El jardín de Rama (19 page)

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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: El jardín de Rama
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En cuanto estuvieron en el interior de la sección, Nicole y sus hijas oyeron una voz en el receptor de sus cascos.

—Su tubo estará en el segundo nivel. Tomen la escalera mecánica de la derecha. Van a partir dentro de cuatro minutos.

Katie giró la cabeza de un lado a otro, escudriñando el centro de transporte: pudo ver bastidores para equipos, móviles que aguardaban para llevar pasajeros a destinos dentro del Módulo de Ingeniería, luces, escaleras mecánicas y plataformas de la estación… pero no había nada que se moviera. Ni robots ni seres vivos.

¿Qué pasaría —les preguntó a su madre y a su hermana— si nos rehusáramos a ir ahí arriba? —se detuvo en medio de la estación—. Entonces, todo el programa de ustedes se arruinaría —gritó hacia el elevado techo.

—Vamos, Katie —dijo Nicole con impaciencia—, ya pasamos por todo esto en el laboratorio.

Katie empezó a caminar de nuevo.

—Pero
quiero
ver algo diferente —se quejó—. Sé que este lugar no está siempre tan vacío. ¿Por qué se nos mantiene aislados? Es como si fuéramos impuros o algo así.

—Su tubo partirá dentro de dos minutos —anunció la voz incorpórea—. Segundo nivel, a la derecha.

Es sorprendente que los robots y los controladores se pueden comunicar con todas y cada una de las especies en su propio idioma —comentó Simone, mientras tomaban la escalera mecánica.

—Creo que es monstruoso —contestó Katie—. Nada más que por una vez, me gustaría ver que quienquiera o lo que fuera que controla este sitio comete un error. Todo está tan pulido. Me gustaría escucharlos hablar en aviano con nosotros. O, siquiera, hablar en aviano con los avianos.

En el segundo nivel arrastraron los pies por una plataforma, durante unos cuarenta metros, hasta que llegaron a un vehículo transparente con forma de bala y del tamaño de un automóvil extremadamente grande de la Tierra. Estaba estacionado, como siempre, en una pista ubicada a la izquierda del punto medio. En total, en la plataforma había cuatro pistas paralelas, dos a cada lado de la parte media. Todas las demás estaban vacías en ese momento.

Nicole se dio vuelta y miró al otro lado del centro de transporte: sesenta grados a la redonda había una estación idéntica de tubos. Los tubos de ese lado iban a Módulo de Administración. Simone estaba observando a su madre.

—¿Alguna vez estuviste por aquí? —preguntó.

—No —respondió Nicole—, pero estoy segura de que sería interesante. Tu padre dice que desde muy cerca se ve maravillosamente extraño.

Richard tuvo que salir a explorar, pensó Nicole, recordando la noche, hacia casi un año, cuando su marido se dispuso a emprender un viaje “a dedo” hacia el Módulo de Administración. Nicole se estremeció. Había salido con Richard al corredor y había intentado disuadirlo, mientras él se ponía su traje espacial. Había encontrado el modo de burlar el monitor de la puerta (al día siguiente, un sistema nuevo, completamente seguro, reemplazó al anterior), y a duras penas podía aguardar para llevar a cabo una inspección “no supervisada”.

Esa noche, Nicole apenas si había dormido. Durante las primeras horas de la mañana, el panel luminoso del alojamiento que tenían había indicado que alguien, o algo, estaba en el corredor. Cuando Nicole miró en el monitor, había un extraño hombre pájaro parado allí, que llevaba en brazos a Richard inconsciente. Ése había sido el primero contacto que tuvieron con El Águila…

El impulso del tubo momentáneamente las apretó contra el respaldo de sus asientos e hizo que Nicole regresara al presente. Salieron disparadas del Módulo de Ingeniería. En menos de un minuto estaban lanzados, a toda velocidad, a lo largo del cilindro largo y extremadamente estrecho que conectaba los dos módulos.

La parte media y las otras cuatro pistas estaban en el centro del largo cilindro. Hacia la derecha, muy a lo lejos, las luces del esférico Módulo de Administración refulgían contra el telón de fondo negro del espacio. Katie había sacado sus diminutos binoculares.

—Quiero estar lista —dijo—. Siempre pasan tan rápido.

—Se están acercando —anunció varios segundos más tarde, y las tres mujeres se apretaron contra el costado derecho del vehículo. En la lejanía, otro tubo se acercaba sobre el flanco opuesto de la pista. Al cabo de unos instantes estuvo sobre ellas y los seres humanos no tuvieron más que un segundo para contemplar a los ocupantes del vehículo que se dirigía hacia el Módulo de Ingeniería.

—¡Uau! —gritó Katie cuando el tubo pasó velozmente al lado del suyo.

—Había dos tipos diferentes de seres —dijo Simone.

—Ocho o diez seres en total.

—Uno de los grupos era rosado; el otro, dorado. Ambos esféricos, principalmente.

—Y esos tentáculos largos y filamentosos, como hilos de telaraña. ¿Cuán grandes supones que eran, mamá?

—Cinco, quizá seis metros de diámetro —dijo Nicole—. Mucho más grandes que nosotros.

—¡Uau! —dijo Katie otra vez—. Eso sí que fue interesante. —Había excitación en su mirada. La muchacha adoraba la sensación de la adrenalina corriendo por sus órganos.

Tampoco yo dejé jamás de asombrarme
, pensaba Nicole.
Ni una sola vez durante estos trece meses. Pero, ¿esto es todo lo que hay? ¿Se nos trajo de la Tierra hasta aquí nada más que para que se nos hagan pruebas? ¿Y para qué se nos estimula con la existencia de seres de otros mundos?… ¿o es que hay otro propósito, más profundo?

Se produjo un momentáneo silencio en el vehículo que avanzaba raudamente. Nicole, que estaba sentada en el medio, atrajo a sus hijas más cerca de ella.

—¿Saben que las amo, no? —dijo.

—Sí, mamá —repuso Simone—, y nosotras también te amamos a ti.

2

La fiesta de reencuentro fue un éxito. Benjy abrazó a su adorada Simone en cuanto ella entró en el departamento. Katie puso a Patrick de espaldas en el piso no más de un minuto después.

—Ves —dijo—, todavía te puedo vencer.

—Pero no por mucho tiempo más —contestó Patrick—, me estoy volviendo más fuerte. Es mejor que te cuides.

Nicole estrechó con mucha fuerza a Richard y a Michael, antes de que la pequeña Ellie viniera corriendo y saltara a sus brazos. Era el atardecer, dos horas después de la cena, en el reloj de veinticuatro horas que usaba la familia, y Ellie estaba casi lista para ir a la cama, cuando llegaron su madre y sus hermanas. La niñita se fue caminando por el pasillo hacia su habitación, después de mostrarle orgullosa a Nicole que ahora ya podía leer “auto”, “perro” y “nene”.

Los adultos permitieron que Patrick permaneciera despierto hasta caer exhausto, Michael lo llevó a la cama y Nicole lo arropó.

—Estoy contento de que hayas vuelto, mamita —dijo—. Te extrañé mucho.

—Y yo también te extrañé —contestó Nicole—. No creo que vaya a tener que irme de vuelta por tanto tiempo.

—Espero que no —dijo el niño de seis años—. Me gusta tenerte aquí.

Todo el inundo, salvo Nicole, estaba durmiendo a la una de la mañana. Nicole no estaba cansada. Después de todo, acababa de pasar cinco semanas durmiendo. Después de permanecer inquieta en la cama junto a Richard, durante treinta minutos, decidió dar un paseo.

Aunque el departamento en sí carecía de ventanas, la pequeña recepción que estaba inmediatamente a continuación del pasillo de entrada tenía una ventana exterior que brindaba una vista sorprendente de los otros dos vértices de El Nodo. Nicole ingresó en la recepción, se puso el traje espacial y se paró frente a la puerta exterior. No se abrió. Sonrió para sus adentros:
A lo mejor Katie tiene razón. A lo mejor somos sólo prisioneros aquí
. Al poco tiempo de llegar había resultado muy claro que la puerta exterior se cerraba en forma intermitente: El Águila les había explicado que era “necesario” impedirles ver cosas que “no podían entender”.

Nicole miró largamente por la ventana: en ese momento, un vehículo transbordador, similar en forma a aquel que los había traído a El Nodo treinta meses atrás, se aproximaba al centro de transporte del Módulo de Habitación.
¿Qué clase de maravillosos seres contienes?
pensaba Nicole.
¿Y están tan asombrados como nosotros cuando recién llegamos?

Nicole nunca iba a olvidar esas primeras imágenes de El Nodo. Toda la familia había creído, después de que dejaron La Estación de Paso, que llegarían a su próximo destino al cabo de varías horas. Se habían equivocado. Su separación de la iluminada nave Rama había ido en lento aumento hasta que, después de seis horas, ya no pudieron ver a Rama en absoluto, a la izquierda. Las luces de La Estación de Paso, por detrás de ellos, se debilitaban. Todos estaban cansados. Finalmente, toda la familia se había quedado dormida. Katie los había despertado.

—Puedo ver adonde estamos yendo —había gritado, triunfante, con exaltación incontenible. Había señalado a través de la ventanilla anterior del transbordador, un poco hacia la derecha, donde una luz fuerte y creciente se dividía en tres. Durante las cuatro horas siguientes, la imagen de El Nodo aumentó su tamaño cada vez más. Desde esa distancia había resultado una visión imponente: un triángulo equilátero con tres esferas transparentes, refulgentes, en los vértices. ¡Y en qué escala! Ni siquiera la experiencia que habían adquirido con Rama los había preparado para la majestuosidad de esta increíble creación de la ingeniería. Cada una de las tres aristas (en realidad, largos corredores de transporte que conectaban los tres módulos esféricos), tenía más de ciento cincuenta kilómetros de largo. Las esferas que había en cada vértice tenían veinticinco kilómetros de diámetro. Incluso a gran distancia, los seres humanos lograron discernir actividad en muchos de los niveles separados que había dentro de los módulos.

—¿Qué va a pasar ahora? —Patrick había preguntado con angustia a Nicole, cuando el transbordador alteró su curso y empezó a dirigirse rectamente hacia uno de los vértices del triángulo.

Nicole había levantado a Patrick y lo tenía en brazos.

—No lo sé, querido —le había dicho suavemente a su hijo—. Tenemos que esperar y ver.

—Benjy estaba completamente pasmado por la novedad. Durante horas, se había quedado contemplando el gran triángulo iluminado que flotaba en el espacio. Simone había estado a su lado frecuentemente, agarrándole la mano. Mientras el transbordador hacía su aproximación final a una de las esferas, Simone sintió que se le tensionaban los músculos.

—No te preocupes, Benjy —le dijo Simone para reconfortarlo—, todo va a estar bien.

El transbordador había ingresado en un estrecho corredor recortado dentro de la esfera y, después, se detuvo en un amarradero, en el borde del centro de transporte. Con cautela, la familia salió del transbordador con los bolsos y la computadora de Richard. Después, el transbordador había partido de inmediato, y aun amilanó a los adultos por su veloz desaparición. Menos de un minuto después, oyeron la primera voz carente de cuerpo.

—Bienvenidos —había dicho, empleando un tono sin modulaciones—. Arribaron al Módulo de Habitación. Avancen hacia adelante en línea recta y deténganse frente a la pared gris.

—¿De dónde sale la voz? —preguntó Katie. Su voz manifestaba el miedo que todos sentían.

—De todas partes —contestó Richard—. Está encima de nosotros, alrededor de nosotros, hasta debajo de nosotros. —Todos exploraron los paredes y techo.

—Pero, ¿cómo sabe inglés? —indagó Simone—. ¿Hay otra gente aquí?

Richard rió nerviosamente y replicó:

—Es improbable pero es factible que este sitio haya estado en contacto con Rama de alguna manera, y tiene un algoritmo maestro para idiomas. Me pregunto…

—Por favor, avancen —le había interrumpido la voz—. Ustedes se hallan en un complejo de transpone. El vehículo que los llevará a la sección destinada a ustedes en el módulo está aguardando en un nivel inferior.

Les tomó varios minutos llegar a la pared gris. Los niños nunca antes habían estado en estado de ingravidez, sin restricciones: Katie y Patrick salieron fuera de la plataforma e hicieron saltos mortales y vueltas de camero en el aire. Benjy, al observar que se divertían, trató de copiarles las travesuras. Por desgracia, no pudo deducir cómo usar el techo y las paredes para regresar a la plataforma. Estaba completamente desorientado para el momento en que Simone lo rescató.

Cuando toda la familia y el equipaje estuvieron adecuadamente ubicados delante de la pared, se abrió una amplia puerta y penetraron en una habitación pequeña. Trajes espaciales muy ajustados, cascos y zapatillas estaban ordenadamente dispuestos sobre un banco largo.

—El centro de transporte y la mayoría de las zonas de uso común que hay aquí, en El Nodo —dijo la voz en su tono monocorde— no tienen una atmósfera apta para su especie. Necesitarán usar esta ropa, a menos que estén dentro de su departamento.

Una vez que todos estuvieron vestidos, se abrió una puerta en el lado opuesto de la habitación, e ingresaron en la sala principal del centro de transporte del Módulo Habitación. La estación era idéntica a la que más tarde iban a encontrar en el Módulo de Ingeniería Nicole y su familia descendieron dos niveles, según lo ordenado por La Voz, y después avanzaron alrededor de la periferia circular, el sitio en el que el “ómnibus” los esperaba. El vehículo cerrado era cómodo y estaba bien iluminado, pero no pudieron ver hacia afuera durante la hora y media que viajó a través de un laberinto de pasajes. Finalmente, el ómnibus se detuvo y se levantó la tapa.

—Tomen el pasillo que tienen a la izquierda —otra voz similar los instruyó, no bien los ocho se pararon sobre el piso metálico. El pasillo se bifurca en dos corredores, al cabo de cuatrocientos metros. Tomen el pasillo de la derecha y deténganse delante del tercer indicador cuadrado de la izquierda: ésa es la puerta de su departamento.

Patrick había salido corriendo por uno de los pasillos:

—Ése es el pasillo equivocado —había anunciado la voz, sin inflexión alguna—. Regrese al amarradero y tome el pasillo siguiente que tiene a la izquierda.

Durante la caminata desde el amarradero hasta el departamento, no hubo nada para ver. En los meses siguientes harían la caminata muchas veces, para ir al salón de ejercicios, o bien, ocasionalmente, para pruebas que se practicaban en el Módulo de Ingeniería, y nunca veían nada, salvo las paredes y los techos y los indicadores cuadrados que llegarían a reconocer como puertas. Era obvio que el lugar estaba cuidadosamente vigilado. Tanto Nicole como Richard estuvieron seguros, desde el principio, de que algunos, quizá muchos, de los departamentos de la zona estaban ocupados por alguien o por algo, pero nunca vieron a ninguno de los Otros en los corredores.

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