El jardín de Rama (18 page)

Read El jardín de Rama Online

Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

BOOK: El jardín de Rama
6.15Mb size Format: txt, pdf, ePub
En el Nodo
1

Nicole estaba bailando. Su compañero de vals era Henry. Eran jóvenes y estaban muy enamorados. La hermosa música llenaba el inmenso salón de baile, mientras alrededor de veinte parejas se desplazaban por la pista siguiendo el ritmo. Nicole estaba hermosísima en su vestido blanco largo. Los ojos de Henry estaban fijos en los de ella. La sostenía con firmeza por la cintura pero, de algún modo, Nicole se sentía completamente libre.

El padre de ella era una de las personas que estaban paradas bordeando la pista. Estaba apoyado contra una enorme columna que se alzaba casi seis metros, hasta el techo abovedado. Saludaba con la mano y sonreía mientras Nicole bailaba en brazos de su príncipe.

El vals pareció durar eternamente. Cuando finalmente terminó, Henry tomó las manos de Nicole y le dijo que tenía que preguntarle algo muy importante. En ese preciso momento, el padre de ella le tocó la espalda.

—Nicole —susurró—, nos tenemos que ir. Es muy tarde. Nicole le hizo una reverencia al príncipe. Henry estaba renuente a soltarle las manos.

—Mañana —dijo—. Hablaremos mañana. Le tiró un beso mientras Nicole abandonaba la pista.

Cuando Nicole salió del salón, ya casi era de noche. El Sedan de su padre aguardaba. Instantes después se desplazaban velozmente por la autopista que estaba junto al Loire y estaba vestida con blusa y pantalones jeans. Nicole era más joven ahora, tenía catorce años, quizás, y su padre estaba manejando mucho más rápidamente que de costumbre.

—No queremos llegar tarde —dijo su padre—, la representación empieza a las ocho en punto.

El Château d'Ussés se alzaba delante de ellos. Con sus muchas terrazas y cúspides, el castillo había sido la inspiración para la narración original de la Bella Durmiente. No estaba más que a unos pocos kilómetros, río abajo, de Beauvois, y siempre había sido uno de los sitios favoritos del padre de Nicole.

Era la tarde de la exhibición anual al aire libre del cuento de la Bella Durmiente que se volvía a representar en vivo al público. Pierre y Nicole asistían todos los años. Cada vez, Nicole anhelaba con desesperación que Aurora evitara la mortal rueca que la iba a sumir en un sueño profundo. Y cada año derramaba lágrimas de adolescente cuando el beso del apuesto príncipe despertaba a la bella de su sueño, parecido a la muerte.

La exhibición había terminado; el público se había ido. Nicole estaba subiendo por la escalera de caracol que llevaba a la terraza en la que, supuestamente, la verdadera Bella Durmiente había caído en profundo sueño. La adolescente subía las escaleras a la carrera, riendo, dejando al padre mucho más atrás.

La habitación de Aurora estaba frente a la larga ventana Nicole contuvo el aliento y contempló el suntuoso mobiliario: la cama estaba cubierta con un dosel, las cómodas estaban ricamente ornamentadas. Todo lo que había en la habitación estaba decorado en blanco. Era espléndida. Nicole echó un vistazo hacia atrás, a la muchacha que dormía, y se quedó sin aliento: ¡era ella, Nicole, la que yacía en la cama, cubierta con un vestido blanco!

El corazón le empezó a latir furiosamente cuando oyó la puerta que se abría y los pasos que se le aproximaban en la habitación. Mantuvo los ojos cerrados cuando el primer aroma del aliento de él, con sabor a menta, le llegó a la nariz.
Es ahora
, se dijo, presa de la excitación. Él la besó, suavemente, en los labios. Nicole se sintió como si hubiera estado volando sobre la más suave de todas las nubes. Todo alrededor de ella había música. Abrió los ojos y vio el sonriente rostro de Henry a nada más que centímetros de distancia. Extendió los brazos hacia él y él la besó otra vez, esta vez con pasión, como un hombre besa a una mujer.

Nicole le devolvió el beso, sin el menor recato, dejando que su beso le dijera que ella le pertenecía. Pero él se separó. El príncipe especial de Nicole exhibía un gesto de desaprobación. Estaba retando a Nicole. Después, retrocedió lentamente y abandonó la habitación.

Cuando comenzaba a llorar, un sonido lejano invadió su sueño. Una puerta se estaba abriendo, la luz penetraba en la habitación. Nicole parpadeó; después, cerró los ojos de nuevo para protegerlos de la luz. El complicado conjunto de alambres ultradelgados parecidos al plástico, que tenía adheridos al cuerpo, automáticamente se rebobinó y retornó a los recipientes situados a cada lado de la estera de lona en la que Nicole estaba durmiendo.

Despertó muy despacio. El sueño había sido vivido en extremo. Sus sensaciones de infelicidad no se habían desvanecido tan rápido como el sueño. Trató de ahuyentar su desesperanza recordándose que nada de lo que había soñado era verdadero.

—¿Te vas a quedar acostada ahí para siempre? —su hija Katie, que había dormido al lado de ella, a su izquierda, ya estaba levantada y se inclinaba sobre la madre. Nicole sonrió.

—No —dijo—, pero admito que estoy más que un poquito atontada. Estaba en mitad de un sueño… ¿Cuánto tiempo dormimos esta vez?

—Falta un día para que hubieran sido cinco semanas —respondió Simone desde el otro lado. Su hija mayor se estaba incorporando, arreglándose, sin prestar mayor atención, el largo cabello que se le había enredado durante la prueba.

Nicole echó un vistazo al reloj de pulsera, verificó que Simone tenía razón y se incorporó. Bostezó.

—¿Cómo se sienten? —les preguntó a las dos muchachas.

—Llenas de energía —respondió Katie, ahora de once años, con una sonrisa amplia. Quiero correr, saltar, luchar con Patrick… Espero que éste sea nuestro último sueño prolongado.

—El Águila dijo que debería de serlo —contestó Nicole—. Esperan tener suficientes datos ahora. —Sonrió—. El Águila dice que las mujeres somos más difíciles de entender… debido a las turbulentas variaciones mensuales de nuestras hormonas.

Nicole se puso de pie, se estiró y le dio un beso a Katie. Después se aflojó y abrazó con fuerza a Simone. Aunque todavía no tenía catorce años, Simone era casi tan alta como Nicole. Era una joven llamativa, de tez marrón oscuro y mirada suave y sensible. Simone siempre parecía calmada y serena, en señalado contraste con la inquietud e impaciencia de Katie.

—¿Por qué Ellie no vino con nosotras a esta prueba? —preguntó Katie, un poco quejumbrosa—. Ella también es una chica, pero pareciera que nunca tiene que hacer nada.

Nicole pasó el brazo sobre el hombro de Katie, mientras las tres mujeres se dirigían hacia la puerta y hacia la luz.

—No tiene mas que cuatro años, Katie. Según el Águila, es demasiado pequeña como para que les brinde los datos críticos que todavía necesitan.

En el pequeño corredor iluminado, directamente afuera de la habitación en la que habían estado durmiendo durante cinco semanas, se pusieron sus ajustados trajes enterizos, cascos transparentes y las zapatillas que les fijaban los pies al piso. Nicole revisó cuidadosamente a las dos muchachas, antes de accionar la puerta externa del compartimiento. No necesitaba haberse preocupado: la puerta no se habría abierto si alguna de ellas no hubiese estado preparada para los cambios ambientales.

Si Nicole y sus hijas no hubieran visto varias veces antes la gran sala que había afuera del compartimiento en el que estaban, se habrían detenido, asombradas, y la habrían contemplado durante varios minutos: extendiéndose frente a ellas había una larga cámara, de cien metros o más de longitud y de cincuenta metros de ancho. El techo que tenían sobre sus cabezas, cubierto con hileras de luces, estaba a casi cinco metros de altura. La sala parecía una mezcla de quirófano de hospital con planta de fabricación de semiconductores de la Tierra. No había paredes ni cubículos que dividieran la sala en secciones y, sin embargo, se veía con claridad que sus dimensiones rectangulares estaban subasignadas a tareas diferentes. En la sala había ajetreo: los robots estaban analizando datos provenientes de una batería de pruebas o preparando otra batería. Alrededor de los bordes de la sala había compartimentos, como aquel en el que Nicole, Simone y Katie habían dormido durante cinco semanas, en los cuales se llevaban a cabo los “experimentos”.

Katie fue hacia el compartimiento más cercano, a la izquierda. Estaba encajado en el rincón y se encontraba suspendido de la pared y del techo por dos ejes perpendiculares. Una pantalla de representación visual, ubicada al lado de la puerta metálica, exhibía una vasta gama de lo que, presuntamente, eran datos expresados en una extraña escritura parecida a la cuneiforme.

—¿No estuvimos en éste la última vez? —preguntó Katie, señalando el compartimiento—. ¿No fue este el lugar en el que dormimos en esa peculiar espuma blanca y sentimos toda la presión?

Sus preguntas se transmitieron dentro de los cascos de su madre y de hermana. Tanto Nicole como Simone hicieron un gesto de asentimiento con la cabeza y después se unieron a Katie en la contemplación de la ininteligible pantalla.

—Su padre cree que están tratando de encontrar la manera de que podamos dormir en el transcurso de todo un régimen de aceleración que durará varios meses —dijo Nicole—. El Águila ni confirma ni niega esta conjetura.

Aunque las tres mujeres habían pasado juntas por cuatro pruebas individuales en este laboratorio, ninguna de ellas vio jamás alguna otra forma de vida o de inteligencia, salvo por algunos extraterrestres mecánicos que, aparentemente, estaban a cargo de examinarlas. Los seres humanos llamaban a estos seres “robots bloque” porque, con la excepción de los “pies” cilíndricos que les permitían rodar por el piso, todas las criaturas estaban hechas con trozos rectangulares sólidos que se parecían a los bloques con los que los niños humanos jugaban en la Tierra.

—¿Por qué creen que nunca vimos a alguno de los Otros? —preguntó ahora Katie—. Quiero decir, aquí adentro. Los hemos visto durante un segundo o dos, en el Tubo, y eso fue todo. Sabemos que están aquí: no somos los únicos a los que se somete a pruebas.

—Esta sala está organizada en forma muy cuidadosa —le contestó su madre—, es evidente que no
debemos
ver a los Otros, más que fugazmente.

—Pero, ¿
por qué
? El Águila tendría… —insistió Katie.

—Discúlpame —interrumpió Simone—, pero creo que Bloque Grande viene a vernos.

El más grande de los robots bloque permanecía, por lo general, en la zona cuadrada de control que se hallaba en el centro de la sala y vigilaba que todos los experimentos se estuvieran efectuando. En ese momento se desplazaba hacia las mujeres, recorriendo una de los carriles que formaban un reticulado en la sala.

Katie se dirigió hacia otro compartimiento, ubicado a unos veinte metros. Desde el monitor encendido que el compartimiento tenía en su pared exterior, Katie podía saber que en el interior se estaba desarrollando un experimento. De repente y con vehemencia, empezó a golpear con su mano enguantada sobre el metal.


¡Katie!
—gritó Nicole.

—Deje de hacer eso —el sonido provino de Bloque Grande en forma casi simultánea. Estaba a unos cincuenta metros y se les acercaba con mucha rapidez—. Usted no debe hacer eso —dijo en perfecto inglés.

—Y ¿qué vas a hacer al respecto? —dijo Katie, desafiante, mientras Bloque Grande, con toda su estructura de cinco metros cuadrados, no prestaba atención a Nicole y Simone y se dirigía hacia la jovencita. Nicole corrió para proteger a su hija.

—Ustedes deben irse ahora —dijo Bloque Grande, dando vueltas alrededor de Nicole y Katie a nada más que unos metros de distancia—. Su prueba ha concluido. La salida está por ahí, en el lugar donde están destellando las luces.

Nicole tironeó con firmeza del brazo de Katie y ella, con reticencia, acompañó a la madre hacia la salida.

—Pero ¿qué
harían
—decía Katie, tozudamente— si decidiéramos quedarnos aquí hasta que otro experimento hubiera terminado? ¿Quién sabe? A lo mejor, en este preciso instante una de las octoarañas está ahí adentro. ¿Por qué nunca se nos permite encontramos con alguien más?

—El Águila explicó varias veces —repuso Nicole, un vestigio de enojo en la voz— que, durante “esta fase”, se permitirán “vistazos” de otros seres pero ningún otro contacto adicional. Su padre repetidamente preguntó el porqué y El Águila siempre respondió que lo descubriremos a su debido momento… Y me gustaría que trataras de no ser tan difícil, jovencita.

—Esto no es muy diferente de estar en prisión —refunfuñó Katie—, aquí sólo tenemos libertad limitada. Y nunca se nos dan las respuestas a las preguntas realmente importantes.

Habían llegado al largo pasillo que conectaba el centro de transporte con el laboratorio. Un pequeño vehículo detenido en el borde de una acera rodante las aguardaba. Cuando se sentaron, la parte superior del móvil se cerró sobre ellas y se encendieron luces interiores.

—Antes de que lo preguntes —le dijo Nicole a Katie, y se quito el casco mientras se empezaban a desplazar—, no se nos permite ver hacia afuera durante esta parte de la transferencia porque pasamos frente a regiones del Módulo de Ingeniería que son zona restringida para nosotros. Su padre y tío Michael formularon esta serie de preguntas después de su primera prueba de sueño.

—¿Estás de acuerdo con papito —preguntó Simone, después de que hubieran estado viajando en silencio durante varios minutos— en que hemos pasado por todas estas pruebas de sueño como preparación para alguna clase de viaje espacial?

—Parece probable —respondió Nicole—. Pero, claro está, no lo sabemos con seguridad.

—Y ¿adónde nos van a enviar? —preguntó Katie.

—No tengo idea —repuso Nicole—. El Águila fue muy evasiva en todos las preguntas sobre nuestro futuro.

El vehículo se estaba desplazando a unos veinte kilómetros por hora. Después de un viaje de quince minutos, se detuvo. La “tapa” del vehículo se levantó en cuanto todos los cascos estuvieron nuevamente colocados en la posición correcta. Las mujeres salieron hacia el principal centro de transpone del Módulo de Ingeniería. Estaba dispuesto en círculo y tenía veinte metros de altura. Además de algunas aceras rodantes que llevaban a sitios ubicados en el interior del módulo, el centro contenía dos estructuras grandes, con muchos niveles, de las que salían tubos brillantes. Estos tubos transportaban equipo, robots y seres vivos hacia y desde los Módulos de Habitación, Ingeniería y Administración, los tres enormes complejos esféricos que constituían los componentes primordiales de El Nodo.

Other books

Little Fish by Ware, Kari
Winging It by Deborah Cooke
Dreamers of the Day by Mary Doria Russell
Ballots and Blood by Ralph Reed
Driven by K. Bromberg
The Smartest Girl in the Room by Deborah Nam-Krane
The Stallion (1996) by Robbins, Harold