El último patriarca (25 page)

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Authors: Najat El Hachmi

Tags: #Drama

BOOK: El último patriarca
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Bajó medio desnudo y tan sólo dijo: a partir de ahora no quiero que hables con ningún hombre. Que abran tus hermanos si no hay nadie. Pero ¿qué dices, padre? Y en cuanto él me miró supe que iba en serio. Ningún hombre, ¿me oyes? Y si es moro todavía menos, que a esos ya los conozco. Pd, cuya definición duraría toda una página. Paborde, un título eclesiástico. Pabordesa, la directora de una cofradía.

18

PRÓXIM SUPERMERCADOS, COMPRAR ES UN MOMENTO

Yo no sé si me gustaba o no me gustaba el chico que me soplaba en la oreja, pero tenía aquella planta y siempre estaba en el portal del bloque de pisos por donde pasaba para ir a comprar el pan. Se llamabajordi, como tantos otros, y era más bien rubito. De pelo claro. Tardó mucho en soplarme en la oreja, y aún no sé por qué lo hizo.

Laia había dicho: me parece que a Arumí le gustas. Te mira de una forma cada vez que pasamos por delante de él. Yo tenía claro que no le podía gustar a nadie, y todavía menos a uno de aquí de toda la vida. Tenía una premisa que me explicaba el mundo a pesar de sus incongruencias: a los moros les gustan todas las mujeres, pero especialmente las moras. En cambio, a los de aquí no les tenían que gustar nunca las moras. Era contranatural. Si no, ¿cómo se justifica que padre escondiera a su mujer de todas las miradas que no fueran cristianas? Solía decir que uno de aquí no te mirará nunca con esos ojos si sabe que eres una mujer casada o si él lo está.

Había otros motivos para creer que yo no podía gustarle a nadie: 1) Nunca había tenido ningún noviete en clase, algo que ya les había pasado a la mayoría de compañeras a esa edad. 2) Cuando jugábamos al
conqo de la suerte, pim, pam, pum
, nadie me daba nunca un beso, aunque prefería que no me eligiesen a tener que decidir a quién besar. 3) Madre siempre me hacía una trenza larga que ya parecía parte de mi cuerpo, el pelo bien atrás, llevaba gafas y había hecho el cambio tan de prisa que parecía una giganta al lado de mis compañeros del colegio, la madre de todos.

No sé si Arumí se fljó en eso, pero volvía a ser verano y al pasar le había dicho a Laia ¿es que no me presentas a tu amiga, con lo guapa que es? Yo dije ¿te estás cachondeando, o qué? No, no, lo digo en serio, pero siempre me quedó la duda porque lo decía con esa media sonrisa que suele poner.

Le dije a madre que necesitaba ropa, que la que tenía ya no me iba bien, y me compré un conjunto tejano, camisa y pantalones. Le pedí que me cortara el flequillo y ella dijo no es ni la
aixura
, ¿cómo quieres que te corte el pelo? Y no sé qué pasó, que se lo pensó un poco y me hizo un flequillo muy recto, con el pelo mojado que me enmarcaba los ojos. Hasta que se secó y cada rizo se fue por su lado y yo ya parecía un girasol.

Me pasaba la tarde entera delante del espejo, me peinaba y repeinaba una y otra vez, me perfumaba, pero no demasiado, me reventaba los granos que ya daban angustia, me ponía bien las gafas y le decía a madre, ¿quieres que vaya a comprar el pan? O, creo que te harán falta guisantes para la cena, ¿no? ¿Quieres que te los vaya a buscar? Si mañana tienes a Soumisha de invitada más vale que compremos galletas, ¿no? Y aún ahora no sé si sólo lo fingía, que no se daba cuenta de lo que pasaba.

Entonces caminaba hasta que podía distinguir su portal y si no lo veía pensaba mierda, tanto trabajo para nada, y si estaba pensaba mierda, mierda, mierda, ¿y ahora qué? Todas las veces que pasé el corazón me palpitaba tan de prisa que estaba segura de que él lo podía oír.

Era mejor que estuviera solo, esperando a sus amigos, porque así me decía algo, ¿y qué, cómo va todo? ¿Sabes que conozco a tu hermano? Te queda muy bien esa ropa. Si estaba con los demás sólo me decía adiós, y algún día incluso fingió no haberme visto.

Saliendo de la piscina con uno de sus amigos me había mirado tanto rato y tan adentro que temí que fuera verdad que le gustaba. Ya me imaginaba el cataclismo familiar, la niña se nos ha fugado con un cristiano que, además, sellama Arumí, qué tragedia, madre no se recuperaría jamás, padre me buscaría por todas partes con el cuchillo en la mano y diciendo los mataré a los dos y después me quitaré la vida.

Me dio tanto miedo que dije adiós y me fui; él todavía me miraba. Adiós, adiós.

Laia decía, ¿por qué no le dices nada a Arumí?, creo que le gustas de verdad. Y yo que no, que no, que me tomas el pelo y punto. Eso decía padre, que todos los hombres buscan una sola cosa de ti y cuando la tienen, te lanzan como un trapo sucio. No te fíes nunca de ningún hombre, ¿me oyes?, de ninguno.

Seguí yendo a comprar el pan tantas veces como hiciera falta y el corazón me siguió latiendo, pero trataba de esquivar su mirada y sólo quería marcharme corriendo a otro sitio. Escucha, dijo un día, ¿quieres salir conmigo? Mira que eres cruel, le repliqué, y él que no debía de entender nada y yo que aún lo entendí menos. Yo no sabía qué hacer con los sentimientos o con lo que fuera ese barullo que me notaba en algún lado.

Hasta le llamé imbécil, pero era el tiempo de las fiestas de los barrios y en el de Horta Vermella había baile de domingo por la tarde. Un baile lleno de abuelos y abuelas y madre me dejó ir con Laia y con Marta. Él estaba allí con su grupito y cuando sonó la canción de
Quince años tiene mi amarme
vino a buscar. Yo ahora tengo catorce, le dije, pero pronto harás quince, me dijo, y yo no supe nunca cómo se había enterado. Me tendió una mano para bailar y dije no, no. ¿Es que no te gusto ni un poquito? Dije no y ya sé que todo es una broma, que tú y tus amigos os queréis burlar de mí. Deben de estar partiéndose el culo, ¿verdad? No, yo ya te lo dije, que quiero salir contigo.

Me fui y no lo vi más. Sólo en la ventana de su casa, a veces me parecía que me miraba fijamente desde allí, pero estaba demasiado lejos y yo sólo sabía meterme en la cama y llorar.

Hasta que llegaron las fiestas de nuestro barrio y yo me senté en las gradas para ver bailar a la gente. Alguien vino detrás de mí y me cantó al oído,
Proxim supermercados, comprar es un momento, Proxim supermercados
. Me reí tanto que se me puso la piel de gallina y él me sopló en la nuca.
Quad
, relativo a los quads.
Quadem
, conjunto de algunas hojas de papel.
Quaderna
, que ya es demasiado complicado.

19

ÉSTE NO ES MI MUNDO

Todos los vecinos debían de preguntarse por qué llevábamos tantas cosas para ir de viaje. Aquel gran bulto encima del coche, tan cubierto de plásticos, los asientos de detrás llenos de cajas, todo tan repleto que nosotros casi no cabíamos. Es que si vas allí abajo tienes que ir así, explicábamos nosotros, no podemos ir sin nada, ha de ser cargados de este modo.

Cogeríamos el coche al anochecer, para evitar el calor y las colas kilométricas. Padre decía un poco más y madre, que hacía de copiloto, le llenaba el vaso del termo de café con leche. Una y otra vez, pero tenía mucho sueño porque padre siempre ha sido de los que duermen bastante.

Yo me dejaba mecer por el run run de la carretera, pero no sabía cómo poner las piernas entre tantos paquetes y tantos regalos para vete tú a saber quién. Madre había ido incubando el síndrome de Diógenes desde que supo que nos íbamos aquel verano. Jabón, si había una oferta de pastillas de jabón de esas que huelen a hierbas con el envoltorio amarillo, hala, una treintena, o incluso más. Café, del bueno pero no del mejor. Colonias, de las de litro y sólo para los abuelos y las tías, toallas que Soumisha le había traído del mercado a precio de saldo, camisas para los hombres, telas de dos metros, doble de ancho, para hacerse los caftanes. Telas de todos los colores y algunas de color blanco para los vestidos de las abuelas que ellas no sabían que aquí se utilizaban para hacer cortinas. Chocolatinas, Nocilla y quesitos, galletas, caramelos comprados al por mayor.

Al llegar teníamos que ser unos reyes magos, y yo pensé que estaba bien, después de tanto tiempo. Y habíamos tenido que comprar ropa, para los pequeños y para los mayores, que no pareciera que no íbamos bien vestidos allí donde vivíamos. Padre nos llevó a una tienda donde yo no me atrevía ni a traducirle los precios a madre, pero donde la ropa era bonita. Escogí faldas fluorescentes y pantalones por encima de las rodillas.

En el puerto había hombres que se lavaban los pies en las fuentes y rezaban junto al mar. Madre dijo que ya recuperaría las oraciones que no había hecho. Padre durmió hasta que el barco nos engulló, al coche y a la familia.

La frontera se me hizo extraña, y el sabor del aire, tan a tierra. Todo me era familiar y a la vez desconocido. Padre puso música de cuando era joven antes de que llegásemos a la cuesta de la casa blanca y yo recordé que había vivido allí bastante tiempo, entre esas paredes encaladas.

Todo fueron besos, abrazos, emociones que te superaban, la abuela que se mareaba y el abuelo que pinchaba con la barba. Primas a las que no conocía, que decían qué bien, qué alegría volveros a ver, yo que le decía a madre que no puede ser, que mis ojos me engañan.

Yo sólo quería dormir, que todo aquello era demasiado y demasiado diferente y demasiado parecido a tantas cosas que habíamos vivido.

Las atenciones eran excesivas. La abuela había blanqueado las paredes de fuera de la casa, que habían chorreado barro todo el invierno, había puesto un zócalo azul en todas las habitaciones y comprado mesas nuevas sabiendo que por fin, por fin, no sólo regresaba su primer hijo varón sino sus nietos y su querida nuera. Unos nietos a los que aún no conocía pero a los que ya amaba. Debía de sentir que Dios había hecho las paces con ella, después de que le quitara a su hija antes de llevársela a ella, que dicen que lo peor que puede pasarte es que vivas más que un hijo tuyo.

Las primas nos lavaban la ropa en el río, los platos en medio del patio, limpiaban el pescado y cortaban la verdura. A madre no le dejaban hacer nada y ella se vestía con caftanes bonitos, que así era como debían vestir las mujeres de los hombres importantes y ricos. Porque al parecer nosotros éramos ricos.

A mí todo aquello me hizo gracia al principio, pero pronto tuve ganas de volver ya a casa. Se suponía que ése era el lugar del mundo que debería serme más familiar, pero a mí se me hacía un nudo cuando oscurecía.

Padre estaba muy diferente entre sus hermanas y la abuela. Se transformaba en un devoto musulmán y además con sentido del humor. Llevaba chilaba encima de los pantalones y decía que se dejaría barba si no fuera porque sólo tenía en algunas zonas de la cara y habría parecido más judío que musulmán. Se sentaba entre todas ellas y era más poderoso que nunca. Yo pensaba en las hormigas y en qué dirían si lo hubiesen visto así, pero daba igual porque padre había repartido dinero entre todas ellas y, además, había nacido para hacer de gran patriarca.

Sólo con el abuelo tenía algún encuentro no demasiado agradable, pues él le decía mira, tendrías que estar con los hombres a los que has invitado a cenar y no con tanta mtüer. Padre ni respondía, sólo hacía volar objetos. Uno de aquellos vasos fue a estrellarse sobre una pared y la lluvia de cristales minúsculos cayó encima de un recién nacido, hijo de alguna de las tías, que dormía ajeno a todo. Fue un milagro que no le pasara nada, pero habría podido pasar, y su madre ni siquiera se enfadó con él. Dijo aquello de pobre hermano mío que está tan mal, que no está bien.

Ellas parecían entenderlo. Yo no. De repente dijo esta ropa no me gusta y había sido él quien me acompañó a buscarla. Decía qué hace éste aquí y se refería a un primo que vivía cerca y que venía a menudo para ayudar con la instalación eléctrica. Sí que me miraba de esa forma que miran los chicos y hacía bromitas guiñándome el ojo, pero yo no sabía si lo hacía porque era mi primo o qué. ¿Qué hace éste aquí? ¿Es que no ves cómo la mira? Y yo que no entendía nada, porque de hecho era él quien lo hacía venir y me daba vergüenza tener un padre con esas contradicciones.

Empezó a hacerme entrar en la habitación cuando venía alguno de los primos, que es uno de los familiares a los que en principio la ley del patriarca te permite incluso saludar porque es eso, hijo del hermano o de la hermana de tu padre, y se parte de la premisa de que nunca manchará tu honor porque eso sería como manchar el suyo. Padre quiso ir más allá, no quiero que hables con esos buitres, que yo ya sé cómo son los hombres y a estas edades ya comienzan a aprovecharse de las chicas. Todo eso era mucho pensar, y yo sólo quería volver a casa.

Hasta que lo oí en una de esas conversaciones de hermanos y empecé a pensar que aquél no era mi mundo ni lo sería nunca. No sé todavía si padre bromeaba o no. Es que se reían todos juntos y él dijo ven un momento q_ue tenemos que hablar. Mira, tú ya estás en edad de casarte. Pues claro, dijeron sus hermanas, por supuesto, si está hecha una mujerona. Yo no te lo había dicho nunca, pero con tu tía, que Dios la tenga en su gloria, habíamos hablado de ello varias veces y pensamos que como nos hemos querido tanto, qué mejor que su hijo para hacerte de esposo. ¿Qué?

Yo aún no lo entendía y ya pensaba que definitivamente aquél no era mi mundo. Que te cases con él es mejor que ir a parar a una familia extraña a la que no conoces de nada. Yo no me quiero casar. Mis tías se rieron, que todo el mundo se casa tarde o temprano, no puedes quedarte para vestir santos. No me pienso casar ni ahora ni nunca. Y ellas venga a reír y a reír porque no podían entender que alguien pudiera tener una alternativa al matrimonio. Pero padre se reía y yo no sabía si era una de esas cosas que me decía riendo y que después resultaba que iba en serio, como el pañuelo que había acabado quemando en la estufa. Hecho, hablaré con su padre y el próximo verano celebraremos la ceremonia de pedida.
Rabada
, una región del corazón.
Rabada
, un chico que ayuda al pastor.
Rabassa
, una parte del tronco de un árbol.

20

DOS BESOS

No quiero verte por la calle con ningún chico, nunca, que no te vea con ningún chico por la calle. Pero ¿qué pasa cuando tu mejor amigo tiene el inconveniente de ser un chico? ¿Qué pasa cuando es con él con quien pasas los ratos de patio, a él a quien besas cuando te toca el
tú besarás a quien te guste más
? ¿Qué pasa si tenías que hacer un trabajo de clase y te tocaba de grupo él y tenías que enfilar rambla arriba hacia la biblioteca?, no podías decirle tú ve por una acera y yo por la otra que ya nos encontraremos allí, no. Y aún menos si tenía los ojos de color crema y tú sabías que había comido Nocilla para desayunar, comer y cenar mucho tiempo. Y aún menos si te hacía reír y tú pasabas menos tiempo leyendo el diccionario.

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