Read El libro de un hombre solo Online
Authors: Gao Xingjian
Caminas por la calle, hay un cine, compras una entrada sin ni siquiera mirar qué película ponen, necesitas aislarte en un lugar oscuro para sumergirte en tus pensamientos sobre ella. Es una película de acción de Hong Kong, sin ningún interés; cierras los ojos, y los diálogos en cantones, que no comprendes muy bien, acaban por dormirte. Los asientos son amplios y confortables, puedes estirar las piernas. Por suerte, al final has conseguido la libertad de expresión, ya puedes escribir o decir lo que quieras, sin escrúpulos. Quizá deberías escribir sobre todo aquello, como dijo ella, volver al pasado. Deberías mirarte a ti mismo con cierta distancia, como un simple individuo, o como un animal dotado de conciencia, un animal acorralado en la jungla humana.
No puedes quejarte, aprovechas la vida. Por supuesto, has pagado el precio para, ello, pero nada es gratuito, excepto las mentiras y las tonterías. Deberías recurrir a la escritura para explicar tu experiencia, dejar algunas marcas de tu vida, como el esperma que has eyaculado; ¿no has disfrutado contaminando así este mundo? Este mundo te ha oprimido y tú te vengas así, nada más justo.
No sientes rencor. Margarita, ¿sientes tú rencor? Le preguntas si lo siente contra ti. Ella niega con la cabeza y se acuesta sobre tu pubis. Le acaricias el pelo suave y despeinado para incitarla a que se meta tu pene en la boca. Ella dice que es tu esclava, que te pertenece, eres su dueño. Siempre quieres que te den placer, eres menos generoso que ella.
Debes recuperar la calma, mirar ese mundo y a ti mismo con serenidad. El mundo es así y continuará igual. Un hombre solo es realmente poca cosa, lo único que puede hacer es expresarse, nada más.
Te despiertas, han encendido las luces de la sala y los espectadores se dispersan. Sales del cine, llamas a un taxi, vuelves al hotel, y la joven de la recepción te da la llave junto con dos mensajes que esperan contestación. Deben de ser para invitarte a algo. Esta noche no vas a poder comprometerte con nadie más, tienes que cenar con los actores y despedirte de ellos. Ya han limpiado la habitación y no hay rastro de sus ropas, ni sobre la cama ni por el suelo o sobre la mesa, como si nunca hubieras estado ahí con una mujer. Sientes una ligera decepción, te tiendes sobre la cama, las sábanas y las fundas de las almohadas huelen a limpio, el aire acondicionado ronronea dulcemente. Ni el menor rastro de ella ni de su olor. Te gustaría que una cámara de video lo hubiera filmado todo para comprobar que ella realmente ha hecho el amor contigo, que no ha sido una ilusión.
Margarita, llamas a una mujer muy real, no es sólo una voz que viene de tu interior. Ella te ha hecho recordar tu pasado, que ha resurgido con mucha claridad ante tus ojos. Ahora ella se mezcla con tus recuerdos, tus recuerdos frescos o casi olvidados; deseas que vuelvan a aparecer.
En este instante ella está en el avión, y mañana el fin de semana habrá acabado; como te ha dicho, volverá a ser la amante de su jefe. ¿Hará el amor con él como lo ha hecho contigo? Esa puta masoquista, te has enamorado de ella, ya no puedes dejar de pensar en ella, sientes su humedad y su olor, eso te excita. Te gustaría saber si es verdad que la violaron cuando tenía trece años. Quizá sólo lo inventó para seducirte. Puede que se considerara a sí misma como una vil mercancía, o quisiera acompañarte en tus pensamientos, convertirse en tu compañera de corazón, para compartir tu soledad y su sufrimiento.
Quizá deberías escribir todos los recuerdos que ella ha removido en ti y la experiencia de tu vida. Pero ¿vale realmente la pena? No debes malgastar una vez más tu tiempo en algo que no merezca la pena, pero ¿qué vale realmente la pena? ¿Esa obra de teatro que han representado y que representarán de nuevo esta noche, esa obra prohibida en el continente vale la pena? ¿Han valido la pena todos los quebraderos de cabeza que te ha ocasionado? Si no la hubieras escrito, ¿no habrías vivido mejor? ¿Por qué sufrir para escribir?
¿Sólo puedes vivir expresándote? ¿Es realmente la única razón de tu existencia? ¿Sólo eres una máquina de escribir libros, empujado por un orgullo que estropea inútilmente tu vida? Quizás ella tenga razón, se refugia en los placeres de la carne rumiando su sufrimiento, pero, como no consigue librarse de él, se acaba hundiendo. ¿Para qué pedir justicia? Además, ¿dónde se hace justicia? No podrás enfrentarte a este mundo, sólo podrás refugiarte en la escritura, que será de lo único que puedas obtener algo de consuelo y de placer. Y serás como Margarita, que no ha podido resistir y te ha hecho partícipe de su sufrimiento para librarse mejor de él.
Tomas un baño caliente; luego te echas algo de agua fría encima para despertarte. Debes ir a ver la última representación de tu obra, volver a la realidad, comer, beber, charlar y reír, pronunciar en voz alta algunas palabras de aliento para los jóvenes actores y dejarles la difícil tarea de vivir como hombres.
Es una nueva sociedad, totalmente remodelada, ejemplar, resplandeciente y brillante. Todos son trabajadores gloriosos, desde los campesinos descalzos hasta los callistas de los baños públicos, cada uno totalmente integrado dentro de su unidad de trabajo, todos organizados para servir al pueblo, rindiendo al máximo para ser distinguidos como trabajadores modélicos y poder ver sus nombres en el cuadro de honor de los periódicos. No hay desocupados, la prostitución y la mendicidad están prohibidas, las raciones de comida se reparten según las cuotas fijadas para cada tipo de trabajo, no se puede derrochar ni un grano de arroz. Cualquier intento de beneficio personal es atajado de raíz, todos viven gracias a su salario o a sus puestos de trabajo. Todo pertenece a la sociedad, incluido cada trabajador, sometido a una vigilancia severa que no le permite la menor escapatoria. Los enemigos no pueden encontrar refugio en ningún lugar: o son fusilados, o encarcelados, o enviados a las granjas de reeducación por el trabajo. La bandera roja ondea al viento, el reino celeste ideal de la humanidad se ha concretado de ese modo, aunque sólo se trate de su etapa inicial de desarrollo.
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También han conseguido crear al nuevo hombre, un modelo perfecto, un soldado llamado Lei Feng, huérfano, sin padre ni madre, que ha crecido bajo la bandera de cinco estrellas, socorre a los demás, no se preocupa de sí mismo y sacrifica su propia vida. Ese héroe sabe moderar sus deseos, y, al escribir en su diario lo que ha aprendido de la lectura de las obras de Mao, dice que siente una gran admiración por el Partido y que desea ser una pieza más para estandarizar a los ciudadanos. Se exigía que todo el mundo aprendiera de ese héroe, quisiera o no. El tenía sus dudas acerca de ese hombre nuevo; pero, en aquella época, el sistema de confesión ideológica que estaba en vigor en las universidades obligaba a que cada uno se confesara con el Partido. En las sesiones de informe ideológico, debían exponer los sentimientos íntimos, así como los de los demás, e incluso las dudas que tenían. Cayó en la trampa. Se le ocurrió plantear algunas preguntas inconscientes: ¿Se podía ser un héroe sin tener que lanzarse sobre una carga de explosivos y volar en mil pedazos? ¿La utilidad de un motor no era mayor que la de una simple pieza? Sus preguntas provocaron la indignación general de sus compañeros de clase. Las chicas lanzaron gritos estridentes, todos lo criticaron. Por suerte para él, tan sólo se trataba de un debate de clase, su problema no era demasiado grave; pero le sirvió para aprender algo: para comportarse como un hombre había que mentir, la verdad sólo traía graves problemas. Era imposible mantenerse puro, pero tardó bastante tiempo en darse cuenta, gracias a su experiencia y a la de otros. Las experiencias de los demás sólo las comprendemos del todo cuando las hemos vivido, especialmente cuando se trata de sufrimientos; si no, sean cuales sean las experiencias que los demás han vivido, jamás podemos aprender nada de ellas.
Hoy ya no tienes que participar en esas sesiones de debates obligatorios en que te sometían a la autocrítica, tampoco tienes que confesarte y estás muy lejos de esos mitos. Sin embargo, en aquella época, él estaba muy deprimido y tenía ganas de contarle a alguien lo que sentía. Quedó con unos antiguos compañeros de la escuela secundaria que ya estaban en las universidades de Beijing. Se encontraron en el parque de los Bambúes Púrpura, en el barrio del oeste. Todos habían ido a parar a universidades diferentes y ya casi no tenían relación entre ellos. Cuando coincidieron en la escuela, a la edad de la pubertad, todos eran aficionados a la literatura o escribían poemas. En aquel momento también tenían ganas de escaparse de la atmósfera confinada de sus campus para respirar un poco fuera. Habían inaugurado el parque hacía poco tiempo y todavía no estaba muy frecuentado. Al borde del lago había una pequeña casa de té que vendía pasteles, aunque era prohibitiva para unos estudiantes pobres como ellos. Por eso, se sentaron un poco más lejos, al borde del agua, en un lugar tranquilo, bajo la sombra de unos árboles, donde no pasaba nadie. El viento dulce traía el olor del trigo sembrado en las colinas que rodeaban el parque. Probablemente fuera el mes de mayo, época en que madura el trigo.
Datou, a quien todos llamaban Cabeza Gorda, dijo que tenía ganas de escribir una obra de teatro que fuera parecida a
Los baños
de Maiakovski. Lo llamaban Cabeza Gorda porque había sido el campeón del concurso de matemáticas de todas las escuelas de la ciudad y también porque el gorro que siempre llevaba en invierno era una o dos tallas mayor que el de los otros chicos. Después, por suerte, Cabeza Gorda se olvidó de la idea de escribir alguna obra de teatro como
Los baños
, que le habría acarreado un sinfín de problemas, y se dedicó de lleno a las matemáticas. No obstante, nada más publicar dos artículos en inglés en una revista internacional de matemáticas, llegó la Revolución anticultural
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y lo enviaron al campo a cuidar búfalos durante ocho años. Sus problemas no empezaron durante aquel encuentro, sino más tarde, cuando acabó la universidad: se le escapó una frase impertinente en el dormitorio del Instituto de Investigación en que trabajaba y sus compañeros lo denunciaron.
En aquella época, el que desencadenó todos los problemas fue el atolondrado de Cheng Chaqueta. Lo llamaban así porque siempre llevaba una vieja chaqueta que había sido de su padre y que le venía demasiado ancha para su delgado cuerpo. Uno de sus compañeros de dormitorio leyó a escondidas su diario, en el que mencionaba ese encuentro, y lo denunció ante el secretario de la Liga de la Juventud Comunista. Cheng era el único del grupo que pertenecía a la Liga; nadie sabía cómo se había infiltrado en ella. En su diario no mencionaba de qué hablaron durante ese encuentro. Lo que les llamó la atención fueron los comentarios que hacía sobre una mujer, ya que utilizaba un lenguaje que les parecía indecente y obsceno, aunque no quedaba claro si se trataba de una fantasía o de la realidad. Algunos compañeros de su universidad vinieron a interrogarlo y sudó frío.
Durante la reunión del parque, él habló de Ehrenburg y de sus recuerdos del París de principios de siglo, del café en el que se reunían los pintores y los poetas surrealistas, y también de Meyerhold, a quien fusilaron porque se dedicaba al formalismo. Pero los comentarios de Cabeza Gorda los dejaron todavía más estupefactos. Según él, el informe secreto de Jruschov contra Stalin, que leyó en la edición inglesa de
Noticias de Moscú
, era increíblemente estremecedor. Por aquel entonces las revistas en lenguas extranjeras de las bibliotecas universitarias todavía no estaban sometidas a un estricto control. Uno de los cuatro participantes de ese encuentro, que estaba estudiando genética, habló de filosofía india y dijo que la poesía de Tagore ligaba a los hombres con los dioses. Pero cuando lo interrogaron sobre ese encuentro, no le preguntaron nada de esas cosas. Evidentemente, Chaqueta fue leal a la amistad y no los traicionó. Lo que más les importaba era si había mujeres en aquella reunión del parque y si él tenía relaciones con alguna mujer fuera de la universidad. Así pudo salir ileso del peligro que creó aquel único encuentro, que acabó finalmente enterrado en el olvido.
Aunque llevas muchos años en París, nunca se te había ocurrido buscar aquel café en el que se reunían los pintores y los poetas surrealistas. Un día, por pura casualidad, salías de cenar en casa de un escritor francés con un poeta que también venía de China; era medianoche y el Barrio Latino todavía estaba muy animado. Pasasteis delante de un café que tenía las puertas y las ventanas de cristal, lleno hasta los topes, tanto dentro como en la terraza. Al levantar la cabeza viste el nombre en los neones: La Rotonde, era aquel café. Ocupasteis una pequeña mesa que acababa de quedar libre. Alrededor de vosotros todo el mundo hablaba en inglés o en alemán, eran turistas; imposible saber adonde habían ido a parar, a las puertas de ese nuevo siglo, los poetas y pintores franceses.
Tú ya no has vuelto a pertenecer a ningún movimiento, ni defendido ningún principio, ni formado parte de grupo alguno. Por suerte, el grupo de amigos del parque de los Bambúes Púrpura abandonó a tiempo esas citas y nadie denunció a nadie, pues con los simples comentarios que hicisteis, aunque no os hubieran podido acusar de contrarrevolucionarios, habría bastado para que colocaran una marca en vuestras fichas y no hubierais podido salir nunca de allí. Más tarde aprendisteis a ocultaros detrás de una máscara y a guardar en lo más profundo de vosotros las palabras que no queríais borrar.
Cuando te despiertas, unas nubes blancas se desplazan lentamente durante la noche detrás de la ventana. Durante un instante, ya no sabes dónde estás, descansas tranquilamente; hacía tiempo que no dejabas que tu mente vagara de ese modo por los recuerdos del pasado. Echas un vistazo al reloj y te levantas. Tienes que llegar al teatro antes de que todos salgan, para estar en la foto final con los actores y con los que trabajan en ese teatro. Luego irás a comer con ellos; ese tipo de despedidas es lo que se suele hacer después de la última representación.
De una ciudad a otra, de un país a otro, en lugares que cambian más que los nidos de las aves de paso, aprovechas esos momentos de felicidad furtiva, vuelas todo lo que puedes, sólo caerás si tu corazón te abandona, por fin eres un pájaro libre, buscas tu felicidad volando, ya no tienes que atormentarte.
Han reservado un salón de un restaurante para vosotros. Allí decenas de personas brindan, hablan, ríen, intercambian direcciones, aunque no haya más que una o dos posibilidades entre diez de volverse a ver, pues el mundo realmente es demasiado grande. La joven enérgica de grandes ojos que hace de protagonista en tu obra quiere que le escribas algo en el cartel que anuncia el espectáculo. Después de su nombre, haces una raya y escribes: «Una mujer muy buena». Ella entorna los ojos y pregunta con astucia: