James Potter y la Encrucijada de los Mayores (29 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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—Allí —señaló. James miró y vio que su padre estaba señalando a la base de una de las gradas, hacia la puerta que conducía al vestuario de los Ravenclaw—. O allí. O allí —dijo Harry, hablando parcialmente con James y parcialmente consigo mismo, señalando primero al camino que discurría entre las gradas de Hufflepuf y Slytherin y después al cobertizo del equipo—. Probablemente no escogería el cobertizo, ya que sabría que no tendría forma de escapar de ahí. En el mejor de los casos serviría como escondite, y él quiere marcharse, no ocultarse. La salida de las gradas le llevaría más hacia adentro. No, escogería el camino entonces. Solo han sido dos minutos. ¿James?

James levantó la mirada hacia su padre, con los ojos abiertos de par en par.

—¿Sí?

—Cuenta a la directora lo que hemos visto y haz que Titus se encuentre conmigo en la entrada de ese camino en cinco minutos. No corras. No sabemos lo que está pasando y no hay necesidad de causar ninguna alarma aún. Solo camina rápido y cuéntales lo que te he dicho. ¿De acuerdo?

James asintió enérgicamente, y después volvió por el camino por el que él y su padre habían venido, recordándose a sí mismo no correr. Mientras subía los escalones, presionando a través de la multitud que salía, sin saber siquiera aún quien había ganado el partido, comprendió lo absolutamente satisfecho que estaba de que su padre le hubiera creído. En alguna pequeña parte de su mente, a James le había estado preocupando que su padre dudara de él, quizás incluso que despreciara sus preocupaciones. Pero había contado con la esperanza de que su padre le conociera mejor que eso, de que confiaría en él. Y eso había sido precisamente lo que había hecho, había bajado al campo a investigar al desconocido sin ninguna pregunta y sin dudar. Por supuesto, así era como trabajaban los aurores. Investigar primero, después hacer preguntas si hace falta. Aún así, James se alegraba extremadamente de que su padre hubiera confiado lo suficiente en él como para ir tras el hombre basándose solo en la palabra de James.

A pesar de su alivio ante la respuesta de su padre, sin embargo, James estaba seriamente decepcionado porque el hombre hubiera escapado tan fácilmente. De algún modo, sabía que Harry y Titus no encontrarían ninguna señal del hombre, ni ninguna pista de adónde había ido. Entonces James se encontraría justo como al principio, con nada más que el breve vistazo de una persona sobre el campo de Quidditch para respaldar su historia.

Pensando en eso, finalmente alcanzó a Titus Hardcastle y al resto del grupo. Cuando le pasó el mensaje de Harry, Titus se disculpó con una palabra y se dirigió enérgicamente escaleras abajo, con la mano en el bolsillo para mantener su varita dentro de él. McGonagall y los oficiales del Ministerio escucharon la explicación de James sobre hombre al que Harry y él habían visto en el campo, la directora con una mirada de severa atención, la señorita Sacarhina y el señor Recreant con miradas de franca perplejidad.

—¿Dices que tenía algún tipo de cámara, querido muchacho? —preguntó Sacarhina suavemente.

—Sí, las he visto antes. Hacen películas. Estaba filmando el partido.

Sacarhina miró a Recreant con una extraña expresión que James tomó por incredulidad. No le sorprendía, y no le importaba en realidad. Estaba más preocupado porque McGonagall le creyera. Estuvo a punto de decirle que era el mismo hombre al que accidentalmente había lanzado a través de la ventana de una patada, pero algo en la expresión de la cara de Sacarhina hizo que se decidiera a esperar a que estuvieran en privado.

De camino otra vez escaleras abajo, flanqueado por McGonagall, los oficiales del Ministerio, y los profesores de Alma Aleron, James finalmente se enteró del resultado. Resulta que Ravenclaw había ganado el partido. James se sintió molesto y humillado, pero le reconfortó saber que al menos era probable que Zane estuviera pasando una buena tarde.

Cuando alcanzaron el camino que conducía de vuelta al castillo, la directora McGonagall se separó de los demás.

—Profesores e invitados, por favor siéntase libres de volver al castillo por su cuenta. Yo prefiero atender esta situación en persona —dijo enérgicamente y se giró para cruzar el campo. James la siguió a toda prisa. Cuando la alcanzó, ella bajó la mirada hacia él.

—Supongo que sería una estupidez decirte que esto no es asunto para un estudiante de primer año —dijo, aparentemente escogiendo, contra su buen juicio, no enviar a James de vuelta al castillo—. Siendo tu padre el auror a cargo, probablemente preguntara por qué estás allí y no aquí. Uno se pregunta cómo es capaz de mantener la cabeza recta sobre los hombros sin la señorita Granger para enderezársela.

A James le llevó un momento comprender que la "señorita Granger" era la tía Hermione, cuyo apellido era ahora Wesley. No pudo evitar sonreír ante la idea de que la directora todavía pensaba en su padre, su tía y su tío como jovencitos problemáticos, aunque generalmente agradables.

Para cuando alcanzaron el camino que cortaba entre las gradas Slytherin y Hufflepuff, Harry y Titus habían vuelto ya de su exploración superficial de la zona. McGonagall habló primero.

—¿Alguna señal del intruso?

—Nada por ahora —dijo Hardcastle bruscamente—. Demasiado seco para pisadas y demasiado oscuro para captar su rastro sin un equipo o un perro.

—Señora directora —dijo Harry, y James pudo ver que su padre estaba todavía en modo auror—. ¿Tenemos su permiso para llevar a cabo una búsqueda más exhaustiva de la zona? Precisaríamos la ayuda de un pequeño grupo de su elección.

—¿Crees que este individuo es una amenaza? —preguntó la directora a Harry antes de responder.

Harry extendió las manos y se encogió de hombros.

—No hay forma de saberlo sin más información. Pero sé que el hombre al que vi era demasiado mayor para ser un estudiante, no lo reconocí como miembro del personal o el profesorado. Llevaba la capa de un miembro del equipo de apoyo como intento de disfraz, así que indudablemente se ocultaba de alguien, o de todo el mundo. Y James dice que había visto a esta persona en los terrenos antes.

Todo el mundo miró a James.

—Era ese del que le hablé la otra mañana, señora —explicó James, dirigiéndose a la directora—. Estoy seguro. Tenía vendas en el brazo y la cara. Creo que se hizo daño cuando le pateé a través de la ventana.

—Sabía que sería una historia interesante —murmuró Harry, conteniendo una sonrisa.

—Pero indudablemente, señor Potter, señor Hardcastle —dijo MacGonagall, mirando a los adultos—, comprenden que no hay forma concebible de que alguien pueda haber traspasado el perímetro protector de la escuela. Fuera quien fuera debe habérsele permitido estar en los terrenos, de otro modo...

—Tienes razón, Minerva —dijo Harry—. Pero el individuo al que vi no actuaba como si creyera que le estaba permitido estar aquí. Así que la pregunta es, ¿si se le permitió entrar, quién le dio permiso, y cómo? Esas son preguntas que me gustaría mucho responder, pero nuestra única esperanza de hacerlo reside en que comencemos una búsqueda por los terrenos inmediatamente.

McGonagall sostuvo la mirada de Harry, asintiendo a regañadientes, después más segura.

—Por supuesto. ¿A quién necesitas?

—Hagrid, para empezar. Nadie conoce estos terrenos como él, y por supuesto Trife. Me gustaría que nos dividiéramos en tres equipos: Hagrid con Trife y yo mismo dirigiendo un equipo al interior del Bosque Prohibido, y Titus dirigiendo otro equipo alrededor del perímetro del lago. Necesitamos más ojos para buscar indicios. Lástima que Neville esté fuera esta noche.

—Podría convocarle de vuelta —comentó Hardcastle.

Harry sacudió la cabeza.

—No creo que sea necesario. Buscamos a un solo individuo, posiblemente un muggle. Todo lo que necesitamos son un par de personas que sepan cómo seguir un rastro. ¿Qué tal Teddy Lupin y tú, James?

James intentó no parecer demasiado complacido, pero un ramalazo de orgullo le traspasó. Asintió hacia su padre con la cabeza con lo que esperaba fuera presteza y confianza, en vez de frívola excitación.

—¿La escuela tiene algún hipogrifo en este momento, madame? —retumbó la voz de Titus—. Una vista desde el cielo es lo que necesitamos aquí. Si el hombre ha estado antes en los terrenos, debe estar acampando cerca.

—No, ninguno en este momento, señor Hardcastle. Tenemos thestrals, por supuesto.

Harry negó con la cabeza.

—Demasiado ligeros. Los Thestral solo pueden llevar a una persona, y a nadie tan pesado como Titus o yo. Hagrid rompería a cualquiera de ellos directamente por la mitad.

James estaba pensando con fuerza.

—¿Cómo de alto tiene que ser?

Hardcastle miró de reojo a James.

—Más alto que un hombre realmente sería una cuestión a tener en cuenta. Lo bastante alto como para tener una vista de pájaro del suelo, pero lo bastante lento como para poder estudiarlo. ¿Tienes una idea? Escúpela, hijo.

—¿Y qué hay de los gigantes? —dijo James después de una pausa. Le preocupaba que fuera una idea estúpida. Más que nada, temía perder el respeto que su padre le había mostrado al invitarle a participar en la búsqueda—. Está Grawp, que es tan alto como algunos árboles, y su nueva novia. Hagrid dice que ella es incluso más grande.

Hardcastle miró a Harry con una expresión ilegible. Harry pareció considerarlo.

—¿Cuánto crees que tardará Hagrid en traerlos aquí? —preguntó, dirigiendo la pregunta a la directora.

—Indudablemente eso es algo que vale la pena preguntar —dijo ella, un poco picaronamente—. Ya que no tenía ni idea de que ahora teníamos dos gigantes viviendo entre nosotros. Iré y requeriré sus servicios a Hagrid personalmente. —Se giró hacia James—. Ve y trae al señor Lupin, y no le cuentes a nadie lo que tramas. Ambos os encontraréis con tu padre en la cabaña de Hagrid con capa y varita dentro de quince minutos. Yo tendré que volver al castillo para ocuparme de nuestros invitados.

—Y James —dijo Harry, sonriendo con esa sonrisa ladeada suya—. Ahora puedes correr.

James estaba sin aliento para cuando alcanzó la sala común. Encontró a Ted todavía con su jersey de Quiddich rumiando su melancolía con varios jugadores más en el nicho de una esquina.

—¡Ted, ven aquí! —llamó James, cogiendo aliento—. No tenemos mucho tiempo.

—Esa no es forma de entrar en una habitación —dijo Sabrina, girándose para ver a James sobre el respaldo del sofá—. Uno podría tener la inconfundible impresión de que estás tramando algo.

—Lo estoy. Lo estamos —dijo James, inclinándose hacia adelante, con las manos en las rodillas—. Pero no puedo contároslo ahora mismo. No me está permitido. Después. Pero quieren que vengas, Ted. Se supone que tenemos que estar en la cabaña de Hagrid en cinco minutos. Con varita y capa.

Ted se levantó de un salto, aparentemente feliz de olvidar la primera derrota de la temporada y siempre listo para apuntarse a una aventura.

—Bueno, todos sabíamos que este día llegaría. Finalmente mis habilidades únicas e intuitivas están siendo reconocidas. Os regalaremos con la historia de nuestra aventura, asumiendo que vivamos para contarla. Tú primero, James.

Ted se metió la varita en el bolsillo y se colgó la capa del hombro. Mientras ambos chicos salían a través del agujero del retrato, James todavía jadeando, Ted pavoneándose y apretando la mandíbula, Sabrina les llamó.

—Traed más cerveza de mantequilla cuando volváis, oh poderosos guerreros.

—¡Eh, Ted, gran partido!

Ted gruñó, molesto porque se lo recordaran.

—¿Adónde vais? —preguntó Zane, trotando para mantener el paso de James y Ted.

—A la aventura y al peligro mortal, creo —replicó Ted—. ¿Quieres venir?

—¡Sí! ¿Cuál es el plan?

—¡No! —exclamó James—. Lo siento. Se supone que no tenía que contárselo a nadie más que a Ted. Mi padre dijo...

Las cejas de Zane se dispararon hacia arriba.

—¿Tu padre? ¡Genial! ¡Asuntos serios de aurores! Vamos, no puedes correr a tener aventuras al estilo Harry Potter sin tu camarada Zane, ¿verdad?

James se detuvo en medio del vestíbulo, exasperado.

—¡Vale! Puedes seguirnos, pero si papá dice que tienes que volver lo harás sin quejarte, ¿está claro?

—¡Woohoooo! —gritó Zane, corriendo por delante de ellos mientras bajaban los escalones hasta el patio—. Vamos, tíos. ¡La aventura nos espera!

Harry y Titus Hardcastle estaban de pie junto a la cabaña de Hargid con las varitas iluminadas cuando los tres chicos llegaron.

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