamente que Grawp, pesadamente, sus grandes pies cayendo sobre el suelo como piedras de molino, sacudiendo las hojas de los árboles cercanos a cada paso.
—Aquí se acaba el sigilo —comentó Hardcastle, levantando la mirada hacia la monstruosa figura.
—Harry, Titus, James, Zane y Ted —gritó Hagrid muy lentamente—. Esta es Prechka. Prechka, estos son amigos.
Prechka se agachó lentamente de forma que su cabeza flotara sobre el hombro de Grawp. Soltó un gruñido bajo e interrogativo que James pensó que realmente había hecho traquetear las ventanas de la cabaña de Hagrid. Harry alzó su varita iluminada sobre la cabeza y sonrió.
—Prechka, Grawp, gracias a los dos por venir y ayudarnos. No os retendremos mucho, espero. Hagrid os ha explicado lo que os pedimos esta noche, ¿verdad?
Grawp se animó a hablar.
—Harry busca hombre escondido. Grawp y Prechka ayudan.
—Excelente —dijo Harry, girándose para dirigirse al grupo—. Hagrid, tu coge a Trife y haz que olisquee el camino. Mira a ver si capta algo que conduzca al bosque o alrededor del algo. Si es así, lanza una señal roja. Ted, tú vendrás conmigo y con Prechka al bosque. Zane, James, vosotros os uniréis a Titus y Grawp buscando por el perímetro del lago. Buscamos tanto un rastro como al propio intruso, así que buscad ramas rotas, tierra y hojas removidas, y cualquier cosa relacionada con humanos como trozos de ropa, basura, papeles, o cualquier cosa de esa naturaleza. ¿Todo el mundo listo?
—¿A quién estamos buscando, Harry? —preguntó Ted.
Harry ya se estaba aproximando lentamente a Prechka.
—Lo sabremos cuando le encontremos, ¿verdad?
Zane, James y Hardcastle subieron a la espalda de Grawp cuando el gigante se puso en cuclillas. James y Zane treparon cada uno sobre un hombro, aferrando la harapienta camisa de Grawp como apoyo. Hardcastle, aparentemente ignorando lo ridículo que podía parecer, se sentó a horcajadas sobre la nuca de Grawp, como un niño siendo llevado a hombros por su padre. Sostuvo la varita en alto, extendiendo un halo de luz sobre el suelo alrededor de ellos, y después dirigió a Grawp hacia el lago. Cuando se marcharon, Harry y Ted todavía buscaban el mejor método para subir a los hombros de Prechka.
—Necesitamos una escalera, ¿no crees? —gritó Ted.
—Hagamos que se incline, con las manos sobre el suelo —gritó Harry, haciendo señas a la giganta, que se arrodilló pero se distrajo con el jardín de Hagrid. Arrancó un manojo de calabazas, con raíces y todo, y empezó a metérselas en la boca.
—Está bien, está bien —gritaba Hagrid consoladoramente—. Solo inclínate un poco. Allá vamos. ¡Oh!
Se produjo un crujido de madera rota cuando Prechka se apoyó sobre la carreta de Hagrid. Reduciéndola a astillas.
Hagrid palmeó el gigantesco codo, sacudiendo la cabeza.
—En fin, al menos ahora puedes subir, Harry. Utiliza esa parte de ahí como escalón. Vamos.
Prechka estaba siendo persuadida para que se enderezara de nuevo, con Harry y Ted posados sobre sus hombros, cuando Grawp entró en los bosques que cubrían el lado oeste del lago y la vista de los terrenos de Hogwarts se desvaneció tras densos y robustos árboles.
Grawp era sorprendentemente gentil, girándose y agachándose para evitar ramas que podrían golpear a la carga que llevaba. James podía sentir el peso de las pisadas de Grawp presionando el suelo, pero no experimentó las sacudidas y golpes que había esperado sentir montando sobre la espalda de un gigante. Hardcastle dirigía a Grawp tranquilamente, sentado casi junto a la oreja del gigante. Les conducía en un ordenado zigzag, aproximándose al lago, y después girando de vuelta hacia la espesura del bosque otra vez. Su progreso era lento y el movimiento de Grawp al caminar empezaba a mecer a James provocándole sueño. Se sacudió a sí mismo para despertarse, estudiando el suelo en busca de las señales que su padre había descrito. En un intento de mantenerse despierto, explicó a Hardcastle y Zane cómo había visto al hombre en el campo de Quidditch. Les habló de la cámara, y describió las otras dos veces que había visto al hombre en la zona.
—¿Has visto a esa persona tres veces entonces? —preguntó Hardcastle, con voz gravemente monótona.
—Sí —asintió James.
—¿Pero aparte de tu padre esta noche, nadie más le ha visto en absoluto?
James se sintió irritado por el comentario, pero respondió directamente.
—No. Nadie.
Se quedaron en silencio un rato. James suponía que habían recorrido aproximadamente un tercio del perímetro. Captaba destellos del castillo irguiéndose sobre el lago cada vez que se acercaban a la orilla. Los bosques parecían molestamente inmaculados y normales. Se oían grillos zumbando y rechinando, llenando el aire nocturno con sus extraños coros. En todas partes donde James miraba, las luciérnagas punteaban las sombras, ocupándose de sus negocios nocturnos. No había señal de que nadie hubiera atravesado ese bosque, y mucho menos recientemente.
—Alto, Grawp —dijo Hardcastle de repente, con voz tensa. Grawp se detuvo obedientemente y se quedó quieto. Su enorme cabeza giró lentamente cuando miró alrededor. James se asomó alrededor de la enorme y sucia oreja de Grawp, intentando ver lo que Hardcastle estaba mirando o escuchando. Pasó medio minuto. James sabía que no debía hablar. Entonces, en algún lugar cercano, se oyó un áspero sonido escurridizo. Algo se arrastraba, invisible, a través de las hojas caídas y se detenía otra vez. Una rama crujió, como si hubiera sido pisada. El corazón de James estaba de repente palpitando. Sin embargo, ni Grawp ni Hardcastle se movieron. James vio que Hardcastle movía la cabeza ligeramente, intentando precisar la dirección del sonido.
Se oyó de nuevo, más cerca esta vez, pero todavía invisible. Estaba delante de ellos, tras una loma baja cubierta de bosque que había en su camino. James no pudo evitar pensar que había algo claramente inhumano en ese sonido escurridizo. Era, en cierto modo, demasiado desenfrenado. El pelo de la base de su nuca se erizó. Hardcastle palmeó ligeramente la parte de atrás de la cabeza de Grawp y señaló hacia el suelo, inclinándose de forma que Grawp pudiera ver su mano. James sintió como el gigante bajaba más, y se sorprendió de nuevo por la lenta gracilidad del movimiento. Las hojas a sus pies crujieron solo ligeramente cuando Grawp puso las manos en el suelo. Hardcastle se deslizó silenciosamente por la espalda de Grawp. Sus ojos estaban fijos en la loma de más adelante.
—Quedaos con...
Fue interrumpido por el ruido de ese movimiento escurridizo de nuevo. Estaba mucho más cerca esta vez, y ahora James vio movimiento. Hojas muertas se esparcieron por el aire cuando una forma grande y sombría corrió por la loma, moviéndose con horrible velocidad. Asomaba de vez en cuando entre los troncos de los árboles, atravesando arbustos. Parecía tener demasiadas patas, y había una extraña incandescencia azulada que emanaba de su parte delantera. Titilaba frenéticamente cuando la cosa se movía. Hardcastle saltó delante de Grawp cuando la cosa se aproximó. Ondeó su varita con la práctica economía de movimientos de un auror entrenado, enviando un hechizo aturdidor rojo al amasijo de arbustos y hojas. La criatura cambió de rumbo, rodeándoles y metiéndose en una depresión. El parpadeante brillo azul marcaba su progreso mientras esquivaba leños muertos, retirándose más profundamente hacia el interior del bosque.
—Quedaos con Grawp, los dos —gruñó Hardcastle, partiendo tras la criatura a la carrera—. Grawp, si se acerca cualquier cosa que no sea yo, aplástala. —Se movía con sorprendente agilidad para su tamaño. En quince segundos, ni él ni la criatura a la huída podían ser vistos u oídos ya. Los dos chicos saltaron de los hombros de Grawp para asomarse a la depresión.
—¿Qué era
eso
? —preguntó Zane sin aliento.
James sacudió la cabeza.
—Ni siquiera estoy seguro de querer saberlo. Definitivamente no era el tipo al que estamos buscando.
—Me alegro —dijo Zane con convicción.
Vigilaron la depresión por la que Hardcastle y la criatura se habían desvanecido. El incesante coro de insectos y el destello de las luciérnagas llenaron el bosque de nuevo, pareciendo negar que nada inusual estuviera ocurriendo. No llegaba ningún ruido o movimiento de la depresión.
—¿Cuánto rato va a perseguir a esa cosa? —preguntó finalmente Zane.
James se encogió de hombros.
—Hasta que la atrape, supongo.
—O ella le atrape a él —añadió Zane, estremeciéndose—. Sabes, me sentía mucho mejor cuando estábamos subirlos a los hombros de este tiarrón.
—Buena idea —estuvo de acuerdo James, girándose—. Eh, Grawp, ¿qué tal si...?
Se detuvo, Grawp se había ido. Zane y James miraron alrededor durante varios segundos, ambos demasiado atónitos y atontados como para decir nada.
—¡Allí! —dijo Zane de repente, apuntando con un dedo en dirección al lago. James miró. Grawp justo estaba desapareciendo alrededor de una gigantesca piedra cubierta de musgo, agachándose lentamente.
—¡Vamos! ¡No dejemos que se pierda de vista!