Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
Franklyn suspiró.
—Uno nunca tiene demasiados amigos o demasiadas fuentes, señor Potter. Yo no soy auror, y no tengo ninguna autoridad real o jurisdicción policial ni siquiera en mi propio país. Sólo soy un viejo profesor. Los viejos profesores, sin embargo, con frecuencia son subestimados, como indudablemente sabe. Los viejos profesores ven bastante.
—¿Tienen su propia versión del Elemento Progresivo en Alma Aleron?
—Oh, más que eso, desafortunadamente. Para la mayor parte de los estudiantes e incluso del profesorado, los hechos de Voldemort y sus mortífagos están abiertos a conjeturas. Es increíble el poco tiempo que debe pasar antes de que una cierta clase de mentalidad sienta que es seguro dar la vuelta a la historia.
—El Elemento Progresivo sabe que aquí tiene que ser muy cuidadoso —dijo Harry en voz baja—. Todavía vive suficiente gente que recuerda de primera mano a Voldemort y sus atrocidades. Suficiente gente todavía recuerda a familiares y amigos perdidos, muertos a manos de sus mortífagos. Aún así, el atractivo de desafiar el status quo, cualquiera que pueda ser este, es fuerte en la juventud. Es natural, pero típicamente de corta vida. La historia dirá, como dicen.
—La historia es basura —dijo Franklyn asqueado—. Yo debería saberlo. He vivido durante buena parte de ella, y puedo decirte, ciertamente, que algunas veces, de hecho, hay mucho trecho entre lo que se recoge y lo que realmente ocurrió.
—Espero que eso sea la excepción y no la regla —declaró Harry.
Franklyn suspiró y dobló una esquina.
—Supongo. La cuestión es, sin embargo, que las excepciones dan a alborotadores como el Elemento Progresivo la munición que necesitan para desafiar cualquier información histórica que deseen. La historia de Voldemort y su ascenso al poder, como sabemos, no encaja en su agenda. Así que, cuidadosamente la atacan, plantando la semilla de la duda entre mentes tan poco profundas como para creer tales distorsiones.
—Suena —dijo Harry, manteniendo la voz baja y cortés— como si tuviera una idea bastante clara de cual es su agenda.
—Por supuesto que la tengo, y usted también, señor Potter. La agenda no ha cambiado en mil años, ¿no?
—No, no lo ha hecho.
—Harry Potter —Franklyn se detuvo en la oscuridad del pasillo, mirando a Harry a la cara—. Incluso ahora, una considerable minoría en mi país cree que Lord Tom Riddle, como ellos prefieren llamarle, ha sido injustamente demonizado por aquellos que le derrotaron. Prefieren creer que Voldemort era un héroe revolucionario, un libre pensador, cuyas creencias eran simplemente demasiado para que la tradicional clase gobernante las tolerara. Creen que fue destruido porque amenazaba con mejorar las cosas, no con empeorarlas, pero que los ricos y poderosos se resisten incluso a un cambio a mejor.
James, de pie a varios pasos de distancia, oculto bajo la capa, pudo ver la mandíbula de su padre tensarse mientras Franklyn hablaba. Pero cuando Harry respondió, su voz permaneció tranquila y mesurada.
—Sabes que eso son mentiras y distorsiones, asumo.
—Por supuesto —dijo Frankly, ondeando una mano despectivamente, casi furiosamente—. Pero la cuestión es que son mentiras
atractivas
para un cierto tipo de personas. Aquellos que predican estas distorsiones saben como apelar a las emociones del populacho. Creen que la verdad es un alambre que doblar a su voluntad. Su agenda es lo único que les preocupa.
Harry permaneció estoico e inmóvil.
—¿Y la agenda, crees tú, es la dominación del mundo muggle?
Franklyn rió bastante ásperamente, y James pensó en la asquerosa risita del profesor durante la cena, cuando discutía los poderes de Madame Delacroix.
—No les oirás decirlo. No, son taimados estos días. Reclaman ser exactamente lo opuesto. Su grito proselitista es igualdad absoluta entre los mundos muggle y mágico. Total divulgación, la abolición de todas las leyes de secretismo y no competición. Predican que cualquier otra cosa es injusta para los muggles, un insulto a ellos.
Harry asintió sombríamente.
—Como vemos aquí. Por supuesto, es un arma de doble filo. Prejuicio e igualdad en un mismo mensaje.
—Ciertamente —estuvo de acuerdo Franklyn, reasumiendo su paseo por el corredor—. En América, estamos viendo el resurgir de historias sobre brujas y magos capturados por científicos muggles, torturados para descubrir el secreto de su magia.
—¿Un retroceso a los viejos juicios de Salem? —preguntó Harry.
Franklyn rió, y esta vez no había malicia en ello.
—Difícilmente. Aquellos eran los buenos viejos tiempos. Claro, las brujas fueron sometidas a juicio, y montones de ellas ardieron, pero como ya sabes, ninguna bruja que se precie de su varita se dejaría dañar por una hoguera muggle. Se quedaban entre las llamas y chillaban un rato, solo para dar a los muggles un buen espectáculo, después se transportaban de la pira a su propia chimenea. Ese fue el origen de la red Flu, por supuesto. No, actualmente las historias de brujas y magos capturados y sistemáticamente torturados son puras fabulaciones. Eso no tiene importancia para los fieles, sin embargo. La cultura del miedo y el prejuicio funciona mano a mano con su misión de "igualdad". La transparencia total, reclaman, traerá paz y libertad. Continuar el programa de secretismo, por otro lado, solo puede traer más ataques sobre la sociedad mágica por parte del crecientemente invasivo mundo muggle.
Harry se detuvo junto a una ventana.
—¿Y una vez consigan su meta de total transparencia con el mundo muggle?
—Bueno, solo hay un único resultado para eso, ¿verdad? —respondió Franklyn.
La cara de Harry estaba pensativa a la luz de la luna.
—Muggles y magos transcenderían en competiciones y celos, como ocurrió eones atrás. Los magos oscuros se asegurarían de ello. Empezaría como pequeños desafíos y estallidos. Se aprobarían leyes, obligando a un tratamiento igualitario, pero esas leyes se convertirían en base para nuevas argumentaciones. Los magos exigirían ser colocados en las estructuras de poder muggles, todo en nombre de la "igualdad". Una vez allí, empujarían para lograr un mayor control, más poder. Vencerían sobre los líderes muggles, utilizando promesas y mentiras donde pudieran, amenazando y con la maldición Imperious donde no pudieran. Finalmente, el orden se derrumbaría. Inevitablemente, habría una guerra total. —La voz de Harry se había suavizado, considerándolo. Se giró hacia Franklin, que estaba observándole, con cara tranquila pero temerosa—. Y eso es lo que quieren, ¿verdad? Guerra con el mundo muggle.
—Eso es lo que siempre han querido —estuvo de acuerdo Franklyn—. La lucha nunca se detiene. Solo tiene diferentes capítulos.
—¿Quién está involucrado? —preguntó Harry simplemente.
Franklyn suspiró de nuevo, profundamente, y se frotó los ojos.
—No es tan simple. Es virtualmente imposible decir quienes son los instigadores y quienes los seguidores. Hay algunos individuos a los que sería instructivo observar estrechamente, sin embargo.
—Madame Delacroix.
Franklyn levantó la mirada, estudiando la cara de Harry. Asintió.
—Y el profesor Jackson.
James jadeó, y después se apretó la mano sobre la boca. Su padre y el profesor Franklyn estaban de pie muy quietos. James estaba seguro de que le habían oído. Entonces, Harry habló de nuevo.
—¿Alguien más?
Franklyn sacudió la cabeza lentamente.
—Por supuesto. Pero entonces tendrías que vigilar a todo el mundo y a todo. Es como una infestación de cucarachas en las paredes. Puedes vigilar las grietas, o quemar la casa. Elige al gusto.
James retrocedió muy cuidadosamente, entonces, cuando estuvo seguro de estar fuera de alcance del oído, giró y volvió sobre sus pasos de vuelta a las habitaciones de los americanos. Su corazón palpitaba tan pesadamente que había estado seguro de que su padre o el profesor Franklyn lo oiría.
Sabía que el así llamado Elemento Progresivo no era bueno, pero ahora sabía además que debían ser ellos los que estaban planeando el retorno de Merlinus Ambrosius, creyendo que él les ayudaría a lograr su falsa meta de igualdad, que conduciría inevitablemente a la guerra. Merlín había dicho que volvería cuando el equilibrio entre muggles y magos estuviera "
maduro para sus manos
". ¿Qué más podía significar eso? No le había sorprendido que Madame Delacroix pudiera estar involucrada en un complot semejante. ¿Pero el profesor Jackson? James había llegado a simpatizar con el profesor, a pesar de su duro exterior. Era difícil imaginar que Jackson pudiera estar planeando en secreto la dominación del mundo muggle. Franklyn tenía que estar equivocado con él.
James pasó corriendo ligeramente las habitaciones de los americanos, buscando la puerta de la habitación de invitados en la que él y su padre se alojaban. Con una súbita puñalada de miedo, recordó que la puerta se había desvanecido cuando él había salido. Era una habitación mágica, después de todo. ¿Cómo se suponía que iba a volver a entrar? Tenía que estar dentro de la habitación, aparentemente dormido, para cuando su padre volviera. Se detuvo en el pasillo, sin estar siquiera seguro de en que pared había aparecido la puerta. Miró alrededor impotente, incapaz de evitar buscar alguna pista sutil o indicio de donde podía ocultarse la puerta. ¿Qué había dicho su padre? ¿La Sala de Menesteres? Esta vez se había acordado de su varita. La sacó y sacudió la mano sacándola de debajo de la capa, revelándola.
—Uh —empezó, susurrando ásperamente y señalando con la varita a la pared—. Sala de Menesteres... ¿ábrete?
No ocurrió nada, por supuesto. Y entonces James oyó un ruido. Sus sentidos se habían vuelto casi dolorosamente agudos mientras su cuerpo se llenaba de adrenalina. Escuchó, con los ojos abiertos de par en par. Voces. Franklyn y su padre ya volvían. Debían haber empezado el viaje de vuelta casi en el mismo momento exacto que James, pero un poco más lento. Les oyó hablar con voces bajas, probablemente mientras estaban de pie junto a la puerta de las habitaciones de Franklyn. Su padre volvería en cualquier momento.
James pensó furiosamente. ¿Qué había hecho su padre para abrir la puerta? ¿Solo había estado de pie ahí, no, un momento, esperando, y entonces
bang
, ahí estaba la puerta? No, recordó James, había hablado primero. Y paseado un poco. James evocó la noche en su memoria, intentando recordar qué había dicho su padre, pero estaba demasiado azorado.
Una luz floreció al final del corredor. Se aproximaban pasos. James miró corredor abajo frenéticamente. Su padre se estaba aproximando, con la varita iluminaba pero baja, con la cabeza agachada. James recordó que tenía su propia varita empuñada, el brazo fuera de la capa. Lo metió dentro de un tirón tan rápida y silenciosamente como pudo, arreglando la capa para que le cubriera completamente. Era inútil. Su padre entraría en la habitación y vería que James no estaba allí. ¿Quizás pudiera seguirle y reclamar que había ido a su habitación a coger un libro que necesitaba? Casi gimió en voz alta.
Harry Potter se detuvo en el pasillo. Alzó la varita y miró a la pared.
—Necesito entrar en la habitación donde mi hijo duerme —dijo. No ocurrió nada. Harry no pareció sorprenderse.
—Hmm —dijo, aparentemente para sí mismo—. Me pregunto por qué no se abre la puerta. Supongo... —Miró alrededor alzando las cejas y sonriendo ligeramente—, que es porque mi hijo no está durmiendo en la Sala de los Menesteres en absoluto, sino que está aquí de pie en el pasillo conmigo, bajo mi Capa de Invisibilidad, intentado tan duro como puede recordar cómo demonios se abre la puerta. ¿Cierto, James?
James dejó escapar el aliento y se quitó de un tirón la Capa de Invisibilidad.
—Lo has sabido todo el tiempo, ¿verdad?
—Lo supuse cuando oí tu jadeo ahí abajo. No lo supe seguro hasta el truco con la puerta. Vamos, entremos —rió Harry Potter cansadamente. Paseó tres veces y pronunció las palabras que abrieron la Sala de los Menesteres y entraron.
Cuando ambos estaban en sus camas, James en la litera de arriba, mirando al oscuro techo, Harry habló.
—No tienes que seguir mis pasos, James. Espero que lo sepas.
James tensó la mandíbula, no estaba listo para responder a eso. Escuchó y esperó.
—Estabas ahí abajo esta noche, así que oíste al profesor Franklyn —dijo finalmente Harry—. Hay una parte de lo que dijo que quiero que recuerdes. Siempre hay complots y revoluciones en marcha. La batalla es siempre la misma, solo que con diferentes capítulos. No es tu misión salvar el mundo, hijo. E incluso cuando lo haces, él vuelve a ponerse en peligro una y otra y otra vez. Es la naturaleza de las cosas.
Harry hizo una pausa y James le oyó reír quedamente.
—Sé lo que se siente. Recuerdo el gran peso de la responsabilidad y la intoxicante emoción de creer que yo era el elegido que detendría al mal, que ganaría la guerra, la batalla por el bien último. Pero James, incluso entonces, no era solo deber mío. Era la lucha de todos. Todo el mundo hizo sacrificios. Y están aquellos que sacrificaron mucho más que yo. No es deber de un sólo hombre salvar el mundo. E indudablemente no es deber de un niño que no puede aún ni siquiera figurarse como abrir la Sala de los Menesteres.
James oyó movimiento en la litera de abajo. Su padre se puso en pie, su cabeza se alzó para mirar a James en la litera superior. En la oscuridad, James no pudo adivinar su expresión, pero la conocía no obstante. Su padre lucía una sonrisa ladeada y sabedora. Su padre lo sabía todo. Su padre era Harry Potter.
—¿En qué piensas, hijo?
James tomó un profundo aliento. Quería contarle a su padre todo lo que había visto y oído. Lo tenía en la punta de la lengua, todo sobre el intruso muggle, y el fantasma de Cedric Diggory, y el secreto de Austramaddux, el plan para el retorno de Merlín y su uso para empezar una guerra definitiva con los muggles. Pero al final, decidió que no. Sonrió a su padre.
—Lo sé, papá. No te preocupes por mí. Si decido salvar al mundo yo solito, os enviaré a mamá y a ti una nota antes, ¿vale?
Harry sonrió abiertamente y sacudió la cabeza, sin creérselo realmente pero sabiendo que no servía de nada presionar más. Volvió a ocupar la litera de abajo.
Cinco minutos después, James habló en la oscuridad.
—Eh, papá, ¿hay alguna posibilidad de que me dejes quedarme la Capa de Invisibilidad el primer año de escuela?