Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
Delacroix miraba ciegamente a un punto sobre el hombro de Franklyn, su cara era una máscara sombría de cólera. Entonces sonrió, y como James había visto el día de la llegada de los americanos, la sonrisa transformó su cara.
—Oh, querido profesor Franklyn, cuenta tales historias —dijo, y su extraño acento bayou pareció incluso más acentuado de lo normal—. Mis habilidades nunca fueron tan grandes como dice, y son mucho menores ahora que soy la vieja que ven ante ustedes. Si pudiera proyectar tal visión, no creo que se me ocurriera dejar que nadie me viera como realmente soy.
La tensión en la habitación se rompió y hubo risas. Franklyn sonrió un poco tensamente, pero dejó que el momento pasara.
Después del postre, Harry, James y el resto de los hogwartianos se retiraron de nuevo a la sala común, donde el Aparato de Acumulación de Luz Solar de Franklyn había reproducido una condensada y brillante versión de la Vía Láctea. Iluminaba la habitación con un brillo plateado tan fuerte que James pensó que casi podía sentirlo en la piel. Jackson ofreció a los adultos un cocktel tras la cena, en copas diminutas. Neville a penas lo tocó. La señorita Sacarhina y el señor Recreant tomaron pequeños sorbos y mostraron sonrisas bastante tensas. Harry, después de sostenerlo a contraluz para mirar a través del líquido ámbar, so la bebió de un trago. Entrecerró los ojos y sacudió la cabeza, después miró inquisitivamente a Jackson, incapaz de hablar.
—Sólo un poco del más fino licor de Tenessee, con algo de lagarto de fuego —explicó Jackson.
Finalmente, Harry agradeció la velada a los americanos y deseó buenas noches.
Volviendo sobre sus pasos a través de oscurecidos corredores, Harry caminó con la mano sobre el hombro de James.
—¿Quieres quedarte conmigo en las habitaciones de invitados, James? —pregunto—. No puedo garantizar que pueda verte después de esta noche. Estaré ocupado todo el día de mañana, reunido con los americanos, evitando que nuestros amigos del Departamento de Relaciones Internacionales provoquen un "incidente internacional" ellos mismo, y después de vuelta a casa otra vez. ¿Qué me dices?
—¡Claro! —estuvo de acuerdo James instantáneamente—. ¿Dónde están tus habitaciones?
Harry sonrió.
—Mira —dijo quedamente, deteniéndose en medio del pasillo. Se giró y paseó ociosamente, contemplando pensativamente el techo oscuro—. Necesito... una habitación realmente guay con un par de camas para que mi chico y yo durmamos esta noche.
James miraba a su padre enigmáticamente. Varios segundos pasaron mientras Harry continuaba paseando adelante y atrás. Parecía estar esperando algo. James estaba a punto de preguntarle qué pasaba, cuando oyó un ruido repentino. Un roce débil y un retumbar que provenían de la pared que había tras él. Se dio la vuelta justo a tiempo de ver la piedra alterarse y cambiar, formando una enorme puerta que no había estado ahí un momento antes. Harry bajó la mirada hacia su hijo, sonriendo sabedoramente, después extendió el brazo y abrió la puerta. Dentro había un gran apartamento, completado con un juego de literas con dosel, pósters de Gryffindor en las paredes, un armario que contenía el baúl de Harry y la túnica escolar de James, y un baño totalmente equipado. James atravesó la puerta, abriendo y cerrando la boca, sin palabras.
—La Sala de los Menesteres —explicó Harry, dejándose caer sobre un sofá bajo y acolchado—. No puedo creer que nunca te haya hablado de ella.
James estaba listo para irse a la cama, pero su padre simplemente se cambió y se puso un par de vaqueros, un jersey y se refrescó en el lavabo.
—Tengo que salir un rato —dijo a James—. Después de la cena de hoy, el profesor Franklyn me pidió que me reuniera con él en privado. Quería algún tiempo para discutir unas pocas cosas fuera de las reuniones oficiales de mañana. —Había algo en la forma en que Harry lo dijo que indicó a James que su padre prefería una charla privada a una reunión oficial de todos modos—. No debería llevar mucho, y estaré justo pasillo abajo, en las habitaciones de los americanos. ¿Desayuno mañana tú y yo?
James asintió felizmente. Todavía no se había obligado a sí mismo a contar a su padre su fallo abismal en el campo de Quidditch, y se alegraba de aplazarlo tanto como fuera posible.
Cuando Harry se fue, James se tendió en la litera superior, pensando en los acontecimientos de la noche. Recordó la súbita mezquindad de Franklyn, que le había sorprendido. Era un cambio de carácter casi tan grande como el de la reina vudú, Madame Delacroix, cuando sonreía. Pensar en Madame Delacroix le recordó a James la forma en que había servido el
gumbo
, a ciegas, manejando el cucharón con su espeluznante varita negra, sin derramar nunca una gota.
James comprendió que simplemente estaba demasiado excitado para dormir. Bajó de la litera y rondó por la habitación intranquilo. El baúl de su padre estaba abierto al fondo del armario. James miró dentro ociosamente, entonces se detuvo y miró más atentamente. Supo lo que era en cuando la vio, pero le sorprendió que su padre la hubiera traído con él. ¿Qué uso podría darle aquí? James lo consideró. Finalmente, metió la mano en el baúl y retiró la Capa de invisibilidad de su padre, que se desplegó fácilmente.
¿Cuántas veces habría explorado el joven Harry Potter los terrenos de Hogwarts a salvo oculto bajo esta capa? James había oído suficientes historias de su padre, tío Ron y tía Hermione, como para saber que esta era una oportunidad que no debía desaprovecharse. ¿Pero adónde ir?
Pensó un momento, y después sonrió con una larga y maliciosa sonrisa. Se deslizó la capa sobre la cabeza, justo como solía hacer en las raras ocasiones en las que Harry le dejaba jugar con ella. Se desvaneció. Un momento después, la puerta de la Sala de los Menesteres pareció abrirse por sí misma, meciéndose lentamente sobre sus enormes goznes. Después de una pausa, se cerró de nuevo, cuidadosa y silenciosamente.
De puntillas, se dirigió a las habitaciones de los representantes de Alma Aleron. Solo había recorrido medio pasillo cuando se produjo un ligero movimiento. La Señora Norris, el horrible gato de Filch, había cruzado velozmente el pasillo que cortada con el corredor veinte pasos adelante. James se detuvo, conteniendo el aliento en el pecho.
—¿No deberías estar ya muerta por estas fechas, tú, vieja muestra de alfombra infestada de ratas? —susurró para sí mismo, maldiciendo su suerte. Entonces algo peor, la voz de Filch llegó resonando pasillo abajo.
—¿Qué es querida? —dijo con voz cantarina—. No dejes que esas pequeñas alimañas escapen. Dales una lección que hará que sus pequeños bigotes de ratón tiriten de miedo. —La sombra de Filch cruzó el suelo de la intersección, ondeando la mano mientras se aproximaba.
James sabía que era invisible, pero no pudo evitar la sensación de que debía aplastarse contra la pared.
Avanzó furtivamente por un espacio estrecho entre una puerta y una armadura, intentando mantener la respiración superficial y silenciosa. Espió por el codo de la armadura.
Filch atravesaba la intersección, con paso más bien inestable.
—Has encontrado un escondrijo, ¿verdad, preciosa? —preguntó a la invisible Señora Norris. Metió la mano en su abrigo y sacó un frasco plateado. Tomó un sorbo, se limpió la boca con la manga, y después volvió a enroscar la tapa—. Ahí están, viniendo por aquí de nuevo, querida. Vamos, vamos.
Dos ratones se escabulleron por la intersección, saltando y esquivando mientras se aproximaban a los pies de Filch. La Señora Norris saltó al ataque, cayendo sobre ellos, pero los ratones escaparon, corriendo rápidamente a lo largo de la pared hacia donde James estaba oculto. La Señora Norris los siguió, gruñendo. Para gran desazón de James, los ratones se escabulleron tras la armadura y se colaron bajo la Capa de Invisibilidad. Sus frías patitas corrieron sobre los pies descalzos de James, después se detuvieron entre sus pies, olisqueando el aire como presintiendo un lugar oculto. James intentó empujarlos fuera de la capa con los pies, pero se negaban a irse.
La Señora Norris recorría el pasillo atentamente, sus bigotes sacudiéndose. Se agazapó a lo largo de la base de la armadura, con una pata extendida, después saltó alrededor, deteniéndose a centímetros del borde de la Capa de Invisibilidad. Miró alrededor, sus ojos centelleaban, presintiendo que los ratones estaban cerca, pero sin verlos.
—No me digas que esos estúpidos animales te han superado, querida —dijo Filch, arrastrándose por el pasillo hacia ellos.
James observaba a la Señora Norris. La gata ya se había tropezado con la Capa de Invisibilidad antes, años antes. James conocía las historias, habiéndolas oído de boca de tía Hermione y tío Ron. Quizás recordara su olor. O quizás estaba sintiendo al propio James, su calor u olor, o el latido de su corazón. Alzó los ojos, entrecerrándolos, como si supiera que él estaba allí y estuviera intentado con fuerza verle.
—No seas mala perdedora, mi querida Señora Norris —dijo Filch, todavía acercándose. Casi estaba lo suficientemente cerca como para tocar a James inadvertidamente si extendía el brazo—. Si han escapado, hablaran a sus amigos roedores de ti. Es una victoria si lo miras bien.
La Señora Norris se acercó más. Los ratones entre los pies de James se estaban poniendo nerviosos. Intentaban ocultarse uno bajo el otro, escurriéndose más atrás entre los pies de James. La Señora Norris alzó una pata. Para horror de James, rozó el borde de la Capa de Invisibilidad con ella. Siseó.
Los ratones, oyendo el siseo, cedieron al pánico. Salieron corriendo de debajo de la capa, pasando directamente entre las patas de la Señora Norris. Esta saltó al verlos, agachándose para observarlos escurrirse pasillo abajo. Filch rió ásperamente.
—¡Te han asustado, preciosa! Nunca lo hubiera esperado. ¡Ahí van! ¡Tras ellos, vamos!
Pero la Señora Norris medio se giró hacia James, con sus malignos ojos naranja entrecerrados, sus pupilas verticales abiertas. Alzó la pata de nuevo.
—¡Vamos, Señora Norris, vamos! —dijo Filch, su humor empezaba a agriarse. La empujó con el pie, enviándola lejos de James y hacia los ratones, que habían desaparecido por el pasillo. El pie de Filch dio con el borde de la capa, apartándola de los pies de James. Este pudo sentir el aire frío en los pies.
La Señora Norris volvió a mirar hacia James y siseó de nuevo. Filch, sin embargo, estaba demasiado embebido como para notarlo.
—Se fueron por ahí, vieja cegata. Nunca habría supuesto que un par de estúpidos animales te harían saltar. Vamos, vamos. Siempre hay más de ellos cerca de las cocinas. —Deambuló entre las sombras del pasillo y finalmente la Señora Norris le siguió, lanzando ocasionales miradas irritadas hacia atrás.
Cuando doblaron la esquila, James exhaló temblorosamente, se tranquilizó, y luego continuó corredor abajo, corriendo ágilmente y sintiéndose extremadamente afortunado.
Cuando alcanzó la puerta de las habitaciones de los americanos esta estaba cerrada y asegurada. En la oscuridad, James podía oír las voces de su padre y Franklyn dentro, pero quedaban amortiguadas y eran ininteligibles. Estaba a punto de seguir y dirigirse escaleras abajo, pensando que quizás encontrara al fantasma de Cedric otra vez, o incluso al intruso muggle, cuando las voces de dentro se hicieron más fuertes. El cerrojo se abrió y James se escurrió fuera del camino, olvidando por un momento que estaba oculto bajo la capa. Se presionó contra la pared en el lado opuesto del corredor justo cuando la puerta se abrió. Franklyn emergió primero, hablando quedamente. Harry le siguió, cerrando la puerta con el sigilo practicado de cualquier buen auror.
Practica el ser silencioso cuando no lo necesites
, había dicho Harry a su hijo en muchas ocasiones,
y no necesitarás pensar en ello cuando lo necesites.
—Encuentro que es más seguro moverse durante una conversación privada —estaba diciendo Franklyn—. Incluso nuestras habitaciones son susceptibles a escuchas por parte de aquellos cuya filosofía difiere de la mía. Al menos de este modo ninguna oreja indeseada puede oír toda nuestra conversación.
—Curioso —dijo Harry—. Pasé tanto tiempo escabulléndome por estos pasillos y salones cuando era estudiante que incluso de adulto me es difícil evitar el instinto de acechar y esconderme, por miedo a poder ser capturado y ganarme un castigo.
Los dos hombres comenzaron a caminar lentamente, aparentemente vagando sin ninguna dirección en particular. James los siguió a una distancia segura, cuidando de no respirar demasiado pesadamente o tropezar contra cualquiera de las estatuas o armaduras alineadas contra las paredes.
—Las cosas no han cambiado mucho, sabes —dijo Franklyn—. Ahora, sin embargo, tenemos cosas peores que un castigo de las que preocuparnos.
—No sé —dijo Harry, y James pudo oír la sonrisa sardónica en su voz—, tuve algunos castigos bastante horribles.
—Mmm —murmuró Franklyn sin comprometerse—. La historia de nuestras dos escuelas incluye a algunos personajes desagradables e innecesariamente horribles. Vuestra señora Umbridge, nuestro profesor Magnussen. Vuestro Voldemort, nuestro... bueno, honestamente, no tenemos nadie en nuestra historia que pueda compararse con él. Ciertamente, fue una terrible amenaza para todos nosotros mientras vivió. Nuestro deber es asegurarnos de que tales cosas no vuelvan a ocurrir.
—¿Asumo que esta reunión, entonces, es una oportunidad de comparar notas sobre tales amenazas? ¿Extraoficialmente, por así decirlo? —preguntó Harry seriamente.