Una vez más, todo estuvo negro alrededor de Nicole, mientras desandaba el zigzagueante camino que iba por la ladera de la montaña Ahora tenía el muro exterior de la colonia a su izquierda. Siguió pensando sobre la vida en Nuevo Edén.
Necesitamos un coraje especial ahora
, se dijo.
Coraje, valores y visión
. Pero, en su corazón, temía que lo peor todavía estaba por venir para los colonos.
Por desgracia
, reflexionó, con melancolía,
Richard y yo, y hasta nuestros hijos, hemos permanecido como intrusos a pesar de todo lo que hemos tratado de hacer. Es improbable que podamos cambiar mucho alguna cosa
.
Richard controló que los tres biots Einstein hubieran copiado adecuadamente los procedimientos y datos que figuraban en los diversos monitores del estudio. Cuando los cuatro salían de la casa, Nicole le dio un beso.
—Eres un hombre maravilloso, Richard Wakefield —le dijo.
—Eres la única que opina eso —repuso él, forzando una sonrisa.
—También soy la única que lo sabe —dijo Nicole. Hizo silencio durante un instante—. En serio, querido —prosiguió—, valoro lo que estás haciendo. Sé…
—No vendré muy tarde —la interrumpió Richard—. Los tres “Al” y yo sólo tenemos que poner a prueba dos ideas básicas… Si no tenemos éxito hoy, nos rendimos.
Con los tres Einstein siguiéndolo muy de cerca, Richard se apuró a llegar a la estación Beauvois y tomar el tren hacia Positano. El tren se detuvo momentáneamente junto al gran parque que había sobre el lago Shakespeare, donde dos meses atrás se había celebrado la comida campestre del Día del Asentamiento. Richard y su elenco secundario de biots bajaron, varios minutos más tarde, en Positano, y cruzaron el pueblo hasta llegar al ángulo suroeste de la colonia. Allá, después de que un ser humano y dos García revisaron sus identificaciones, se les permitió pasar, a través de la salida de la colonia, al anillo que circunscribía a Nuevo Edén. Hubo otra breve inspección electrónica, antes de que llegaran a la única puerta que se había abierto en el grueso muro exterior que rodeaba al hábitat. La puerta se abrió y Richard condujo a los biots al interior mismo de Rama.
Richard había tenido recelo cuando, dieciocho meses atrás, el Senado había votado a favor de desarrollar y enviar una sonda penetrante para comprobar las condiciones ambientales en Rama afuera del módulo que ocupaban los colonos. Richard había prestado servicios en la comisión que revisó el diseño de ingeniería de la sonda: temía que el ambiente externo pudiera ser avasalladoramente hostil y que el diseño de la sonda pudiera no proteger, de modo adecuado, la integridad del hábitat Mucho tiempo y dinero se gastaron para garantizar que los confines de Nuevo Edén estuvieran herméticamente cerrados durante todo el procedimiento, aun mientras la sonda estuviera abriéndose paso poco a poco a través de muro.
Richard había perdido credibilidad en la colonia, cuando se comprobó que el ambiente imperante en Rama no tenía importantes diferencias con respecto al que había en Nuevo Edén. Afuera había oscuridad permanente y algunas variaciones pequeñas y periódicas, tanto en la presión como en los componentes de la atmósfera. Pero el ambiente ramano era tan similar al de la colonia, que los exploradores humanos ni siquiera necesitaron sus trajes espaciales. Dos semanas después de que la primera sonda revelara la benigna atmósfera de Rama, los colonos completaron el estudio cartográfico de la región de la Planicie Central, que ahora era accesible para ellos.
Nuevo Edén y una segunda construcción rectangular, casi idéntica, ubicada al sur, de la que Richard y Nicole creían que era el hábitat para una segunda forma de vida, estaban encerradas juntas en otra región más grande. Ésta era también rectangular y sus barreras de color gris metálico, extremadamente altas, la separaban del resto de Rama. Las barreras de los lados norte y sur de esta región más grande eran extensiones de los muros de los hábitat. Tanto en el lado este como en el oeste de los hábitat acotados había, sin embargo, alrededor de dos kilómetros de espacio abierto.
En los cuatro vértices de este rectángulo exterior había enormes estructuras cilíndricas. Richard y el resto del personal tecnológico de la colonia estaban convencidos de que los impenetrables cilindros de los vértices contenían los fluidos y mecanismos de bombeo mediante los cuales se conservaban las condiciones ambientales dentro de los hábitat.
La nueva región exterior, que no tenía otro techo más que el lado opuesto de Rama mismo, cubría la mayor parte del Hemicilíndro norte de la espacionave. Una gran choza metálica, con forma parecida a la de un iglú, era el único edificio de la Planicie Central, entre los dos hábitat Esta choza era el centro de control de Nuevo Edén, y estaba situada a aproximadamente dos kilómetros al sur del muro de la colonia.
Cuando salieron de Nuevo Edén, Richard y los tres Einstein se dirigieron hacia el centro de control, donde habían estado trabajando juntos durante casi dos semanas en un intento por penetrar en la lógica del control maestro que regía la meteorología dentro de Nuevo Edén. A pesar de la objeción de Kenji Watanabe, el Senado ya había asignado fondos para un “esfuerzo extremo” de los “mejores ingenieros” de la colonia, para alterar el algoritmo meteorológico de los extraterrestres. Habían promulgado esa legislación después del testimonio público de un grupo de científicos japoneses que habían sugerido que se
podían
mantener condiciones meteorológicas estables dentro de Nuevo Edén, aun con tos niveles más altos de dióxido de carbono y de humo que había en la atmósfera.
Era una conclusión apetecible para los políticos: si la prohibición de quemar madera y el desarrollo de una red reconstituida de DIG no eran verdaderamente
necesarios
, y lo único que se precisaba era ajustar algunos parámetros del algoritmo alienígena al que originariamente se había diseñado con algunas suposiciones que ya no eran válidas, bueno pues…
Richard odiaba esa clase de razonamiento. Evitar el asunto durante tanto tiempo como sea posible… así lo llamaba él. Sin embargo, debido a las súplicas de Nicole y también al fracaso total de los demás ingenieros de la colonia en entender cualquier faceta del proceso de control meteorológico, Richard había aceptado acometer la tarea. Sin embargo, había insistido en trabajar esencialmente solo, con la única ayuda de los Einstein.
El día que Richard había planeado hacer su último intento por descifrar el algoritmo meteorológico de Nuevo Edén, él y sus biots se detuvieron cerca de un sitio ubicado a un kilómetro de la salida de la colonia. Bajo las grandes luces, Richard pudo ver un grupo de arquitectos e ingenieros que trabajaban en una mesa muy larga.
—El canal va a ser difícil de construir: el suelo es muy blando.
—Pero, ¿qué hay sobre el desagüe cloacal? ¿Debemos excavar letrinas o transportar el material de desecho de vuelta a Nuevo Edén, para que se lo procese?
—Las exigencias de energía para este asentamiento van a ser de gran magnitud. No sólo la iluminación, debido a la oscuridad ambiente, sino también la de todos los artefactos. Por añadidura, estamos tan lejos de Nuevo Edén que debemos tomar en cuenta pérdidas grandes en las líneas… Nuestros mejores materiales semiconductores son demasiado importantes para esta aplicación.
Richard sintió una mezcla de repugnancia e ira al escuchar la conversación: los arquitectos e ingenieros estaban efectuando un estudio de factibilidad para un pueblo externo que podía albergar a los portadores del RV-41. El proyecto, cuyo nombre era Avalon, fue el resultado de un delicado compromiso político entre el gobernador Watanabe y la oposición: Kenji había permitido que se concedieran fondos a la investigación, para demostrar que tenía “mentalidad abierta” para manejar el problema del RV-41.
Richard y los tres Einstein siguieron bajando por el sendero, en dirección sur. Justo al norte del centro de control, se toparon con un grupo de seres humanos y biots que se dirigían hacia el sitio de sondeo del segundo hábitat y llevaban un equipo impresionante.
—Hola, Richard —dijo Marilyn Blackstone, la colega británica a la que Richard había recomendado para que dirigiera el trabajo de sondeo. Marilyn era de Taunton, en Somerset. Se había recibido de ingeniería en Cambridge, en 2232, y era sumamente competente.
—¿Cómo anda el trabajo? —preguntó Richard.
—Si tienes un minuto, ven y echa un vistazo —sugirió Marilyn. Richard dejó a los tres Einstein en el centro de control y acompañó a Marilyn y su equipo a cruzar la Planicie Central, hacia el segando hábitat. Mientras caminaba, recordaba su conversación con Kenji Watanabe y Dmitri Ulanov, en el despacho del gobernador, una de las tardes antes de que el proyectó de sondeo recibiera la aprobación oficial.
—Quiero que quede en claro —había dicho Richard— que me opongo categóricamente a todos y cualquiera de los esfuerzos por invadir a ese otro hábitat. Nicole y yo estamos convencidos de que alberga otra clase de vida. No existe argumento que demuestre que la invasión es imperiosa.
—Supongamos que está vacío —había contestado Dmitri—. Supongamos que alguien puso el hábitat ahí para nosotros porque cree que somos lo suficientemente inteligentes como para resolver cómo usarlo.
—Dmitri —casi había gritado Richard— ¿escuchó usted algo de lo que Nicole y yo hemos estado diciéndoles todos estos meses? Usted todavía se aferra a un absurdo concepto homocéntrico, respecto de nuestro lugar en el universo. Debido a que somos la especie dominante en el planeta Tierra, usted
supone
que somos seres superiores.
No
lo somos. Debe de haber cientos…
—Richard —lo había interrumpido Kenji, con tono suave—, conocemos tu opinión sobre este asunto. Pero los colonos de Nuevo Edén no coinciden contigo. Nunca vieron a El Águila, a las octoarañas o a cualquiera de los demás seres maravillosos de los que hablas. Los colonos quieren saber si tienen espacio para extenderse…
Kenji ya estaba asustado entonces
, pensaba Richard, mientras él y el equipo de exploración se acercaban al segundo hábitat.
Todavía tiene terror de que Macmillan lo derrote a Ulanov en la elección y le entregue la colonia a Nakamura
.
Dos biots Einstein empezaron a trabajar en cuanto el equipo llegó al sitio de sondeo. Con cuidado, instalaron el trépano láser compacto en el punto en el que ya se había practicado un agujero en el muro. A los cinco minutos, el trépano estaba ampliando el agujero que había en el metal.
—¿A qué profundidad llegaron? —preguntó Richard.
—Nada más que a unos treinta y cinco centímetros —contestó Marilyn—. Lo estamos haciendo con mucha lentitud. Si el muro tiene el mismo espesor que el nuestro, pasarán otras tres o cuatro semanas antes de que lo hayamos traspasado… A propósito, el análisis espectográfico de partes del muro señala que es del mismo material que nuestro muro.
—¿Y una vez que penetren en el interior? Marilyn sonrió.
—No te preocupes, Richard. Estamos siguiendo todos los procedimientos que recomendaste. Tendremos un mínimo de dos semanas de observación pasiva antes de pasar a la fase siguiente. Les vamos a dar a
ellos
la oportunidad de responder… si es que
ellos
realmente están adentro.
El escepticismo era obvio en la voz de Marilyn.
—No me digas que tú también, Marilyn —dijo Richard—. ¿Qué pasa con todos? ¿Creen que Nicole, nuestros hijos y yo simplemente inventamos todos esos relatos?
—Aseveraciones extraordinarias demandan pruebas extraordinarias —contestó la mujer.
Richard meneó la cabeza. Empezó a discutir con Marilyn pero se dio cuenta de que había cosas más importantes para hacer. Después de algunos minutos de cortés conversación sobre temas de ingeniería, se fue caminando de regreso al centro de control, donde lo aguardaban sus Einstein.
Lo grandioso de trabajar con los biots Einstein era que Richard podía intentar muchas ideas al mismo tiempo. Toda vez que le venía a la mente algún enfoque en particular, se lo podía esbozar a uno de los biots y tener plena confianza en que ese enfoque se instrumentaría en la forma adecuada. Los Einstein en sí nunca sugerían un nuevo método; sin embargo, eran perfectos dispositivos de memoria y a menudo te recordaban a Richard si una de sus ideas era similar a un técnica anterior que había fracasado.
Todos los demás ingenieros de la colonia que habían intentado modificar el algoritmo meteorológico habían comenzado por tratar de entender el funcionamiento interno de la supercomputadora alienígena, que estaba situada en el medio del centro de control. Ése había sido el error fundamental. Como Richard sabía a priori que la operación interna de la supercomputadora era para él indistinguible de algo mágico, se concentró en aislar e identificar las señales de salida que emanaban del inmenso procesador. Después de todo, razonaba Richard, la estructura básica del proceso debe de ser directa. Algún conjunto de mediciones define las condiciones existentes dentro de Nuevo Edén en cualquier momento dado. Los algoritmos alienígenas tienen que utilizar estos datos de medición para procesar instrucciones que, de alguna manera, se transmiten a las enormes estructuras cilíndricas, donde tiene lugar la verdadera actividad física que produce las modificaciones de la atmósfera del interior del hábitat.
Richard no tardó mucho en dibujar un diagrama en bloque del funcionamiento del proceso. Como no había contactos eléctricos directos entre el centro de control y las estructuras cilíndricas, era evidente que entre las dos entidades había alguna clase de comunicación electromagnética. Pero, ¿cuál? Cuando Richard recorrió el espectro para ver en qué longitudes de onda estaba teniendo lugar la comunicación, encontró muchas señales potenciales.
Analizar e interpretar esas señales era como buscar una aguja en un pajar. Con los biots Einstein ayudándolo, Richard finalmente determinó que las transmisiones más frecuentes estaban en el ancho de banda de las microondas. Durante una semana, él y los Einstein catalogaron los intercambios de microondas, repasando las condiciones meteorológicas de Nuevo Edén, tanto antes como después, y tratando de acotar el conjunto específico de parámetros que modulaban la intensidad de la respuesta en el lado de la interfaz correspondiente al cilindro. Durante esa semana, Richard también ensayó y convalidó un transmisor portátil de microondas que él y los biots habían construido juntos. La meta de Richard era la de producir una señal de instrucción que pareciera salir del centro de control.