El Ángel caído: El Gremio de los Cazadores 1 (42 page)

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Authors: Nalini Singh

Tags: #Fantástico, infantil y juvenil, romántico

BOOK: El Ángel caído: El Gremio de los Cazadores 1
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—Soy solo un juguete, ¿recuerdas? —Sonrió sin despegar los labios. Dado lo que sentía en aquellos momentos, aquella sonrisa fue lo mejor que pudo conseguir—. No habla mucho conmigo.

—Rafael nunca fue muy hablador, a diferencia de Charisemnon. —Compuso una mueca de desprecio—. Ese no para de hablar, aunque nunca dice nada. He deseado miles de veces aplastarle la laringe para que se callara. Quizá ahora tenga la oportunidad de hacerlo. —Frunció el ceño antes de apartar de una patada el fémur que había junto a su pie—. Aquí huele que apesta. —La furia llenó sus ojos.

Elena decidió no comentar que la culpa era suya.

—Me estabas hablando de los juguetes de Rafael... —le dijo. Tenía la impresión de que aquel tema de conversación la mantendría viva más tiempo que la furia que despertaba en él el olor a carne en descomposición que reinaba en aquel lugar.

Uram volvió a concentrarse en ella y, por primera vez, Elena se fijó en las extrañas estriaciones que lucía su piel, delgadas líneas blancas que recorrían su rostro. Era casi como si pudiese ver sus vasos sanguíneos, aunque no eran del color adecuado... Estaban llenos de algo que no era sangre.

—Teníamos esclavas en la corte —dijo. Su voz sonaba tan seria y sincera que Elena entendió por qué tantos habían caído bajo su hechizo. Y caerían muchos más si no lograban detenerlo—. Estaban allí para darnos placer, así que las utilizábamos a voluntad.

Elena sintió que se le cerraba la garganta ante la absoluta indiferencia que mostraba su voz.

—¿Humanas?

—Las humanas eran casi siempre demasiado débiles, y no lo bastante bonitas. No, nuestras esclavas eran vampiras... Entonces, al igual que ahora, su deber era servirnos con adoración.

Aquello no era lo que ponía en el Contrato, pero Elena decidió seguirle el juego.

—Así que vuestras esclavas eran las mujeres a las que vosotros Convertíais, ¿no?

—No, eso habría sido tedioso. Se compraban. Vaya... sientes pena por ellas. —Se echó a reír, y no fue una risa horrible—. Suplicaban para meterse en nuestras camas. Había peleas en los harenes cuando elegíamos a una y no a otra.

Elena sospechaba que estaba diciendo la verdad.

—Una situación satisfactoria para ambas partes, entonces.

—Siempre había favoritas...

Elena solo lo escuchaba a medias, ya que intentaba descubrir dónde estaban. Aquel sonido cortante había cesado, pero ahora oía algo más. Coches. Estaban cerca de una carretera y del agua. El ala herida de Uram parecía estar bien, pero a juzgar por la forma en que la arrastraba por el suelo, le daba la sensación de que todavía no estaba del todo operativa. Así que debían de estar cerca del lugar donde había atacado a Illium. Joder, esperaba que el ángel de alas azules estuviera bien... La fuerza con la que chocó contra el agua habría destrozado a un ser humano.

No estoy segura, pero creo que estamos junto a la orilla del Hudson, cerca del lugar donde cayó Illium, le dijo a Rafael, con la esperanza de que él impidiera de algún modo que Uram se colase en su mente, en una habitación con las ventanas tapiadas. ¡Y el olor! Aquí huele que apesta. Busca un edificio abandonado, un almacén o un cobertizo para embarcaciones. Si estuviéramos cerca de una zona habitada, los vecinos habrían alertado a las autoridades hace tiempo.

A menos, pensó, que aquellos cadáveres fueran los de los vecinos. Pero si ese fuese el caso, alguien habría informado de la desaparición de alguno.

Estaba tan concentrada que cometió un error: desvió la mirada. Un fuerte apretón en el tobillo y, de pronto, todo su ser se convirtió en dolor, todas sus terminaciones nerviosas gritaron. Aquella vez no pudo luchar contra la oscuridad, no pudo aferrarse al mundo real.

Si mueres, cazadora del Gremio, te Convertiré en vampira.

Elena frunció el ceño para sus adentros y luchó, luchó con todas sus fuerzas.

No quiero beber sangre. Y no podrás Convertirme si estoy muerta.

Le daba la sensación de que estaba nadando en sirope, pero al final llegó a la superficie de la conciencia... y se inclinó hacia delante para vaciar el contenido de su estómago. Cuando acabó, se limpió la boca con el dorso de la mano con deliberada lentitud y descubrió que Uram continuaba en la misma posición.

—No estabas prestando atención —dijo con un tono de lo más razonable.

Ella atisbó algo con el rabillo del ojo.

—Lo siento. Me duele mucho.

Veo un casco de protección. Las paredes no están terminadas. Busca un edificio en construcción.
Y esa pila... ¡Sus armas! Las tenía casi al alcance de mano.

—Espero que Rafael llegue pronto. —La frente de Uram estaba llena de arrugas de decepción—. No aguantarás mucho tiempo más.

—¿Estás seguro de que vendrá?

—Claro que sí. ¿Recuerdas a las esclavas? Solía luchar con nosotros si le hacíamos un cardenal a la que él había reclamado como suya. —Era obvio que a Uram aquello le resultaba muy gracioso—. ¿Puedes creerlo? Aquellas mujeres le importaban.

De pronto, el límite que separaba al monstruo del arcángel quedó mucho más claro. De algún modo, Rafael había conseguido permanecer a un lado; Uram lo había atravesado.

—Eso fue hace mucho tiempo —replicó ella—. Ha cambiado.

Uram hizo una pausa, como si pensara en lo que le había dicho.

—Sí. Quizá no venga. Puede que tenga que dejarte aquí. —Sus ojos se llenaron de diversión—. Tal vez pueda atarte junto a Bobby y dejar que se alimente. ¡¿Qué te parece, Bobby?! —gritó.

La cosa arrugada que había al otro lado de la estancia pareció susurrar algo en respuesta. Elena no lo oyó, pero por lo visto, Uram sí. Se echó a reír con tantas ganas que su cuerpo se inclinó hacia atrás.

—Me alegra ver que no has perdido tu sentido del humor —dijo, aún riendo por lo bajo—. Solo por eso voy a darte lo que quieres. Te colocaré junto a los pechos de la mortal y dejaré que mames como si fueras un bebé.

Aquella horrible imagen transformó la furia de Elena en algo frío, duro y peligroso. Para ella no suponía un problema alimentar a un vampiro moribundo (joder, era un ser humano, no un monstruo sádico como aquella abominación angelical), no pensaba dejarse torturar hasta la muerte por una mente que Uram ya había destrozado. Aprovechando la momentánea distracción del arcángel, estiró el brazo en busca de la daga de su bota. Su tobillo gritó por aquel pequeño movimiento, pero no fue aquello lo que la detuvo.

Fue la esencia del viento, de la lluvia, del mar.

¿En qué parte de la habitación estás?

En el lado opuesto al de las ventanas, y Uram está delante de mí. Hay un vampiro famélico apoyado en la pared de enfrente, un poco a la izquierda, junto a la ventana. Se llama Robert.

Su muerte carece de importancia. Disfruta torturando a los niños.

En aquel momento la pared desapareció, se rompió como si la hubiera sacudido una violenta ráfaga de viento. Elena vio el borde chisporroteante de un anillo de fuego azul y oyó el grito triunfal de Uram. El arcángel se puso en pie y la miró.

—Has servido a tu propósito. Ha venido en tu busca a pesar de que está herido... y es una presa fácil. —Echó una mano hacia atrás, y Elena vio que estaba cargada de fuego rojo.

Si la tocaba, moriría en un abrir y cerrar de ojos.

Así que sonrió con desdén.

—Si tan seguro estás, mátame después. A menos que creas que ya no estarás por aquí para hacerlo, claro...

Uram le dio una patada en el tobillo roto y el dolor explotó una vez más. En aquella ocasión, su mente se desconectó sin más.

Rafael golpeó la espalda de Uram con una descarga de pura energía mientras el ángel nacido a la sangre, perdido en su locura, se disponía a darle una segunda patada a Elena. El golpe tuvo el efecto esperado. Con un alarido de furia, Uram se dio la vuelta y arrojó la primera descarga de fuego rojo hacia Rafael y una segunda hacia el techo, que quería destruir para poder echarse a volar.

Rafael sabía que Elena se encontraba bajo los escombros, podía percibir la esencia de su vida a pesar de que su mente estaba sumida en la oscuridad. Vive, le ordenó de nuevo mientras alzaba el vuelo para luchar contra una maldad que no podía dejar en libertad.

Era consciente de la gente que gritaba y corría más abajo mientras las bolas de fuego se estrellaban en los edificios cercanos y arrancaban pedazos que se estrellaban contra el suelo. Un coche frenó en seco con un chirrido, y luego otro, y otro más. Todos los conductores miraban hacia lo alto.

Rafael voló bajo para evadir una descarga, devolvió la ráfaga y tuvo la satisfacción de chamuscar a Uram. Con un corte sangrante en la cara, el otro arcángel lo atacó con una tormenta de fuego generada por la energía vital de la sangre robada, e intensificada por la toxina que se había apoderado de sus células. Una vez que un ángel se entregaba a la sangre, no había vuelta atrás.

—Cuando te convierta en polvo —le provocó Uram al tiempo que lo bombardeaba con ráfagas de fuego—, ¡la ciudad será mía!

Rafael esquivó el ataque, pero supo que se había movido una fracción de segundo tarde justo antes de sentir en sus alas la agonía causada por el fuego angelical.

38

S
alió disparado hacia arriba, hacia las nubes. Subió mucho más alto de lo que los ángeles deben subir, hasta que empezó a dolerle la cabeza y el fuego se apagó por falta de oxígeno. Luego bajó en picado y utilizó la inercia para arrojar una ráfaga de fuego a Uram. El Ángel de Sangre eludió todas las descargas menos una, que le dio en el muslo.

Rafael notó que sus alas se tensaban cuando las heridas (tanto las nuevas como las antiguas) empezaron a dolerle. Todavía funcionaban. Aunque no por mucho tiempo. Uram le había lanzado tanto fuego de ángel que parte de las llamas habían arraigado. Aquellas llamas continuarían abrasándole la carne hasta que salieran por el otro lado. Tenía menos de diez minutos antes de que sus alas se debilitaran hasta el punto de no poder volar.

En aquel momento sintió el chasquido de un tendón y recordó.

Era un poquito humano.

Que así fuera. Prefería morir siendo un poco humano, pensó con extraña claridad, que convertirse en un monstruo.

¡Vive, Elena!

Continuó enviándole aquella orden incluso mientras se quedaba sin fuerzas y las descargas de Uram le abrasaban la piel, las alas.

Debes vivir.

La cazadora debía sobrevivir. Su espíritu ardía con demasiada fuerza para sofocarse con tanta facilidad.

Y en aquel instante comprendió que... aquella frágil vida mortal no solo era importante para él. Era más importante incluso que su propia vida.

¡Despierta, cazadora del Gremio!

Al final consiguió acercarse lo bastante a Uram para arrojarle una descarga, pero sus reservas de poder se estaban agotando. Por debajo de él, la ciudad era una mancha oscura, ya que ambos succionaban la energía de las redes eléctricas y de cualquier otro sitio de donde pudieran hacerlo. Los coches se quedaban parados, las baterías se descargaban, las torres de transmisión se sobrecargaban. Aun así, Rafael continuó con su ataque. Continuó incluso a sabiendas de que su cuerpo se agotaría mucho antes que las fuentes de energía disponibles.

Le dio a Uram en un ala, pero no fue suficiente. El Ángel de Sangre se había saciado con los asesinatos y, a pesar de que estaba debilitado, su ala se curaba mucho más rápido que la de un ángel normal; más rápido incluso que la de un arcángel.

Uram soltó una risotada y creó otra esfera de fuego angelical. Sin embargo, la arrojó hacia el apartamento medio derruido.

¡Elena!

Rafael interceptó la descarga, que le dio en el hombro. El dolor arrasó su cuerpo cuando el fuego penetró hasta el hueso y empezó a consumirlo. Parpadeó para librarse del sudor que le caía en los ojos y siguió con la lucha, sobrevolando el edificio para que Uram no pudiera destruirlo.

—Estúpido... —se burló Uram—. ¿Has renunciado a tu inmortalidad por una simple mujer?

La respuesta de Rafael fue quedarse donde estaba y desviar el fuego de ángel de Uram con una fuerza implacable. Sintió que sus hombres se acercaban y les advirtió que se mantuvieran alejados. Solo un arcángel podía soportar el fuego de ángel más de unos segundos. En aquel instante una de las descargas de Uram le dio en el hombro herido.

El fuego ya se había abierto camino por uno de los costados y había dejado expuesto el hueso. Sus músculos sobrecargados fallaban uno después de otro. Pero siguió luchando. Hirió a Uram en varias ocasiones, apenas consciente de que Manhattan se había quedado ya sin energía y estaba totalmente a oscuras bajo sus pies. Más lejos, en Queens, en el Bronx, las luces se apagaban en una oleada lenta y oscura.

Por detrás de aquellas áreas había energía, pero su cuerpo estaba a punto de rendirse. Reunió tanto poder como pudo, hasta que el resplandor empezó a verse a través de su piel, y se preparó para un último ataque suicida. Si conseguía entrar en contacto con el cuerpo de Uram, podría abrasarlo junto con él. Era un alto precio a pagar, pero un arcángel que se había convertido en Ángel de Sangre podía arrasar el mundo, acabar con la civilización.

Arrojó una ráfaga de fuego de ángel lo bastante intensa para evitar que Uram se acercara, aunque no para descargarse, y esperó a que apareciera un hueco en las defensas de su oponente, a que cometiera un error. Sin embargo, su oportunidad no llegó debido a un error de Uram.

No, llegó gracias a una cazadora demasiado terca para rendirse a la maldad.

Los disparos salieron desde el costado abierto del edificio de apartamentos destrozado y desgarraron las alas del ángel nacido a la sangre.

Uram gritó y comenzó a caer en espiral, aunque no dejó de arrojar fuego de ángel mientras lo hacía. Rafael voló hacia él con las manos hacia delante. Cuando una de ellas chocó contra el pecho de Uram, se aferró al nacido a la sangre con la otra y presionó. Sus dedos atravesaron el torso del monstruo y llegaron hasta su corazón.

—Adiós, viejo amigo —dijo, aunque sabía que en aquel monstruo no quedaba ya nada del ángel al que había conocido.

Luego liberó una última e impactante descarga de fuego de ángel que se extendió por el cuerpo de Uram a toda velocidad. El arcángel moribundo se aferró a él, amenazando con arrastrarlo en su caída.

Pero Rafael tenía que vivir. Porque si no lo hacía, Elena moriría.

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