—Correcto. Y Bolt y Gleason quieren ambos quitarme de enmedio.
—Bueno, es realmente una teoría para simplemente derribar cualquier gobierno que pueda usted citar —volvió a sonreír; Bush pensó que esa observación de Howes revelaba cierta limitación de su tosca mente. Pero, como intérpretes del descubrimiento de Silverstone, él y Borrow deberían superar precisamente ese tipo de limitación. Su mente recorrió ligeramente las nuevas perspectivas; se dio cuenta con un estremecimiento que en su propio pensamiento la noción del tiempo y la vida fluyendo al revés había tenido siempre un lugar. Tendría que situarse intelectualmente al lado del profesor, para ayudarle a ganar la credibilidad y la comprensión de los otros.
—Si el pretendido futuro es realmente el pasado, mientras que el pasado se convierte en nuestro futuro, profesor —dijo—, eso parece darle
a usted
una función crucial. En lugar de considerarlo como el gran descubridor de la verdadera naturaleza de la submente, tendríamos más bien que considerarlo como el gran olvidador, ¿no?
—Así es…, aunque será más exacto decir que con nuestra generación la sobremente se afianza con todas sus propiedades distorsionadoras del tiempo, y yo soy el último en sufrir sus efectos.
—Sí, entiendo —dijo Borrow—. Creo que entiendo. ¡Y nuestra generación sufre el impacto de la distorsión! ¡Aquí estamos,
la última
generación con el correcto control mental, apropiadamente diseminada por todo el tiempo!
—Precisamente. Somos la Generación Himalaya, la gran giba tras la cual la raza humana descenderá por un futuro que nosotros ya conocemos, a través de la creciente simplificación de la sociedad humana y de la mente humana, hasta la primera individualidad, y luego la propia humanidad se perderá en la amorfa existencia de los primeros…, ¡perdón!, últimos primates, tarseros y demás.
Pero aquello era demasiado para que lo pudieran digerir. Silverstone, dándose cuenta de las dificultades en que los ponía, se volvió hacia Ann y dijo:
—¿No tiene usted nada que decir, Ann? ¿Qué es lo que siente al respecto?
—¡Apenas puedo creerlo, profesor!. Alguien está loco por aquí. ¿Qué estamos haciendo todos nosotros en este agujero olvidado de Dios, escuchando esa locura…? ¿Está intentando decirme que estoy sentada aquí
rejuveneciendo
en lugar de envejeciendo?
Silverstone sonrió.
—Gracias al cielo tenemos una mujer entre nosotros, dispuesta a captar inmediatamente las aplicaciones personales. Ann, le aseguro que
está
rejuveneciendo, como lo estamos todos nosotros, aunque la revolución del pensamiento es tan grande que solamente las sucesivas generaciones serán capaces de apreciarlo por completo. Creo que comprenderá usted todas las implicaciones mucho más fácilmente si hablamos primero a escala cósmica, y miramos el amplio universo tal y como podemos verlo ahora a través de los ojos de la verdad, antes de descender a la escala humana. ¿Están ustedes preparados para una pequeña exposición?
—Antes me gustaría beber y comer algo —dijo Howes.
De nuevo la tosca mentalidad militar… Bush dijo, ávidamente:
—¡Secundo la idea!
Ann saltó sobre sus pies.
—Denme sus mochilas, todos, y les cocinaré una comida adecuada, o lo mejor que pueda hacer aquí. ¡Eso me mantendrá cuerda mientras hablan!
—Y nos permitirá a todos resarcirnos un poco de los dobles horrores de este lugar y de mis revelaciones —dijo Silverstone mientras se iba a sentar entre Borrow y Bush.
—¿Ustedes no rechazan todo esto? —preguntó.
—“¡El tiempo está desarticulado!” —citó Bush—. ¿Cómo
podemos
rechazarlo? Ni siquiera me parece que sea una mala pasada para mí el que tengamos que ponerlo del derecho. Un montón de gente tal vez sea capaz ahora de dar un sentido a su vida.
Silverstone aprobó impetuosamente la afirmación de Bush.
—Las fracciones de segundo en el tiempo, los attosegundos…, siempre han obsesionado a los pintores, mucho más que a los otros artistas —dijo Borrow—. Si uno considera la distorsión mental del flujo del tiempo como una enfermedad, entonces el tiempo congelado representado por el attosegundo es lo más cercano de la salud a que puede llegar una mente engañada. Y en eso principalmente se han concentrado los pintores: en el tiempo congelado, la flecha a punto de penetrar en el costado de San Sebastián, el hombre con un vaso a medio camino de su boca, el desnudo aprisionado para siempre con un pie metido en sus medias.
—La amazona a punto de atravesar a la tigresa —dijo Bush.
—Las bailarinas de Degas aprisionadas en las actitudes del attosegundo —convino Silverstone—. Y tienen ustedes indicios del inminente cambio en los pintores de la infancia de Freud, la escuela anecdótica o de lo-que-pasó-a-continuación.
Bush no deseaba hablar de arte; necesitaba empaparse en las implicaciones más amplias posibles. De pronto, se sintió seguro de sí mismo, casi renacido; fue consciente de las horribles incertidumbres de carácter bajo las que siempre había trabajado, seminconsciente, los miedos y ansiedades que se habían insinuado dentro de él como mortales y acechantes martillos pilones. Se habían ido; esperaba que fuese para siempre. Pero fuera o no para siempre, lo habían dejado libre para enfrentarse con ese extraordinario y terrorífico concepto nuevo. Cercado por un millar de males imaginarios, ese mal inimaginable, surgiendo de la mente humana y pareciendo abarcar todo el universo conocido, lo dejaba impávido; sin embargo, mirando a su alrededor, vio que era el único que estaba preparado para el nuevo concepto; los otros estaban exhibiendo síntomas de misoneísmo.
Ann, que había apilado todas las mochilas al lado de Bush, cocinaba sobre tres hornillos ajustando los dispositivos filtraires, removiendo y probando…, buscando claramente refugio en las pequeñas cosas femeninas. Howes tenía el rostro vuelto hacia el grupo, e iba de un lado a otro frunciendo el ceño, quizá tramando la caída de Gleason, mucho más simple que la caída de todo el pensamiento humano. Borrow ya había sacado un bloc de notas de un bolsillo de su dos piezas de corte clásico y estaba bocetando algo; la trampa de utilizar el arte como un refugio antes que como un punto de apoyo…
¡Incluso Silverstone! Hasta él,
ahora
estaba dispuesto a continuar; ¿pero quién podía decir si su extraño retiro, su declive, el convertirse en un miembro de la pandilla de treintones de Lenny no habría sido en buena parte una huida, tanto de la demoníaca idea que había conjurado como de los asesinos de 2093?
Todo esto cruzó por la mente de Bush en el lapso entre dos suspiros. Hizo un gesto hacia la Dama Oscura, de pie a pocos pasos y algo más alta que ellos sobre el suelo generalizado de su propio viaje mental, y dijo a Silverstone:
—Me gusta lo que ha dicho acerca de ser una Generación Himalaya. Ahí hay alguien que procede del otro lado del Himalaya…, de lo que de hecho debiéramos llamar nuestro pasado, o el pasado de nuestra raza. Estoy convencido de que acudirá de nuevo en nuestra ayuda si la necesitamos, como lo hizo en el palacio.
—El pasado ha demostrado hace tiempo su interés por mí —admitió Silverstone—. He tenido a un hombre observándome desde que era un adolescente; era uno de los hombres que intervinieron para salvarnos de aquellos bandidos en el palacio de Buckingham.
—Nosotros somos sus descendientes… Podemos viajar mentalmente sólo al futuro, no al pasado. Me pregunto cuán largo es ese pasado —pensó Bush en voz alta—. Mi padre adoraba la metáfora del reloj para expresar la pequeñez del hombre con relación al tiempo. Ya saben…, los primeros fósiles aparecen a las nueve y media aproximadamente, y la humanidad entra a hurtadillas en la esfera cinco segundos antes del mediodía. Ahora lo vemos todo en el otro sentido, ¿no? Lo que era considerado como memoria se convierte en precognición…, y en cinco segundos más de ese reloj la humanidad se extinguirá…, transferirá, si lo prefieren…
—Evolucionará a criaturas más simples.
—De acuerdo. Pero no sabemos lo que ocurre al otro lado del reloj; lo que usted llama el pasado. Así pues, ¿no existe lo que nosotros llamamos memoria?
—Oh, sí. La memoria no es realmente lo que nosotros creemos que era, pero existe. Por ejemplo, la orientación direccional que tomamos en nuestros viajes mentales: ¿nunca se ha preguntado cómo conseguimos salir a la superficie en el lugar del globo y en el tiempo al que necesitamos ir?
—¡A menudo!
—Nos estamos basando en la memoria —dijo Silverstone—. Por lo que sé, puede tratarse de una memoria heredada. Nuestros sueños arquetípicos de caída son probablemente recuerdos distorsionados de los viajes mentales de nuestros predecesores…, ¡algunos de los cuales pueden haber sido tan largos que conviertan nuestra excursión al criptozoico en algo parecido a un paseo en torno a una habitación! Supongo que nuestros auténticos predecesores han viajado mentalmente por miríadas de años. Sus cinco segundos del reloj no son nada comparados con lo que puede haber sido la historia de la raza humana. ¿Es consciente de eso, Bush?
—Sí, en efecto —dijo Bush, que estaba mirando a la Dama Oscura; levantó su dedo y señaló silenciosamente. Silverstone y Borrow miraron en la dirección que indicaba; la Dama Oscura ya no estaba sola. El criptozoico estaba lleno de sombras humanas…, sombras que no eran del futuro sino del largo y enigmático pasado, cientos y cientos de sombras de personas, algunas más claramente definidas que otras, todas ellas superpuestas, todas silenciosas, inmóviles, aguardando, mirando.
—Es un momento…, un momento histórico… Un momento… —tartamudeó Borrow.
Bush estaba vigilando los movimientos de Howes en ese instante. Extrajo una pistola de rayos de su bolsillo y se levantó de un salto. Se enfrentó con Howes, apuntándole.
—¡Suelte esa ampolla, Howes! Esta pistola sí que funcionará, ¡la tomé hace un minuto de su mochila, por si acaso intentaba usted alguno de sus trucos militares!
—¡Está perdiendo el tiempo aquí, Bush! —dijo Howes—. Mi trabajo consiste en derribar al gobierno rebelde, y no a toda la sociedad humana. Ahora que he oído qué es lo que se está cocinando, no quiero tener parte en ello. Vuelvo al presente… A 2093.
—¡Usted se quedará aquí y escuchará! ¡Suelte esa ampolla!
Parcialmente oculto tras Ann, que se había retirado de sus hornillos para ver lo que ocurría, Howes había sacado una ampolla de CSD de su bolsillo y se había levantado subrepticiamente la manga. El capitán se quedó inmóvil mirando fijamente los ojos de Bush.
Lo que pudo haber leído allí no debió tranquilizarlo. Lentamente abrió los dedos y dejó caer la pequeña y puntiaguda ampolla. Bush la aplastó contra el suelo.
—¡Deme el resto de su reserva! Lo que está diciendo Silverstone es mucho más importante que un planeta lleno de Gleasons. Si volvemos, lo haremos con pleno conocimiento de la situación que se supone debemos afrontar. ¿Correcto, profesor?
—Correcto, Eddie, gracias. Capitán Howes, debo pedirle que sea paciente y me escuche.
Howes lanzó un paquete de ampollas recién abierto hacia donde estaba Bush.
—Puedo ser paciente, profesor —dijo; se acuclilló, apoyándose sobre los talones, y se quedó mirando fijamente a Bush, que permanecía de pie, apenas ligeramente relajado.
Ann rompió la tensión ofreciendo a todos una humeante sopa. Todos miraron a Bush, como aguardando una señal para empezar; él, aceptando una cuchara de Ann, hizo un gesto con la cabeza hacia Silverstone.
—Nos sentiremos complacidos de oír su nueva visión del cosmos, profesor —dijo.
—Puesto que no soy un físico —dijo Silverstone—, no puedo entrar en detalles demasiado técnicos en este aspecto del asunto, lo que imagino será un alivio para ustedes cuatro. Ni yo ni mis asociados hemos tenido aún la oportunidad de iniciar ninguna investigación sobre las leyes físicas invertidas. Una vez derribado el actual gobierno totalitario y que los institutos puedan operar libremente de nuevo, está claro que todas las antiguas propiedades del cosmos deberán ser reinvestigadas a la luz de este asombroso nuevo descubrimiento.
Todo lo que deseo ahora es ofrecerles uno o dos ejemplos de la nueva forma en que debemos mirar las cosas a escala macrocósmica.
Ustedes se dan cuenta de que todo lo que el hombre ha reunido relativo a lo que creía su pasado concierne a su futuro. Así sabemos que la Tierra se irá ablandando gradualmente y estallará por último para convertirse en gas y polvo interestelar, dispersándose a partir del envejeciente sol.
Podemos ver también que este acontecimiento tendrá lugar en un universo en contracción. El efecto Doppler es una prueba de que las distantes estrellas y galaxias isla se están precipitando hacia nosotros, y hacia el momento en que todo el universo se condensará en un átomo primigenio…, último. Ahí estará el fin del universo. Así tenemos la respuesta a preguntas que hasta ahora no habíamos podido responder, aunque por supuesto ahora ya no sabemos lo que antes creíamos que sabíamos, como el comienzo de la Tierra…
Sin mencionar cómo comenzó la vida…
Pueden ver a partir de eso que todos los principios básicos de nuestro pensamiento, dolorosamente adquiridos a lo largo de los milenios, han perdido su vigencia. Todas las leyes naturales han sido invertidas o anuladas. Observábamos equivocadamente, y no sabíamos lo que estábamos haciendo. Toda nuestra celebrada precisión y nuestra frialdad científica estaban a ciento ochenta grados de la verdad. La célebre Segunda Ley de la Termodinámica, por ejemplo… Comenzamos a ver ahora que de hecho el calor pasa de los cuerpos fríos a los calientes; los soles son colectores de calor, antes que propagadores. Incluso la naturaleza del calor se nos aparece cambiada. La energía se acumula desde los cuerpos menos organizados hasta los más organizados; montones de óxido pueden integrarse en barras de acero.
Algunas de nuestras leyes científicas dolorosamente adquiridas permanecerán. No veo por qué la Ley de Boyle acerca de los volúmenes de gas variando en proporción inversa a la presión cuando la temperatura es constante, no habría de permanecer intacta. Lo que podamos hacer con la relatividad es algo que no sé. Pero la mecánica clásica queda inválida; piensen en la primera ley del movimiento de Newton, acerca de que un objeto continuará en estado de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme a menos que actúe sobre él una segunda fuerza. ¡Imaginen cuál es el estado real de las cosas! Un balón de fútbol está inmóvil en el terreno de juego; repentinamente empieza a rodar, gana velocidad, ¡y termina golpeando contra la bota de un futbolista!